‘Hereditary’: influencias, conexiones y precedentes de la película de terror del año

El debut de Ari Aster ha llegado sin avisar para plantarse como una de las mejores muestras de terror de la década de los 2010. Como muchas otras películas de terror de la década, plantea su propuesta a partir de hitos del cine de terror más clásico, huyendo de la visceralidad violenta de los terrores de principio de siglo para regresar a los dramas de los 70 y a otros referentes no tan manejados en la última gran etapa del terror en los 2000. Repasamos algunas de las películas y guías visuales con las que ‘Hereditary’ puede emparentarse, conscientemente o no.
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El texto contiene SPOILERS de la película Hereditary y todas las que se comentan.

No ha pasado un mes desde su estreno y Hereditary ya ha provocado todo un torrente de reacciones de todo tipo. Desde los que creen que es una obra maestra del cine de terror reciente a los que no tienen ningún tipo de reparos en catalogarla como otro hype más propio de la época de alabanzas en blanco y negro que vivimos. Sin embargo, el aspecto que nadie puede negarle es su consciencia de género, pese a vivir en un terreno más difuso gracias a su complejidad de tonos y afinidad por el drama familiar. Ari Aster afirma que sus referentes de terror son los que le marcaron la adolescencia, pero también incide en unos cuantos referentes inesperados que no suelen aparecer todos los días cuando hablamos de creadores en el panorama del terror actual.

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A pesar de ello, la película es más que un puñado de guiños u homenajes, funciona como una obra cerrada, con una idea inicial llevada hasta sus últimas consecuencias, cuyos lazos con obras recientes o clásicas sirven como palanca utilitaria más que como reverencia estéril o juego para fanáticos. Eso no quiere decir que no pertenezca a toda una tradición de cine de terror adulto de la que Aster no quiere ni amaga con renunciar. Repasemos algunas de los pilares y raíces que han creado el lecho en donde se ha plantado esta historia de enfermedad mental, cultos, posesiones y maldiciones genéticas.  La ocasión sirve, además para rescatar algunos títulos que se han ido asimilando en diferentes cánones y merece, de vez en cuando, rescatar del olvido, por lo que el texto debe tomarse como una celebración, nunca como una acusación, de la historia del cine de terror, de cómo dialoga con las muestras modernas, como muta y crea túneles, recovecos y atajos por los que pueden aparecer largometrajes que se valen de las reglas para subvertirlas y refrescar los mismos conceptos, tal y como hace Hereditary, tal y como hicieron las demás en su momento.

Herencias malditas

El tema de la familia como receptora de maldiciones, del destino íntimamente ligado al material genético ha sido una constante del terror, tanto en la literatura y el cine. Horribles historias de decadencia familiar y linajes condenados como La caída de la casa de Usher (The Fall of the House of Usher, 1839) de Edgar Allan Poe, en la que lo tenebroso gotea del propio miedo a la enfermedad y la tragedia heredada por una tradición. Tampoco resulta ajeno el tema en H.P. Lovecraft y el horrible secreto de algunos de sus personajes como el protagonista de La sombra sobre Innsmouth (The Shadow Over Innsmouth, 1936), que descubre que lleva en su sangre el gen que lo convertirá en aquello que teme, un profundo, otra raza de hombres pez cuya llamada ha sentido desde siempre, sin poder evitar huir de su destino.

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La maldición familiar también está ligada normalmente al castigo, maldiciones a los descendientes de generaciones de una misma familia por los pecados de un predecesor malvado. Ese es el caso de la leyenda de los Baskerville, a los que persigue un terrible sabueso generación tras generación.
También suele darse en películas de brujería, en las que la mujer en la hoguera echa su maldición a los descendientes del cazabrujas de turno. Uno de los casos de manual del mismo tema es la magnífica Witchcraft (1964). El famoso relato de Arthur Conan Doyle es también la base de algunas variaciones que mezclan en la losa familiar el sino de la licantropía, como es el caso de The Undying Monster (1942). A un nivel más psicológico, quizá más acorde al tono setentero de Hereditary y con el concepto de esquizofrenia heredada podría entrar en juego Martin (1977) de George A. Romero, en el que un chico cree ser un vampiro y su tío considera que está sufriendo la maldición de la familia. Pero lo más realista, al final, es llegar a la conclusión de que ambos sufren la misma maldición familiar, una forma de  enfermedad mental que les hace creer lo que ellos quieren hasta el punto de llegar al asesinato.

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El Exorcista (The Exorcista, 1973)

La influencia y legado infinito de algunas películas de terror parece no tener fondo. Si echamos la vista atrás al género desde el momento del estreno de El Exorcismo de Emily Rose (The Exorcism of Emily Rose, 2005), el influjo de la película de William Friedkin está presente en múltiples variaciones de sus principales señas de identidad. Aunque el principal ángulo haya sido el de la posesión, desde su precuela hasta el cine con el que James Wan ha revolucionado el género en su concepción más comercial y de espectáculo, el retrato de pura fórmula de la estructura ha agotado el relato de la posesión-visita del cura- exorcismo. Sin embargo, ninguna de las películas de estos años se han ganado la comparación con la original. ¿Por qué sí Hereditary?

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En primer lugar por el terror a fuego lento. El hecho de plantear un drama familiar no es gratuito, o una pose para escapar del género como piensan algunos. En realidad, puede verse como un gran truco para orquestar su espeluznante tramo final, e incrementar así el poder de sus imágenes de impacto. Tal y como sucedía en El Exorcista, en realidad todo funciona por su tono gélido, su planteamiento realista, y el poder de sus imágenes finales. Obviamente, todo es una vuelta de tuerca al concepto tradicional de exorcismo, pero, además de referencias directas, como cuando la llama de una vela estalla hacia arriba repentinamente, regresan temas comunes como la posesión violenta (la imágenes de autolesión salvaje de Annie son realmente equivalentes en impacto a las de Regan), los demonios de ascensión oriental (Pazuzu/Paimon), la maternidad amenazada por lo  sobrenatural, el uso de la Ouija o rituales de espiritismo como portal al mal y algunas ideas visuales y conceptuales que comparte incluso con su secuela. Así, es imposible no pensar en la vieja trepadora de El Exorcista III ( The Exorcist III, 1990) y la fijación por las decapitaciones en ambas cintas.

El ritual de la decapitación

En relación del cine satánico con las decapitaciones, además de la cinta de William Peter Blatty, podemos encontrar algún patrón similar en otro de los pilares del cine satánico moderno. El hecho de la importancia de la separación de cuerpo y cabeza suele estar asociado a las creencias populares contra los vampiros y otras brujerías, pero también es una forma terrible de morir, que elimina la personalidad al cadáver, resulta tremendamente cruel y especialmente grotesco. En otra película con niño diabólico y extrañas ocurrencias sobrenaturales de regusto ácido como La profecía (The Omen, 1976), había una serie de signos que predecían la decapitación de David Warner que conectan con el aura de presagio maligno que se hace una constante en Hereditary.

Además, en la película de Aster, el desarrollo simbólico del acto tiene un sentido ritual, puesto que en algunos grabados de Paimon, el demonio que adora el culto de la madre de Annie, se le muestra con tres cabezas colgando. Entendemos que las de la madre hija y nieta de la familia, necesarias para completar la invocación y la misa negra en honor al nuevo  huésped del demonio. Por ello el momento de la decapitación de Charlie es fruto de dos objetivos del culto. Por una parte liberar al espíritu para que entre en el cuerpo de Peter y por otra hacer efectiva la separación de la cabeza que, se hace precisamente al cuerpo de la niña que ha estado haciéndolo con pequeños animales, para crear sus ídolos (el diorama de su habitación es poco menos que la escena final). Aster  incluye signos relativos al tema, como el premonitorio vídeo que ven los compañeros de Peter en la fiesta, en una Tablet, que muestra una decapitación en una antigua película muda que bien podría ser esta escena de Meliés.

Arte clásico macabro

La influencia del arte en el cine, es, a veces, poco tenida en cuenta a la hora de revisar el calado visual complejísimo que tienen un buena parte de las creaciones de terror moderno. Una de las más obvias certificaciones recientes de esta relación es la escena final de La bruja (The Witch, 2015) con una plasmación del aquelarre Goyesco en toda regla. Y es el manchego buena inspiración de colores ocres y negruzcos de la paleta de buena parte del terror sobrenatural actual. Sin Salir del espectro de las decapitaciones, el arte ha amamantado una buena parte de la imaginería asociada a la decapitación.
Lejos del momento gore del asesinato, la imagen del cuerpo decapitado ha sido un motivo grotesco en sí mismo y en Goya lo encontramos en grabados tan impactantes como ‘Grande hazaña! Con muertos!’ que muestra una extraña composición con las partes mutiladas de unos hombres en un árbol, formando un siniestro tótem que recuerda al del final de la película. No puede obviarse tampoco el clásico Saturno devorando a sus hijos, que conecta además temáticamente con la dimensión trágica de Hereditary, en la que la madre de Annie, casi literalmente, les vende, provoca su decapitación devorando metafóricamente sus almas, dejando sus cuerpos, tanto de Charlie como de Annie, sin cabeza.

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El motivo de Saturno devorando a su hijo enlaza con la representación del mismo momento por Rubens, quizá aún más terrible al mostrarse claramente que el devorado es un infante, algo que permanece como tabú, la muerte de niños y que Ari Aster traspasa en la decapitación de Charlie. También Rubens tiene escenas de cuerpos mutilados que recuerdan a las de la película, como El milagro de San Justo en el que el cuerpo casi flexionado y con un sudario recuerda a los cadáveres postrados de Ellen y Annie, en la estampa final. La cabeza de Charlie, llena de heridas, tremendamente deformada y llena de hormigas recuerda a la de La medusa del mismo pintor.

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Pero en su fase final, cuando existe ya putrefacta encima del tótem dedicado a Paimon, podría ser una de las testas putrefactas de bodegón macabro Cabezas de víctimas de torturas de Théodore Géricault, también emulando a las pinturas sacras que añaden el desmembramiento y el  martirio como elemento religioso, como La Crucifixión del Parlamento de París de André d’Ypres, con ese San Dionisio decapitado con sus hábitos, y sobre todo, la más moderna La aparición, de Gustave Moreau, cuya cabeza flotante rodeada de un halo sagrado de tonos dorados, conecta con el tótem con Charlie y el poder de levitar de los cadáveres. Finalmente, el relicario de Charlie, lleno de figuras en collage con cabezas de animales lleva a otro simbolismo de la película, relacionado con lo ornitológico. Así, figuras con cabeza de paloma coronada forman un extraño diorama que preludia su destino y que sin más referencia, podría pertenecer a uno de los mecanos anatómicos de El Bosco y su parte infernal de El Jardín de las delicias. 

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Amenaza en la sombra (Dont Look Now, 1973) y Nicholas Roeg

El nombre de Nicholas Roeg está cada vez más presente cuando los nuevos cineastas expresan sus influencias y enumeran sus fuentes de inspiración. Si el nombre del británico ya salió a la palestra cuando Jonathan Glazer presentó su estupenda Under the Skin (2013), este año hemos asimilado su nombre, de nuevo, en la plasmación de los terrores delirantes de Channel Zero Butcher’s Block, sobre todo por la aparición de un enano rojo que, además, resulta ser deforme. En Hereditary, Ari Aster retoma un poco del tono nebuloso de la obra, pero se fija en el conflicto de la pérdida como motor de otros horrores subcutáneos, la tristeza y la atmósfera mortuoria como catapulta para el mal.
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Planteada como un estudio del duelo, las relaciones  familiares y el matrimonio, Roeg añadía una dimensión de inevitabilidad del horror devastadora. En ambas obras todos los incidentes parecen estar conectados hasta llegar a un final impactante, increíble y aterrador. Las piezas son configuradas con tal mimo que debes volver a verlas para apreciarlo en toda su dimensión. El personaje de Donald Sutherland parece convencido de estar manejando su propio destino, pero hay una serie de incidencias que le van dando señales que no es capaz de asimilar. Como Hereditary, la base de la tragedia griega tiene a héroes con destinos fatales que no logran ver los avisos durante la obra. Además, la manera en la que la madre es incapaz de asimilar la muerte de su hija sirve de base para el núcleo central de la trama, en la que Laura busca contactar con su hija mediante una sesión de espiritismo, también con un vaso, junto a una psíquica, igual que Annie, aunque ella se muestre escéptica en principio.

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Historias de fantasmas melancólicas y espiritismo

Hereditary es una película tan esquizofrénica como la  enfermedad mental de los protagonistas, en el mejor sentido del término. Juega a ser una película flexible, amoldable a los lugares comunes de diversos subgéneros a los que va dando la vuelta conforme la información va fluyendo y descubrimos qué es en realidad lo que atormenta a los Graham. Durante una buena parte de metraje el gran subgénero predominante es la película de fantasmas clásica, bajo la óptica del cine de casa encantada según la óptica de Expediente Warren y derivados. Lo cierto es que tanto las visiones de Annie como las de Peter les hacen ver los fantasmas de su madre y su hermana respectivamente, lo que les lleva a pensar que sus espectros están presentes en la casa, atormentándoles.

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Una de las referencias explícitas de Ari Aster es Suspense (The Innocents, 1961) en la que Deborah Kerr entraba en una espiral de rabia, histeria y depresión, tal y como le sucede a Annie. Si Jack Clayton sugiere que nuestros pasados son en sí mismos demonios capaces de convertirnos monstruos, sus texturas de realidad ambigua llevan cuestionar cada sombra y destello de luz, con algunas visiones de espectros/personas lejanas que muchos personajes de Hereditary perciben de forma similar. Aunque en esta película los demonios sean literales, hay un mismo proceso de penetración en las psiques fracturadas de los protagonistas. En esta gama de filmes caben diversas muestras que reaccionan con el cine de terror presente de diferentes formas. Merece la pena rescatar una pequeña muestra de horror mexicano en su etapa más gótica. Espiritismo (1962) funcionaba como retrato de una familia afligida por la mala suerte, un conjuro del que no pueden librarse confluyendo con el dolor de la pérdida de los seres queridos. El uso de la ouija como portal del mal, el interés de la mujer por el mundo de lo oculto y finalmente el uso del mito del hijo retornado, variaciones de La pata de mono, que también suele resolverse con destino aciago, como el de los Graham.

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Con menos puntos en común, pero con el germen de la pérdida y la melancolía como germen de contacto entre lo real y el más allá, la clásica Al final de la escalera (The Changeling, 1980) es una historia de fantasmas al estilo M. R. James, tan rica en lo emocional como rotunda en su plasmación de las aterradoras dimensiones del proceso de duelo, incluyendo una de las sesiones de espiritismo con susto más icónicas e imitadas. La película de Peter Medak plantaba muchas semillas del estilo de las clásicas búsquedas de justicia fantasmal, con detalles como el niño con taras y el ruido recurrente en común con el debut de Aster, los golpes contra la bañera o la pelotita son aquí un simple sonido ‘cloc’ con la lengua. El mismo filme fue tremendamente influente en Ringu (1997), niño en el pozo incluido, y El sexto sentido (The Sixth Sense, 1999), que no solo comparte con Hereditary a la madre, Tony Colette, enfrentada al problema de lo sobrenatural a través de su descendencia, hay cierto tono y estilo que las dos películas comparten en sus historias sobre familias obligadas a enfrentarse a la muerte, una cámara pacientes y algún guiño  especialmente pensado como el pomo de color rojo.

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Tragedia griega

Provocar la propia ruina o estar irrevocablemente  condenado, un dilema que suele atormentar a los protagonistas de la tragedia griega, es básicamente el mismo que se cierne sobre los de Hereditary, un drama familiar devastador que demuestra que el director ha tratado de dejar crecer raíces en las grandes obras clásicas también. No por casualidad, Peter estudia a Sófocles en la escuela, y como señala uno de sus compañeros de clase, los protagonistas de sus obras son “peones dentro de una máquina horrible y sin esperanza”. Eso, claro, es exactamente lo que él y su familia son dentro de la película. La sensación de que sus destinos están predeterminados se ve reforzada por las frecuentes tomas de la película que evocan a las casas de muñecas que construye Annie. Además el profesor da la señal definitiva cuando explica que la tragedia puede venir porque el héroe no ve las señales que le llevan a su destino durante la obra, al igual que el joven adolescente quien tiene la caseta en la que se consumará su coronación siempre a la vista desde la ventana de su habitación.

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Según Aster, Hereditary es una historia sobre un ritual de posesión contado desde la perspectiva del cordero sacrificial, en la que los Graham no tienen absolutamente nada que hacer en la narración, o al menos nada para cambiar su final, están arrastrados por la voluntad de Ellen, que ha dejado todo preparado para que sean ofrecidos al culto de Paimon. De nuevo, entre las referencias a las tragedias griegas se referencia la historia de Ifigenia, la princesa cuyo padre sacrificó a los dioses a cambio de fuertes vientos en el viaje a Troya. Para Sófocles, los mortales estaban destinados a sufrir para siempre, como marionetas de los dioses, por ello, el subconsciente de Annie sabe que es mejor no nacer, de ahí que no quisiera tener a Peter o intentara quemar a sus dos hijos en su despertar sonámbulo. La reciente El sacrificio de un ciervo sagrado (The Killing of a Sacred Deer, 2017) también jugaba con la idea del sacrificio de Ifigenia en la descomposición del núcleo familiar moderno y la pista no es ajena a los creadores de la película. En la tienda Etsy de los muñequitos que hace Charlie, que se utilizó como aparato promocional, tiene una pequeña figura llamada “Sacred Deer”.

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Trilogía de los apartamentos de Roman Polanski

Es muy probable que el cine de terror de los años 2010 haya encontrado en la obra de Roman Polanski un baúl inacabable para sacar inspiración. La obra del problemático director ha estado muy ligada al cine de terror, y es su famosa trilogía de los apartamentos la que se erige como una de las piezas maestras del género de todos los tiempos. Normalmente, su influencia se ha notado en cientos de películas, pero parece que en los últimos años se ha prestado más atención al tono y la matriz de paranoia que a los propios temas que trata. Obviamente, la principal carta de presentación es La semilla del diablo (Rosemary’s Baby, 1968), uno de los estandartes del cine de terror moderno, pero en vez de quedarse en el hecho de la simiente diabólica, y el subgénero de películas sobre descendientes poseídos, estamos viendo más cine centrado en la madre, la mujer y la paranoia en espiral. Mia Farrow protagonizaba el papel principal de una mujer que queda embarazada y poco a poco comienza a darse cuenta de que sus vecinos son parte de un culto satánico que la usa para dar a luz al engendro del diablo, o Anticristo. Hereditary se desarrolla de forma similar y concluye con la revelación final de saber que los hilos se mueven al son del culto.

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Al igual que Annie, el personaje de Toni Collette, Rosemary no se da cuenta hasta muy tarde de que su vida está siendo manipulada por fuerzas demoníacas que escapan a su control. En ambas películas, hay una traición familiar y la figura de una vecina/amiga que parece bien intencionada, Ann Dowd reinventando a Minnie Castevet como una simpática mujer que conoce a Annie en charlas terapéuticas y la mete directamente en los conjuros, dándole de beber algo en su casa. Sin embargo, el desarrollo terrorífico tiene también que ver con El quimérico Inquilino (The Tenant, 1976), con ese proceso de creer estar siendo asediado hasta el punto de volverse loco. El hecho de que aquella fuera casi cíclica encerraba al protagonista en una rueda sin retorno, pero el nexo clave es Peter saltando por la ventana, como el propio Polanski en aquella, cuando creen estar rodeados de hombres diabólicos. De hecho, el primer plano de El quimérico Inquilino es un movimiento hacia el lugar donde caerá el personaje, algo en común con el primer plano de la caseta en la película de Aster, que resumen la  inevitabilidad del final de ambos. Por otra parte, el hecho de que Alex Wolff acabe con la nariz rota y pegada con una tirita no es baladí, puesto que es uno de los looks más reconocibles del cine del director polaco, en Chinatown (1974). La afición de Aster por su cine es pregonada sin pudor, admitiendo sus referencias y adelantando que su nueva película, Midsommer tendrá inspiración en Tess y Macbeth.

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Satanic Panic 70’s

A raíz de La semilla del diablo, el cine satánico en múltiples variaciones inundó las pantallas de todo el mundo. Eso sí, antes de ella, el tema de la brujería era común en muchas producciones británicas. Hay que pararse en Arde, bruja, Arde (Burn, Witch Burn, 1962) que se adelantó a Season of the Witch (1972) de George A. Romero en la presentación del hábitat doméstico como microcosmos de la hechicería oscura. La torpe incursión de Annie en el  espiritismo y el mundo de los médium, llevándose consigo maldiciones y conjuros a un entorno familiar casi costumbrista. Otra que tal baila es la influyente The Witches (1966) una atípica producción Hammer que irónicamente sirve de precedente para el tipo de película que acabaría con el reinado del tipo de propuestas de horror de la casa británica. Todo un borrador elegante de La semilla del diablo, estaba protagonizada por un mujer (Elegida por el culto por lo mismo que Peter en Hereditary, su  vulnerabilidad) que arrastra un trauma/condición mental y va descubriendo como su pequeño pueblo está infestado de, básicamente, primas de la Ann Dowd de nuestra película, con un giro propio de lo que vemos en tanta cantidad de cine de sectas ocultas.

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Muchas de las propuestas más posteriores se limitaban a imitar los éxitos de Polanski y Friedkin pero otras utilizaban los conceptos más interesantes del modelo y lo aplicaban al terror. Como el caso de La centinela (The Sentinel, 1977), que podría considerarse una mezcla entre La semilla del diablo y El quimérico Inquilino pero con elementos comunes, como la muerte, en este caso del padre, con el que la protagonista tiene una relación problemática, que oculta secretos del pasado con una vida libertina que le une a los condenados. Sus vecinos (muertos), al igual que a Peter, también quieren que se suicide como forma de completar el ritual que les libere del infierno. La trama también juega con las expectativas para revelar un final que también se suelta al terror gótico, como esas apariciones de espectros/cadáveres desnudos, de tonalidades cenizas, que ya en la primera escena de la aparición de su padre, recuerdan mucho a las de los momentos finales, con miembros del culto apareciendo en el plano sin ropa, con un acoso en el ático que coincide mucho en impacto con la cinta de Aster. Una coda, por cierto que tiene ese matiz de descubrimiento final que te deja el estómago del revés como en El hombre de Mimbre (The Wicker Man, 1973), en el que el protagonista descubre no solo que está rodeado de un culto, en este caso pagano, sino que acaba siendo el sacrificio.

No muy diferente final tenía la tremenda Il profumo della signora in nero (1974) en el que el sacrificio también era la protagonista en una orgía caníbal con su cuerpo, básicamente, con todos los personajes de la película conjurados contra ella. Una escena de shock que recuerda mucho a la de Hereditary por el juego a lo Repulsión (1965) previo que deviene en una conclusión espeluznante e inesperada. Lo que une a esta bellísima rareza italiana con la obra de Aster son detalles del desarrollo y alguna  coincidencia curiosa. El pasado presente con un crimen suprimido con la protagonista como responsable, momentos de ruptura de la realidad y lo irreal y, sobre todo, el peso de la madre muerta, su presencia casi fantasmal después de suicidarse y esa misma carga de llevar en la sangre su maldición, que le hace también querer suicidarse y seguir el mismo ciclo. También hay visiones de una niña, que resulta ser ella misma de pequeña y no una muerta como Charlie.

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Más cine de terror 70’s

Y como no solo de Lucifer vive el fan del horror, es fácil ir viendo detalles aquí y allá de algunos pilares del género, al menos dentro de la década dorada de los 70. Al final todos los títulos tienen algo que ver con otros, beben del de al lado, se retroalimentan y parasitan, pero cuando aparece una obra tan interesante como Hereditary se vienen a la memoria obras que a veces no están todo lo visibles que debieran. Una de esas joyas que reaparecen con películas con militancia de los setenta como el debut de Aster es Pesadilla Diabólica (Burnt offerings, 1976), una película de casa encantada que era, básicamente un borrador de El Resplandor (The Shinning, 1980) y Terror en Ammityville (Amityville, 1979), con su padre poseso atacando al hijo y todo tipo de sucesos paranormales atenazando a una familia. Lo curioso es que también tiene su madre poseída, visiones, una familia condenada desde el principio, sin posibilidad de salvación, que además está hechizada con su foto, el final con Oliver Reed lanzándose por la ventana al no soportar el horror de ver a su mujer en modo maligno, como cuando Peter ve a su madre cortándose la cabeza, las pone en línea directa.

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La influencia de La profecía se podría aplicar al subgénero de niños diabólicos o psicópatas, pero además, la película de Donner se ajusta también al tropo medieval del cambiazo, en el que la creencia llevaba a pensar que las hadas secuestraban a un bebé humano y lo reemplazaría con su propia descendencia, como un cuco, lo cual responde a ansiedades propias de la maternidad de no reconocer al propio hijo etc.. En Hereditary sería la abuela quien “reemplaza” a la niña, dejando paso a Paimon. Pero todo el tramo en el que Charlie se muestra como una niña con genes infernales es confuso y pertenece más a la maniobra de marketing que permite que el giro, que sigue la regla de la media hora de Psicosis (Psycho, 1960), sea un impacto considerable en el espectador. A pesar de ello, podemos ver trazas de El Otro (The Other, 1972), desde la aparente inocencia de la muchacha, a su influencia maligna sobre su madre, juegos perturbadores y trozos de muerto escondidos en el bolsillo a la figura del otro yo diabólico, solo intuida en un reflejo. Sin embargo, es más importante el aspecto de la enfermedad tratada como maldición familiar, a la que se refiere la abuela en determinado momento, que no duda en quemarse ella con el niño, tal y como quiere hacer sonámbula Annie.

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Los secretos familiares horripilantes son un elemento cíclico y, Frightmare (1974), el clásico de culto de 1974 del maestro de género británico Pete Walker explora la idea, como Hereditary,  de que ciertos rasgos siniestros de la personalidad pueden repercutir de generación en generación. Después de pasar casi 20 años en un hospital psiquiátrico, una mujer caníbal y su esposo convictos son liberados y no pasa mucho tiempo antes de que la anciana canosa, vuelva a sus viejos hábitos. Las cosas se complican cuando su hija rebelde descubre que sus padres, que siempre creyó muertos, estaban vivos y que además comparte el gusto de su madre por la carne humana.

 

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La adaptación de Brian De Palma de la primera novela de Stephen King,  que no será la primera vez que aparezca, es otra película reconocida por Aster como una influencia personal. El clímax y el tercer acto de Carrie (1976) es la culminación de una transformación de una mujer vulnerable en un monstruo, como el personaje de Tony Colette, pero antes del baile sangriento, básicamente tenemos un psicodrama de madre e hija centrado en la adolescente telequinética oprimida por la presencia represiva de Piper Laurie. El final, con la madre persiguiendo a Carrie va en paralelo con el de Hereditary, pero la conexión que comenta Aster es que Carrie te hace pensar que el patito feo tendrá un final feliz, que tendrá su venganza, pero acaba en tragedia y es, básicamente lo que buscaba en su debut, una película de terror que molestara y se volviera contra el espectador.

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El horror oblicuo de Bergman y Greenaway

Nadie le puede negar el talento a una joven promesa como Ari Aster, pero su postura respecto al terror, a veces es un poco soberbia. Nadie puede culparle que no vea terror en muchas películas que pertenecen al género, pero al menos sí lo ve en otras que, supuestamente, no lo son. Una de las realidades más evidentes que se materializan al revisar la obra de Bergman es que tiene muchas películas que pueden ser calificadas tanto de drama como de terror. El director hizo que el elenco viera Gritos y susurros (Cries and Whispers, 1972) y Sonata de Otoño (Autumn Sonata, 1979) que se toman en serio la pelea del hombre contra la muerte y el sufrimiento. La primera empieza a surgir en muchos listados de influencias de cineastas de género como Robert Eggers. La película trata sobre una mujer agonizante y sus hermanas, que la visitan durante sus últimos días. Hay imágenes perturbadoras y temas duros que se diluyen en una atmósfera malsana propia del horror psicológico. Hereditary conecta sobre todo en su estilo, cuando hace uso de extensos primeros planos a las caras afectadas de los personajes. El monólogo de Colette en el grupo de ayuda podría haber salido también de ese Bergman de los 70. The Guardian la definió en su crítica como “Una versión death metal de Gritos y susurros”.

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Aster ha mencionado a menudo cómo El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante (The Cook, The Thief, His Wife & Her Lover, 1989) de Peter Greenaway, lo traumatizó cuando era niño. Cuenta que alquiló Este muerto está muy vivo (Weekend at Bernie’s, 1989) y el videoclub había cambiado el VHS por una copia de la película británica. En ella se encontró la tremenda escena del banquete final, en la que el villano de la película era obligado a comerse a un muerto cocinado. De ahí el cadáver calcinado de Steve al final. Peor más allá de la escena, Aster quedó fascinado por la fealdad real en el contenido y la frialdad de representar ese espectáculo grotesco. Además, la estética de casa de muñecas que a veces se deja ver cuando se pasa de una habitación a otra, o cuando la cámara penetra en la tierra como si fuera un corte geológico, viene de Greenaway.

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El resplandor (The shinning, 1980)

Seguimos en la era revival de Stephen King, pero además, la fascinación por su adaptación más controvertida no cesa con los años. No solo estamos a punto de ver su secuela en el cine sino que nos hemos metido de lleno en ella junto a los personajes de Ready Player One (2018). Su influencia no para de hacerse evidente en las películas de terror que nos llegan últimamente, de Lords of Salem (2012) a La cura del bienestar (A Cure for Wellness, 2017) Kubrick es una presencia inamovible. Y bueno, lo cierto es que a Hereditary solo le falta la división por días de la semana con intertítulo para demostrar su devoción. La película comienza con un zoom lento hacia una casa en miniatura que contiene personas reales, un plano que ha causado fascinación y que tiene mucho significado en la película, pero que proviene directamente de El Resplandor, y el paulatino acercamiento de la cámara de Kubrick al laberinto en miniatura, en el que juegan Danny y su madre en tamaño de hormiga.

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La cocción a ritmo pausado, las transiciones largas, la música tenebrosa, pesada y cadente, planos frontales de gritos silenciosos y las tomas en gran angular dan la sensación de un horror cercano a la gélida descripción de la familia en peligro de Kubrick. La creciente desconfianza entre los miembros de la familia se transmite de forma externa, y vemos como la madre va transformándose en una especie de Jack Torrance impredecible, lo que se combina con una interpretación histriónica y memorable que tiene tanto de Shelley Duvall como de Jack Nicholson y debería entrar, como estos, en la historia del género. El final, con la madre desatada persiguiendo a su hijo se da la mano con el de la adaptación de King.
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El nuevo cine de terror y el regreso del Satanic Panic

Hereditary puede encuadrarse bien como una película de terror de su era. De alguna manera cumple con la tradición de un montón de clásicos del cine satánico pero no llega precisamente en un momento en el que lo que propone sea una novedad. Es más bien una conclusión de lo que empezó, probablemente con Lords of Salem (2012) y han seguido unas cuantas de las películas más importantes de la década. Puede que el mismo cimiento nos de alguna sorpresa más (La nueva Suspiria parece que irá por el mismo camino) pero lo que está claro es que hoy por hoy, la película de Aster es al mismo tiempo una propuesta continuista y que dinamita el subgénero del folk horror que tantas maravillas ha dejado estos años. Hay una línea directa desde el terror japonés moderno (aunque Aster cita el Kaidan antiguo de Onibaba, Ugetsu y Kwaidan) hasta el momento presente y se deja notar en la planificación de imágenes de pesadilla, ciertos recursos de fuera de campo, encuadre, ritmo de los movimientos de cámara y apariciones en el frame en penumbra propias del Kiyoshi Kurosawa más fantasmagórico.


Lo cierto es que Hereditary crea un pentagrama perfecto con otras cuatro películas de género más importantes bajo la inlfuencia de Zombie, que estaría en el centro de todas ellas. Por una parte la prima hermana polanskiana de esta, La cura del bienestar que converge con esta en su espiral dual de enfermedad mental heredada (el padre del protagonsita de aquella se suicidaba) y acoso de secta de rituales oscuros llena de ancianos. El Extraño (the Wailing, 2016) comparte su planificación del conjuro casi implacable y el tono de drama familiar con posesiones infantiles de por medio. The Babadook (2014) ensayaba los temas de maternidad anormal con una mujer superada por la culpa, resentimiento, impulsos homicidas subconscientes en terreno compartido entre estas dos mujeres afligidas y llenas de trauma. Y La bruja (The Witch, 2015) que podría ser la precuela de época de esta, con fueras del mal que superan cualquier voluntad de los personajes, sin ninguna opción desde un primer momento. Tensión que se corta con cuchillo dentro de una familia disfuncional asediada por la presencia intrusiva de lo oculto.

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Hay un buen puñado de películas de la presente década que jugaron en la misma liga que Hereditary desde diferentes perspectivas. La holandesa Zwart Water (2010) comparte buena parte de elementos de la trama y el tono resinoso de drama familiar. Otros detalles como una madre con trabajo artístico, de moda aquí, (que acaba destrozando, enajenada), con animadversión creciente hacia su hija, un pasado envuelto en secretos, desvanes, camisones y fantasmas. También resuena el found footage de Paranormal Activity 3 (2011) que puso sobre la mesa los mismos elementos de pesadilla suburbana, incluidas aterradoras mujeres flotantes (o en el marco de la puerta) en ropa de cama, y una historia familiar con pasado de posesiones. The Taking of Deborah Logan (2014) comparte su uso de enfermedades mentales en ancianos, en este caso Alzheimer, como comodín de dobles interpretaciones, pero también acababa apareciendo la sombra del folk horror. Algo con lo que se puede emparentar la británica Kill List (2011), que lleva el legado del hombre de mimbre al siglo XXI con igual rotundidad. Y la muy notable Last shift (2014), que trataba con un culto de satanistas que adoraban al mismísimo Paimon, el que, de hecho, iba a ser su título provisional.

Los vecindarios macabros de Gregory Crewdson

Pocos casos tan explícitamente evidentes de influencia de un artista contemporáneo sobre el cine existen como el del fotógrafo Gregory Crewdson. Desde mediados de la década de 1980, el neoyorkino ha estado desarrollando series fotográficas de belleza embriagadora, pero con a menudo confusas y perturbadoras. Debajo de los complejas y detalladas composiciones acechan misterios inexplicables. Su vocabulario visual se encuentra en algún lugar entre un el cuento de hadas y la estética clásica del terror moderno, influenciado principalmente por David Lynch, el Carpenter de Halloween (1978) y a veces Steven Spielberg. Su tema central son los abismos ocultos del suburbio estadounidense. Crewdson visualiza aristas oscuras inconscientes de la psique humana en escenas desconcertantes en escenarios de gótico suburbano onírico y melancólico. Una especie de imaginería del barrio residencial surrealista en el que perviven las fuerzas ocultas y las energías oscuras.

Su uso específico de la luz le permite transformar escenas de vida cotidiana en escenarios enigmáticos e inquietantes. Sus escenas en colores azulados y grises de gran angular aumenta la sensación de aislamiento continuista con el espíritu de las obras de Edward Hopper. La atmósfera es más extraña que aterradora, pero ha servido como espejo de la fotografía de It Follows (2014), a la que se le atribuye ese descubrimiento de la decadencia del escenario del barrio residencial como un nuevo infierno semi desértico que ya plasmaba Crewdson en los primeros 2000 y que representaron tan bien películas como American Beauty (1999), Donnie Darko (2002) o Ghost World (2001), probablemente con su trabajo bajo la claqueta.

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Y si a película de David Robert Mitchell hacía un buen trabajo plasmando su visión del exterior, Pawel Pogorzelski, el director de fotografía de Hereditary, hace lo propio con las visiones del espacio cerrado de la morada americana.  Sus series Twilight (1998-2002) y Dream House (2002) son representadas casi como si hubiera participado en el equipo, pero,  sobre todo recuerda a la colección de Beneath the Roses (2003-2005), en la que se incluye la presencia de personas/espectros desnudos. Las mujeres, por ejemplo, no están en una actitud de terror particularmente estereotipada, simplemente están de pie sin tamaños anormales, heridas o extremidades desproporcionadas y sus rostros no son demoníacos ni desfigurados. Pero a pesar de todo incomoda mirarlos. Hay
mucho de La centinela tanto en las fotos como en la película, pero algunas escenas de miniaturas, en las que aparece la abuela, a contraluz, en el marco de la puerta, parecen ensayos del propio Crewdson para sus pequeñas capturas de una realidad pesadillesca.

Lejos del terror

Hemos visto como Aster lanzaba algún globo sonda con algunas películas que se convierten en cine de terror sin serlo, pero lo cierto es que en su lista de influencias para Hereditary no ha escondido un buen puñado de títulos plenamente dramáticos sin vasos comunicantes con el género. El planteamiento para vender la película era más o menos La semilla del diablo + Gente Corriente (Ordinary People, 1980) lo que le llevó a explorar otros dramas familiares, como La tormenta de hielo (The Ice Storm, 1997) de Ang Lee, Secretos y mentiras (Secrets and Lies, 1996)  de Mike Leigh, o En la habitación (In the Bedroom, 2001) de Todd Field, cuya vuelta de tuerca a la media hora es muy parecida a la de Hereditary. Tanto por el impacto que tiene posteriormente en la trama, como en la violencia de su ejecución y lo inesperado de esta.

Quizá es la película de Robert Redford la que tenga paralelismos más claros. Los elementos de drama familiar, por la pérdida de un hermano lleva las mismas  emociones contenidas, rabia reprimida dentro de los miembros de la familia que la de los Graham. Curioso también que sea Donald Sutherland el padre. Una tragedia doméstica en la que se pueden ver paralelismos fáciles en la actuación de Toni Collette y el papel de Mary Tyler Moore, especialmente en la escena de la cena en la que el hijo superviviente lidia con sentimientos de dolor y culpa. Al final, ambas tienen algo de coming of age, en nuestro caso especialmente oscuro, que recuerda a la experiencia de Donnie Darko (2002), que también ata a su protagonista adolescente a un destino terrible escrito desde el primer fotograma y también el memorable debut de un director muy joven.

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Encerrados en la casa de muñecas

El personaje de Annie se dedica exclusivamente a la confección de detalladas miniaturas, casas de muñecas increíblemente detalladas y trabajadas que le convierten en un nombre importante, con exposiciones en galerías de arte y prestigio. Su personaje parece estar basado en Narcissa Thorne, quien creó la serie de miniaturas Thorne Rooms expuesta en el Art Institute of Chicago y que llegaron a fascinar a un joven Orson Welles. Pero su trabajo, las miniaturas, funcionan a muchos niveles. En primer lugar es un elemento plástico que añade a la experiencia de terror por su capacidad de mostrar escenas del pasado con sabor bizarro, como la abuela ofreciendo su pecho a Charlie, o vigilando en el marco de la puerta. Al mismo tiempo, los dioramas, que reflejan los acontecimientos cada vez más desagradables de la vida real de Annie, son uno de los elementos más intrigantes de Hereditary. Recuerdan a los trabajos presentados en Of Dolls and Murder (2012), un documental narrado por John Waters sobre Frances Glessner Lee y sus minúsculas escenas de crímenes reales, que además de ser puro arte creepy fueron herramientas importantes en los primeros días de la ciencia forense. También recuerda al protagonista de Marwecol (2010), sobre Mark Hogancamp, otro artista que como Annie exorciza sus traumas de guerra por medio de muñecos y escenas grotescas.

Por otra parte, a nivel de espectador, las miniaturas funcionan como una casa de muñecas en la que la abuela muerta, su legado y amigos, maneja a todos sus habitantes, aunque lo haga después de muerta. La película se abre con un plano secuencia hacia la habitación de Peter, dormido, y acaba con un plano de la cabaña cortada como una casa de muñecas vista desde la distancia, para decirnos que todo ha funcionado dentro de un microcosmos ajeno, con personajes controlados, básicamente, como muñecos. Hay toda una tradición de terror en casa de muñecas que juega con estos mismos conceptos. Para empezar, el mítico episodio Chid’s Play de Hammer House Of Mystery And Suspense (1984), en el que todos los sucesos paranormales que vive una familia, al más puro estilo Amityville, resultan ser una consecuencia de los juegos de una niña en el futuro. Y es en la propia saga de la casa encantada, donde encontramos La casa de muñecas de Amityville (Amityvile: Dollhouse, 1996) en la que los juegos de una niña con una réplica de la mansión maldita dan lugar a los fenómenos extraños. Curioso en esta que hay un episodio similar al de Hereditary, cuando al echar un objeto maldito al fuego de la chimenea un personaje entra en combustión.

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No es tan habitual encontrar en el cine películas con esta premisa, pero sin embargo, la televisión tiene un buen catálogo de episodios que usan este recurso clásico de paralelismo vudú entre el muñeco de la casa y los habitantes. Muy ilustrativo de este recurso es el episodio The Geezenstacks (1986) de Tales from the Darkside, en el que una familia entera se ve abocada a los escenarios que se crean en la casa de muñecas de su hija y también ha visitado la serie Supernatural, cuyo episodio Playthings (2007) tiene esos elementos. Pero hay uno particularmente llamativo en cuanto a sus puntos en común con la narrativa familiar de Hereditary. En la fantástica serie Ghost Story producida por el productor de La semilla del diablo, William Castle, y desarrollada nada menos que por Richard Matheson, teníamos el episodio House of Evil, que tenía como protagonista a una infante Jodie Foster. La niña, rubia y con un problema de comunicación (sordomuda), elemento común con Charlie, tiene una relación especial con su abuelo, que resulta ser un hombre vil lleno de odio por la muerte de su hija durante el parto, un brujo que utiliza su influencia sobre la niña para efectuar su venganza sobre su propia familia. El episodio, escrito por Robert Bloch, autor de Psicosis, tiene como objeto mágico, precisamente, una casa de muñecas hechizada, cuyos habitantes son muñecos vudú que hacen lo que sus clones le manden. El episodio tiene temas comunes con la película de Aster, como la comunicación con los muertos, la manipulación y la brujería, pero puede que su parecido sea solo pura coincidencia.