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3 From Hell (2019) review

El cine exquisitamente malvado y muchas veces brutal de Rob Zombie sigue representando de maravilla la imagen de un cambio en el cine de terror americano tras el 11 de septiembre, un paso del producto dirigido a adolescentes a una revolución basada en lo explícito y el terror más visceral, salvaje y centrado en la crueldad.
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3 from hell (2)

La casa de los 1.000 cadáveres (2003) fue una extensión de todas las obsesiones que el cantante y compositor de la banda White Zombie había ido desarrollando en la iconografía asociada a su banda, desde videoclips a libretos, pósters y parafernalia en los shows. De hecho, el film nace gracias al trabajo del artista en la atracción Halloween Horror Nights de los Estudios Universal y fue rodado antes de los atentados del 11-S, con lo que no, su planteamiento no era ninguna respuesta a ningún evento histórico particular, tan solo era la confirmación de que tocaba recuperar el terror de los 70 y a él se le ocurrió primero.

Considerada casi como un remake colorido de La matanza de Texas (Tobe Hooper, 1974), en realidad, salvo el punto de partida, había más elementos de la segunda parte que también dirigió Hooper. Los pasillos y cuevas subterráneas de la familia Firefly no son muy diferentes al museo del terror colorido y grotesco que imaginó el maestro para su exageradamente grotesca segunda parte. Zombie adoptó el humor macabro, la burla cruel y la mala hostia con la que aquella secuela despachaba sus escenas más recordadas. Tras horrorizar a Universal, finalmente se estrenó en 2003, comenzando el reinado de la productora independiente Lionsgate, que recogió las sobras que la major no quiso, justo el año que esta estrenaba bajo el sello New Line el remake de la matanza original, dirigido por Marcus Nispel. Sin embargo, mientras aquella hizo una precuela centrándose en el gore, Zombie hizo un giro de 180 grados en una secuela que todos recuerdan como uno de los filmes más representativos de lo que significaron los 2000 para el terror.

Los renegados del diablo (2005) ponía a los villanos de la anterior película al frente del reparto, concibiendo un incorrecto western psicópata lleno de violencia y tiroteos, de nuevo citando al Hooper de La matanza de Texas II (1987) con el uso de esas máscaras de piel humana, ampliando el margen de la representación exploitation a otros géneros y convirtiéndose en el film más representativo de la carrera del autor, quien, tras el fracaso sonoro de la magistral The Lords of Salem (2012), vio cómo sus ganas de avanzar en otros estilos se veían poco respaldadas por su base de fans. El resultado fue una tibia vuelta a las raíces con 31 (2016), una chapucera revisión de La casa de los horrores (Tobe Hooper, 1981) y Perseguido (Paul Michael Glaser, 1987) que recordaba que los años 2000 ya quedaban muy lejos y el torture porn resultaba pastoso sin algún personaje icónico. Por ello, la idea de recuperar su mayor éxito para recoger viejos laureles no era, a priori, una buena idea.

Y efectivamente, escrita y dirigida por Rob Zombie, 3 From Hell es una continuación innecesaria que da un poco más de lo mismo, con menos medios y un espíritu guerrillero que muestra a un cineasta que no se le caen los anillos al rodar con lo mínimo. Y, como era de esperar, el resto de sus viejos seguidores no perdonó que la tercera película sobre las aventuras asesinas del clan Firefly pasara por el filtro del hazlo tú mismo. Sin embargo, aunque sea una obra inferior a las otras dos, resulta un pequeño oasis de creatividad y diversión sin cortapisas en medio de una época en la que el cine de terror empieza a notar el corsé de las exigencias irreales del cine de autor. Mientras el cine de género independiente se adentra en los dramas con paredes de papel pintado, Zombie permanece fiel a su mugre y, esta vez, decide tomar una vía autoparódica que recuerda a lo que hizo Tobe Hooper en los 80 con su familia de matarifes.

3 From Hell funciona como una sátira sobre el género en sí y la posición del terror de sangre y dolor de principios de siglo, invocando al espíritu de Craven, Hooper y Romero para lo que parece un último viaje del director al terreno de lo salvaje, que continúa desde donde se quedó Los renegados del diablo. Aquella, con uno de los grandes finales del terror del siglo XXI, no dejaba espacio para una secuela, con los asesinos yendo hacia una ráfaga de disparos, que hacía pensar que habían muerto. Esto causa el primer problema de antipatía contra esta tercera parte. Romper la lírica del final de un gran film de culto, resignificándolo para nuevos revisionados implica que debes ofrecer algo que realmente merezca la pena para compensarlo. No empieza Zombie con buen pie al optar por la opción más perezosa para continuar. Sencillamente, sobrevivieron al tiroteo con la policía de Ruggsville y fueron a la cárcel, tirando por tierra las posibilidades que orecía ese mumbo jumbo esotérico de La casa de los 1.000 cadáveres que podría poner en bandeja, incluso, la reaparición del Doctor Satán.

Pero, una vez superada esa percepción negativa por las expectativas, Zombie inyecta un ritmo contagioso al inició de su película, con una breve actualización desde el final de la anterior, el juicio que tuvo lugar después y el tratamiento de los medios como si estuviera citando su propia conjugación de Asesinos natos (Oliver Stone, 1994). Tras ser declarados culpables de crímenes atroces, la familia Firefly ha sido encerrada en prisión esperando el corredor de la muerte. Desde allí, vemos a Otis, Baby y el Capitán Spaulding casi 10 años después, mientras esperan su sentencia de muerte y llegan a la cárcel de donde necesitan escapar. Cuando Otis lo consigue, se le ocurre un plan para liberar a Baby, tras la temprana muerte de Spaulding, que sirve como emotiva despedida real al actor Sid Haig, cuya salud apenas le permitió hacer algunas escenas. Cuando la familia puede escapar, con la ayuda de un nuevo rostro, el grupo de trastornados causará estragos a los que se crucen en su camino, mientras tratan de mantenerse ocultos de la ley, en esencia convirtiéndose en un reflejo libertino de la anterior película.

El film sufre el hecho de ser la tercera, y su historia es más aparatosa que la mejor estructurada segunda entrega, pero el hecho de pasar por diferentes bloques temáticos devuelve un poco de la anarquía perdida de la primera, que tenía cierto espíritu de collage sin criterio que para muchos resume todo lo que nos impactó desde aquellos caóticos títulos de crédito llenos de referencias, texturas de vídeo y todo tipo de salidas de tono del libro de reglas que Zombie se pasaba por las axilas. Por ello, podemos incluso entender el film como una secuela directa al primero si queremos, en cuanto comparten un espíritu casi antológico de querer encajonar pequeñas micropelículas dentro de la película. En 3 from Hell tenemos un Woman in prison, un home invasion, un Grupo Salvaje (Sam Peckinpah, 1969) con todo el imaginario del Santo y la cultura pop mexicana, y hasta una minipesadilla gótica salida de Cabeza borradora (David Lynch, 1977) incorporada en el momento menos esperable. Un espíritu de potaje de cine de serie z y de culto que deja ver el arco cargado de un Zombie sin preocupaciones, sin hipotecas ni cuentas pendientes con estudios o fans.

Lo que hace que, pese a un presupuesto claramente pírrico, el film sea un paso adelante frente a 31, es que los personajes siguen con su irresistible carisma diabólico, más histriónicos y fuera de sus casillas si cabe, pero se deslizan cómodamente de nuevo en sus roles. Richard Brake es una gran adición al elenco como el medio hermano añadido a los Firefly, Winslow Foxworth Coltrane, aportando algo extra al papel que lo hace encajar perfectamente en el clan, como si hubiera sido parte de esta franquicia desde el principio gracias a una química instantánea con Otis, con el que comparte la mayoría de escenas. Bill Moseley está, como siempre, fantásticamente maníaco en el papel de un Otis más entrado en años y con algo más de sabiduría, que se traduce en un sadismo más sutil, pero también en más cautela mientras trata de mantener a la familia fuera del alcance de la policía. Sheri Moon Zombie, agrega aún más capas al personaje de Baby, siendo sus momentos clave en la cárcel donde está perdiendo la cabeza, con razón.

También tenemos una buena ración de sus payasadas homicidas, esta vez con atuendo de jefe indio con un uso mucho más divertido que el del padre de Parásitos (Bong Joon-ho, 2019). Pero lo sorprendente es ver el efecto de esos años de confinamiento solitario, que han convertido su júbilo homicida en un comportamiento más errático e impredecible, volviendo a capturar una nueva interpretación sorprendente del personaje, incluso con un nivel emocional más profundo, especialmente durante sus interacciones con Sebastian. Como es habitual, también hay cameos y gente fantástica en roles en las que no les espera. Dee Wallace como Greta hace un trabajo impactante, en clave enfermera Ratched, como una guardia de prisión desquiciada que hace la vida imposible a Baby. También están Pancho Moler como Sebastian, Danny Trejo como Rondo, Jeff Daniel Phillips como el director Virgil Dallas Harper y muchos otros, como Barry Bostwick y Noel G a los que ni siquiera se les reconoce.

Todo el plantel de personajes demuestra que Zombie sigue sabiendo escribir como nadie protagonistas despreciables que hacen cosas horribles, pero que siempre hay algo en ellos que te hace posicionarte a su favor, llegando incluso a dibujar algunos momentos muy convincentes de humanidad mezclados con todo el caos. En el mismo camino de contraste, entre resultar repulsivos y atractivos, que hace de esta trilogía una diversión deliciosamente problemática, 3 From Hell sigue siendo violenta, desagradable, llena de sangre, tetas y rock clásico. Tiene algunas secuencias realmente impactantes, pero Zombie no glorifica la violencia sin un objetivo y aquí la usa para que el horror sea una herramienta lúdica, mucho más trivial que el  tono doloroso y angustioso de la anterior entrega. Quizá el mayor pecado en ese uso del gore es la sangre digital, no extraña en su filmografía, pero que aquí deja demasiada constancia de la falta de medios, por lo que puede perdonarse por la dificultad de levantar una producción que se muestra como una rara avis que, al fin y al cabo, sigue siendo radical.

El look del cine de años 70 habitual en Zombie toma aquí un matiz desvaído pero atractivo, con rugosidad añadida bien integrada y el encuadre casual de la fotografía de David Daniel solo lastrado por el abuso de zooms extracercanos, combinados con demasiado movimiento de cámara y un montaje espídico que a veces es difícil de seguir visualmente. Pero esos momentos no son la norma y la elección estética funciona muy bien. A veces el aspecto roñoso y crudo de la imagen juega a su favor y vemos a un Zombie haciendo un cine realmente desde los márgenes, con un espíritu afín al del cine bis que en un principio parecía emular bajo el cobijo de un gran estudio, como si por fin hubiera cruzado la barrera, con lo que 3 From Hell adquiere cierta autenticidad que le añade una personalidad propia. Además, la carencia también le compra libertad y una despreocupación que la despoja de pretensiones de convertirse en algo nuevo en el género, y el autor disfruta de la aprobación que le da su propio universo interno, con más humor y un desparpajo contagioso que la hace tremendamente disfrutable.

Al igual que con otras películas de Zombie, 3 From Hell dispone sus decorados, los coches, el vestuario y toda la dirección de arte al servicio de un mundo visto a través del grano del caleidoscopio del cine de Christopher Speeth, Jim Van Bebber, Al Adamson, Martin Goldman, Matt Cimber, Norman J. Warren o el primer Wes Craven. El director siempre ha tenido un gran ojo para crear esa estética vintage, y aquí no es diferente, pero si funciona y marca la verdadera diferencia de connoisseur frente a otros artefactos retro que pueblan el mercado del vod es su capacidad para seleccionar y utilizar adecuadamente una increíble banda sonora de clásicos del rock junto a otros menos conocidos, combinada con la magnífica banda sonora de Zeuss, autor también de la de 31. La partitura utilizada entre las canciones subraya las escenas y forma junto al mixtape de zombie una verdadera entidad para un film que tiende a asemejarse a Los renegados del diablo en su estructura, aunque para el que firma, el episodio en el burdel y el clímax es más enérgico y potente que en aquella.

Puede que la diferencia más grande entre ambas es que aquí falta de un oponente verdaderamente formidable. En la película anterior, el clan se enfrentó al Sheriff Wydell, que era tan siniestro y despreciable como los propios Firefly. En esta hay algunos oponentes diferentes, pero ninguno de ellos tiene la misma presencia que Wydell, con lo que puede notarse un vacío sin esa fuerza opuesta, sin un adversario digno que rompe también un poco el punto de empatía con ellos esta vez. 3 From Hell es un film polarizante, de amor u odio, pero a nivel de ritmo es lo más divertido que ha hecho Zombie en años. Su duración permite algunos contratiempos aquí y allá, pero es siempre inapropiada e incómoda como el mejor cine de explotación, y se nota que está realizada por un verdadero amante del grindhouse. Puede ser innecesaria y poseer algunos defectos pero posee una fuerza anacrónica que se erige frente a la preocupante falta de voces con temperamento en el género, un vendaval en forma de western psychobilly que funciona como una jukebox lisérgica de los mejores momentos de la carrera de un cineasta que merece más respeto y estudio, desde su vocación de pedagogo del cine de medianoche a sus obsesiones más surrealistas.

Curiosidades sobre la película

Dentro de poco tendremos algunas curiosidades

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