Slither es una estupenda cinta de terror de la vieja escuela que recuperaba la vena hilarante de películas de la era Terroríficamente muertos (Evil Dead II, 1987), Braindead (1992) o la más cercana Shaun of the Dead (2004). Daba otra vuelta de tuerca a las invasiones extraterrestres en pueblecitos de los años 50, que a su vez, tuvieron su particular revisión en la gran explosión de cine de terror de los ochenta. Presupuestada con poco más de 15 millones de dólares, este producto de Universal se puede apreciar como todo un reflejo de su momento y el súbito abrazo a la confianza de los grandes estudios en películas de horror para adultos en los 2000, permitiendo la casquería sin remilgos, frente a la asepsia de los noventa y una tendencia más gótica y relativamente recatada de estos días.
Una muestra de la buena actitud de la industria hace 10 años, gracias sobre todo al éxito masivo de los remakes aún recientes. La crítica no la acogió con malos ojos, dejando un sabor agridulce a sus creadores mientras los resultados de taquilla resultaron poco menos que desastrosos. Imaginen, la primera película de uno de los grandes nombres de Marvel, se colocó en su primer fin de semana en octavo lugar. Lo doloroso es que estuvo por debajo, incluso, de otra película de terror de la que nadie se acuerda: Stay Alive (2006) que para colmo todavía permanecía en pantalla su segundo fin de semana. El desencadenante de esa falta de interés no pudo achacarse a la R en la calificación (tanto Silent hill como el remake de Las colinas tienen ojos acabaron con sendos Numero 1 de taquilla) sino que se culpó a la peligrosa mezcla de horror y humor, que en la era del torture porn espantaba a un público más interesado en violencia más real sin contrapunto de sarcasmo.
Independientemente del resultado, la ópera prima de Gunn es todo un festín para el aficionado: apelando a la nostalgia del cine de horror de los ochenta antes de que esta fuera un negocio rentable y funcionando como un gran homenaje afectuoso, respetuoso y divertido. Sin embargo, lo que mueve el proyecto y lo hace más interesante ahora es el espíritu irreverente y gamberro de su guion, que absorbe y remezcla todas sus influencias para crear un artefacto corrosivo en dónde Gunn se explaya a gusto con las convenciones de la vida rural americana. La trama de Slither se podría resumir en una invasión de babosas que transforman a los infectados en algo así como zombies y otras mutaciones. Esto nos suena, ¿no? Desde luego Slither no busca la originalidad, y las principales influencias confesas de la película son Vinieron de dentro de (Shivers, 1975) de David Cronenberg y La noche de los muertos vivientes (Night of the Living Dead, 1968) de George A. Romero entre otras que desgranaremos más adelante.
Con la primera, no hay duda y el homenaje es claro, reflejado en la escena central de la película, la secuencia del baño que Gunn plantea como un remix de la propia secuencia con Barbara Steele en la original y la otra escena de baño imitada decenas de veces, Nancy en Pesadilla en Elm Street (Nightmare in Elm Street, 1984) y hay que apuntar aquí una curiosa coincidencia, la novela de 1980 sobre unos pequeños reptiles que atacan en la bañera. Respecto a la obra de Romero, venía de un remake de la obra del padre de los zombies, y puede que fuera cortesía, todas las pelis de zombies caníbales vienen de ahí. Otra cosa es la afición de Gunn a poner zombies infantiles, concretamente niñas. Un hito que viene de la primera niña zombi de la película del 68, que utilizó en su remake y vuelve a usar de nuevo aquí. Posteriormente reciclado en Rec (2007) y el piloto de The Walking Dead probablemente moldeadas a partir de la de Amanecer de los muertos.
Sin buscar demasiado, en la película encontramos una interminable lista de películas de las que Slither toma algo prestado, si no hace directamente referencia a ellas. El parecido más irrefutable es con el pequeño clásico de los 80 dirigido por Fred Dekker, El terror llama a su puerta (Night of the Creeps, 1986) que era a su vez un gran compendio de homenajes a las películas de invasiones, comics de la EC, Romero y la citada cinta de Cronenberg. Los parecidos son principalmente de premisa: parásitos que se arrastran por el suelo, se introducen en la boca de las personas y las convierten en zombies. Sin embargo, los infectados aquí son zombies parlantes con características que les asemejan más a ultracuerpos, como sus conexiones telepáticas. Aunque los mayores parecidos con la de Dekker se dan en su convergencia a la hora de realizar un ejercicio de cinefagia por el género, con guiños y referencias por doquier a otras películas como utilizar nombres relacionados con el género de horror (mayormente de los films que homenajean) para bautizar a sus personajes. Uno de esos recados es el uso de la música de Depredador (Predator, 1987) que, curiosidades del destino, ahora guioniza Dekker para el reboot de Shane Black.
Otro compendio de referencias apuntadas por el propio Gunn, es la novela The puppet master (1951) de Robert Heinlein, y detalles del mundo del cómic menos accesible como el Uzumaki de Junji ito con sus delirantes mutaciones ancestrales y los pringosos comics underground de Renee French o Dave Cooper, en los que los apéndices cutáneos y tentáculos grasientos son parte habitual. Pero la gran asociación con el cine de los ochenta es la localización. La película transcurre en un pequeña zona rural del medio oeste de Norteamérica ,una comunidad alejada de núcleos urbanos, bastante cerrada en sí misma que nos acerca a lugares comunes en las monster movies de los 80, con policías campechanos y conocidos en todo el pueblo como en Critters (1986) , Mutant (1984) y perdedores encerrados en un lugar que podría haber salido en El terror no tiene Forma (The Blob, 1988) en la que el inicio de la acción también transcurre casi de forma idéntica: un meteorito que cae, una semilla o huevo del espacio, que acaba infectando a alguien. El momento, además, tiene una obvia semejanza al abrirse el huevo, con la misma Alien (1979), y posteriormente el ciclo de vida también tiene puntos en común.
La consecuente transformación del personaje interpretado por Michael Rooker pasa por distintas fases en las que se pasea por algunas muestras de relaciones románticas con mutación y decadencia. Comienza como una versión moderna de Me casé con un monstruo del espacio exterior (I married a monster from outer space, 1958) pasa por La mosca (The Fly, 1986) de David Cronenberg y, según se va transformando, sus estado final mutaciones recuerdan a Belial, el hermano horrible de la inquietante ¿Dónde te escondes hermano? (Basket Case, 1982) —No por casualidad hay un guiño directo con el nombre Henenlooter— , para terminar convirtiéndose en un terror deforme, tentacular y decididamente lovecraftiano, quizás por ser monstruosidades similares a las mostradas en La Cosa (The thing, 1982) de John Carpenter (obvia referencia en el diseño de prótesis y la criatura).
El aspecto tentacular no es la única referencia a Lovecraft. Aunque no tenga mucha relevancia en el peso de la trama, es mucho más importante la pequeña secuencia de alucinación de una víctima, unos segundos, que puede ver cómo la conexión telepática le lleva a ver y aprender los recuerdos del alien. En una escena de depredación de la especie en algún planeta del universo, observamos la conexión cósmica con la memoria extraterrestre. Además la conexión con el de Providence también juega por banda diagonal por sus adaptaciones al cine. Estas aberraciones viscosas parecen haber salido de una película de Brian Yuzna y Stuart Gordon. Se respira el espíritu splatstick de Re-animator (1985) por cada uno de los fotogramas, aunque tiene efectos y mutaciones más acordes a Re-Sonator (From Beyond, 1986) o Society (1989) con esa comunión de zombies con el Grant-monstruo que fusiona la carne como en la orgía final orquestada por el técnico de FX Screaming Mad George. Aquí los efectos están cuidadosamente creados por Todd Masters de Masters FX, recurriendo poco a los trucos generados por ordenador (salvo para los planos con muchas babosas) optando por el factor físico y grimoso en maquillajes y muñecos que suponen uno de las pocas apuestas recientes de Universal por los monstruos prácticos (uno años después decidió cambiar en el último momento por CGI todos los de la precuela de La Cosa.
El primer trabajo en el cine de Gunn fue en Troma Pictures. Eso se percibe en cierta afinidad de Slither con el trash, el humor grueso y guiños a su pasado como el cameo del gurú creador del invento: Lloyd Kauffman, así como una aparición especial de El vengador tóxico (The Toxic Avenger, 1984) en la tele. El contrapunto de los personajes unidos frente a una amenaza sobrenatural también recuerda a los aventureros de la saga Temblores, el colegio se llama Earl Bassett (personaje de Fred Ward en aquellas) y se suma a los guiños comentados, que se hacen incontables: un libro de Pesadillas, la voz del director y cantante Rob Zombie al teléfono, como doctor, los apellidos de algunos protagonistas: McReady, Cassavetes etc… El gusto de Gunn por el homenaje y los easter eggs se perpetúa en su carrera hasta el punto en el que el Gunn de Marvel hace un pequeño guiño a su yo novato poniendo una referencia a ‘Slither’ en su primer Guardianes de la Galaxia: en el museo del coleccionista interpretado por Benicio del Toro, podemos encontrar un terrario con unas babosas y un huevo que nos suenan.
El paso del tiempo le ha sentado bien a Slither. A pesar de sus inconsistencias tonales (a veces es demasiado, demasiado, troma) y algún fallito de principiante (la dirección no es lo más sólido del conjunto) hoy se nota mucho más que Gunn se preocupaba por crear personajes algo más trabajados que lo usual en el reciente cine de terror. Su guion antepone las relaciones entre los personajes principales, el drama de la protagonista y el cambio de Grant, al posterior ataque zombie que hemos visto mil veces. Además, el libreto está apoyado por un casting acertado con Nathan Fillion, un genial Michael Rooker, y Elizabeth Banks, que ha demostrado con el tiempo por qué era una elección clara para el director. Tiene grandes secuencias muy bien planificadas: el ataque de las babosas a la casa, la caza de Grant, el granero…, pero el conjunto final es heterogéneo a causa de que algunas escenas, que responden a la ambición de Gunn de incluir más y más de todo lo que le gusta, se quedan algo por debajo de los grandes momentos, como el ataque del ciervo casi cercano al clímax. Con sus imperfecciones, Slither es toda una rareza en una década de cine apocalíptico y de tortura, uno de los primeros alegatos a la nostalgia de los ochenta en la que nos vemos envueltos ahora y un petardazo de diversión, gore y monstruos digna de revisitar y reivindicar con urgencia.