La undécima muerte de Drácula: adiós, sir Christopher Lee (1922-2015)

Ayer la red se hacía eco del fallecimiento del Christopher Lee a los 93 años de edad. Un problema respiratorio se llevaba al mito del cine de terror el domingo. La respuesta del mundo del cine, la red y el fandom es un tsunami de respeto, cariño y homenajes. Figura fundamental en el cine fantástico. Era la presencia más imponente del cine gracias a su estatura y su voz profunda. Su trabajo como actor se expande por todos los géneros y hace inabarcable su estudio.  

Se puede decir que ha sido una muerte inesperada. Es fácil aceptar que un hombre anciano se marche de forma repentina, pero con Chris Lee no tanto. Sólo hace unos de meses que salió la edición doméstica de El Hobbit, la última vez que lo vimos en pantalla. Su porte era el mismo, su voz igual de poderosa y su Saruman imponente. Pero en algún momento tenía que descansar. Su vida, llena de anécdotas, misterios y hechos fabulosos podría ser el guión de un biopic espectacular, pero si algo caracterizó su trayectoria es por su infatigable dedicación y trabajo constante en el cine, televisión, teatro, videojuegos y música. Tiene el Guinness de apariciones en pantalla. Nadie ha superado sus más de 270 trabajos de actuación. Todas sus películas han ingresado más que las de ningún otro actor.

Por eso, quizá está de más revindicar sus trabajos fuera de la mítica productora Hammer o hacerse eco de las decenas de películas raras en las que apareció.  A escasos minutos de que la noticia de su muerte se hiciera oficial (en realidad murió el pasado Domingo) ya estaban recordándonos que Christopher Lee era algo más que Drácula. Desde luego. El actor ya se había encargado de demostrarlo, actuando, participando e interactuando. Siempre presente. El género fantástico, tal y cómo lo conocemos ahora, no existiría sin Lee. Pero además, él era el último mito del terror en activo. Fue Drácula, si, probablemente el último intérprete con vida que hiciera verdadera justicia al personaje. Y esa es una pérdida histórica, independientemente de sus otros papeles.

Hasta diez veces interpretó al conde. Otro récord. En mi caso, a diferencia de esos pepitos grillo de internet que  aleccionan sobre lo que ellos han visto y tú no, mi primer recuerdo del cine de terror es Drácula. Una noche, a escondidas, pude entrever en la televisión del salón una escena impactante. Un hombre alto, con colmillos y ojos enrojecidos, se abría el pecho con su uña y una chica con pechos muy apretados se agachaba para chupar la sangre que de allí manaba. Después, mi madre se preocupaba porque en preescolar dibujaba a Drácula en vez de patitos o casas al lado de un río. Normal. Algún año después, ya algo más mayor, pasaba los sábados por la noche viendo Alucine en la segunda cadena. Allí pasaban todas aquellas películas en las que Lee y Cushing repetían sus roles una y otra vez. Sábado tras sábado.

Y me di cuenta de que no sólo hacía de Drácula. También hacía del monstruo de Frankenstein, de la momia, de Rasputín… ¡hacía de todo! Incluso a alguna vez ese mismo vampiro salía haciendo de señor normal, malo eso sí, en una donde Sherlock Holmes era Van Helsing. Luego ya me enteraría que él también interpretaría, y muy bien, a Sherlock Holmes, pero por el momento me quedó claro que esos dos caballeros británicos estaban destinados de por vida a ser enemigos, fueran disfrazados de monstruos o no. Christopher Lee no era un icono, era el propio género fantástico hecho carne. Se puede seguir su rastro en todos los momentos importantes del género desde que en los cincuenta la Hammer diera la vuelta a los mitos góticos.

Lee no sólo no se afincó en una productora sino que trabajó para la competencia, Amicus, haciendo apariciones en alguna de sus producciones episódicas. Fuera de esas factorías, dentro del fantástico británico, protagonizaría títulos de culto como The Wicker man. Pero todo el fantástico europeo esta impregnado de su presencia. La era dorada del gótico italiano le tuvo como protagonista en varias de sus obras maestras, trabajando para, entre otros, el Gran Mario Bava. También se alió con nuestro mítico Jess Franco en sus adaptaciones de Fu-Manchú y, de nuevo, como conde en la fiel versión de Drácula del madrileño. También aparece en alguna pieza de culto de nuestro fantaterror, como Pánico en el transiberiano de Eugenio Martín.

Pudo sortear el encasillamiento y el olvido trabajando en infinidad de pequeños proyectos durante la década de los 80. Pero nunca dejó de tener papeles secundarios con directores del momento como Spielberg, Joe Dante etc. Su vuelta más pertinente fue de la mano de Tim Burton a finales de los 90, cuando todavía era director de moda. Después daría la réplica a Peter Cushing participando también en la segunda trilogía de la saga más importante de la ciencia ficción, Star Wars. El círculo se cerraría con su recordadísimo papel en la saga fantástica más influyente del siglo XXI, el Saruman de El señor de los anillos.

Es probable que sus papeles y colaboraciones fuera del fantástico estén a ese mismo nivel, trabajó con Welles, Charlton Heston, James Stewart o Errol Flynn. Fue villano Bond, Cardenal Richelieu, emperador de China y Ramsés. Pero se necesitan volúmenes para hacer recuento de todo. Por supuesto, su apasionante vida real sería digna de repaso, desde sus dos discos de Heavy Metal, sus cacerías de nazis a lo Malditos Bastardos o su pasión y conocimiento de lo esotérico y las ciencias ocultas. Chris Lee tenía otro récord más. Probablemente, fue el actor que más veces murió en pantalla, no hay otro sino para los malvados, y él fue el más grande villano del cine. Esta semana ha muerto por última vez. Ya no es el último mito del horror vivo. A partir de este momento, es leyenda.