Crónica Sitges 2019 (Día 3): Amigos imaginarios infernales, Lupita Nyong’o contra los zombies y el criadero extraterrestre de adosados


La tercera jornada comenzó con la mejor obra estrenada en el
festival, la extraordinaria Daniel Isn’t Real, y ofreció una nueva perspectiva
a la comedia de terror con la encantadora Little Monsters mientras que la sátira
deprimente e inquietante de Vivarium puso a prueba nuestros conceptos de vida
perfecta.

Daniel isn’t real
(2019)- 85


Tras la curiosa Some Kind of Hate (2013), Adam Egypt
Mortimer sorprende con una adaptación de la novela In This Way I Was Saved
(2009) que coguioniza el autor de la misma. Utilizando la idea del amigo
imaginario, Daniel Isn’t Real se
postula como una revisión en toda regla del clásico silente Der
student von Prag
(1926) y el mito de Jekyll & Hyde para desarrollar
una escalofriante plasmación de la esquizofrenia, que consigue posicionar al
espectador en la angustia vivida por alguien que realmente siente un
desdoblamiento. Partiendo de un supuesto troncal del cine de terror (el super-yo
faustiano, descensos a la locura, el doppelgänger) reinventa de formas
creativas lo que vimos en Fight Club (1999), empapado por la
libertad creativa de la televisión fantástica actual, como los espacios
mentales representados como universos propios de Legion (2016-2019) a modo
de realidades sacadas del imaginario de Clive Barker o la pintura de Francis
Bacon y el Bosco. Mención especial para los tres actores principales, Sasha
Lane, Miles Robbins —ganador del premio a mejor actor—, hijo de Tim, y sobre
todo Patrick Schwarzenegger, perfecto como reverso oscuro de la personalidad
del personaje principal. Tenebroso, peligroso y divertido, verle con una espada
en la mano lleva inevitablemente a pensar que su padre es Conan. Lo mejor del
festival y otro tanto de Spectrevision que con su apertura está marcando el
paso del futuro del género.

Vivarium (2019) – 65


Una opresiva sátira kafkiana que sintetiza el ciclo social
programado de las familias occidentales en una rutina monótona que llega a
hacerse tan tediosa para el espectador como para los protagonistas. Una pareja
vivaracha y diferente, condenada a hacer una vida anodina y gris, supuestamente
idealizada por los estándares sociales, en un barrio de las afueras idílico.
Sus ideas son claras, con todo lo que aspiramos a tener no conseguiremos sino
ser una fotocopia más. Como un episodio de Twilight
Zone
estilizado, bastante pasado de minutos y muchas ideas de relleno, su
transformación de una vida perfecta en una condena de purgatorio se asimila
cínica cuando no acaba de rematar las implicaciones políticas de su supuesto.
Una fantasía en la que destaca la siempre divina Imogen Poots—merecido premio a
mejor actriz del festival—, que mejora siempre que rompe sus marcos dejando
irse hacia el terror.

Sesión Salvaje (2019) – 80


Un documental tan necesario como esclarecedor, este
equivalente ibérico a Not Quite Hollywood: The Wild, Untold Story
of Ozploitation!
(2008) o Electric Boogaloo: The Wild, Untold Story of
Cannon Films
(2014) no tiene nada que envidiar a aquellos, sino que en
su análisis del cine de explotación (y de género, en general) patrio revela la
esencia de su equivalente mundial y su papel a día de hoy. A través de divertidísimas
entrevistas y declaraciones a los supervivientes de aquella era, Sesión salvaje hace una radiografía muy
extensa de una gran cantidad de películas y estilos de cine español olvidado
que sirve tanto como introducción como reivindicación. El fantaterror, las
coproducciones, la comedia, lo quinqui… todo está tratado de forma sintética y
bien sustentada, dejando que las imágenes y descacharrantes diálogos de los
filmes hablen por sí mismos, a menudo por la impresión que causa el contraste
cultural del momento en el que fueron hechas, además con distintos apuntes y
comentarios que dan una nueva dimensión a algunos momentos de ver para creer.
Necesario.

Little Monsters
(2019) – 70

Little Monsters – Dave (Alexander England), a washed-up musician, volunteers to chaperone his nephewÕs kindergarten field trip after taking a shine to the plucky schoolteacher, Miss Caroline (Lupita NyongÕo). DaveÕs intentions are complicated by the presence of world-famous child entertainer and competitor for Miss CarolineÕs affections, Teddy McGiggle (Josh Gad). One thing none of them bargained for, however, is a sudden zombie outbreak, from which Dave and Miss Caroline must protect the children. (Photo Courtesy of Neon/Hulu)

Si el cine zombie parecía no dar para más, la proliferación
de comedias como esta o Zombieland 2: Double Tap (2019) —bastante
inferior a esta pese a los millones— certifican que Romero está bastante
aferrado a la cultura popular y que su creación sigue siendo el formato
perfecto para combinar el humor y el terror. Más que la clásica revisión de Shaun
of the Dead
(2004) —aunque su protagonista sigue el itinerario de aquel
personaje al dedillo— Little Monsters
se postula como el primer musical —si obviamos Anna and the Apocalypse, que acababa siendo deprimente— “feel
good zombie movie” de la historia. Las canciones vienen básicamente de una
profesora cantando a sus alumnos con un ukelele, pero el espíritu es el de una Marry Poppins tan subversiva como
adorable (los niños funcionan y son un aspecto original en el género). Funciona
su humor irreverente, su salvaje splatterstick y su candidatura a ser el
encantador remake de La vita è bella (1997) en clave
romeriana. Probablemente la obra sería mucho más olvidable si no fuera una
vehículo para que Lupita Nyong’o se reivindique como una actriz de otro mundo.

VFW (2019)- 65


VFW es la telonera
macarra de Bliss en el dos por uno grindhouse que ofreció Joe Begos en Sitges
2019. Con los mismos mimbres visuales de la anterior —filtros azules, rosas y
rojos, look de 16 mm lleno de grano, sangre explosiva—  fabrica un satisfactorio ‘Asalto al bar de los
veteranos’ con un plantel de mitos de serie B en estado de gracia contra una
pandilla de yonkis punkis mutantes. Hay suficiente acción lo-fi y gore generoso
como para que el ejercicio de imitación a Carpenter caiga simpático y el
carisma de los actores brille más que en el subproducto directo a vídeo con
vieja gloria de turno. Otro acierto de Begos frente a sus dos primeras obras, pese
a que no aprovecha su premisa hasta las últimas consecuencias a causa de su
presupuesto limitado y acaba siendo un divertimento de festival más que un film
a tener en cuenta en el futuro.

The Long Walk (2019) – 25


Una impracticable, anestésica y farragosa historia de
fantasmas en forma de drama criminal de ciencia ficción que sucede en distintas
etapas de la vida, con viajes en el tiempo a lo Donnie Darko o Cronocrímenes
pero con agónicas secuencias para cualquier acto cotidiano. Las transiciones
entre tiempos suceden de forma aleatoria, y juega con la confusión como falsa
ventaja narrativa. Incomprensible premio a mejor directora para Mattie Do, para
una película que no es capaz de generar el interés por lo que cuenta en el
espectador en ningún momento. Muy pobre.

The Black String (2019) – 45


Frankie Muniz, el célebre Malcom regresa a las pantallas
con una pequeña película de terror dirigida al mercado de vídeo que no trata de
cambiar la vida pero se pierde un poco en su relato de descenso a la locura con
brujería. El personaje de Muniz es el clásico clerk americano que trabaja en una licorería Stop and Go 60 horas a
la semana. Conoce a una chica enigmática en un chat de voz y tiene relaciones
sexuales para encontrar que el día siguiente tiene una erupción cutánea propia
de enfermedad venérea. Esto le lleva a una investigación que le irá adentrando
en un culto ocultista que pone a prueba su cordura. Entretiene y tiene algún
detalle fantástico de terror interesante, pero se notan muchas carencias de
dirección y la historia no sabe ser lo suficientemente interesante ni el terror
sucesivamente envolvente.

Charlie Says (2018) – 60


Interesante mirada a la familia de Charles Manson de Mary
Harron, que sigue completando su visión del criminal masculino iniciada en su American Psycho (2000) cambiando el
mundo Yuppie por el Hippie, ofreciendo una cara B de todo lo que no vemos en Once
Upon A Time In Hollywood
(2019), exponiendo a Manson y los asesinatos
Tate-LaBianca bajo un prisma feminista. Durante la primera mitad, la tesis de
Harron se sostiene en lo obvio: Manson tan solo era un charlatán que, como
tantos otros gurús de la etapa del amor, se aprovechaba de la moda de los
líderes espirituales y los retiros de vida alternativa para procurarse harenes
con chicas provenientes de familias desestructuradas y gente que no tenía dónde
caerse muerta. Sin embargo, pese a lo preciso de muchos comportamientos y
engatusamientos de la personalidad vampírica de Manson, se decanta por el
relato de víctimas de las chicas de la familia, derrapando en la idealización
de algunas de ellas, hasta tal punto de tergiversar hechos y declaraciones
registradas. Una pena que se haya querido empapar de una visión sesgada por que
la descripción de Manson es una de las más certeras que se han logrado en el
cine, con un Matt Smith en ocasiones perfecto, a pesar de la diferencia física
con el ideólogo perverso. Con todo, esta visión lleva a un ángulo decadente y
triste de los asesinatos, limando cualquier impacto para dejar el amargor de
las consecuencias de personas cuya línea vital fue alterada profundamente al
chocar con Manson.

Jorge Loser