logos_negro_inverso

60 años de ‘La invasión de los ladrones de cuerpos’: cómo la idea del clásico de terror y ciencia ficción de los 50 sigue estando vigente

El 5 de febrero de 1956 se estrenaba en Estado Unidos una de las piezas más importantes del cine de ciencia ficción y terror del siglo XX. Su influencia sigue en las pantallas de todo el mundo gracias a variaciones del mismo tema como la distopía juvenil La quinta ola, pero su reflejo de una sociedad que se repele a sí misma es su legado más valioso puesto que no tanto ha cambiado desde aquel día.

Es muy probable que cuando pensemos en ladrones de cuerpos y vainas del espacio que vienen para suplantarnos pensemos en la cara inhumana de Donald Sutherland señalándonos con el dedo y emitiendo un grito infernal. Claro, esa indeleble estampa, el final de la versión del 78, es una de las imágenes más icónicas del fantástico. Pero no nos desviemos. Ya ha pasado casi tanto tiempo desde aquel clásico moderno como en su estreno había pasado desde el original. Y durante esos treinta años la imagen del trauma había sido un Kevin McCarthy desesperado gritando por las calles: “¡Vosotros seréis los siguientes!” Esa sí que era una frase icónica. Reutilizada, parodiada y vuelta a reciclar una y otra vez.

La novelita de Jack Finney publicada sólo dos años antes de la producción es la piedra sobre la que se apoyan las sucesivas versiones y remakes de los ultracuerpos. Pero ojo, antes ya existían el amo de títeres de Robert A. Heinelin, la novela fundacional de aliens que roban la identidad, y posteriormente Invasores de Marte, que llevaba las suplantaciones extraterrestres al terreno de la pesadilla infantil. El texto original fue trasladado con bastante fidelidad, exceptuando detalles, sobre todo en el final, que en la novela incluía el viaje de vuelta de los extraterrestres a su planeta. El mismísimo Sam Peckinpah sostenía que el guión había pasado por sus manos y que hizo modificaciones importantes en el mismo.

La que llegara a convertirse en una de las obras maestras del cine americano (en 1994 fue incluida en el registro nacional del congreso), fue una pequeña producción de serie B que tan sólo contó con 19 días de rodaje sin ni siquiera utilizar segunda unidad. Apenas se utilizaron 15000 dólares para realizar los efectos especiales, la mayoría en crear las famosas vainas. Su director, Don Siegel, era un experimentado artesano de Hollywood cuya popularidad comenzó con esta, su favorita de su filmografía, y se cerraría en una brillante etapa en los 70 junto a Clint Eastwood con quien realizó las icónicas Harry el Sucio (1971) y Fuga de Alcatraz  (1979).

La película ayudó a convertir el subgénero de  extraterrestres que se hacen pasar por seres humanos en un subgénero propio, no hay más que ver la cantidad de imitaciones y variaciones que aparecieron tras el éxito de esta. Series como Los invasores (1965) o la más moderna Invasión (2005) eran variaciones de un universo casi calcado. Otro clásico del cine de terror y ciencia ficción como La cosa (1982) de John Carpenter basa su clima de paranoia en la suplantación alienígena, a menor escala, pero con un elemento común ineludible. Quizá el pequeño relato en el que se basaba también influyó a Finney para escribir su novelita.

Los InvasoresPero el valor de La invasión de los ladrones de cuerpos no es ser pionera, o un fantástico ejercicio de suspense desde el primer minuto al The End. Es un ejemplo histórico de cómo el cine puede reflejar las ansiedades de una época y funcionar como termómetro social. Estrenada durante el McCartismo y la caza de brujas en Norteamérica, siempre se ha discutido su mensaje bajo los fotogramas. Al principio, incluso se creía que era una bobina de propaganda anticomunista. En esta teoría, los extraterrestres serían la amenaza roja, una masa que piensa de forma colectiva y asegura a sus conversos que nunca deben preocuparse por problemas como casa y comida.

La otra visión, interpretaba que la persecución al protagonista era un reflejo de lo que se vivía en la realidad de Estados Unidos, con el mundo de los intelectuales señalado, puesto en duda y perseguido por sus supuestas ideas socialistas. Tanto Finney como Siegel siempre negaron que su obra fuera más que un thriller, pero las referencias no se podían negar. En realidad, sí que hay evidencias de un tema constante en el largometraje. Está llena de indicios sobre la deshumanización de la sociedad, vista como un conglomerado en el que el individuo no importa. Jugaba también con la definición de lo que es normal, de lo que es diferente y de los efectos de la apatía social y el conformismo.

Siegel plantea una situación de peligro para los protagonistas, que pronto se dan cuenta de que las autoridades no son de fiar. La policía, con su fuerza física, no es capaz resolver el problema, los doctores y profesionales ni aportan soluciones, ni se lo acaban de creer. Esas posiciones evocan el valor del pensamiento individual, intuitivo y  propio y un sentimiento de desconfianza y sospecha hacia las figuras de poder, los expertos. En la mayoría de películas de ciencia ficción de los 50, el ejército o algún científico toman las decisiones que salvan al mundo de invasiones o insectos gigantes. Se transmitía un mensaje positivo hacia el poder, la sensación de estar en buenas manos. Aquí, cuando el protagonista no se acaba de tragar la milonga y sigue pensando que hay algo raro, aunque le digan “no, no, tú duerme y no te preocupes”; se está elevando la figura del individuo

El cambio se efectúa durante el sueño, puesto que no hay mayor alegoría de la conformidad que la que supone estar dormido, indolente ante el cambio que las vainas efectúan durante ese tiempo. Por ello, La invasión de los ladrones de cuerpos habla sobre el peligro del conformismo y una sociedad sonámbula, pensamientos en consonancia con teorías marxistas y de la escuela de Frankfurt y su pensamiento crítico sobre la sociedad de masas y, en pocas palabras, el borreguismo. La idea principal se ha ido perpetuando durante tres remakes, los dos primeros excelentes y un último el de 2005, mediocre, pero que consideraba la opción alienígena una opción no tan mala, una posible solución para el egoísmo y el fin de las guerras.

La premisa original de la película, lejos de desvirtuarse, sigue vigente. La lucha entre la tendencia social frente a la singularidad. No se trata de buenos y malos, de comunistas infiltrados o de sectas y religiones que te privan de la libertad de elección. Se trata de la amenaza de lo diferente, del yo y de lo imperfecto. La cultura social tras la pantalla del móvil, el miedo a opinar lo que realmente piensas para no ser puesto en evidencia en las redes sociales. La policía de la corrección, la que no nos permite opinar es la misma que no nos permite fallar, caer y fracasar. Los ultracuerpos son el fantasma del superhombre, el contrato social impuesto que nos impide disentir y ser nosotros mismos. El impulso de querer pertenecer a algo más grande a cambio de abandonar tu yo. Quizá los extraterrestres tengan razón y cuando todos estemos convertidos vivir  sea mucho menos doloroso.

 

Artículo publicado originalmente en Gonzoo