Army of the Dead (2020): la hermana idiota y con esteroides del remake de ‘Dawn of the Dead’

Zack Snyder combina muertos vivientes y atracos en una salvaje pero irregular recreación del espíritu de videojuegos como Dead Rising a la experiencia cinematográfica, con mucha acción, dramones, ritmo a trompicones, hectolitros de sangre, Zombies kung fu, orcos y unos cuantos arrebatos de mal gusto en una decepcionante vuelta al género del gran renovador del mismo en el siglo XXI, que luce como un directo a vídeo de 90 millones de dólares.

Nota: 55

En un momento clave del clímax de Dawn of the Dead (2004), de entre las masas de muertos vivientes, aparecía uno de ellos con un bidón de gas que los héroes habían lanzado, levantándolo como un atleta de halterofilia para que uno de los personajes pudiera disparar. En aquel momento, entre el frenético acontecer de escaramuzas, tiros, huidas y disparos, que cambiaron el género a partir del clásico de George A. Romero de los 70, ese pequeño detalle parecía casi un momento gracioso, el hecho de que entre los resucitados hubiera un hombretón, que seguramente ya daría miedo en vida, no hacía sino aumentar la sensación de que el contagio no entiende de clases, sexo, razas, tamaño ni profesión. Pero no dejaba de ser también un poco chirriante, casi naif, al parecer un ser monstruoso de otro tipo de película.


Cuando llegó 300 (2006) parecía que la anterior película la había dirigido otra persona, pero de alguna manera se forjó el Zack Snyder que todos conocemos ahora. Por supuesto, entre los ejércitos de Jerjes aparecía otro hombre gigante, monstruoso, usado como gran arma que tenía esa misma caracterización de fantasía épica que era presentado con la lógica de videojuego de “rival más grande”. Ahora, 17 años más tarde, Snyder vuelve al terreno de los zombies con Army of the Dead, no solo ignorando las mejores virtudes de su espectacular debut, sino que plagando la pantalla de esos uber zombies de fin de fase, tan grotescos que parecen descartes de una mala secuela a vídeo de algún éxito de taquilla, de esos que no entienden nada de lo que hacía especial a la original. Solo que aquí la secuela a vídeo es muy, muy cara. De hecho, es en esta película donde decide convertir a ese zombie jefe final en un Uruk Hai, concretamente el berserker “suicida” de Lord of the Rings, con su casco de metal y todo. Y ahora se explica mejor aquel primer grandote de su precoz obra maestra.


Pero el detalle de cambiar a los zombies por orcos no es tanto un problema como un síntoma. La evolución de Zack Snyder como cineasta se ha curtido a base de anabolizantes, uso arbitrario del slow motion y la cada vez más clara vocación de ser el sustituto natural de Michael Bay en Hollywood. Si al final de los créditos viniera firmada por el director de Transformers (2007) a nadie le sorprendería demasiado. Si el Snyder de 2004 hubiera empezado sus créditos con el Viva Las Vegas de Dead Kennedys aquí lo hace con una empalagosa versión de Karaoke con voz de Operación Triunfo o cantante en evento de la Super Bowl que acompañarán el resto de versiones con las que adereza de cuando en cuando las escenas. Las imágenes que acompañan esa cover son, por supuesto, en cámara lenta, una divertida orgía gore que tiene también parte de trasfondo de los personajes, pero que, más allá del salvajismo al que se atreve en esta ocasión, no son más que un remedo de los geniales títulos de Zombieland. No esperéis a Johnny Cash aquí.


Los créditos vienen precedidos de un pequeño prólogo en el que ya vemos las primeras carencias. Un chabacano momento que lleva a la liberación de un zombie que parece un luchador Wrestling. Zombies sin camiseta, zombies mazados. La tónica general del film. Un gusto de película de acción de televisión y protagonistas cortados por el patrón de comprobar quién tiene menos grasa entre fibras, con una descripción que hace que los personajes de Den of Thieves (2018) parezcan apocados. Los primeros minutos, llenos de tiros y gore, son un espejismo. Durante la primera hora de prolegómenos se desarrollan los planes de entrar a rescatar un dinero de Las Vegas con un par de subtramas dibujadas y la acción no empieza hasta que logran entrar, un poco al estilo de Escape from New York(1981), o más bien Doomsday (2008), pero cuyo mayor parecido a John Carpenter es en el maquillaje de la tribu de Ghosts of Mars (2001). Sin embargo todos los dibujos han sido difusos, parece que tampoco hubiera hecho ninguna falta, pero aquí estamos. Quizá lo más decepcionante es que se plantan detalles, como esos zombies “latentes” de los que el guion se olvida, que no llegan a utilizarse nunca.

A partir de ese momento, Army of the Dead se vuelve un blockbuster de estructura de libro, pese a que debería ser una misión contrarreloj. Alterna escenas de acción con lógica de shooter que no escatiman en disparos a la cabeza, sangre y todo el gore que se le puede pedir a un film de zombies, con parones de ritmo de drama familiar espeso y forzado, que no pegan nada con el supuesto tono divertido y macarra de la propuesta. En una de esas tramas toma prestada la idea de los muertos evolucionados, tan cuidadosamente presentada por George A. Romero película a película —esa idea que en el 2005 le valió agrias críticas de los aficionados— y trata de darles empatía y sentido de comunidad sin ningún tipo de preparación previa, dando unos cuantos momentos trash que podrían ser disfrutables si no se tomaran absolutamente en serio a sí mismos, dando lugar a los instantes más críticos de la filmografía del director. Espera a los que no acabaron de ver claro el parto de Dawn of the Dead.


Por cada buen efecto especial gore y géiser de sangre hay un maquillaje de monstruo de Buffy, Cazavampiros –la reina zombie principal parece de Night of the Demons 2 (1994)– o un tigre de CGI y la tónica general es el de querer ser la Aliens (1986) del cine de zombies. Tanto es así que se replican muchos, muchos, momentos de aquella como si su guion fuera ya una plantilla a la que el cliché del traidor que busca un ejemplar no lo hubiera visto nadie o, bueno, toda la parte final. Tampoco se corta en poner a su Vasquez latina con bandana roja, pero además tomando su arco paso a paso. “Homenaje” completo. También replica de forma idéntica el momento “zombie novia” de Land of the Dead y lo que el remake de Dawn of the Dead (1978) no utilizada, con el helicóptero en la azotea, sí que se pone aquí en el filo del tercer acto. El problema de apoyarse en tantos recursos no es que no sea demasiado original –podría ser un remake, final incluido, también de House of the Dead 2 (2005), que irónicamente se tituló en España Amanecer de los zombiessino que se hace demasiado predecible, incluso morosa.

Army of the Dead trata de ser descerebrada, malota y edgy, pero su libreto no llega. La falta de James Gunn pesa tanto como sus parones sentimentales, pero su falta de ingenio y humor podría tener un pase si no tuviera esos detalles de ínfulas, ya sea por los insertos sociopolíticos aquí y allá, que por la simbología clásica, con ese Olimpo de los Dioses (literal) en el que viven los zombies instruidos, con el jefe bautizado como “Zeus”. Son esos momentos cuando Snyder se expone sin miedo, como cuando en Man of Steel (2013) quería emular la arquitectura de Krypton al stilo Giger, y por ello la civilización tenía cápsulas de escape en forma de dildo de sex shop. Resuta tan entrañable su forma de no entender del todo lo que está haciendo que parece que utiliza la canción de Cramberries Zombie, con su “and their bombs, and their bombs” y bien, “Zombie”, en cierto momento de la película en el que no queda claro si sabe que la canción trataba del IRA.


Los 90 millones de presupuesto de Army of the Dead no evitan que luzca como otra película Netflix más, con sobreabundancia de primeros planos que parecen consecuencia de cropear un 2.35:1 a un 1.78 : 1 que se alternan con generales bastante espectaculares, pero que no dejan de tener un look de cine hecho para tabletas y no para una gran pantalla, cerrando los planos en una fotografía lavada y vulgar que implementan la sensación de cine de usar y tirar y la separan aún más de la añorada Dawn of the Dead. Hoy ese espejismo de autor se sustituye por torpeza en la dirección de autores y la escritura, plagados de momentos de mal gusto que se agrían con cada nueva película. Una pena porque, el film es entretenido a pesar de sus arritmias y deja disfrutar sus ganas de transgredir a base de cubos de sangre, pero al mismo tiempo sabe todo a segunda mano, y más que el inicio de una nueva época para el género de los muertos vivientes parece más bien un cierre de círculo, enterrar para siempre una época de luces y sombras para un género explotado en cine y televisión hasta la desesperación. Puede que no haya una mejor manera de cerrar el epitafio con la obra que mejor refleja esa fatiga, con el reflejo casposo de la que sigue siendo, aún hoy, la obra insuperable del género en el siglo XXI.

Jorge Loser