Sitges 2015: lo que no te debes perder del cine visto en el festival de cine fantástico de Cataluña

Zombies, sectas, apocalipsis, brujas, documentales, Westerns, monstruos, asesinos… todo lo que da de sí la serie B, la serie A , la serie Z y el cine de autor en 169 películas estrenadas en distintas secciones. ¿Con que debes quedarte? Te proponemos una pequeña guía de lo que nos pareció más destacable para que apuntes y te prepares  para esta nueva temporada de fantástico.

Las que ganaron los premios

Acabó la 48 edición del Festival internacional de cine fantástico de Cataluña con la habitual sobredosis de títulos estrenados, algún récord de asistencia batido y un palmarés mucho más ajustado y coherente que en las ediciones del pasado lustro.

Algún tipo de intuición me decía que The invitation recibiría el premio a la mejor película y así fue. Un thriller con trasfondo sectario que empieza con cierta pereza pero que va subiendo la tensión y la paranoia hasta su gran tercer acto. Un premio merecido para un engranaje sorprendente del que es mejor no saber nada antes.

El jurado daba el premio especial a The Final Girls, muy divertida, con un dinámico guión que también se llevaría el premio principal. Nos la habían vendido como un homenaje al Slasher o la nueva Scream y tiene parte de eso, pero a mí me recordó más a El último gran héroe o un episodio de Cuentos Asombrosos en clave de comedia adolescente. La mejor dirección se la llevaría el modesto Western con caníbales Bone Tomahawk que gustó mucho a la crítica y que pese a su plantel de magníficos actores tiene una dirección discretita, encuadres amateur y una horrible fotografía digital que se pelea con su propia naturaleza de género.

Algo de polémica en el premio a mejor actriz para la protagonista de El nuevo nuevo testamento que aún divirtiendo, no fue de lo más aplaudido de la muestra. Tampoco hay unanimidad en el premio a mejor actor a Joel Edgerton por The Gift, que también había dirigido convenciendo a la mayoría de los que asistían a su pase. Quizá fue la manera de premiar un estupendo thriller que quizá chapotea demasiado en la industria como para incluirse en premios de más peso. Pese a su firmeza narrativa, el premio a la dirección novel se la arrebató The survivalist, un drama post-apocalíptico de pocos personajes que resulta efectivo y consecuentemente deprimente en un mercado que ya clama por menos dramas en el armaggedon.

Premio del público y efectos especiales se llevó I am a hero una de las tres brillantes adaptaciones de manga a acción real que se estrenaron en Sitges. Las otras dos Attack on titan y Parasyte  no convencieron al público como ésta World War Z a la japonesa, un carrusel de acción y gore constante rodada con un gran presupuesto. Más decepcionante es la ganadora del premio del jurado Joven. Turbo Kid, un muy esperado retro-revival de los 80 que mezcla mil referentes con gore, sintetizadores, neón y poco presupuesto. El resultado es muy irregular, arrítmico y falto de la gracia que si tiene Kung Fury, por ejemplo.

En otras secciones hubo premios para la ensalada de hostias que es SPL2: a time for consequences, en la onda de The Raid  peor peor. Anomalisa, un Kauffman con marionetas que usa un personaje antipático y una sencilla metáfora para mostrarnos una horrible visión de nuestra incapacidad para relacionarnos. Otro premio se llevaría la magnífica Anabel del crítico Antonio Trashorras, una de las pocas muestras de cine hecho aquí en competición. El documental Lost Soul sobre la gran ida de olla de Richard Stanley durante la filmación de La isla del Dr. Moreau se llevó el premio frente a los que cubrían la biografía de Tom Savini o H.R. Giger.

 

Las que no lo ganaron, pero hay que ver.

Si hay una película que todo el mundo quería ver era The Witch. Tras abrir la gala de inauguración no hubo mucha discusión. A casi todo el que asistió a alguno de sus pases le pareció una tremenda experiencia de horror. Resulta extraño por lo inusual de la propuesta, ya que no se parece a ningún tipo de movimiento en el cine de terror reciente. Es más bien una pieza de cine de brujería con la cualidad pictórica del Kubrick más contemplativo (Barry Lyndon) tras un empacho de las pinturas negras de Goya.

Ni una sola mención se llevaría The green room, una ultraviolenta mirada satírica a la rivalidad de punks y Skinheads en un espacio cerrado con un Patrick Stewart en un cambio de registro que te deja helado. Gustó la sencilla Cop Car, un thriller bien ejecutado pero que carece de un tramo final a la altura de la tensión construida. Mejor y mucho más desapercibida la tremenda La próxima vez apuntaré al corazón una crónica negra desde el punto de vista del asesino en serie con una interpretación magistral. También desde Francia, Gaspar Noé presentaba su Porno en tres dimensiones Love 3D que eyacula sobre el público literalmente entre planos de delirio visual con la especial sensibilidad del Francés. También su mujer presentaba película, Evolution, un cruce lovecratiano entre Cronemberg y Jaques Costeau.

Aunque para espectáculo visual The assassin hipnotizó a todo el auditori confirmádose como la cima del subgénero oriental wuxia. Se toma su tiempo pero consciente de que el valor de sus imágenes debe ser degustado sin prisas. Sorrentino convenció más aquí que en Cannes, donde su Youth no fue tan bien recibida. Quizá la gente esperaba otra gran belleza, la cual tampoco era para tanto, por lo que si buscan películas sobre viejos verdes aquí tienen otra ración. Más desapercibidas pasaron High-Rise que adaptaba con gusto una sátira de Ballard y Slow West, un western tardío con un gran Michael Fassbender y preciosa fotografía. Más Fassbender y más delirio visual en el nuevo Macbeth, que parece absorber los claroscuros de la versión de Welles y toda la cruda fisicidad de la de Polanski.

Un toque de comedia involuntaria en el thriller de Eli roth Knock Knock, que gustó a muy pocos pero merece ser reseñada por la gloriosa antiactuación de Keanu Reeves. También violenta pero mucho más divertida fue Mr. Right de Paco Cabezas, una especie de Tarantinada demodé pero que divierte en todo su metraje, con un Sam Rockwell con tanto carisma que explota. Absolutely Anything no pareció convencer a nadie pero durante su proyección las risas constantes inundaron el Auditori. Curioso. Es una comedia blanca pero inteligente, una mezcla perfecta entre Terry Jones y Simon Pegg, quien probablemente tenga aquí su mejor peli fuera de la trilogía del cornetto.

Y en el plano del terror destacó la turca Baskin, que creó reacciones encontradas de odio y amor por su sádica historia onírico-infernal de estructura matrioska e imágenes de tortura indelebles. Gustó la diabólica The Devil’s Candy, otra vuelta de tuerca al subgénero de las posesiones con banda sonora de rock duro. Más heavy metal y posesiones a lo Evil Dead en la gamberra Deathgasm, divertidísima, para acabar con la mano haciendo los cuernos. Hay muchas más destacables como la deliciosa animación de Relatos de Poe Extraordinary Tales o el sorprendente found footage Jeruzalem, entre otras muchas en un año en el que ha habido alguna que otra decepción y no pocas películas horrendas pero el resultado global es una edición apabullante en la calidad media y bastante sólida, confirmando que el fantástico goza de una salud excelente.

 

Artículo publicado originalmente en Gonzoo