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La cabina: razones para no salir de la pesadilla kafkiana de Antonio Mercero y José Luis López Vázquez

Repasamos el inmortal cortometraje producido por RTVE, una agónica y sofocante caricatura de la sociedad española que supuso un shock sin precedentes en la televisión de los años 70 y marcó un hito en el cine de terror español.

Su concepto era tan simpe como pavoroso: un hombre encerrado en una cabina que no puede abrir es auxiliado por decenas de personas, y tras no conseguir abrir su cubículo, es recogido por la empresa que plantó la cabina esa mañana y acaba en un espeluznante no-lugar subterráneo en el que hay decenas de espacios como el suyo. Una idea sencilla pero angustiosa que podría formar parte tanto de la era dorada de The Twilight Zone como de una exposición de cine surrealista. Sin embargo no era algo tan alienígena en el panorama ibérico, ya que seguía una tradición de terror televisivo español muy dichosa y memorable y hasta resulta raro que Chicho Ibáñez Serrador no tuviera nada que ver con ella, ya que, en realidad, parece una evolución lógica del episodio El asfalto de sus Historias para no dormir.

La conexión de Chicho y La Cabina está en otro nivel, y es que Juan José Plans, autor de la historia original de La Cabina, también había escrito la novela El juego de los niños en la que se basó ¿Quién puede matar a un niño? (1976). Dos años después, Plans volvería a aterrorizar a los españoles con la adaptación de su propio relato, La mancha, en la serie Crónicas Fantásticas, que si bien no gozó de la popularidad de la de Chicho, es una muestra de la personalidad de un autor capaz de llevar conceptos casi abstractos a lo cotidiano. Esta historia suya fue dirigida por Antonio Mercero, realizador al que todos asociamos a series como Verano Azul y Farmacia de Guardia, pero que en los 70 también se dedicaba a hacer fantástico y terror casi experimental. Contó nada menos que con Jose Luis López Vázquez, con quien repetiría en la asfixiante Manchas de Sangre en un coche Nuevo (1975).

No era ninguna casualidad que el actor elegido fuera López Vázquez, un actor tradicionalmente asociado al cine de barrio y la comedia costumbrista al que de pronto España veía quedarse encerrado y pasarlo muy mal durante 40 minutos. La impresión buscada se multiplicaba por cinco, no solo porque el actor hizo una representación del espanto perfecta, sino porque su cara se asociaba todavía a risas y cine familiar, aunque ya en El bosque del lobo  (1970) había transformado su imagen. El estreno a la hora de la cena fue el equivalente en España a lo que hizo Ghostwatch en los 90. El impacto de La Cabina también tuvo que ver con su representación expresionista de la claustrofobia del régimen franquista: el uso de la fuerza como medio para solucionar los problemas, la incompetencia de los servicios públicos, el ridículo de la autoridad.. Aunque sus interpretaciones son eternas y sus autores afirman que tan solo querían hacer un buen film de terror psicológico, el film refleja el miedo de la invisibilidad en las tinieblas de todo un país a plena luz del día a tres años de la muerte del dictador.

El guion de La Cabina fue escrito nada menos que por José Luis Garci, al que muchos asocian con sus tertulias cipotudas en ¡Qué grande es el cine! o sus películas más solemnes, pero lo cierto es que el director ganador del Óscar cultivó ese espíritu de terror y fantástico extraño en otras ocasiones, como la magnífica serie Historias del otro lado. Con razón, se llevó el premio Emmy a Mejor Telefilme en 1973, en la primera edición de los célebres premios para televisión, al que se sumaron una gran cantidad de otros galardones internacionales y nacionales, muchos de ellos reconociendo el trabajo de López Vázquez. Como Jaws hizo temer las playas, la película de Mercero creó cierto pánico entre algunos espectadores a quedarse encerrados en las cabinas telefónicas, por lo que Telefónica llegaría a pedir a López Vázquez que participara en algunos anuncios de las acciones de la compañía, en donde se quedaba encerrado en la cabina, pero finalmente conseguía salir. En 1998 el actor haría otra publicidad para Retevisión, en la que la puerta de la cabina se abría y podía salir al exterior, simbolizando el final del monopolio de Telefónica y la liberalización del mercado.  Su popularidad fue tan grande que incluso fue vista en todo el mundo, pero fue específicamente en el Reino Unido, en donde caló en toda una generación que quedó traumatizada por sus pases televisivos en la BBC para encontrar una nueva fama en los 80 en pases nocturnos del Channel 4.

La cabina sigue funcionando como una parábola de horror kafkiano que ha inspirado decenas de trabajos de cine fantástico posterior, y no solo a autores de los nuestros como Álex de la Iglesia, quien incluso le rinde homenaje en La chispa de la vida, Balada triste de trompeta o 30 monedas, sino que autores como Charlie Brooker han revelado que el mediometraje fue una de sus influencias para la antología de ciencia ficción Black Mirror, dado que nunca pudo olvidarla cuando la vio a los 13 años. También puede seguirse su pista en filmes como The Cabin in the Woods (2012) o Vivarium (2019).