‘Annabelle Comes Home’ (2019) en la cronología Warren, terror de niñeras y monster mash

Gary Dauberman, el guionista de los filmes satélite del universo Conjuring y empleado en nómina en los proyectos de terror de Warner Bros, ha saltado a la dirección con el cierre de la trilogía empezada por ‘Annabelle’, en lo que funciona como una especie de prólogo de la primera ‘The Conjuring’, con la famosa pareja justo antes de su primera aventura cinematográfica, y con muchos objetos malditos de su museo del horror. Analizamos a fondo la película, sus referentes y su cronología en la saga.

La tradición cíclica del cine de terror ensaladas de monstruos en el que se ven envueltas muchas franquicias de terror de éxito —desde los monstruos de la Universal, al Kaiju Eiga de los 60 o Sadako vs Kayako (2016)— suele tener un resultado de estímulo inmediato como resultado de la cantidad frente a calidad, pero sobre todo, es un síntoma de opción creativa frente a la escasez de nuevas ideas, que deriva casi siempre en síntomas de agotamiento, si no de decadencia. Pese a que la saga iniciada por The Conjuring (2013) tiene seis años, el ritmo de producción ha sido bastante profuso y no ha tenido indicios de renovación en sus fórmulas, pese a cambiar los emplazamientos y ambientación de época, por lo que su sistema de explotación del susto y los temas paranormales va tocando ya los mismos lugares y, aunque sigan funcionando, se otea la fecha de caducidad.

Ahora bien, después de conocer la noticia de la muerte de Lorraine Warren, la saga basada en los casos de la pareja de investigadores paranormales tenía una especie de nueva motivación para conseguir que su siguiente episodio estuviera a la altura. Annabelle Comes Home es la primera aparición del personaje de ficción interpretado por Vera Farmiga desde 2016, por lo que su participación ha adquirido un inesperado tono de homenaje póstumo, además de funcionar como un reclamo para un grupo de spin offs que empezaban a alejarse mucho de la influencia original.

Este movimiento hace que la nueva cinta sirva para enganchar la historia de la primera Annabelle con The Conjuring —la segunda en la trilogía de la chochona embrujada sería, en realidad, el primer capítulo— relatando en realidad lo que ocurriría entre el primer expediente Warren y su propio prólogo. El encargado ahora de dar forma a ese nexo es el propio Gary Dauberman, culpable de buena parte del tono de todas las nuevas entregas a través de sus guiones y responsable del libreto de It Chapter 2 (2019).

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Es imposible a estas alturas no echar ya en falta la presencia del creador del estilo y forma del universo, James Wan, en las últimas entregas. Para Dauberman, mano derecha del director de Aquaman (2018) en todas sus producciones de terror, la presencia de Wan no solo se hace notar en su participación directa en la historia, sino que «es la estrella del norte de la franquicia. Desde el primer momento, hablamos de la chispa inicial y él va leyendo guiones, aporta ideas, se pasa por el rodaje o la sala de edición, incluso cuando yo estaba rodando él se ocupaba del montaje mientras tanto».

Con lo que parece que esta entrega ha tenido más mano maestra y, hasta cierto punto, se deja notar la colaboración entre ambos, que han ido evolucionando con su propio material creado, son fans de los clásicos del terror sobrenatural y en cada nueva entrega prueban con distintos tonos y texturas.

Si en la superior Annabelle: Creation (2017) —la mano de Wan en esta se nota, pero Dauberman no puede competir con el talento visual de David F. Sandberg— el modelo de sustos se empapaba del ambiente American Gothic y el horror rural, y en The nun (2018) del cine de monstruos clásicos de Hammer, en Annabelle comes Home han jugado con la limitación temporal, ajustando todo lo que ocurre en el transcurso de una noche, construyendo a modo de contrarreloj, algo que nunca había ocurrido en esta serie de películas.

Una fórmula muy propia del terror de los 70 y 80 que tiene, en muchas ocasiones, un elemento en común: las niñeras. Tras un prólogo delicioso, con apariciones dignas de un viejo tebeo de Toutain ediciones, los Warren llevan a la muñeca poseída a una habitación segura de su casa en donde guardan todos los artefactos embrujados que han ido confiscando en sus aventuras. Allí, es colocada tras un cristal sagrado utilizando la santa bendición de un sacerdote. La noche de horror se desata cuando Annabelle es liberada y acaba despertando a los espíritus malignos de la habitación, que fijan sus miradas en la hija de diez años de los Warren, Judy, su niñera y su amiga.

En este escenario de peligros en un entorno conocido propone casi un survival horror en una noche, dentro de una misma casa, al estilo de Halloween (1978) de John Carpenter y derivadas, pero con la diferencia de que la amenaza no viene de un asesino humano sino que es sobrenatural. El escenario puede ser interpretado como una especie de versión de Night at the Museum (2006) en clave de miedo, pero en realidad pertenece a una tradición del cine de terror que se rastrea en la misma Poltergeist (1982).

En Poltergeist, si bien el proceso en el que la familia de Caroline se narraba en un periodo de tiempo algo más extenso, el núcleo de la diversión es su segunda mitad, en la que una casa de las afueras se convierte en un carrusel de payasos poseídos, fantasmas, árboles con vida propia, visiones, demonios y filetes que explotan. Y, para Noche en el museo de terror, la de Waxwork (1988) con un montón de figuras de cera malditas que embrujan a los visitantes en una especie de filme antológico que también sucedía en una sola noche. Con premisa similar las dos versiones de 13 Ghosts (1960/2001), en las que hasta 13 almas condenadas estaban encerradas en las paredes de una mansión maldita de la que deben tratar de escapar un grupo de herederos.

Aunque centrándonos en el terror con niñeras, es imposible no pensar en The Gate (1987) durante toda Annabelle Comes Home. En este cada vez más referenciado filme ochentero —las últimas temporadas de Stranger Things (2016-) tienen citas directas e indirectas— hay un desfile de apariciones, monstruos y ocurrencias diabólicas que suceden en una casa de barrio residencial americano en el que una chica y su amiga cuidan de su hermano y su vecino.

Además, Annabelle Comes Home toma algunos momentos directos de esta, como la llamada a los padres que se vuelve siniestra o el hecho de que uno de los amigos vea a su padre/madre muerta en la casa, llamándole de forma fantasmagórica. Y es que esta tercera parte pertenece casi a una tradición que, curiosamente, también sigue una película de este año, la divertida Night Sitter (2019), mucho más modesta pero que enfrenta a los niños y la niñera nada menos que con las tres madres de Argento, en una especie de fan fiction que, como la película de Dauberman, no tiene reparos en iluminar sus escenas con colores irreales.

Y es que otro de los grandes influjos de esa nueva entrega es el cine de terror italiano de los 60 y 70. Escenas con juegos de sombras, claroscuros y luces de escala cromática plana que sirven como fondo para apariciones en las sombras. Ecos atmosféricos de I tre volti della paura (1963) u Operazione Paura (1966) y el mismo aire denso lleno de ocultismo de Suspiria (1977) o Inferno (1980) se impregnan en la cada vez más permeable franquicia de Warner Bros.

Bava vuelve a tener entidad incluso en la presencia del nuevo personaje, La novia —ahora se nota mucho por qué La llorona (2019) no se anunció como spin off del universo—, cuyo traje maldito espera en un maniquí que podría decorar alguna sala de Il rosso segno della follia (1970) y su asesino en traje de boda. Incluso hay una escena de exorcismo “en diferido”, con una proyección sobre poseída que podría entrar en alguna exploitation del gran film de Friedkin del país de la bota.

Juegos de mesa con manos infernales, el barquero y las almas con monedas en las manos, pianos que suenan solos, televisiones que funcionan como oráculo, hombres lobo fantasmales… la colección de monstruos es una delicia y, si bien la idea de explotar la habitación secreta de los Warren sigue en la línea de ir aprovechando y drenando cada hallazgo de las dos primeras películas a base de secuelas, en esta ocasión la idea ya se había apuntado en la propia presentación de Annabelle.

Es decir, cuando en The Conjuring la niña se quedaba sola en la casa con la muñeca, dicha línea argumental no quedaba desarrollada del todo, con lo que Annabelle Comes Home podría funcionar también como un What if…? de lo que podría haber pasado durante ese caso.

Ese carácter episódico de las aventuras de los investigadores, además, nos llevan a la importancia en la saga de Friday the 13th: The Series (1987-1990), toda una serie de terror con el concepto de la habitación museo de los Warren, con tres anticuarios recuperando antigüedades malditas para ponerlas en cuarentena en su tienda. La diferencia es que aquí se liberan todas de una vez, como si el final de Ghostbusters (1984) ocurriera solo en una casa y no en toda Nueva York.

Annabelle Comes Home es un cierre divertido, oscuro, siniestro y lleno de imaginería heredera del terror clásico. Tiene ciertos remilgos en sus compases iniciales, pero buscan plantear la historia con una base atractiva para todos los personajes, de manera que, aunque no tenga un gancho más allá que las dudas de una niña frente a la profesión extraña de sus padres o amores inocentes de instituto, el planteamiento general es más potente que el de un film adolescente al uso. Dada la religión los Warren y su peculiar desempeño, el tono que se establece es un poco de familia repollo, herederos de los Ingalls o la tribu de los Brady.

De hecho, con la afición de trovador de Ed hay estampas que parecen una parodia de esas teleseries, como si tuvieran la particularidad de que los padres trabajaran cazando demonios en vez de ser granjeros o fontaneros. La intencionalidad de todo ello está en entredicho, eso sí, puesto que el tono cristiano está un poco más exacerbado que en la anterior, casi como si se dibujara un estilo inocente, casto, puro y recatado de la familia. Con todo, los momentos de humor son sorprendentemente graciosos y la escena del pizzero se coloca ya, automáticamente como la más absurda y divertida de la saga.