Wes Craven, director y guionista de cine, ha muerto anoche, junto a su familia, a los 76 años de edad, a consecuencia de un tumor cerebral. Su trabajo ha estado ligado al horror desde el inicio de su carrera, renovándolo hasta en tres décadas diferentes. Sus trabajos más recordados e influyentes fueron Pesadilla en Elm Street y Scream, que albergaron a los populares iconos del cine de terror Freddy Krueger y Ghostface respectivamente.
“Me gusta abordar los miedos de mi tiempo. Creo que es bueno enfrentase al enemigo, porque el miedo es el enemigo”
El nombre de Wes Craven siempre estará asociado al cine de terror. Quizá para los que consideran este género menor, menos importante o profundo, Craven sólo fue un charcutero que hacía películas de asesinos en serie, pero los que pueden ver al otro lado de las máscaras saben que detrás de cada puñalada hay una intención terapéutica, la sangre como revulsivo del sueño americano. El horror como producto envenenado de una sociedad de consumo mesmerizada, siempre dentro de su zona de confort.
Craven poseía títulos universitarios en psicología, lengua, filosofía y escritura. Fue profesor de lengua y escritor. Dejó su carrera académica para acercarse al inframundo del porno en los primeros setenta, dirigiendo algunas películas que le formarían en el arte de derribar esquemas y a entender la provocación como contracultura. El resultado, una sucia película independiente que pondría otra losa en la concepción gótica y tradicional del cine de terror. La última casa a la izquierda, una puesta al día post hippie de El manantial de la doncella de Bergman, era una exploitation cargada de tortura, violencia sexual y venganza.
Craven se unía a nombres como el de George Romero como la punta de la lanza de un cambio de papeles en el cine de terror llamada habitualmente “la pesadilla americana”. Seguiría La matanza de Texas de Tobe Hooper, que se apoyaba en los hombros del debut de Craven, dibujando un sórdido retrato de la américa profunda que el director recogería de vuelta en su siguiente trabajo. Las colinas tienen ojos sería una confirmación de Craven como catalizador de la rabia del celuloide granuloso y salvaje de los setenta. Uniéndose a la obra de otros colegas que dieron un giro al sistema plasmando en imágenes el dolor del fracaso de la generación del amor, la realidad de Vietnam y el cáncer de la violencia en Estados Unidos.
Como la mayoría de su generación, Craven fue absorbido por la industria en los ochenta, sus primeras obras al amparo de estudios no tuvieron mucha relevancia. La crudeza del cine de terror pasó a convertirse en diversión de multicines. El inicio de la cultura de consumo sofocó la revuelta de la contracultura ofreciendo a sus cabecillas la oportunidad de mostrar su rabia al amparo de grandes estudios. Wes Craven aprovechó la oportunidad y utilizó el mayor miedo universal, morir mientras duermes, para crear el primer icono-superestrella del cine de terror: Freddy Krueger. La saga Pesadilla en Elm Street convirtió el cine de terror en palomitas, forjó ella sola al estudio responsable de la trilogía del Señor de los Anillos y su influencia sigue vigente en el género.
Durante la década de los ochenta y primeros noventa, el director sigue con su carrera irregular. La calidad de muchos de sus trabajos es cuestionada muy a menudo por los sectores críticos que no se adaptan al extraño sentido del humor del de Cleveland. Dentro de sus obras menores siempre hay elementos subversivos e incómodos y se adivina la constante experimentación con el género dentro de los límites comerciales. De su época más oscura, destaca La serpiente y el arco iris, una exploración del mito vudú y el origen del zombie haitiano tan excesiva como necesaria.
A mediados de los 90 Craven “cerró” la saga que había creado dirigiendo una séptima entrega nada habitual. Los actores de la primera parte tenían que lidiar con Freddy en el mundo real, fuera de los platós. Incluso el director se interpretaba a sí mismo en esta propuesta metafílmica que nadie pareció entender. Los días de gloria del cine de terror de efectos especiales habían acabado con las interminables secuelas de Jason, Michael Myers y Freddy. Los grandes nombres, las viejas glorias del terror iban cayendo poco a poco en el abismo de las producciones de video y las pantallas de cine dejaban paso a los independientes, lo cool, el grunge… Los mitos no eran capaces de aprenderse el saludo del príncipe de Bel-Air.
La generación X, o generación MTV, veía videos, fumaba hierba y jugaban a Romeo y Julieta mientras esperaba la carta de aceptación en la Universidad de Stanford. Todos los problemas existenciales daban vueltas al instituto porque la máquina de consumo comenzaba en los adolescentes. A alguien se le ocurrió llamar a Wes Craven para dirigir un guión de Kevin Williamson, creador de una de las ficciones púberes más intensas de los 90, Dawson Crece. Un nuevo tipo de mercado Young Adult había nacido y Craven sería el encargado de mancharlo de sangre. Scream, vigila quien llama fue uno de los taquillazos de la década. Sus 4 secuelas fueron, en general, bastante exitosas y creó un estilo de Slasher metafílmico imitado hasta el empacho. Craven había vuelto a cambiar las tornas del cine de terror por tercera vez en su carrera.
En los años siguientes volvió a los thrillers funcionales y se dedicó a producir remakes de sus propios éxitos. También llegó a dirigir a Mery Streep en un drama atípico en su carrera, Música del corazón, “la única de mis películas que ha visto mi madre” comentaba Craven. Curiosamente los remakes de sus obras de los 70 adaptaban la violencia de aquella década y entraban de lleno en un canon que sus originales ya habían descifrado. El ‘torture porn’ de los 2000 se servía de La última casa a la izquierda y Las colinas tienen ojos para crear la última gran tendencia de horror con la marca Wes Craven. Este creador de pesadillas nos ha dejado de forma algo repentina, pero incluso ahora, su huella está más presente que nunca. Con la serie basada en Scream triunfando entre el público adolescente, el espejo donde se mira a sí mismo el género resucita con las series Scream Queens, Slasher o la película Final Girls. Y es que el asesino nunca muere del todo, siempre se levanta para dar una última puñalada