Esta épica ópera de terror gótico estilizado hasta el extremo tiene un armazón sobre el que se construye la historia e intenciones de Gore Verbinski que responden a diferentes tradiciones del género, algunas más olvidadas que otras, y rinde homenaje a muchos clásicos y joyas perdidas.
Los relojes que indican la entrada a un mundo onírico de Alicia en el país de las maravillas son básicos literarios que ya casi ni hace falta volver a destacar, por ello no deben sorprender a nadie citas literarias así en una película cuyo punto de partida es el Drácula de Bram Stoker, con ese joven viajando en tren a un apartado pueblo europeo, con aldeanos recelosos y castillo maldito, con el posterior “secuestro” del hombre de negocios por el villano de turno. Repasemos el cocido de referentes de Gore Vervinski.
Edgar Allan Poe y el ciclo Roger Corman
Si bien la base de la película bien podría ser una traslación al fantástico de El sistema del Dr. Tarr y el profesor Fether, los ecos de la literatura de Poe se escurren entre las distintas grietas del castillo en el que se realizan las curas de la película. Desde La caída de la casa Usher, con su maldiciones y enfermedades familiares, su espacio como protagonista, y su componente incestuoso, a la sátira de las clases altas de La Máscara de la muerte roja. Precisamente, la versión fílmica de esta, rodada por Roger Corman, tiene un clímax directamente homenajeado en esta, con el castillo en fuego mientras sus habitantes siguen bailando, y con una concepción visual elegante y exuberante heredera del ciclo de la AIP, especialmente destacable en el vestuario. Otras entregas del ciclo también dejan su huella en La Cura del bienestar, como el romanticismo enfermo de La tumba de Ligeia (Tomb of Ligeia, 1964) o las terribles prácticas de los antepasados de El palacio de los espíritus (The Haunted Palace, 1963) lo cual abandona a Poe ya que en realidad, era una adaptación de otro escritor favorito que os sonará a todos.
H.P. Lovecraft y adaptaciones,
Y es que aquella peli de Corman tenía como base la novelita El caso de Charles Dexter Ward, la cual incluía experimentos de alquimia que dejaban experimentos fallidos sueltos por ahí. Poco a poco, las visiones del autor de Providence en el cine se van acercando a su espíritu a través de revisiones apócrifas como las recientes La Niebla (The Mist, 2007) o Stranger Things (2016) y la nueva película de Gore Verbinski puede unirse al club de mejores visiones del universo literario de Lovecraft en el cine. Pese a que en esta ocasión no esté presente el factor cósmico o interdimensional (que sepamos), La cura del bienestar consigue elaborar un misterio con la misma estructura que sus relatos. Desde la carta de un compañero de trabajo, la deslocalización geográfica del misterio, los cultos secretos y la presencia de seres acuáticos a los que adoran, como en este caso las anguilas, presentes en todos los recovecos del castillo en el que todo ocurre. Una estructura similar a otra de estas grandes adaptaciones apócrifas, con sectas secretas y presencia constante de lo acuático, como la maravillosa Dark Waters (1994).
Manicomios y Terror
Desde su principal referente literario, La montaña mágica de Thomas Mann, en el que un joven visita a un familiar en un sanatorio en los alpes, con su reflejo literario especular en la más moderna novela El santuario del Diablo, al ya comentado relato de Poe y sus adaptaciones (como la reciente Stonehearst Asylum, de Brad Anderson) la ficción de género en manicomios de cine ha dejado huella en la película de Verbinski. Pese a que más que un frenopático, nos propone una especie de balneario al estilo de El balneario de Battle Creek (1994) pero en versión satánica. Son incontables las películas que tienen relación con esta, pero todos los dedos apuntan a la más reciente, Shutter Island (2010), y aunque el desarrollo tiene puntos en común, La cura del bienestar juega mucho menos con la ambigüedad y, desde el principio, estamos en una conspiración muy tangible.
Con un gran abanico en el género, desde The Fifth Floor (1978) a The Dead Pit (1989), los manicomios con oscuros secretos y villanos imposibles han explotado el terreno que recorre La cura del bienestar. Incluso la española Hipnos (2004) curioso precedente de la de Scorsese, tiene muchos puntos en común. Pero probablemente, por su atmósfera malsana, su humor negro y su gusto por una concepción visual estilizada, su hermano mayor sería la excelente miniserie de Lars Von Trier El Reino (Riget, 1994) y su “remake” americano Hospital Kingdom (Stephen King’s Kingdom Hospital, 2004). Pero quizá el mayor parecido se encuentra en los mismos tratamientos de agua para rejuvenecer a ricos, baños de algas, secretos, imaginería similar, paranoia, «dieta especial» y otros secretos oscuros en el sanatorio junto al mar de Traitement de choc (1973). Incluso el Dr de Alain Delon se parece físicamente al barón de Jason Isaacs.
Roman Polanski
Una de las referencias reconocidas por el propio Verbinski. La obra de horror de Polanski está presente desde el plano inicial, con edificios en contrapicado al son de una melodía coral de tipo nana, como la imagen del edificio Dakota que abre La semilla del diablo (Rosemary’s Baby, 1968), con la que además comparte la atmósfera paranoica, en la que as extrañas vitaminas que nos receta el médico no son lo que parecen, y la manera de tratar el misterio y el culto de los aristócratas, que celebran la llegada de la menstruación de la hija de su líder como el nacimiento del anticristo. Un invitado en un castillo, con baile final incluido, como en El baile de los vampiros (The Fearless Vampire Killers, 1967) e incluso planos sacados directamente de El quimérico Inquilino (Le Locataire, 1976), como ese Lockhart espiando desde su ventana, sin acabar de discernir bien qué ocurre en el torreón de enfrente. Es conocida la admiración del director por Chinatown (1974) y, además de elegir un protagonista antipático y con los rasgos reptilianos como Jack Nicholson, con una pierna rota en vez de la nariz, alberga otras concordancias que se hacen claras al finalizar la película.
Cronenberg
El tema recurrente de las anguilas proporciona varios momentos de horror escurridizo, viscoso y con transmisión de pececillos a través del agua que recuerdan al universo del creador de Vinieron de dentro de (Shivers, 1975), pero es todo el ángulo de body horror, lógica científica decadente e instrumentales de tortura grotescos lo que la acerca al cine del canadiense. Hay un plano en los subterráneos en donde trabaja el villano que nos muestra los experimentos y las piezas de operación que podría haber salido de la colección de artilugios para úteros mutantes diseñados por los gemelos de Inseparables (Dead Ringers, 1988).
Stanley Kubrick
Ya en las primeras imágenes, Verbinski nos invita a recordar El Resplandor (The Shining, 1980) con un plano panorámico de un viaje en coche por carreteras tangentes a grandes montañas y bosques. Al llegar al destino, el propio castillo aislado es grande y con un edificio que bien podría ser el Overlook. Pero no se limita tanto a homenajear sus películas como a adoptar un estilo similar, frio y esterilizado, incluso adoptando un aspecto cuadrado para la composición del plano. Si hay algunos guiños visuales a La Naranja mecánica (A Clockwork Orange, 1971), como Lockhart grotescamente inmovilizado con aparatos como los que usaban con Malcom MacDowell para el método Ludovico, pero en la boca. El plano final, con ese “estoy curado” también tiene su correspondencia aquí.
Gótico Europeo clásico
Se ha relacionado La Cura del bienestar con ciertos referentes góticos como El fantasma de la ópera y la Hammer (como vimos, todo lo relacionado con Drácula) y sus perversas visiones del Frankenstein como perverso villano, y aunque no falta razón a estos apuntes, las resemblanzas góticas se ajustan algunas variables de aquel modelo, en especial las referidas a la figura del Mad Doctor con intenciones malsanas. Así, el barón del castillo aprende las técnicas de trasplante de cara del doctor de Ojos sin Rostro (Les yeux sans visage, 1960) de Franju, o el Dr. Orloff de Gritos en la noche (1962) de Jess Franco. Es aficionado a las torturas como los barones germánicos deformes de El Justiciero Rojo (La vergine di Norimberga, 1963) de Margheriti, el Baron Blood (Gli orrori del castello di Norimberga, 1972) de Mario Bava o El abominable Dr. Phibes (Abominable Dr. Phibes, 1972) de Fuest. Tiene una afición por la búsqueda de la eterna juventud común con el Christopher Lee de El tormento de las 13 doncellas (Die Schlangengrube und das Pendel, 1967), pero con el que mejor se llevaría es con el doctor de El horrible secreto del Dr. Hitchcock (L’orribile segreto del Dr. Hitchcock, 1963) de Ricardo Fredda, con quien comparte un extraño gusto por las psicopatías sexuales.
Terror de los 70
Pese a que Verbinski cita una pieza de los sesenta, El sirviente (The Servant, 1963) entre sus influencias, o la lógica de mal sueño febril de la cinta la acerque a la desorientación perversa de Seconds (1966), la mayor parte de películas con referencias, además de los autores comentados, son obras de los setenta. Por supuesto, mayormente de cine de terror, ecos visuales y de atmósfera para conseguir una lógica de pesadilla sin principio ni final como Amenaza en la sombra (Don’t look now, 1973). Huelga reincidir en el concepto de cultos ocultos y paganos, pero es imposible no mencionar The Wicker Man (1973), especialmente cuando en sus clímax entran en juego celebraciones y fuego. La trama de un hospital que va sacando la vida poco a poco a sus pacientes, recuerda a la conspiración paranoide de Coma (1978), en la que además, el almacén de cuerpos suspendidos recuerda mucho a esos tanques en donde se recuperan los pacientes de Volmer. Fuera del cine de terror, puede que una de las escenas más espeluznantes de toda la década se encontraba en un thriller político. Nos referimos a Marathon Man (1976), en la que a Dustin Hoffman le hacían un tratamiento dental salvaje. Además, toda la escena del tanque de anguilas tiene una dimensión visual que recuerda, casi como homenaje consciente, a Altered States (1980).