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‘Hereditary’ (2018) review

El debut del director Ari Aster es una de esas óperas primas que marcan toda una carrera y aparece como consecuencia o colofón de un nuevo movimiento de terror independiente y sobrenatural que ha ido transformando la década, de Lords of Salem (2012) a Babadook (2014), en un género maduro y adulto. Hereditary puede ser la mejor muestra del gran terror desarrollado en los 2010, en el que los referentes recogen obras como Amenaza en la sombra (Don’t Look Now, 1973) y El resplandor (The Shining, 1980), el J-Horror y las intrincadas pesadillas psicológicas de Robert Altman o Roman Polanski. 

Nota: 95

Sí, la palabra obra maestra parece un eco recalcitrante sin ningún valor hoy en día. En estos tiempos en los que cada año hay una película de terror independiente llamada a ser ‘la mejor película de terror del año’ siempre hay un chismorreo que cada vez cuesta menos diferenciar de las estrategias comerciales o los clásicos calentones de festival en el que la crítica, animada por la anticipación de ser los primeros, suele crear ídolos de barro en cuanto una de las películas sobresale. El año pasado lo intentaron con Sí, la palabra obra maestra parece un eco recalcitrante sin ningún valor hoy en día. En estos tiempos en los que cada año hay una película de terror independiente llamada a ser ‘la mejor película de terror del año’ siempre hay un chismorreo que cada vez cuesta menos diferenciar de las estrategias comerciales o los clásicos calentones de festival en el que la crítica, animada por la anticipación de ser los primeros, suele crear ídolos de barro en cuanto una de las películas sobresale. El año pasado lo intentaron con Llega de noche (It Comes at Night, 2017), que no solo no era de terror, sino que gravitaba entre los estereotipos más machados del drama postapocalíptico de los últimos años. En otros casos han ido sacando a flote películas muy notables como (It Comes at Night, 2017), que no solo no era de terror, sino que gravitaba entre los estereotipos más machados del drama postapocalíptico de los últimos años. En otros casos han ido sacando a flote películas muy notables como La Bruja (The Witch, 2015) o (The Witch, 2015) o The Babadook (2014) pero siempre hay quien duda, quien disiente, a quien no le parece para tanto. Con (2014) pero siempre hay quien duda, quien disiente, a quien no le parece para tanto. Con Hereditary no hay dudas. Es uno de los raros casos en los que el hype quizá se queda corto. Es una de las películas de terror más intensas, asfixiantes y mejor dirigidas del siglo XXI. No exagero.

Hay ocasiones en las que hacer una reseña es como caminar por un campo de minas, puesto que lo primero que hace falta resaltar de una película como el debut de Ari Aster es la necesidad de mantenerse alejado de cualquier pista sobre su argumento o sus secretos. Dicho esto, no revelaremos nada que pueda arruinar el visionado, pero la secuencia de marketing de la película ha sido la correcta. La descripción de la sinopsis era vaga, nos habla de que “cuando la matriarca de la familia Graham, muere, la familia de su hija comienza a desentrañar secretos misteriosos y cada vez más aterradores sobre sus ancestros. Cuanto más descubren, más se encuentran tratando de huir del destino siniestro que parecen haber heredado”. ¿Un destino siniestro heredado? Hay una amplia escala de grises que se abre en el destino de la familia ante la ausencia de la madre de Annie. Una película de niña creepy al estilo de al estilo de La mala semilla (The Bad Seed,1956), o sobre una enfermedad mental que se traspasa de una generación a otra como una maldición, un gen de maldad del que no se puede escapar, un secreto terrible de consecuencias inesperadas. O todo junto. O nada de eso.

Precisamente, lo inesperado es lo que eleva el desarrollo de la película. Nunca pasa de una escena a la siguiente con la lógica que las ideas preconcebidas del género esculpen en nuestra mente, ya viciada por cientos de precedentes, pero al mismo tiempo se mueve, en términos generales, por caminos ya transitados. Esa sensación de desorientación es lo que crea una frescura inusitada. Hay un enigma constante en lo que realmente está pasando en la vida de los Graham. Nuestro punto de vista es tanto el de la madre, Annie, como el de su hijo, Peter. Los sucesos que experimentan empiezan a disociarse de la realidad aparente y la figura de la paranoia distorsiona la autenticidad de las imágenes en la tradición del Polanski más claustrofóbico. Sin embargo, la dimensión dramática o psicológica no es nunca una excusa o huida de Aster de su condición de película de terror pura.

Como suele pasar últimamente en estos casos, el director se ha apresurado a afirmar que Como suele pasar últimamente en estos casos, el director se ha apresurado a afirmar que Hereditary es, ante todo, un drama familiar que se transforma en “una pesadilla”. Hasta cierto punto es cierto, pero claro, las pesadillas pueden dar mucho miedo, y os puedo asegurar que es una de las películas más claramente adscritas al género terrorífico que han salido de A24. Hasta cierto punto, incluso tiene algo del trabajo de equiparación de enfermedad mental y horror del debut de Jennifer Kent. Otra cosa es que sí, el metraje se toma su tiempo hasta lograr establecer bien el conflicto humano, la atmósfera mortuoria que sigue a la muerte de un familiar y los problemas internos de cada uno de los personajes. De hecho, su primer tercio es algo estático, despiezando con paciencia los cimientos de la disfuncionalidad de las relaciones interpersonales y el tono de la agobiante prisión existencial de los Graham. Todo se mueve en un tono aparentemente lento, pero cuando el verdadero conflicto explota de verdad, con un tremendo suceso que te coge totalmente por sorpresa, uno se da cuenta de que la película no ha hecho nada más que empezar.

La secuencia clave está rodada como una concatenación de escenas que captan como pocas veces se ha visto el agobio de las consecuencias del shock absoluto, el silencio y su descubrimiento por ciertos personajes en un fuera de campo sobrecogedor. Una pieza, casi aparte dentro de la película, absolutamente magistral, que marca un nuevo tono en el que el trauma y el duelo se transforman en un instrumento de acero que agarra el estómago de sus protagonistas (y del espectador) y no lo suelta en el resto de la obra. El tono se va enrareciendo con un constante repiqueteo de atmósferas inquietantes, con una constante banda sonora siniestra basada en los graves que apenas se manifiesta en los momentos de “sustos”. El conjunto de lo amargo y lo desasosegante acaba creando una opresión inescapable en la que, hacia la mitad, los límites de la cordura se acaban difuminado y todo lo que ocurre está ya desenfocado, de tal forma que el ligero tejido de la realidad se rasga por completo y Hereditary se ha convertido ya en un sueño febril sin salida que refleja como ninguna otra película la sensación de desamparo ante los propios demonios, el duelo, la esquizofrenia y la inevitabilidad del destino escrito en los genes.

Todos los elementos se van presentando en el momento adecuado, nunca hay demasiada información expuesta, sino que va cayendo a base de elipsis y confesiones que dan pistas sobre el pasado de Annie y su madre. Hereditary resulta ser uno de los debuts de género más agudos y potentes que se recuerdan, probablemente desde el resulta ser uno de los debuts de género más agudos y potentes que se recuerdan, probablemente desde el Donnie Darko (2001) de Richard Kelly. La seguridad de Aster es increíble y no solo da la impresión de que sabe lo que quiere desde un primer momento, sino que se permite narrar de forma elegante, tanto en la estructura de un guion que dosifica lo que permite averiguar dentro y fuera de pantalla como en los suaves movimientos de cámara, o el sutil planteamiento de algunos encuadres. Una dimensión visual ornamentada por planos creativos y con mucha ambición visual, pero que nunca son verdaderos protagonistas ni expresión de la voluntad de virtuosismo hueco de un director demasiado preocupado en demostrar sus habilidades. Además, tiene tiempo para plagar de simbolismos, pistas y detalles que cobran un nuevo sentido si se vuelve a ver la película. Algunas visiones e imágenes no obedecen a un patrón de lógica narrativa sino que buscan dejan una huella subconsciente que dura durante días, a pesar de su naturaleza enigmática e indescifrable.

También demuestra que domina la dirección actores sacando diamante de una actriz de oro como Tony Colette, que puede mostrar seriedad, introspección, dolor o histeria a su antojo. Nada que envidiar tiene intensa recreación de Peter que hace un excelente Alex Wolff bastante alejado de su registro más comercial de adolescente con encanto. Se pueden leer todos los problemas de la historia previa de la familia con solo un vistazo a su mirada ahogada, amarga o llena de ira con apenas unos matices. Algunos de los momentos más extremos de su expresión del dolor o el miedo llegan a alcanzar el paroxismo, de tal forma que algunas escenas rozan el humor negro momentáneo, cuando las reacciones son tan exageradas que no desentonarían en una obra de teatro macabramente surrealista. Algo que tiene en común con su extraño corto previo bastante alejado de su registro más comercial de adolescente con encanto. Se pueden leer todos los problemas de la historia previa de la familia con solo un vistazo a su mirada ahogada, amarga o llena de ira con apenas unos matices. Algunos de los momentos más extremos de su expresión del dolor o el miedo llegan a alcanzar el paroxismo, de tal forma que algunas escenas rozan el humor negro momentáneo, cuando las reacciones son tan exageradas que no desentonarían en una obra de teatro macabramente surrealista. Algo que tiene en común con su extraño corto previo The Strange Thing About The Johnsons, cuya enfermiza premisa adelantaba el aire seco e incómodo que se alcanza cuando entramos en momentos cotidianos de los Graham.

Quizá lo mejor de Quizá lo mejor de Hereditary es la sensación constante de reinicio. Cuando piensas que a la película no le debe de quedar mucho, hay una vuelta de tuerca más que te mantiene en la butaca otro buen rato. Hay una sensación de que nunca va a acabar que te enreda como una pesadilla inacabable de la que no puedes salir. Si hay una revelación que deriva hacia lo convencional, le sigue otro detalle oculto que lleva todo un paso más allá. Es agobiante, enervante, escalofriante y no concede ni un solo centímetro al espectador o a la complacencia industrial. Es una obra pura, agotadora, que podría definirse como la versión tenebrosa y desquiciada de Gente Corriente (Ordinary People, 1980). Una misa negra en la que participan el Argento esotérico, Friedkin, Wan, Kubrick, Polanski, Nicholas Roeg, Kiyoshi Kurosawa, el Michael Winner de (Ordinary People, 1980). Una misa negra en la que participan el Argento esotérico, Friedkin, Wan, Kubrick, Polanski, Nicholas Roeg, Kiyoshi Kurosawa, el Michael Winner de La Centinela (The Sentinel, 1977), o el Bergman más gótico, pero que logra encontrar su propia voz, asimilando los grandes éxitos del género independiente de los 2010 para erigirse como la película más completa del paquete. El debut de Ari Aster lo da todo y después un poco más, se queda contigo y te invita a desentrañar sus misterios en sucesivos revisionados. Es imposible no salir afectado y queda muy bien posicionada para erigirse, digámoslo ya, como la obra maestra de terror más espeluznante e impactante la década.

Author

  • Jorge Loser

    Jorge Loser (@loserjorge) es un biólogo no practicante, experto y adicto al horror, crítico de cine, creador de contenidos culturales y diseñador. Colabora en medios como 'Imágenes de Actualidad', 'Canino', 'Tentaciones', 'La sexta cultura', 'Espinof ', '2000 maníacos', 'Amazing Monsters'.  También toca punk rock y hace canciones con @Psycholoosers desde hace 15 años.