Doctor Sleep (2019) review: Stephen King resplandece sobre Kubrick en una superior adaptación de su novela


Mike Flanagan coge la
patata caliente de la secuela de The Shining con determinación, entregándose al
material de partida y elevándolo de manera inaudita, haciendo de Doctor Sleep
una de las más hermosas y melancólicas adaptaciones de Stephen King; planteada
como una ejemplar aventura psíquica de horror, que solo recurre al film de
Kubrick como reverencia algo envenenada, puesto que se acaba revelando como un
ejercicio poético de reparación a la obra original dentro de la carcasa de un
film fantástico casi inmaculado
.

Nota: 90

El respeto y admiración de Mike Flanagan por la obra de
Kubrick es tan grande como para tomar mucha distancia con el estilo del
director y dejar a un lado la pretensión de hacer una película que se mantenga
firme frente a frente a un clásico como The Shining (1980). Sin embargo, por
muy loable y honesta que sea su aproximación al universo de los Torrance, es
imposible que no entren a colación las comparaciones entre las dos películas. Pero
Doctor
Sleep
, desde su origen, es un libro decepcionante frente a la propia
adaptación previa, puesto que quizá no hay ninguna manera de hacer algo a la
altura de sus enigmas inexpugnables. Por otra parte, sí hay quien piensa que la
película de Kubrick no es una buena adaptación de su novela y uno de ellos es
el propio Stephen King. Y bueno, razón tampoco le falta.

The Shining es un
caso de obra absoluta que está por encima de su material de origen, pero vuela
tan alto que también se le olvida de que la obra de King late por sí misma y no
hay ningún motivo por el que lo que consigue deba eclipsar la existencia del
texto original. A menudo, la soberbia cinéfila tiende a asumir que el trabajo
del de Maine era una obra vulgar y carente de entidad real, hasta tal punto de
presuponer que es un trabajito insignificante, una pequeña intromisión en el
mundo de la cultura cuya existencia solo es un paso necesario en el camino
hacia una obra maestra de la historia del cine. Nada más lejos de la realidad,
si hay algo que Kubrick olvidaba era reflejar el verdadero pavor que trataba de
representar King. El miedo a la botella, a la pérdida de control sobre uno
mismo y la agresividad sobre los seres queridos. The Shining, la película, era mucho más críptica y ambigua, un
misterio en sí misma, pero que de alguna manera, no era una traslación objetiva
de los dilemas que el escritor, por aquella época alcohólico, sacó de sus
tripas.


Doctor Sleep juega
a tres bandas en todo momento. Por una parte es una adaptación de la secuela
que King escribió en 2015, por otra se adecua a la iconografía inconfundible de
la película de 1980 y en tercera instancia es una obra plenamente perteneciente
a su autor, que encaja en los temas y motivos del cuerpo de trabajo del director
de Oculus
(2013)—la cual incluía una mini versión de The
Shining
dentro y tiene su homenaje directo en su último trabajo— de forma
totalmente orgánica. Y ejerciendo de fuerza superior, equilibrando todo esto, se
encuentra el desagravio. La mística y la mítica bronca entre el escritor y el
cineasta, la eterna disconformidad del de Maine con esa pieza cinematográfica que
es incapaz de bendecir. Y Flanagan ha dado la vuelta a la tortilla, logrando
que su película trabaje también a un nivel casi meta, revertiendo el recuerdo
del film de Kubrick hacia el universo King, convirtiendo la secuela en un anexo
a pie de página para quien lo quiera leer, en un complemento que sirve para
equilibrar la balanza y ofrecer una visión más canónica de los textos sin que,
esta vez, se pierda la solidez cinematográfica como en la atroz miniserie de
1997.

Puede que muchos devotos del clásico de 1980 no entren en la
historia de desintoxicación de Danny Torrance, pero, probablemente, los que
encontraran The Haunting of Hill House (2018) interesante, tendrán mucho
que desentrañar en esta historia de superación del trauma, de rehabilitaciones
y recuerdos, de confrontación de la muerte y lugares malditos, podridos y que
pudren. Son tan incontables los puentes entre la serie de Netflix y el
manuscrito de King que pareciera haber sido escrito para Flanagan. Es difícil
pasar por alto que toda la obra da vueltas sobre la sobriedad, el control y la posesión de uno por las sustancias. No es baladí que los antagonistas sean un grupo de
yonquis capaces de los actos más terribles para conseguir su droga mientras que el
protagonista sea un hombre lleno de heridas tras haber renunciado al consumo. Un
material coherente siguiendo la trayectoria del director, empapada de tal forma
del espíritu del autor de Carrie, que no es extraño que se
haya convertido ya en el cineasta actual que mejor entiende al King maduro, el
de las obras menos espectaculares o icónicas pero con mayor serenidad y potencial
cinematográfico fresco.


Y es que, si algo consigue Doctor Sleep es enseñarnos
a un escritor novedoso, no tan interesado en el terror como en la reflexión del
pasado y la capacidad de soltar lastres. A veces, se diría que tiene más que
ver como otras obras del novelista que con la propia The Shining. Un
exalcohólico con poderes psíquicos, que ayuda a una niña con las mismas
capacidades, frente a un grupo de peligrosos vampiros ancestrales que parecen
una versión crecida de The Lost Boys (1987). Quizá por
casualidad, su líder lleva un sombrero como uno de los personajes de Peter Pan
y posee una asombrosa escena que parece sacada del mundo de los niños perdidos
de J. M. Barrie. Las alianzas contra los seres recuerdan a la de los
improvisada pandilla cazavampiros de Salem’s Lot (1979)—las criaturas
tienen las pupilas brillantes como en la encarnación de Tobe Hooper—, la
pesadumbre melancólica del hombre con superpoderes es paralela a la de The
Dead Zone
(1983) y la niña con capacidades extraordinarias perseguida
se acomoda cerca de Firestarter (1984), la cual, por cierto, estaba protagonizada
por Drew Barrymore, “la niña de E.T.”, cuyo compañero de reparto, “el niño de
E.T.” tiene aquí un papel, cuanto menos, sorprendente.

Desde su pequeño prólogo —un angustioso homenaje al Frankenstein
de James Whale—, Doctor Sleep
se erige como un animal que camina de forma independiente. Su historia puede
despistar a más de uno por su relación adyacente al embrujo del hotel Overlook,
pero el trabajo de adaptación de la novela, aprovechando el formato para
desarrollar un diseño de sonido abrumador, es tan soberbio que pronto uno se
olvida de que asistimos a una continuación. La propuesta se postula como un
drama de alcohólicos, un relato de miedo y una película de superhéroes
tenebrosa. En esencia, podría entrar en un subgénero de cine de psíquicos en
lucha al estilo de obras de Cronenberg o cine de terror y viajes astrales como Psychic
Killer
(1975) o Eternal Evil (1985). La visión de
Flanagan de los reinos mentales y como se representan y comunican, entre los
poseedores del resplandor, es visualmente potentísima y está entre lo mejor de
cine fantástico de 2019. Eso sí, probablemente los episodios más conseguidos
son los asociados a Torrance como paliador. Escenas de una hermosura tan
sobrecogedora como su tristeza, transmitida a la perfección por un Ewan
McGregor grave, ajado, enorme.


Menciones, por igual a Kyliegh Curran, una Abra carismática
y de fuerte personalidad, y a Rebeca Ferguson, terrible, temible, vulnerable, poderosa y bella
como Rose el sombrero, la siniestra líder del nudo verdadero. La descripción de
este grupo lima muchos aspectos demasiado chabacanos de la novela y hace
funcionar un concepto algo enrevesado para hacerlo comulgar con el universo Resplandor, regalando un par de
escenas absolutamente pesadillescas y desoladoras. Para cuando Doctor Sleep se dirige a la convergencia
con el film original pierde algo de su naturalidad, pero en absoluto deja de
ser hipnótica y fascinante. Es donde las tres obras diferentes se juntan y lo
hacen con éxito. La recreación, por cierto, del detalle de cada estancia del Overlook
es alucinante y hasta en acciones como un golpe de hacha se recrean con el
mismo movimiento. Quizá es ese juego de mímica y paralelismo lo que menos
interesa por sí mismo, pero en el conjunto también es importante para Danny y
entender que la superación de sus problemas pasan por enfrentar un pasado que
busca repetirse.

En un juego de ¿Qué pasaría si…? Podríamos dilucidar cómo se
recibiría Doctor Sleep si no fuera una secuela y no tuviera que pagar su
deudas al film de Kubrick como reclamo comercial, pero la respuesta es que una
película sobre un cuarentón exadicto con poderes, protegiendo a una niña de unos
vampiros psíquicos, con tono melancólico y frío, llena de escapes a ultrarrealidades
mentales, y lugares con fantasmas y demonios abstractos, dirigida por el
director de terror más sólido, constante y honesto del cine actual, probablemente
nunca se hubiera financiado. Pero para bien o para mal, lo que tenemos es una
secuela que sirve como contrapunto real de la madurez tras una niñez de aterradora,
con muchos puntos en común con la también sobresaliente It Chapter 2 (2019), y
que da respuestas satisfactorias al poder de Danny Torrance que no existían en
el film original, ofreciendo un film que realmente sí que habla sobre el
resplandor y todo lo que ese poder conlleva.


En un panorama de entretenimiento marcado por el branding,
las franquicias, los reboots y las
secuelas, aunque lleve la etiqueta de continuación de un clásico, este film es
uno de los más maduros originales e inteligentes del año, con más en común con el Shyamalan de The
Sixth Sense
(1999) que con el film de Kubrick, y que sirve de prueba
fehaciente que los límites del cine de terror van mucho más lejos que el cine
de sustos (que los tiene) o los asesinatos de enmascarados. Mike Flanagan y
Stephen King vuelven a recordarnos que aún hay muchas historias complejas, profundamente
melancólicas y luminosas, que tan solo pueden explicarse a través de los tonos
tenebrosos y funerarios, los demonios internos y externos, los lugares macabros
y los monstruos. El recado que deja es que si hay alguien indicado para
realizar una nueva The Stand (1994), ese es el director de Doctor Sleep.

Jorge Loser