Las 15 mejores películas de terror de 2018

Como cada año, su recta final nos invita a hacer una reflexión sobre las ofertas más relevantes del género durante sus 12 meses. Seleccionamos nuestras quince películas favoritas estrenadas comercialmente durante el año 2018 y comentamos por qué creemos que deben de ser destacadas. ¿Cuáles son las tuyas?
Para muchos medios, 2017 fue el año del terror, por su relevancia en la temporada de premios, por su aceptación en los festivales, o por el porcentaje de recaudación en taquilla rompiendo moldes. Lo cierto es que 2018 no puede defender ese prestigio de la misma manera, puesto que los grandes títulos del año han pasado por taquilla más discretamente, aunque no significa que no hayan dado buenos resultados. Muchos de los mayores éxitos en números han sido para franquicias más populares y opciones más facilonas, lo cual ha tenido iguales resultados positivos para el género, con una consecuente buena salud en los pequeños pastos de las independientes. Probablemente, estemos en el año en el que haya una diversificación del terror más saludable, con unos resultados tan potentes que hacer los descartes ha sido especialmente difícil. Vaya por delante que esta lista es subjetiva, maleable y no pretende sentar cátedra. Hay tantos títulos y tan estupendos que cualquier sustitución tendría sentido. ¡Vamos allá!15- Downrange (2017)

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Imagina que The Wall (2018) de Doug Liman tuviera una versión ultraviolenta que eliminara cualquier atisbo de género bélico y la situara en medio de una carretera en dónde apenas pasa nadie. A veces se echa en falta la sencillez de películas que transcurren en una única ubicación y las posibilidades que tiene cuando el público puede familiarizarse con las reglas de un solo entorno. Aquí, bastan dos minutos para plantear toda la dinámica, en un caluroso día de verano, un grupo de jóvenes cambiando la rueda a su coche son atacados por un francotirador invisible. No solo hay un buen concepto, sino que se desarrolla a base de buen cine, con fotografía estilizada, planos construidos como zooms a través de las heridas, carambolas de coches que llevan a mutilación y un tiroteo final convertido en baño de sangre que pone en evidencia al de Dragged Across Concrete (2018). Downrange no engaña, es pura efectividad, un crescendo de tensión y cadáveres que gradúa a Ryuhei Kitamura como un auténtico ingeniero técnico del gore. Un survival grand guignol que mantiene el suspense gracias a su virtuosa técnica visual y planificación y, pese a los regresos esperados, el mejor slasher del año. Si se hubiera estrenado en la primera mitad de los 2000 se hablaría de cinta de culto.
14- Our house (2018)

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Todo lo que quiere ser Marrowbone (2017), con su suntuosa puesta en escena y sus grandes espacios abiertos y paisajes, es reducido en Our House a una pequeña historia de suburbio americano que encuentra el sentido de aquellas novelitas góticas para jóvenes en las que un grupo de hermanos huérfanos se enfrenta a las dificultades de la vida mientras, a su vez, encuentran complicaciones paranormales. En plena época de fiebre Stranger Things y resaca Amblin, esta desconocida y modesta producción para directo a plataformas consigue en 90 minutos lo que la mayoría de revivals no consiguen lograr copiando y pegando momentos de películas míticas. La naturalidad de un grupo de jóvenes actores, la total falta de pretensiones y la sencillez de contar una historia que no desea sorprender sino funcionar como un producto juvenil de terror, que dé miedo sin utilizar sustos baratos y sin llegar a ser demasiado intensa. Los fantasmas, un humo negro, son presentados sin ánimo de cambiar tornas y se escapan de la machacona retribución al universo Conjuring. El ángulo de ciencia ficción de un joven inventor que podría haber salido de Explorers (1985) o una secuela de My Science Project (1985) en la que el experimento de turno invoca a seres de “el otro lado” de la saga Insidious es la única diferencia de la propuesta con una novela de fantasmas con ese poso de tragedia familiar optimista de otras épocas. Una película tan poco original, como pequeña, encantadora y efectiva.
13- Pengabdi Setan (Satan’s Slaves, 2018)

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Para muchos, el terror asiático está de capa caída, pero durante los últimos años estamos viendo un sorprendente crecimiento de producciones en países que harán redefinir el término J-Horror. Desde hace tiempo, Japón no nos trae ninguna película para cambiar la impresión de que el carburante se les ha ido acabando. Sin embargo, películas como esta Satan’s Slaves expanden la geografía del miedo en el continente. Un gran éxito en Indonesia, Los huérfanos de Joko Anwar es un remake de su película favorita de adolescente: un clásico de terror indonesio de 1982 del mismo nombre que, a su vez, era un remake sui generis de Phantasma (1979). En realidad, tan solo rescataba determinados aspectos mortuorios de la película de Coscarelli, pero presentaba una colección de apariciones demoníacas que la han convertido en un título de culto. Es muy curioso como esta actualización converge en muchos puntos con Hereditary (2018) de Ari Aster, tanto argumentales como en su fondo, una mirada verdaderamente inquietante sobre la disolución de la unidad familiar. Aquí, la matriarca, una famosa cantante en los 70, enferma y postrada en la cama durante años, muere dejando a su hija mayor cuidando a sus hermanos y al padre intentando llegar a fin de mes desesperadamente para salvar a la familia, pero la situación para los que viven se convierte en un infierno de demonios y espectros que acaba con una escena final apabullante a nivel visual. Moviéndose en las dinámicas modernas post sadako/Warren, no elude lo sangriento, postulándose como una notable cinta de horror sobrenatural para ver con la también estupenda Sebelum Iblis Menjemput (2018) de Timo Tjahjanto, que comparte con esta algunos problemas de ritmo.
12- November (2017)

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Aunque su presentación en el festival de Sitges 2017 dejó sensaciones encontradas frente a la expectación de la llamada a ser la The Witch (2015) europea, el estreno este año de November nos ha permitido recuperar un título que merece ser revisado con paciencia y sin falta de horas de sueño. Esta compleja fábula de un triángulo de jóvenes enamorados en pleno medio rural de Estonia, recupera la mitología del país eslavo en una exuberante recreación en blanco y negro de muchas de las leyendas que su director, Rainer Sarnet, escuchaba de pequeño. Más cuento de hadas oscuro que película de terror, su exposición de varias escenas de un mismo pueblo que convive con hombres lobo, brujas, muertos y diablos, forman un collage disperso pero encantador, embrujante y hermoso en su plasmación de lo macabro, casi como en una película de Bergman. November tiene mucho del Gógol de las Veladas de Dikanka y adaptaciones de sus obras, así como de otras adaptaciones de cuentos soviéticas u olvidadas maravillas checas como Marketa Lazarová (1967). A veces su sentido del humor surrealista y la interacción con lo fantástico diluyen el impacto de lo grotesco de sus imágenes pero las composiciones pictóricas dignas de Goya y el estado de hipnosis que logra en el espectador la convierten en una maravilla gótica, tan atípica en nuestros días como las obras de Jan Švankmajer que parecen haber inspirado a sus kratts.
11- The Predator (2018)

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Aunque la película que llegó a los cines no es la secuela de Predator (1987) de Shane Black que estaba rodada, los arreglos para rehacer el tercer acto no son, para nada, desastrosos. De hecho son bastante consecuentes con la obra de Black, y tienen una pequeña dosis de todo lo que hace que sus películas de acción tengan esa vocación de espectáculo de viernes noche, con su sello de gente colgando de sitios imposibles, malos que interrogan de forma violenta a los buenos para acabar recibiendo su merecido o una concepción única de la violencia—esa que precedió a Tarantino— y es utilizada aquí sin complejos ni reticencias. Olvida que es una secuela, The Predator es un tebeo de perdedores contra monstruos, es la secuela espiritual de The Monster Squad (1987) solo que en vez de Drácula, el hombre lobo y Frankenstein hay depredadores alienígenas, perros mutantes y uberpredators de tres metros que te descuajeringan de un revés. Los niños ahora son un comando de zumbados, graciosos, adorables y duros, comandados por el primer héroe de acción de la historia que se para en medio de la película para ir a cagar y mata brutalmente a un villano delante de su hijo autista y luego bromea con él sobre ello. En una época de blockbusters fotocopiados y nostalgia de Cannon films o las películas de monstruos de los 80, una película con la sensibilidad de Fred Dekker para el cine de criaturas en una noche interminable y autenticidad en cada fotograma de quienes creen que la serie B no es una etiqueta peyorativa, sino un polvo sin condón no tiene precio. Imagina que Los mercenarios de Stallone lucharan contra extraterrestres asesinos y además, con buenos diálogos.

10- The Lodgers (2018)

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La película de clausura de Sitges 2017 no ha visto la luz hasta este año, cuando Netflix la ha incorporado en su catálogo, pasando extrañamente desapercibida. Esta clásica historia de fantasmas ambientada en Irlanda a principios del siglo XX, sigue a un par de hermanos gemelos huérfanos, Rachel y Edward (Charlotte Vega y Bill Milner), más o menos prisioneros de la mansión que heredaron y que ahora habitan solos. Aunque pueda parecer que hay muchas películas como The Lodgers, no abundan filmes que deleguen su peso en la atmósfera y el estado de ánimo para conseguir un temor silencioso y discreto que impregne cada plano. Al estilo de Crimson Peak (2015) de Guillermo del Toro, la majestuosidad gótica de Loftus Hall, la mansión de casi mil años en Irlanda donde se rodó la película—se rumorea que tiene su propia historia sobrenatural— es un personaje más en una cinta de terror que tiene más que ver con las sensaciones que transmite que con lo que realmente sucede en ella. No es una batería de sustos del estilo Wan sino que tiene más de las adaptaciones de Bronte, hermosa pero inquietante, con efectos visuales sencillos pero que realmente capturan el asfixiante aislamiento que experimentan los gemelos, combinando una soberbia atmósfera de descomposición con sombras profundas y tenebrosas para alcanzar una sensación de fantasía de otro mundo más que un miedo absoluto. Además, es un cuento bastante efectivo de abandono, aislamiento y relaciones tabú. Sigue la estela de Poe y su conflicto incestuoso en The Fall of the House of Usher (1839) pero lo adereza con una estética apabullante de colores azules apagados y momentos de gravedad invertida que parecen obras de arte en movimiento.
9- The Endless (2017)

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The Endless es una película barata, que no se sale de los marcos del verdadero cine independiente, el que usa el rodaje de guerrilla como medio para contar historias diferentes por las que los grandes estudios no quieren apostar. Lo que empieza como una especie de drama sobre una secta rural, de las que nos tiene acostumbrado el cine de género últimamente, prosigue como una aventura propia de literatura de ciencia ficción, pero llena de momentos inquietantes, en los que el terror aparece por la dimensión del misterio al que se enfrentan. Su estructura, progresivamente hipnótica, aboga por una construcción del miedo a lo desconocido, basado en el enigma, en lo que no se muestra en la pantalla. Hay cierto espíritu rebelde en el cine de Benson y Moorhead que los sitúa dentro de una burbuja aislada de tendencias y, aunque las dotes como directores no son virtuosas, su cine DIY es una notable apuesta por la imaginación y el ingenio frente a la falta de medios. The Endless, explora la paradoja de los universos paralelos mediante una ruptura de la lógica entre espacio y tiempo, ubicada en medio de una relación fraternal. Lo íntimo frente a lo eterno se dan la mano en una pequeña obra llena de atmósfera y adecuado trabajo fotográfico que nada entre la fascinación literaria y el recogimiento intimista. Se atreven incluso a lanzar un lazo a su propio universo, completamente inesperado, que hacen más cohesiva su particular visión de las pesadillas dimensionales.

 

8- Housewife (2017)

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Si hablábamos de la explosión de cine de terror indonesio, no debemos quitar el ojo a lo que está pasando en Turquía, quizá como representación de las situación en la que viven hoy en día, también allí el cine de género está creciendo, con nombres como el de Can Evrenol, autor de la fantástica Baskin (2015), que dejaba ver algunas de las influencias menos vulgares del turco. Pocos directores parecen tan entusiasmados por el cine de terror italiano, y además, por el menos trillado. Housewife es la secuela de La Setta (1991) de Soavi y La sindrome di Stendhal (1996) que habría escrito Clive Baker tras comer hongos de Yuggoth. Evrenol vuelve a su forma estilizada, con ese aspecto vintage de film europeo de los 90 buscado que a tantos puristas le parece televisivo, para relatar un macabro viaje onírico lleno de luces bavaescas —tiene una cita directa al célebre truco visual de Shock (1977)— y de tintes tan lovecraftianos como la reciente The Void (2016), lo que la convierte en una rareza irresistible para los gourmets del terror exótico, fuera de las corrientes y con militancia por el impacto. Además, supone una continuidad temática y estética en la obra del turco que le convierten en un nombre reconocible y personal a tener en cuenta, como demuestra también en su corto para la interesante The Field Guide to Evil (2018).

 

7- A Quiet Place (2018)

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John Krasinski logra dar forma a una serie B de concepto llena de criaturas invocando a los clásicos y moviéndose modestamente entre la sencillez del cine de terror más accesible y el regusto por la ciencia ficción apocalíptica de ecos dramáticos. A su manera, consigue hacer una película familiar sin tomar por estúpido al espectador y convirtiendo sus lugares comunes en resortes de guion que acaban con éxito en su fantástico tercer acto. Una propuesta de partida asumida, digerida y nunca explicada, que entronca con el cine fantástico y de ciencia ficción más típicamente americano. Con un planteamiento muy propio de episodio de The Twilight Zone, (1959- 1964) y siguiendo las migas de pan de Night of the Living Dead (1968) o The Birds (1963) para explorar un espacio claustrofóbico asediado, recoge el testigo de Shyamalan y Spielberg y aporta una importante solución formal, con el silencio como carburante narrativo de un conjunto de momentos de suspense orquestados como algunos de los grandes. A Quiet Place es una agradable vuelta al terror de texturas con vocación de gran público. Un ejemplo de mainstream que no es barato. También puedes señalar ciertas concesiones hacia lo convencional, sobre todo en el ángulo paternal de Krasinski, que no ofrece nada nuevo bajo el sol, pero a veces hacen falta obras de regusto clásico, que dignifiquen el concepto de serie B sin mirar por encima del hombro al espectador ni querer parecer otra cosa que una película de monstruos.
6- Overlord (2018)

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Nunca un híbrido de cine bélico y terror había sido tratado a esta escala y nivel de espectáculo. Se le achaca, con parte de razón, que no haya un tramo con los elementos fantásticos y de horror más desarrollados pero el equilibrio logrado entre producción, personajes, acción y body horror es inédito para el subgénero. Un tebeo de la serie Weird War Tales de DC con ecos de Re-Animator (1985), La Cosa (1982) o Day of the Dead (1985), no apto para puristas del cine de la Segunda Guerra Mundial pero ideal para quienes disfrutan del conflicto bélico como excusa para el espectáculo. Posee un elemento sobrenatural tangente que le hace querer acercarse a los relatos tipo Amazing Stories, en donde lo fantástico se mira como algo extraordinario, como algo que presencias ocasionalmente y que pudiera suceder. Por tanto, sí, podría haber mucha más locura, pero tampoco se le puede reprochar que no sea una gran película de terror y acción por sus propios méritos. Toma su tiempo para crear buenos personajes que al final completan su viaje, tiene un ritmo trepidante, grandes efectos especiales, fotografía y efectos de sonido que se desatan cuando la cinta abraza su condición de cine explosivo. Pocas cintas de género tienen una introducción in media res tan apabullante, desde el avión al campo de batalla en un solo plano secuencia, y tampoco puede desestimarse a la ligera la toma sin cortes con la que acaba la misión. Su voluntad de hacer las cosas bien no solo la postula como una gran cinta de guerra, sino que va cimentando la efectividad de sus elementos de cine de terror pulp genuinamente americano, como, repito, ninguna otra ha logrado en el subgénero.
5- The Ritual (2017)

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Por si a alguien no le queda claro, las mejores películas de Netflix son aquellas independientes que ya están acabadas y acaban en su regazo. La nueva película de David Bruckner recupera a un director de género al que se había buscado con ganas por el aficionado desde que codirigiera una pequeña obra de terror independiente en la década pasada, The Signal (2007). Con The Ritual recupera cierta afición del cine británico de esa época por el survival horror en los bosques, que sigue una tradición marcada a fuego por películas como Deliverance (1972) pero con un elemento de terror más atávico, que dentro de esa perspectiva realista también ofrecía Rituals (1977). Curiosamente titulada de forma parecida, también trataba sobre un grupo de colegas de trabajo acechados por un asesino invisible en un viaje a la naturaleza. El bosque como espacio ancestral de horrores desconocidos es un terreno al que siempre merece la pena regresar. Esta estupenda adaptación de una pequeña novela ofrece una experiencia de terror sin aditivos, sin coartadas ni disculpas por abrazar su condición de principio a fin.

 

Quien echara de menos algo de inquietud esotérica en la paupérrima Blair Witch (2016) puede encontrar una digna pieza a la altura del legado de The Blair Witch Project (1999).Bruckner desarrolla la historia de forma fluida, dando más importancia a la historia y la propia narración que al propio drama de los protagonistas, que está ahí y funciona, pero nunca llega a profundizar más allá del resorte argumental y la pincelada justa que mueve al personaje principal. El desgaste del grupo de amigos también va creando su propio microcosmos de angustia. La erosión de su salud y resistencia, la obligada confrontación y otros elementos clásicos de este subgénero acaba siendo muy importante, pero nunca tanto como el mal que les sobrecoge. El director pone el ojo más cerca de las leyendas y los misterios ancestrales de esas arboredas nórdicas como presencia inevitable, casi lovecraftiana, que conecta de nuevo con las leyendas de los nativos americanos y sus bosques. The Ritual también podría haber estado producida por Larry Fesseden, como complemento del viejo mundo a su trilogía del Wendigo y no habría resultado extraño, también se ha criticado su tramo final, pero al que suscribe le parece perfectamente coherente, con un aparición espectacular y de diseño neocárnico inusual y delicioso.4- My Friend Dahmer (2017)

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Adaptación de un cómic dibujado por el artista underground Derf, compañero de clase del famoso asesino en serie Jeffrey Dahmer, consigue plasmar con fidelidad el ángulo melancólico y malsano de la obra sin estridencias ni sensacionalismo. Una propuesta única, puesto que nunca se ha narrado desde el punto de vista el origen de un monstruo real con esta sinceridad, responsabilidad y valentía. Narrada desde el punto de vista de sus compañeros, plasma el progresivo deterioro emocional y mental de un chico con tendencias autodestructivas y de dura represión sexual por su homosexualidad reprimida. Vamos presenciando cómo van cayendo las piezas a su alrededor sin que nadie pueda, o sepa, hacer nada para evitarlo, contemplando la destrucción de un ser humano en los primeros momentos de desarrollo, y el nacimiento de un asesino en serie despiadado y real, con lo que la información de los detalles de sus crímenes posteriores añaden nubes sobre los escasos momentos de humor propios del cine de su género. Mientras, gotean fascinantes detalles reales que parecen agregados por intenciones creativas, como la fantasmagórica foto original de los anuarios con la cara de Dahmer tachada: símbolo de su propia adolescencia. Olvídate de Super Dark Times (2017), probablemente, My Friend Dahmer es la teen movie más siniestra, la película de iniciación más perturbadora nunca hecha. Brutal.
3- Possum (2018)

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Ni siquiera hizo ruido en Sitges, relegada a pases de madrugada, ni su distribución en todo el mundo parece que vaya a ser espectacular, pero esta pequeña y oscurísima cinta de horror psicológico puro se coloca en lo alto del top 15 del año como respuesta perturbadora y clásica a las propuestas más ruidosas del cine comercial. El autor de la serie de culto Garth Marengi’s Dark Place (2005) se aleja de la comedia paródica de aquella para adentrarse en los recodos más perturbadores del horror psicológico y ofrecer una muestra de recreación minimalista del sentimiento de culpa en bruto, sin pizca de humor ni concesiones a las corrientes actuales. El filme es una adaptación de dicho relato, y lo hace recuperando una tradición británica propia de los años setenta, la de un cine de género que absorbía la sordidez de la realidad suburbana, del medio rural, y la vida en colores ocres y apagados que se reflejaba en macabros anuncios que advertían de peligros cotidianos que dejaban traumas indelebles en los niños de las islas.

 

Y para ello, el guionista y director apuesta en su debut por una difícil narrativa fracturada para crear un estado mental casi hipnótico en el que las imágenes se suceden sin prisa, ajenas a las urgencias del espectador o las necesidades de la historia para avanzar. Los 90 minutos de la cinta son un viaje sin retorno a los infiernos de la memoria reprimida en los que solo vemos a Sean Harris deambular por diferentes emplazamientos de su pueblo, recorriendo una geografía sacada del imaginario gótico de la Inglaterra profunda. Holness recoge la tradición de adaptaciones de M.R. James en la BBC como Whistle And I’ll Come To You (1968), buscando el minimalismo expresionista de Orlacs Hände (1924) y el miedo al doppelgänger en Der Student von Prag (1926), para plantear una cinta de horror contada como una obra de Samuel Beckett, esencial para fans de Martin (1977), Magic (1978), Spider (2002) o Eraserhead (1977). Su marioneta, una araña con cara de maniquí, es la creación más espeluznante del año, y sus puntuales apariciones dejarán una semilla en tus pesadillas de la semana siguiente.2- Mandy (2018)

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Nicolas Cage abandona la senda de los estrenos directos a vídeo que puebla la fase crepuscular de su carrera y protagoniza una pequeña gran película de explotación y venganza, un delirio psicotrópico de colores, sangre y muchos excesos, tanto visuales como de guion, que se construye sobre una concepción de cine sensorial, una experiencia única que se convertirá en cinta de culto. El director, Panos Cosmatos, hijo de George Pan Cosmatos era conocido por su extraña epopeya de video-arte de ciencia ficción y terror retro Beyond the Black Rainbow (2010). Algo más accesible que su primera obra, Mandy es un filme que requiere cierto gusto adquirido y, definitivamente no lo pone fácil al espectador dependiente de estructuras. la trama es solo el macguffin para ir ornamentando su viaje surrealista e hiperviolento con una guarnición en la que caben la Empire (con ese anuncio del Cheddar goblin), Dario Argento, los duelos de sierras mecánicas de Texas Chainsaw Massacre 2 (1986), los cenobitas de Hellraiser (1987), los paisajes infernales en la tierra de Sorcerer (1977), el onirismo enfermizo de Phantasma (1979), el mesías extraterrestre de God Told Me To (1976) o los fragmentos animados de Ralph Bakshi, muy bien integrados en su atmósfera de años 80 alternativos, una cara de la década alejada a la idealización Amblin. Pero más que una cinta de imaginería y guiños hueca por dentro, como algunas opiniones perezosas han dicho de ella, está llena de memorias profundamente personales de Cosmatos, somatización iconoclasta de tristeza, ideas y nostalgia que van más allá del homenaje vacío. Una catarsis insondable, una indescriptible experiencia de pura épica de horror fantasmagórico, con Barker y Jorodowski en plena orgía de sangre, LSD y Heavy Metal que acaba en una explosión de exceso con Cage en éxtasis lisérgico y gore.
1-Hereditary (2018)

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El debut del director Ari Aster es una de esas óperas primas que marcan toda una carrera y aparece como consecuencia o colofón de un nuevo movimiento de terror independiente y sobrenatural que ha ido transformando la década, de Lords of Salem (2012) a Babadook (2014), en un género maduro y adulto. Hereditary puede ser la mejor muestra del gran terror desarrollado en los 2010, en el que los referentes recogen obras como Don’t Look Now (1973) y The Shining (1980). Hereditary saca diamante de una actriz de oro como Tony Colette, que puede mostrar seriedad, introspección, dolor o histeria a su antojo. Nada que envidiar tiene intensa recreación de Peter que hace un excelente Alex Wolff bastante alejado de su registro más comercial de adolescente con encanto. Pero lo que atrapa es su narración a base de pistas, que dosifica lo que permite averiguar dentro y fuera de pantalla con suaves movimientos de cámara, o el sutil planteamiento de algunos encuadres. Una dimensión visual ornamentada por planos creativos y con mucha ambición visual, pero que nunca son verdaderos protagonistas ni expresión de la voluntad de virtuosismo hueco de un director demasiado preocupado en demostrar sus habilidades.

 

Si hay una revelación que deriva hacia lo convencional, le sigue otro detalle oculto que lleva todo un paso más allá. Es agobiante, enervante, escalofriante y no concede ni un solo centímetro al espectador o a la complacencia industrial. Es una obra pura, agotadora, que podría definirse como la versión tenebrosa y desquiciada de Gente Corriente (Ordinary People, 1980). Una misa negra en la que participan el Argento esotérico, Friedkin, Wan, Altman, Kubrick, Polanski, Nicholas Roeg, Kiyoshi Kurosawa, el Michael Winner de La Centinela (The Sentinel, 1977), o el Bergman más gótico, pero que logra encontrar su propia voz, asimilando los grandes éxitos del género independiente de los 2010 para erigirse como la película más completa del paquete. El debut de Ari Aster lo da todo y después un poco más, se queda contigo y te invita a desentrañar sus misterios en sucesivos revisionados. Imposible no salir afectado y, a falta de dos años, queda muy bien posicionada para erigirse, digámoslo ya, como la obra maestra de terror más espeluznante e impactante la década.

ANEXO: 11 obras de terror destacadas en 2018.

 

Apostle (2018)

Una mezcla de cine de aventura con tropos del folk horror británico clásico. Heredera de las texturas ásperas importadas de a casa paralela a Hammer pictures, la Tigon, con rescates del cine de brujería abocado a la tortura y la descripción de un universo equivalente al western americano pero en los páramos británicos, llenos de puritanos y hechicería pagana, como si formaran un propio subgénero junto a Mark of the Witch (1970), Witchfinder General (1968) o The Wicker Man (1973). Quizá de todas ellas, la que más resemblanza encuentre con esta Apostle es Cry of the Banshee (1970), en la que se combinaban los elementos de inquisición y tortura sucios de los setenta con el terror sobrenatural de cultos que no cesa de generar ficciones en esta segunda mitad de los 2010. Todos esos elementos están salpimentados con violencia, fugas lovecraftianas y exabruptos casi de caricatura (esa actuación histriónica de Dan Stevens) que sustituyen lo enigmático por el exceso para bien y para mal.

Slender Man (2018)

Una incomprendida y modesta cinta de terror teen rica en atmósfera, que plantea un tenebroso viaje dentro de una pesadilla de obsesión adolescente, con un turbio diálogo con los sucesos reales. Pese a las críticas terribles y la ola negativa hacia ella, Slender Man no es la película sobre el creepypasta que el público le exige ser, sino un oscurísimo relato sobre decadencia plagado de visiones oníricas, imaginería macabra y atmósfera de pesadilla que se eleva sobre productos de su categoría revelándose como una notable y elegante película de terror juvenil, con ecos oníricos y guiños a joyas como Jacob’s Ladder (1990) y no la enésima reinterpretación de Scream (1996) o Final Destiny (2000).

Les Affamés (2018)

Demuestra que un drama zombie puede ser lírico, romeriano, verdaderamente espeluznante y tan gore como el género requiere. Su limitación de presupuesto y la mirada intimista engañan. Su estructura de road movie dilata la sensación de aventura en el tiempo, consolidando su universo a través de su geografía dinámica y, además, tiene un sentido del humor muy particular, y su descripción del zombie es desgarradora y horripilante.

La rage du Démon (2016)

Los fans de Cigarrette Burns (2006) de John Carpenter tienen una cita con este maravilloso mockumentary cuyo mayor problema es que es fácil verle el truco desde el primer momento. Sin embargo, parece que los directores son conscientes y plantean el viaje en busca de un filme perdido de Meliés que, al estilo de La Fin Absolue Du Monde, vuelve loco a quien lo ve, como una exploración de la obra y vida del autor, de las relaciones con el ocultismo de su círculo y del cine en sus inicios.

Pyewacket (2018)

La versión gótica-ocultista-metal de Ladybird (2017) tiene que ver con brujería, adolescencias no convencionales y enfermedad mental. Pywacket es un drama que va construyendo una atmósfera de escalofrío que invade pacientemente una historia de madre e hija que trata más del trauma emocional que de las amenazas sobrenaturales.

Todd and the Book of Pure Evil: The End of the End (2018)

Un filme animado que sirve como tercera temporada de la mítica serie, que, esta vez, recupera el tono gamberro, incorrecto y gore de aquella en forma de dibujo animado matinal de los ochenta, como una auténtica perversión de Scooby-Doo. Una pequeña joya de animación underground que en los 90 habría arrasado.

La casa del reloj en la pared (2018)

El paso de Eli Roth del cine de terror de cobertizo al blockbuster fantástico para todos los públicos se salda con una más que simpática aventura terrorífica que combina el encanto de los filmes mágicos de Disney de acción real de los 70-80 con el espíritu de R.L. Stine y la familia Addams que, además, no deja pasar la oportunidad de hacer un estimable ABC del terror para niños—con momentos escalofriantes como el demonio de la guerra, los maniquíes vivientes o ese Jack Black bebé— que mereció su Nº 1 en taquilla.

Rampage (2018)

Una eficaz reinterpretación del cine de catástrofes vía kaiju, netamente americano y tremendamente entretenido. Monstruos que asustan, escala pantagruélica y acción siempre arriba para un producto de gama Dwayne Johnson que sale airoso cediendo el protagonismo a un gran gorila. Probablemente no haya otra adaptación de un videojuego mejor y se eleva como una corrección ligera de las aparatosas recuperaciones de King Kong y Godzilla en su versión americana.

Tumbadd (2018)

Una fascinante fábula oscura en tres generaciones sobre el poder de la avaricia basada en en folklore hindú, narrada con brío y compromiso con los ribetes más sórdidos de su ambientación. Hay toques de horror que podrían ilustrar un relato de Clive Barker.

Mon mon mon monsters (2017)

Una perla de terror taiwanés que se mueve entre la comedia adolescente y el drama social—dando vueltas sobre el tema del Bullying— con un par de monstruos sanguinarios que recogen la dimensión trágica clásica de las criaturas pero que tornan la película en una extraña fábula cada vez más oscura y horrible, con momentos de gore grotesco.

The cleanse (2017)

Una poco publicitada comedia negra de horror que utiliza su premisa poco convencional heredera de Gremlins (1984), el primer Cronenberg o Brain Damage (1988) como el marco para una excursión misteriosa y sólidamente actuada con un sorprendente impacto emocional.