Para muchos, 2017 ha sido el año del terror, para otros, se ha quedado muy corto. Es cierto que 2016 fue un año de cosecha excepcional, irrepetible, en el que resultaba complicado descartar algunos títulos. Este año el nivel es más comedido pero para nada se ha quedado por debajo de las expectativas. El terror ha estado creciendo desde que el final del torture porn dejó las salas huérfanas en un principio de década regular. Las lsitas d elos mejor del año de cine de terror de un 2011, por ejemplo, ponían como mejor película Tú eres el siguiente (You’re Next, 2011), y el resto era francamente difícil encontrarlas en el cine. La calidad y cantidad de cine estrenado en salas ha ido en aumento y la taquilla ha sido inmejorable, aunque lo cierto es que mucho de ese dinero solo puede asignarse a un par de éxitos notables.
Ha habido grandes fiascos, como Alien: Covenant, y la taquilla no ha respondido a apuestas tan apabullantes como La cura del bienestar pero a pesar de ello, el éxito de IT abre nuevas y excitantes posibilidades para el cine clasificado R. Con todo, la oferta festivalera, el crowfunding y los esfuerzos independientes han sido tan importantes como siempre, y lejos de servir como muestra sin interés del trabajo de sus directores, son aproximaciones al género con más pasión y conocimiento de imaginería clásica que sus contrapartes millonarios. Por eso hemos incluido un buen puñado de obras que piden una segunda oportunidad entre otras que se han publicitado lo suficiente como para que las conozca la abuela.
Para la selección, no tenemos en cuenta las películas proyectadas en un festival que no hayan llegado a algún tipo de formato comercial como cine, bluray, dvd, o streaming digital en VOD durante el años 2017. Contamos como estreno comercial el primero del país que la estrenara en pantalla u otro tipo de formato.
15- Oats studios vol 1 (2017)
Sí, técnicamente, esto no es una película. O al menos no lo encontraréis así en internet movie database, pero se ha ido presentando como parte de un proyecto, y así el primer grupo de cortos de los estudios del director Neil Blokamp podría considerarse perfectamente como parte de una trilogía de ciencia ficción-terror completamente coherente y relacionada por su factura, sus temas y su difícil ejercicio de surf entre la ciencia ficción y el terror. Influenciados por el impacto del género en el blockbuster de los ochenta, mayormente por el universo Cameron de Aliens: el regreso (Aliens, 1985), el de McTiernan y Depredador (Predator, 1987) y el Carpenter de La Cosa (The Thing, 1982)
Lo cierto es que el apocalipsis extraterrestre de Rakka, el survival selvático con criaturas de Fire Base y, sobre todo, la pesadilla multiforme de Zygote, son una muestra del talento del director su categórica exposición de género sucio, grimoso entre la serie b mastodóntica y la ciencia ficción dura. Hay otras pruebas y muestras de Oats estudios, pero este volumen 1, hace palidecer a muchos esfuerzos realizados por grandes estudios este año, sería injusto no incluirlo como uno de los más notables avances audiovisuales ligados al terror de este año.
14- Hounds of Love (2017)
Hay algo con el cine australiano y los dramas criminales de horror crudo. Suelen dar en el clavo y el caso de esta elegante Hounds of Love cumple todos los requisitos de un buen thriller psicológico que además guarda bajo la mano algunas sorpresas desagradables. Los esfuerzos de Vicki para escapar de sus angustiosas circunstancias colocan a la película firmemente en el género de terror, pero los verdaderos monstruos aquí son los abusos sistémicos. Sin ofrecer nada especialmente nuevo, este esfuerzo independiente basado en hechos reales, es una especie de docudrama heredero del cine con parejas dedicadas al crimen como Los asesinos de la luna de miel (Honeymoon Killers, 1970) que consigue aterrorizar mostrando a desesperación de un secuestro de forma hiperrealista.
Su uso de la fotografía naturalista y un grano documental que nos lleva a la mitad de los años ochenta, sirve como catalizador perfecto para el desarrollo de una relación tóxica entre la pareja de secuestradores y su víctima. La aparición de la tensión es sencilla pero tremendamente efectiva al trasladar al espectador la angustia ante el terrible futuro que espera a Vicki Maloney, puro terror combinado con el estudio de personajes de la pareja perturbada y elevado además, por una composición de planos que no la hacen parecer un debut. Un viaje desgarrador sin grandes descubrimientos pero suficientemente sólido como para seguir la pista al próximo trabajo de Ben Young, su guionista y director.
13- Crudo (Raw, 2016)
Aunque nos la vendieran como la nueva provocadora de desmayos, el mayor hallazgo de Raw es el exagerado e inhóspito el clima de la facultad que nos mete y nos hace recordar nuestros primeros pasos fuera de casa, cuando todo es hostil y desapacible. Un microcosmos de cadáveres animales y carne que le da ese punto enfermizo en el que transcurre su historia de iniciación en el que el bullying, la anorexia, virginidad, sexo y envidias adolescentes son analizadas de una forma inteligente por su directora, que entre la sangre y momentos desagradables confía en su sencilla historia como afluente de varios subtextos. El canibalismo se trata con un efecto intimista, como moneda de cambio para Justine, mientras camina por su agujero macabro hacia la metamorfosis.
Una estructura de cine de iniciación nada ajena al género, pero que adopta connotaciones cronenbergianas. Un drama con corazón de cine de terror que acaba rindiéndose a su estructura de “yo fui un monstruo adolescente” tan popular en los cincuenta. Una nueva Blood of Drácula (1957) con más que ver con Ginger Snaps (2000) que con el mumblecore, Cuando Ducournau tiene las ideas alineadas con la historia, crudo llega a brillar por encima de su gore, que es una muy pequeña parte de lo que la hace digna de mención. La interpretación de Garance Marillier rompe la pana para dibujar un aterrador retrato del crecimiento sexual, la madurez y la independencia donde el canibalismo es solo un catalizador.
12- Johnny Frank Garret’s Last Words (2016)
Simon Rumley es uno de esos ejemplos de cineasta local que trabaja al margen del sistema y no tiene ninguna cortapisa para realizar el proyecto que le apetece sin rendir cuentas a nadie. Por ello su carrera es ecléctica, sin un rumbo fijo o un rasgo de autor más allá de sus técnicas de guerrilla, su conocimiento del submundo white trash y sus habitantes, su placer por la mugre y la furia y una cierta actitud retro no muy distinta en ocasiones a la que demuestra Rob Zombie cuando retrata a sus personajes. Por ello no es fácil saber a qué atenerse con una nueva película suya, tiene muestras que van desde lo soporífero a lo fascinante.
Johnny Frank Garret’s Last Words se puede adscribir a sus películas más accesibles, e incluso se puede considerar como la respuesta de un cineasta que brilló en los años 2000 con el regreso de las texturas sucias y los 70, a la tradición sobrenatural que ha abrazado al género estos años. Pero claro, esto no tiene nada que ver con un Insidious (2010). Rumley utiliza el documental del mismo nombre para contar la historia real de la maldición alrededor del asesinato por parte del estado del reo llamado Frank Garret. El resultado es una especie de docudrama que podría ser de cualquier programa tipo A Haunted o cualquier Cuarto Milenio con piezas rodadas con actores. Pero claro, el director utiliza el caso real para crear un ejercicio de estilo puro, un viaje en dónde lo que importa es su manera de narrar, su montaje, su atención por el detalle y los sonidos para crear atmosferas. Una película inusual, que merece la consideración de verse, al menos una vez por el aficionado curioso.
11- Brimstone (2017)
Este épico drama feminista tiene las maneras de un western gótico de horror y ultraviolencia. Tiene ciertas reminiscencias a La noche del cazador (Night of The Hunter, 1955) en cuanto a que el protagonista es un predicador que esconde una bestia dentro, un lobo feroz terrorífico que hará que no volvamos a ver a Guy Pierce de la misma manera nunca más. La diferencia es que aquí si es un pastor de verdad y uno bastante convencido y fanático. La represión sexual como una pesadilla de terror religioso, como un psycho-thriller contado en distintos momentos de la vida de una víctima, desestructurando el relato para crear la sensación de desarraigo y miedo puro en el tiempo.
Para muchos su excesiva duración y su ritmo sin prisas es un gran escollo, pero la tensión nunca la abandona y se percibe como un guiso a fuego lento que va metiéndose debajo de la piel poco a poco. El pulso de Dakota Fanning con su maltratador alcanza cotas operísticas con la sombría banda sonora de Junkie XL. Una película áspera, escalofriante por momentos y totalmente despiadada, con un tono frío que el holandés Martin Kolhooven parece haber rescatado de algún Western de Corbucci. Mucho mejor de lo que se ha hecho ver.
10- You Better Watch Out (2016)
Vista en Sitges bajo el nombre de Safe Neighborhood, esta pequeña y modesta versión navideña de un home invasion ha sido rebautizada según la canción tradicional con gusto y acierto. Por derecho se convertirá en un pequeño miniclásico en estas fechas para ver en programa doble con Krampus (2015) o cualquier buen asedio de algún Santa Claus asesino. La premisa es muy sencilla, clásica a más no poder y deudora del cine de terror tradicional. Niñera encargada de un par de niños, asediada por extraños. Un woman in peril con ligero tono de comedia negra, pero tocando temas demasiado perturbadores como para mostrarse como una propuesta precisamente simpática.
Ya se sabe que cuando hay niños involucrados en películas de terror puede haber situaciones potencialmente conflictivas y, sin levantar ningún punto argumental, You Better Watch Out es una de esas películas que no tiene problemas en afrontarlas. Sin entrar en más detalles, lo único que hay que saber es que es tan terrorífica como divertida (si tu idea de diversión involucra el gore y la tortura ocasionales). Un filme de horror de sorpresa constante y con buenas interpretaciones, bien actuado, que en el fondo es un trozo de turrón envenenado sobre la vida en barrios privilegiados, las navidades o la masculinidad tóxica.
9- The Belko experiment (2017)
Nos gusta Greg McLean. No les vamos a engañar, y si el año pasado nos dio una de cal y otra de arena, este nos ha regalado dos grandes películas de género. Una es Jungle, un survival sobre una historia real que se ajusta, en principio, mejor a su filmografía que esta pesadilla en un edificio de oficinas escrita y producida nada menos que por James Gunn. Había altas expectativas y parece que esta sucesión de empleados del mes disparándose a bocajarro no ha terminado de cuajar entre el aficionado, pero en mi opinión, es un perfecto ejemplo de survival salvaje lleno de humor negro y crueldad misántropa acompañada de una buena ración de salsa roja y toques de ironía en forma de banda sonora.
No cuenta nada que no hayamos visto en Battle Royale (2000), claro, pero la diferencia de colocar a sus personajes en una oficina en vez de una clase de instituto es, básicamente, un movimiento involuntariamente maestro para confirmar que, efectivamente, el espacio laboral es tan solo una secuela del instituto, con las mismas envidias, juegos de jerarquía y mezquindad. Y esto nos da la oportunidad de degustar el corrosivo guion de Gunn, que se vuelve a mostrar como un gran conocedor del carácter humano más deleznable cuando aflora en una situación de encierro, como hiciera en la increíble Amanecer de los muertos (Dawn of the Dead, 2004). Pero lo que consigue The Belko Experiment, en medio de su trepidante orgía de sangre, gore y tiros en la cabeza, es retratar de forma increíble las dinámicas que existen en el día a día de una oficina, las relaciones de poder y el mundo gris que encierra su glamour externo inherente. De manera que la película funciona como un ejercicio de catarsis para cualquiera que sufra o haya sufrido la vida en una de esas prisiones con forma de mesa de escritorio.
8- Sweet Sweet Lonely Girl (2016)
Una de nuestras grandes favoritas de Sitges 2016 fue esta pequeña película indie estrenada este año de tapadillo, sin armar mucho ruido entre los aficionados ni generar bolas virales en redes sociales. Dirigida por el argentino A.D. Calvo, esta muestra de terror psicológico y sobrenatural está mejor acabada que algunas de sus obras anteriores. Destaca especialmente por su uso de las atmósferas y las texturas vintage con las que juega en su desarrollo de un amor adolescente de dos chicas que podría estar firmando el Lucky Mckee de los primeros 2000.
Una película llena de misterios, gusto por el cine de terror neoclásico de los 60-70 con especial predilección por maravillas no demasiado recordadas como La maldición de los Bishop (Let’s Scare Jessica to Death, 1971) o Pesadilla Diabólica (Burnt Offerings, 1976) y un ambiente etéreo similar al de obras como Un reflejo de miedo (A Reflection of Fear, 1972). Una rara avis, modestísima, que merece la pena conocer, revisitar y degustar. Un director a explorar, pues su filmografía, aunque irregular, es lo suficientemente rica como para merecer mucha más atención de la que se le ha prestado en los últimos años. Esto es el verdadero indie. Proyectos personalísimos con medios justos y fuera de cualquier corriente actual.
7- Gerald’s Game (2017)
Mike Flanangan consigue redondear una de la mejores adaptaciones del universo de Stephen King, consiguiendo hacer trepidante un punto de partida minimalista. Consigue aterrar sin olvidar su universo visual y, aunque no es capaz de sobreponerse al mayor problema del material de partida para elevarlo, su epílogo, mantiene el tipo durante más de hora y media. La adaptación cumple con creces con una estructura creciente, paulatinamente más rica en matices conforme entramos de forma más profunda en lo que lleva a Jessie a convertirse en la persona que está ahí atada en la cama.
El juego de la mujer para intentar escapar, se combina con los propios descubrimientos sobre sí misma de una forma acompasada, nada apresurada pero cada vez más absorbente. El director se lleva a su terreno el texto y consigue algunas piezas de terror escalofriante, que se benefician de su currículum previo. Mención aparte, una espectacular Carla Gugino, que elabora un personaje transparente y frágil que va mostrando su coraje sin traicionar nunca la primera impresión sobre ella y lleva sobre sus hombros el viraje entre lo psicológico, lo real y el peligro de la situación, que se van pasando la pelota hasta su fantástico clímax. Una de las más sólidas películas de terror del año.
6- IT (2017)
¡Más Stephen King! La esperada nueva versión de la gran novela de terror americana triunfa en un gran número de departamentos, y, aunque incomprensiblemente se torpedea a sí misma en la fase de postproducción con una sinfonía de golpes de sonido innecesaria que hace que, si bien no flota como debiera, siga siendo una de las muestras más sólidas de terror tradicional puestas en pantalla en los últimos años. Bill Skarsgard capta bien la naturaleza no humana del payaso Pennywise, y en sus transformaciones, en su variedad de formas e ilusiones, es en donde Muschietti ofrece lo que la miniserie de los 90 no pudo conseguir. Gran variedad de apariciones que ofrece ricas influencias de imaginería, inéditas en el cine más comercial, que van desde Modigliani a Junji Ito le alejan de la vulgaridad y deja piezas que serán recordadas en el género en años venideros, como la tremenda escena inicial, de Georgie y el barquito, o las apariciones más sutiles.
El argentino ha sabido exprimir la razón de ser de los perdedores, tanto a nivel individual como grupal, y eso le da una consistencia poco habitual a un producto de género de estas características. Todos los actores sacan un brillo especial a cada uno de sus personajes y consiguen estar a la altura de las circunstancias. También consigue ilustrar de forma excepcional la naturaleza corrupta y decadente de los habitantes de Derry, en un casting directamente sacado del cuadro ‘American Gothic’. Quizá por estos elementos ha enganchado al público, convirtiéndose en la película de terror más taquillera de la historia. Algo tendrá.
5- Verónica (2017)
La mejor película de Plaza se mete de lleno en las corrientes que rigen el cine de terror actual creando una de las muestras más sólidas de los últimos años gracias a su cuidado del detalle y la oscura visión del fin de la infancia como un mundo de horrores y fuerzas diabólicas. Su gran triunfo es meternos tan bien en la piel de una adolescente de quince años hastiada, superada y en un bucle de tristeza por la pérdida. El corazón de Verónica es la propia Verónica, propia obsesión melancolía y su papel de guardiana roza, en ocasiones, espirales de locura polanskiana que entroncan perfectamente con su vocación sobrenatural y la llevan más allá del mero espectáculo de terror, hasta el terreno de la fantasía oscura y la metáfora de horror llevada a cabo por obras como En compañía de Lobos (A Company of Wolves, 1984).
Está claro que Verónica es una consecuencia de su momento, sí. Toma como punto de partida un caso paranormal real, utiliza la ambientación de época y la música de esos años como elemento conectivo, pero es mucho más que una versión castiza de Expediente Warren (The Conjuring, 2013) que escarba en algunos clásicos ocultos como La Centinela (The Sentinel, 1977) y le da la vuelta a muchos tópicos dotándoles de una personalidad castiza y dando la vuelta a escenas que están más que asimiladas por el espectador. Pero sobre todo, logra diferenciarse del resto de películas de la factoría Warner o Blumhouse convirtiéndose en un coming of age oscuro, divertido, terrorífico y triste que la colocan en el top ten de las mejores películas de terror que se hayan realizado nunca en España.
4- Déjame Salir (Get Out, 2017)
Una película pequeña, de presupuesto ajustado y pocos personajes que ha sido la sorpresa de taquilla de 2017 en Estados Unidos sorprendiendo hasta al mismo Jason Blum, un águila rentabilizando sus pequeñas inversiones. Muchas de las grandes películas de terror de la historia del cine se caracterizan por derramar una gran cantidad de comentario social sin hacerlo de forma secundaria sino con molde de gran sátira que afecta a la trama y al propio desarrollo del filme en sí. Heredera directa, en ese aspecto, del llorado George Romero, Déjame Salir convence por su claridad narrativa, un equilibrio de los elementos básicos de guion y dirección de actores precisa y una puesta en escena sencilla pero tremendamente efectiva en la exposición de los elementos con los que juega al suspense hitchcockniano.
Una pesadilla en forma de relato moral invertido, lleno de contenido e ironía, pero también con narración casi impoluta y una serie de elementos reconocibles que la convierten en un pequeño clásico, con el gran peligro de perder su poder relevante en años venideros por su dependencia de algunos tropos de su tiempo y de la fuerte personalidad del autor. Eso no le res valía e idiosincrasia en un panorama en el que el cine de terror parecía haber perdido su poder evocador, de tuerca efectiva contra la pérdida de la conciencia colectiva.
3- The Evil Within (2017)
Estrenada en España solo en festivales como Nocturna, la disponibilidad de esta extrañísima película está condenada por su problemática distribución. Algo que solo implementa su carácter de obra de culto, pero de culto de verdad. De las que solo podías alcanzar una copia si algún amigo la tenía en VHS grabado de otra copia. Obviamente, ahora es mucho más fácil acceder a ella, pero para los tiempos que corren, permanece desconocida y lo permanecerá aún más tiempo conforme la oferta salvaje de los tiempos digitales la haga perderse en el limbo de los títulos que nadie recuerda. Para más inri se llama igual que un famosísimo videojuego de terror, con lo que, para colmo, Google la tratará como la obra marginal que es.
Desde luego, su historia fuera de la pantalla da para libro, o historia de terror. Imaginen estar trabajando en la película durante 15 años y no lograr verla acabada nunca. Es lo que le pasó a Andrew Getty, nieto del magnate del petróleo popular estos días por ser interpretado por Kevin Spacey, para ser reemplazado por Christopher Plummer en la película All the Money in the World (2017). El heredero acabó tristemente y su película queda como un testamento a su propia vida problemática y sus experiencias con las drogas. The Evil Within es un viaje mental abrupto y accidentado pero lleno de fugas oníricas inquietantes, efectos especiales tradicionales, Stop motion, perversidad, y lógica de pesadilla que oprime, atrapa y crea un estado de hipnosis que está por encima de las decenas de fallos técnicos o de guion que pueda tener la película. Un accidente sin precedentes, un caramelo envenenado para seguir redescubriendo en años venideros. No vas a ver nada igual en los años que vienen.
2- The Void (2017)
Limitada en sus medios y en recursos de sus directores, esta modesta muestra de género logra sobreponerse a las limitaciones de película de amigos para lograr un esfuerzo titánico para sobreponerse a su estigma de producto directo a VOD. Lo hace con pura humildad, y triunfa en su sencillo uso de mecanismos para la plasmación del sobrecogimiento del verdadero horror cósmico que pocas veces había sido puesto en pantalla. Para ello, usa como factor de multiplicación los temas y vestigios visuales de Lucio Fulci y Clive Barker, tratando de emular a sobriedad narrativa de John Carpenter más nihilista. El vacío no tiene intenciones de alcanzar a su maestro ni pretende aportar nada nuevo al panorama de terror, sino que se apoya en elementos de otra era para rescatar un tipo de cine muy concreto. Desde luego, le pesa su condición de esfuerzo independiente pero exuda tal pasión y amor al género y sus maestros en cada fotograma que, dejando atrás su trabajo referencial a su espíritu lúdico, logra condensar una atmósfera tensa y lóbrega sobre la que se va destapando su constante ristra de sorpresas Lovecraftianas sin rendir cuentas a nadie. Un milagro de fans, para fans, que nunca habría visto la luz de otra forma.
Por supuesto, es muy consciente de sus referentes, y los celebra. También sorprende su buena factura para ser un proyecto crowfunding, con algunos de los FX prácticos más alucinantes vistos en años. Con diseños pesadillescos, la importancia que le dan al plantel de creaciones grimosas puede hacer pensar que hay un carácter de excusa, que sólo sirven para el deleite visual que obedece al mero ejercicio nostálgico, pero esa delectación por el látex, es también un resorte narrativo en sí mismo. Una obra instantáneamente de culto, un proyecto oscuro, árido y sin concesiones, con una visión ochentera del género inamovible que no juega al guiño kistch, sino que busca, desesperadamente, convertirse en una de las películas que nunca llegaron a hacerse en esa época, sin miradas irónicas ni chascarrillos innecesarios. Un abrazo sin concesiones a lo insondable e incluso surreal, que propone nuevas vías para el género utilizando las mismas bases literarias de donde proviene.
1-La cura del bienestar (A cure for Wellness, 2017)
Gore Verbinski afronta una tarea titánica de resurrección del cine gótico europeo de los sesenta a través de referentes literarios, desde Poe a Lovecraft, para esculpir una exuberante epopeya de terror alucinógeno de factura preciosista. Con la perversidad de Polanski y la obsesión visual por el detalle de Stanley Kubrick, es una gran apuesta, casi suicida, de un director ecléctico pero con una capacidad visual fuera del alcance de muchos de sus compañeros de generación. Aunque para algunos su debilidad sea su duración, el objetivo de la obra no es la propia historia, sino la narración visual en la que cada plano, cada encuadre, está pensado, embellecido y cuidado hasta el más mínimo detalle, por lo que por lo que a mí respecta, podría quedarme hora más delante de la pantalla. Una pena que las ediciones en vídeo hayan perdido su ratio original de 1:66
La pesadilla de un hombre tratando de llevarse a otro de un sanatorio en Suiza se convierte en una colección de set pieces, un paseo por un laberinto cada vez más axfisiante, un túnel del terror por capítulos, que adquiere un sentido conjunto a través de su estética, su actitud y sus pequeños detalles, que se deleita y descansa para recrearse en los símbolos las pistas y visiones, para hacer más sólida su sintaxis sensorial y desembocar en suntuoso y criticado clímax, un copete perfecto, en donde su artillería de clasicismo se desata en el delirio más Felliniesco, y podemos degustar sus influencias visuales del Corman más elegante, Ricardo Fredda, Margheriti y otros héroes del gótico italiano menos revisitado. Una película-experiencia para degustar sin prisas, con una copa de vino amargo en la mano, para dejarse sorprender con su atmósfera malsana, su catálogo de retorcidas imágenes de textura atemporal y perderse en un universo de perfidia inédito estos días. El hecho de que una gran productora esté detrás de esto es prácticamente un milagro. La Cura del Bienestar es, probablemente, uno de los escasos y genuinos futuros clásicos del cine de terror de la presente década.
Eh, y de regalo, haremos una pequeña selección que da rabia no mencionar que merecen, como poco un vistazo. Las ponemos sin orden ni preferencia:
Creep 2, The Unkindness of Ravens, Shin Godzilla, The Lure, Annabelle: Creation, Life, The Babysitter, 1922, Bedevilled, Don’t hang up, The Devil of the Dark, It Stains the Sands Red, The Mummy (sí, chavales), The Bride (Nevesta), Creepy.