Na Hong-Jin propone un ejercicio de suspense e investigación al estilo de ‘Memories of a Murder’ (Salinui chueco, 2003) que va mostrando sus cartas a lo largo de su absorbentes dos horas y media, descubriendo una terrorífica odisea sobrenatural que se adentra en los lugares más oscuros del cine de terror más reflexivo para quedarse en tus huesos durante días. La película de terror de 2016.
Hay un tipo de horror que no se basa en grandes secuencias de planteamiento y puesta en escena diseñadas para coger al espectador desprevenido, otras juegan con el hasta darles el golpe de sonido que les deja al borde del infarto, y hay otras que, como El extraño, toman buena nota de por qué películas como El Exorcista (The Exorcist, 1973) son consideradas, hoy por hoy, clásicos, tradicionalmente entre las diez más recomendadas. Y no es que se parezca porque en su trama aparezca una niña poseída por algún tipo de entidad maléfica, como es el caso, sino porque sabe que a veces el terror que está en nuestra cabeza, sólo se logra remover creando una propuesta seria, realista y bien construida, en una palabra, abrazando el género sin remilgos, segundas intenciones o intenciones paródicas. El revisionismo irónico del género de algunas de las laureados bluffs recientes del indie americano palidece cuando se le pone al lado una obra tan bien construída y rodada como esta.
El proyecto de Hong-Jin es ambicioso, quizá ese sea su máyor flaqueza: durante sus 150 minutos hay un arco épico de aunar el género de investigación y asesinos en serie, posesiones demoníacas, infectados, drama e incluso toques de comedia. Y todo esto sería demasiado si la trama no fuera hilando tan bien todo su material, a veces descompensado, sí, pero diseccionado hacia un último tercio perfecto, que llena de preguntas, escalofríos y ganas de revisionar el filme de nuevo, desde el principio. Durante el camino, la atmósfera va de gris a profundamente negra, con constantes lluvias y una banda sonora que refuerza la constante sensación de tensión y el peso de un presagio maléfico avanzando a cada minuto.
Lo más excitante de The Wailing es que, en realidad es una puesta al día de un tema clasico del terror oriental. El subgénero de los exorcismos Budistas, con su máxima expresión en las producciones hongkonesas de los Shaw Bros, muy representadas por el clásico Black Magic (Jiang tou, 1975) o Hex (Xie, 1980) y las que normalmente aparecían loquísimas peleas mágicas de hechizos y chamanes, llenas de elementos de explotación, gore y animales repugnantes. Aunque la representación de estos ritos es muy más elegante, la película no se corta en mostrar los efectos de la infección maléfica con gore sin remilgos, y algunos efectos mágicos de forma nauseabunda.
El camino del personaje principal es el de los héroes con varias capas, su forma de reaccionar y sus decisiones van más allá de una personalidad extraña y colorida y forman parte de un plan maestro que lleva a El extraño a los terrenos del terror filosófico. La carrera contra el tiempo del padre para salvar a su hija poseída le lleva a una transformación conforme se adentra en el corazón de la pesadilla hasta llegar a su siniestro clímax de paranoia satánica. Una obra maestra hipnótica que reclama paciencia sin permitir que tus ojos se separen de la pantalla, llena de detalles que decodifican su ambigüedad y dejan en el aire uno de los mayores regalos que puede dar una película de terror: el verdadero misterio aparece cuando comienzan los créditos.