‘Swiss Army Man’ (2016) review

Swiss Army Man (2016) crítica

Fue conocida entre festivales como la película en la que el actor que hizo de Harry Potter es un zombie que se tira pedos y tiene erecciones al tiempo que los periodistas se iban de la sala. Después, hubo un creciente buzz de que, en realidad, la película era una arriesgada obra maestra malinterpretada. Spoiler: los que se fueron de los primeros pases tenían razón.

La creatividad, la originalidad y el riesgo en una película siempre es motivo de aplauso. No se puede negar que los responsables de Swiss Army Man han confundido lo original con lo excéntrico, pero, aún así,  por el esfuerzo vamos a dedicarles un aplauso. Pero solo uno. Este largometraje, probablemente fuera concebido una noche con unos cuantos amigos haciendo bromas de humor anal que les hacían mucha gracia a ellos mismos. Luego en una fiesta, ese mismo grupo de amigos repetirían sus chistes ante más gente. Puede que alguien pensara que ese grupo compartía entre ellos un algo especial y, aunque no le encontrara la gracia al asunto, se les uniría para no hacer el ridículo.

Imaginen que esto comenzara a suceder a escala masiva. Todo el mundo ríe la broma y esta se consolida como algo serio. El estatus de la broma de pedos es ahora un  proyecto reflexivo con capas de inusitada profundidad. Ahora el grupo de amigos es tan grande que cada vez son más los que, en vez de expresar su perplejidad ante la guasa, se unen a la etérea impostura por miedo a parecer idiotas. Bien, yo soy uno de los que no entiende la gracia, y me atrevo a decirlo por que puedo disfrutar con cortos de Kenneth Anger, Maya Deren y espectáculos de videoarte que, sin tener pies ni cabeza, consiguen hipnotizarme y fascinarme. No considero que mis gustos sean cerrados, pero cuando los diálogos de una película son terribles, no cabe vanguardia que valga.

Desafortunadamente, esta película está llena de ellos. Un hombre hablando con un muerto en una trama de aventuras excéntricas, casi oníricas tendría buena pinta si lo dirigiera un Terry Gilliam, pero la falta de personalidad de los creadores es tan evidente que incluso da lástima ver su cohambrosa imitación del estilo de Spike Jonze, quien probablemente habría conseguido que una idea como la que se plantea resultara interesante. Quizá ver a Paul Dano en el papel más irritante de su carrera hablando con Daniel Radcliffe de caca y masturbación tenga gracia, no sé, los primeros diez minutos. Necesitar de una hora de esa mierda (literal) para explicar que necesita inspiración para decirle hola a la chica que lleva stalkeando meses es, sencillamente hacer perder el tiempo al espectador.

El gran problema de la película es que aburre por no tiene ningún tipo de motor narrativo. Tan solo hay líneas de diálogo vacías que pretenden explicar, por gracia divina, los mecanismos ocultos de la depresión, como si fuera una versión imbécil del Spider (2001) de David Cronemberg . Va dando vueltas sobre algún chiste sobre erecciones, travestismo,  homosexualidad… Hasta hay un oso, que lamentablemente no se come a los protagonistas, y una sensación creciente de que esa aventura tiene una inevitable coda metafórica que esperas que no llegue a ocurrir. Mientras, para mantener la atención, o solo para estirar el corto que tenían pensado Daniel Scheinert y Daniel Kwan a la longitud de película, los realizadores ofrecen secuencias musicales, con músiquita pop lánguido y coros millenial que tratan de armonizar el significado de sus imágenes vacías. El resultado es mortal.

Aburrida y repugnante, es la película más larga del año durando solo hora y media, un remake de Náufrago (Castaway, 2000) pero en el que en vez de pelota hay un cadaver lleno de gases o un Este muerto está muy vivo (Weekend at Bernie, 1993) sin gracia y con la actitud pretenciosa de un proyecto de fin de carrera del tío más guayeras de la escuela de cine. Quiere ser más que un chiste de pedos pero ratifica su intención inicial con chistes sobre caca y estar empalmado. Trata de provocar como Jorodowsky pero solo consigue ser tan trascendente como un chiste de pedos contado por Chiquito de la calzada.