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American Horror Story: Roanoke

La única serie de terror que se atreve a mirar de tú a tú al gigante «The Walking Dead» llega a su sexta temporada con nuevas energías, tratando de recuperar el tono mórbido y más serio que los fans echan de menos.

Tras una temporada de verano plagada de publicidad y campañas virales masivas y un aparatoso juego de marketing de despiste plagado de falsos teasers y pósters, la última temporada de American Horror Store (AHS) reveló su temática: una historia de casa encantada con la misteriosa desaparición de la colonia Roanoke como trasfondo. La diferencia principal con las últimas temporadas es que hay un intento de jugar con el formato para romper la fórmula sobre la que según su creador «se estaba acomodando; en algún momento perdí lo que hacía la serie interesante, nos movíamos hacia grandes capítulos, operísticos y largos, y lo único que podía hacer era romper esa tendencia» comenta Ryan Murphy.

Por eso, la nueva temporada adopta un formato de docudrama, típico de programas de canales como Discovery Max, en los que se alternan entrevistas a protagonistas de historias reales (en Estados Unidos triunfan mucho las dedicadas al terror paranormal como A Haunting o Paranormal Witness). De forma que su historia de casa encantada, asesinatos rituales y extrañas criaturas se presenta como una mofa (o carta de amor, con Murphy nunca está claro) a ese tipo de televisión. Sin embargo, para su creador es «una vuelta a lo real, episodios más cortos, más gore y sin sutilidad. Además, antes, cuando moría un personaje, si me gustaba el actor, podía regresar, pero este año si muere desaparece, lo que da más miedo y es más creíble».

La sexta temporada presenta «My Roanoke Nightmare», un falso documental centrado en las experiencias vividas por la pareja Shelby Miller (Lily Rabe) y Matt Miller (Andre Holland) (recreados por Sarah Paulson y Cuba Gooding Jr. Respectivamente, en la versión dramatizada de los hechos), quienes comienzan vivir a una casa colonial en Carolina del Norte. Desde el momento en que la pareja se instala, una serie de eventos paranormales comienzan a suceder a su alrededor. La mansión se encuentra al lado del asentamiento Roanoke, una colonia del siglo XVI  cuyos habitantes desaparecieron sin dejar rastro en 1590 sin ningún tipo de explicación.

Dicen críticos y aficionados que esta nueva temporada es una inyección de la calidad de la que hizo AHS una serie de culto y, desde luego, hay una actitud de mejorar su usual narración farragosa. El tono más directo. Su acertada imaginería de terror vuelve a ser efectiva y hay una preocupación por la historia, pero para ser franco, creo que Roanoke vuelve a pecar de uno de los problemas que dragan el ritmo de la serie desde el principio. Sus personajes están caricaturizados y las descompensaciones del guion a veces da la sensación de que esté escrito sobre la marcha. Se intentan meter demasiados ingredientes en la olla y da la sensación de que sus creadores, más que disfrutar con el género, les gusta enumerar sus elementos desde una perspectiva irónica, que podrían permitirse si hicieran una deconstrucción suspicaz de sus clichés. La elección del formato docudrama resulta graciosa durante el primer capítulo, pero pronto se torna demasiado burlona como para tomarse en serio lo que relata. Hay momentos destacables, como la carnicería del capítulo siete, la aparición de un espectro/criatura reptante que parece haber salido de una película de terror Japonés como Ju-On, o el video con el asesino de cabeza de cerdo. Pero llegado el ecuador de la serie hay un giro radical, pero esperable, que endurece el tono y elimina algo de su molesto tono de sorna. Una temporada que da vueltas sobre la telerrealidad, los realities y el famoseo que no parece tanto una crítica sino una fascinación recalcitrante por los mismos que deja la sensación de que se ha desaprovechado la sugerente y misteriosa historia real de la colonia Roanoke.