Smile (2022) review

115 minutos
Estados Unidos
No es la película de moda del festival de Sundance, no tiene alegorías sobre el mundo del espectáculo ni reflexiones sobre la vejez. Por fin hay una película de 2022 que da miedo, un carrusel inagotable de sustos y escenas de horror orquestadas con la precisión de un director que ya domina el género como los maestros, logrando dar una vuelta de tuerca al cine de maldiciones con la versatilidad del cine de gran estudio y la visión del cine de autor e independiente, es la rara producción mainstream que nunca da un paso atrás para mostrar lo grotesco, convirtiéndose sin dudarlo en la película más espeluznante del año.
2022
6
6/10
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Nota del autor: La reseña no tiene spoilers, pero algunas referencias a otras películas pueden dar pistas que quizá el espectador no quiera saber.

En la última década, la cultura de los cortos de terror se ha hecho muy popular como forma de consumo del género. Puede que alejado de las pantallas de cine o de las plataformas, pero muy presente en los móviles y dispositivos pese a la falta de publicidad. La plataforma Quibi quiso explotar esa tendencia transformando ese contenido en grandes producciones, pero no acabó de funcionar. Sin embargo, dentro de youtube siguen apareciendo piezas como Don’t Peek (2020), algunas de ellas se hacen tan famosas que dan lugar a películas. A menudo, con resultados decepcionantes como Lights Out (2016), otras mejores de lo que parece pero no a la altura de su original, como Come Play (2020), basado en Larry (2017), sin embargo, por fin hay una película que no solo sobrevive a las expectativas de su corto, sino que las supera. Esa película es Smile.

Los escasos doce minutos que consiguieron la atención de festivales tuvieron una vida más bien corta en internet, porque en Paramount vieron su potencial enseguida, Laura Hasn’t Sleep (2020) apareció en plena pandemia e impresionó tanto al productor Robert Salerno que pronto consiguió luz verde para su versión de largometraje. El director Parker Finn ha extendido ese germen hasta casi dos horas en las que, ante todo, mantiene la idea que mueve y hace que todos esos cortos sean ejercicios de terror absoluto, centrando toda su atención en la experiencia en sí y no en la parafernalia que suele acompañar las prolongaciones de estos hits de internet. Muchos pueden acusarla de ser derivativa en cuanto se analicen sus líneas maestras de desarrollo, indiscutiblemente familiares y sin ambición de cambiar el curso de ningún subgénero, pero su compromiso con el viaje es precisamente lo que hace que resulte fresca, y más en este año de películas cargadas de metáfora, alegoría y justificaciones para ser más que lo que permiten las etiquetas.

Smile cuenta la historia de una psiquiatra que, tras un encuentro muy bizarro y duro con una paciente, empieza a experimentar una serie de sucesos imposibles, aterradores e inexplicables y se convence de que algo diabólico ha entrado en su vida. Su espectacular primera escena antes de los créditos, más o menos un remake del corto original con su misma actriz, deja muy claras las intenciones de lo que viene. Vamos a ver mucho a la doctora Rose enfrentándose a visiones terroríficas de gente con sonrisa siniestra. Y bajo este punto de partida, el guion sigue más o menos al pie de la letra los códigos del cine de maldiciones herederas del J-Horror, desde Ringu (1998) a Kairo (2001), con dosis extras de la mitología de Ju-On (2002), con lo que vamos a ver una investigación adentrándose en la madriguera de conejo conforme la protagonista va tirando del hilo. Pero las reglas y lo que descubre no son demasiado complicadas ni originales, tan solo el lienzo perfecto para que el director destape su creatividad con una cantidad inagotable de escenas de miedo.

No hay que esperar una gran revelación final —pese a que hay algunas sorpresas inesperadas— que no se salga de lo que ofrece una clásica película de cadenas virales diabólicas, pero una vez entramos en la espiral junto a Rose no para ni un momento. En los 115 minutos de duración del conjunto Finn deja respirar las escenas para orquestarlas con el tiempo necesario y oxigenar también lo justo entre cada set piece, de manera que Smile se convierte en un tren de la bruja en el que caben los sustos de sobresalto, las presencias en el recodo de la sombra del cuarto de estar, las llamadas siniestras, los audios con sonidos extraños, e incluso imágenes de impacto que no se cortan con la violencia (ojo a algunos maquillajes prácticos y efectos tradicionales de Tom Woodruff Jr). La película nunca se echa atrás y se sale con la suya en una buena parte de situaciones que en el cine producido para multisala suele tender a rebajar con agua, incluido su implacable tramo final, en donde los ejecutivos y los pases de prueba se suelen poner más nerviosos.

La mayor diferencia con las películas de maldiciones como Truth or Dare (2018) y similares, pese a sus elementos en común, es el ángulo psicológico con el que se afronta la caída en desgracia de la doctora, un caso claro del subgénero de neurosis femeninas al estilo de Polanski y Altman, pero en vez de con el enfoque de drama contemplativo o artístico que podrían tener la nueva película de terror de moda del festival de Sundance, es llevado a un terreno más comercial y sin complicaciones excesivas, en donde las visiones y sucesos que experimenta tienen un componente de desequilibrio mental, como si los traumas que experimentamos se convirtieran en demonios reales, con lo que hasta cierto punto incluso parece una sátira del cine de terror reciente, en el que el trauma se usa como punto de partida, “comercializando” esa idea de forma más evidente, para dar una película mucho más juguetona, menos grave y solemne —tampoco faltan algunos momentos de humor muy macabro—, con un enfoque totalmente pragmático de la idea original.

Smile puede pecar de falta de ambición a un nivel argumental. Su obstinación por crear escenas de terror de forma persistente le lleva también a convertirse en una posible víctima de la avidez por la novedad y los cambios de paradigma que asolan un mercado impaciente y plagado de ideas, pero hay muy pocos ejemplos de quien las pueda llevar a cabo de forma pulcra, con lo que no sería extraño que, pese a ello, no le llovieran críticas por ser percibida como convencional. Y puede que en algunos casos no sin razón, porque si algo se le puede achacar al conjunto es que se percibe como un cóctel de todas las tendencias del terror más o menos reciente comprimidas en un mismo artefacto, con lo que podemos ver alguna escena que recuerda mucho a Hereditary (2018), algunas visiones que bien podrían estar en la dupla de IT (2017-19) o Daniel Isn’t Real (2019) e incluso hay una idea general del declive mental de esta y la impotencia de los personajes asaltados por amenazas que solo ellos son conscientes a los que nadie cree de otras muchas películas.

Ya lejos de éxitos recientes, Parker Finn ha citado como influencia Safe (1995) de Todd Haynes, inspirándose en su ansiedad palpable y la manera en la que mete al público en la mente del personaje de Julianne Moore, con el objetivo de experimentar una perspectiva subjetiva, lo que puede comprobarse en la tremenda escena del cumpleaños, un homenaje nada velado a aquella. Otra pieza fundamental es Cure (1997) de Kiyoshi Kurosawa, en la que según él se inspiró para buscar conseguir su particular tono de sueño febril, ya que se plantea la película como una pesadilla que crece constantemente, buscando introducir completamente la misma sensación de irrealidad de lo que experimentamos al vivir algo mientras dormimos, la misma lógica de un mal sueño. Hay momentos en los que la realidad se hace elástica para la protagonista, pero no hay elementos surrealistas que realmente conviertan la experiencia en un viaje verdaderamente onírico. Sin embargo, sí que es permeable al estilo de Kurosawa en los momentos en los que vemos la muerte irracional de algunos personajes, aunque el motor no sea la hipnosis. Ciertas escenas en un caserón abandonado también recuerdan estéticamente a la película japonesa.

Y no es la única influencia del terror hecho en ese país, si el momento de la «cabeza colgando» del tráiler desprendía muchas vibraciones del trabajo de Junji Ito, era por una buena razón. Finn es muy fan del mangaka de terror y esto se deja notar en algunos momentos de la imaginería de las caras sonrientes y derivaciones, funcionando a veces con la lógica conceptual de sus historias, incluso no solo del famoso autor de Uzumaki, sino de otros coetáneos como Masaaki Nakayama. Aunque nunca llega a romper del todo esa barrera de lo imposible en una película de sus características, Finn aprovecha la oportunidad para mostrar un músculo como director inusual en la gran mayoría de debuts. Su manejo de la cámara es arrollador. Convierte el objetivo en algo omnisciente que se desplaza por los espacios y observa constantemente. Los ojos del espectador están obligados a seguir ese movimiento perpetuo, que en ocasiones rota, y en otras funciona prácticamente como montaje sin cortes en la toma, de esa forma se percibe un control constante de la geografía, logrando que su sistema de sustos e impactos juegue con las expectativas de una forma que pocos han logrado desde Wan.

Esto se combina con una banda sonora inusual de Cristobal Tapia de Veer, alternando sonidos industriales, instrumentos de cuerda y ocasionales efectos y voces que nunca dan respiro ni siquiera a momentos de serenidad o intimistas. Algo que contrasta con el perfil visual de su diseño cromático sosegado, con predominio de las tonalidades crema, como el irreal hospital de paredes rosas, un color recurrente que sugiere una falsa sensación de seguridad y confort para ir sustituyéndose sutilmente por claves más oscuras conforme el entorno de la protagonista se va desmoronando. La fotografía de Charlie Sarroff trata de codificar el estado de la mente de Rose tomando puntos de partida en el cine de Polanski o películas como Jacob’s Ladder (1990), combinando de forma extrema planos con gran angular y primeros planos, mientras que el diseño de producción de Lester Cohen esquiva los lugares comunes de piezas más góticas con un aspecto de ambiente administrativo y burocrático en donde parece que hay algo no cuadra y todo se va enrareciendo.

Mucha de esa sensación también recae en los hombros de Sosie Bacon —la hija de Kevin—, que hace una combinación brillante de scream queen y de mujer profesional a la que le sobrevienen sus propios miedos, intentando manejar desde la razón y el conocimiento de los mismos, apareciendo en pantalla casi a cada minuto, reflejando todo tipo de niveles extremos de confusión, estrés, depresión y pánico.  Smile mantiene un equilibrio excepcional entre la apertura de miras del cine de gran estudio y la visión del cine de autor más independiente, es la rara producción mainstream que nunca da un paso atrás para mostrar lo grotesco con la precisión de un director que ya domina el género como los grandes maestros, logrando dar una vuelta de tuerca versátil al cine de maldiciones, en donde de principio a fin hay un propósito perverso que se puede otear hasta su coda circular, un cierre perfecto para convertirse, sin duda, en la película más espeluznante del año.

Curiosidades sobre la película

  • Campaña de marketing inquietante: Antes del estreno, los actores de «Smile» participaron en una táctica promocional inusual, apareciendo en partidos de béisbol y sonriendo fijamente a la cámara, lo que generó gran expectativa alrededor del filme[1].
  • Sonrisas auténticas: A diferencia de muchas producciones que utilizan efectos visuales, el director Parker Finn optó por mantener las sonrisas perturbadoras de los actores sin alteraciones digitales, buscando una autenticidad que realzara el terror[1].
  • Cambio de título: Originalmente, la película se iba a llamar «Something’s Wrong With Rose», pero fue renombrada a «Smile» para enfatizar su temática[1][3].
  • Éxito en taquilla: La película recaudó 22 millones de dólares en su primer fin de semana tras su estreno en cines, superando las expectativas iniciales que la veían como un lanzamiento exclusivo para Paramount+[1][3].
  • Inspiración en un cortometraje: «Smile» se basa en un cortometraje titulado «Laura Hasn’t Slept», también dirigido por Finn, que sirvió como punto de partida para desarrollar la historia más extensa[3][9].
  • Uso de efectos prácticos: Para crear una atmósfera más aterradora, el equipo utilizó efectos prácticos siempre que fue posible, reservando los efectos visuales para complementar lo que no se podía lograr físicamente[1][7].
  • Conexión emocional con el trauma: La narrativa explora temas profundos como el trauma y la salud mental, reflejando cómo estos elementos afectan a los personajes y sus decisiones a lo largo de la historia[2][5].

Estas curiosidades destacan no solo la originalidad y el enfoque creativo detrás de «Smile», sino también su impacto en el género del terror contemporáneo.

[1] https://www.quever.news/netflix/2024/5/23/datos-curiosos-que-seguro-no-conocias-sobre-sonrie-la-pelicula-de-terror-que-revoluciona-todos-en-netflix-35635.html
[2] https://horasdeoscuridad.wordpress.com/2022/10/22/resena-smile-2022/
[3] https://es.wikipedia.org/wiki/Smile_(pel%C3%ADcula_de_2022)
[4] https://www.fotogramas.es/noticias-cine/a62647559/smile-2-pelicula-inspiracion-conexion-club-27-amy-winehouse-britney-spears/
[5] https://www.xataka.com/cine-y-tv/smile-pelicula-terror-viral-momento-llega-coleccion-sustos-inspirados-mejor-manga-horror
[6] https://www.youtube.com/watch?v=yhKiQGJop_8
[7] https://macguffin007.com/2022/10/08/smile-parker-finn/
[8] https://www.espinof.com/criticas/fin-pelicula-que-da-miedo-2022-smile-magistral-carrusel-sustos-impacto-horror-estado-puro-que-no-busca-ser-otra-cosa
[9] https://www.cineinformacionymas.com/post/sonrie-smile-datos-curiosos-por-liz-gil

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