Las 15 mejores películas de terror de 2018

imageComo cada año, su
recta final nos invita a hacer una reflexión sobre las ofertas más relevantes
del género durante sus 12 meses. Seleccionamos nuestras quince películas
favoritas estrenadas comercialmente durante el año 2018 y comentamos por qué
creemos que deben de ser destacadas
. ¿Cuáles
son las tuyas?

Para muchos medios, 2017 fue el año del terror, por su
relevancia en la temporada de premios, por su aceptación en los festivales, o
por el porcentaje de recaudación en taquilla rompiendo moldes. Lo cierto es que
2018 no puede defender ese prestigio de la misma manera, puesto que los grandes
títulos del año han pasado por taquilla más discretamente, aunque no significa
que no hayan dado buenos resultados. Muchos de los mayores éxitos en números
han sido para franquicias más populares y opciones más facilonas, lo cual ha tenido
iguales resultados positivos para el género, con una consecuente buena salud en
los pequeños pastos de las independientes. Probablemente, estemos en el año en
el que haya una diversificación del terror más saludable, con unos resultados
tan potentes que hacer los descartes ha sido especialmente difícil. Vaya por
delante que esta lista es subjetiva, maleable y no pretende sentar cátedra. Hay
tantos títulos y tan estupendos que cualquier sustitución tendría sentido. ¡Vamos
allá!

15- Downrange
(2017)

imageImagina que The Wall
(2018) de Doug Liman tuviera una versión ultraviolenta que eliminara cualquier
atisbo de género bélico y la situara en medio de una carretera en dónde apenas
pasa nadie. A veces se echa en falta la sencillez de películas que transcurren
en una única ubicación y las posibilidades que tiene cuando el público puede
familiarizarse con las reglas de un solo entorno. Aquí, bastan dos minutos para
plantear toda la dinámica, en un caluroso día de verano, un grupo de jóvenes cambiando
la rueda a su coche son atacados por un francotirador invisible. No solo hay un
buen concepto, sino que se desarrolla a base de buen cine, con fotografía
estilizada, planos construidos como zooms a través de las heridas, carambolas
de coches que llevan a mutilación y un tiroteo final convertido en baño de
sangre que pone en evidencia al de Dragged Across Concrete (2018). Downrange no engaña, es pura efectividad,
un crescendo de tensión y cadáveres que gradúa a Ryuhei Kitamura como un
auténtico ingeniero técnico del gore. Un survival
grand guignol
que mantiene el suspense gracias a su virtuosa técnica visual
y planificación y, pese a los regresos esperados, el mejor slasher del año. Si se hubiera estrenado en la primera mitad de los
2000 se hablaría de cinta de culto.

14- Our house
(2018)

imageTodo lo que quiere ser Marrowbone (2017), con su suntuosa
puesta en escena y sus grandes espacios abiertos y paisajes, es reducido en Our
House
a una pequeña historia de suburbio americano que encuentra el
sentido de aquellas novelitas góticas para jóvenes en las que un grupo de
hermanos huérfanos se enfrenta a las dificultades de la vida mientras, a su
vez, encuentran complicaciones paranormales. En plena época de fiebre Stranger
Things
y resaca Amblin, esta desconocida y modesta producción para
directo a plataformas consigue en 90 minutos lo que la mayoría de revivals no consiguen lograr copiando y
pegando momentos de películas míticas. La naturalidad de un grupo de jóvenes
actores, la total falta de pretensiones y la sencillez de contar una historia
que no desea sorprender sino funcionar como un producto juvenil de terror, que
dé miedo sin utilizar sustos baratos y sin llegar a ser demasiado intensa. Los
fantasmas, un humo negro, son presentados sin ánimo de cambiar tornas y se
escapan de la machacona retribución al universo Conjuring. El ángulo de ciencia
ficción de un joven inventor que podría haber salido de Explorers (1985) o una
secuela de My Science Project (1985) en la que el experimento de turno
invoca a seres de “el otro lado” de la saga Insidious es la única diferencia de
la propuesta con una novela de fantasmas con ese poso de tragedia familiar
optimista de otras épocas. Una película tan poco original, como pequeña,
encantadora y efectiva.

13- Pengabdi Setan
(Satan’s Slaves, 2018)

imagePara muchos, el terror asiático está de capa caída, pero
durante los últimos años estamos viendo un sorprendente crecimiento de
producciones en países que harán redefinir el término J-Horror. Desde hace
tiempo, Japón no nos trae ninguna película para cambiar la impresión de que el
carburante se les ha ido acabando. Sin embargo, películas como esta Satan’s Slaves expanden la geografía
del miedo en el continente. Un gran éxito en Indonesia, Los huérfanos de Joko Anwar es un remake de su película
favorita de adolescente: un clásico de terror indonesio de 1982 del mismo
nombre que, a su vez, era un remake sui generis de Phantasma (1979). En
realidad, tan solo rescataba determinados aspectos mortuorios de la película de
Coscarelli, pero presentaba una colección de apariciones demoníacas que la han
convertido en un título de culto.

Es muy curioso como esta actualización converge en muchos
puntos con Hereditary (2018) de Ari Aster, tanto argumentales como en su
fondo, una mirada verdaderamente inquietante sobre la disolución de la unidad
familiar. Aquí, la matriarca, una famosa cantante en los 70, enferma y postrada
en la cama durante años, muere dejando a su hija mayor cuidando a sus hermanos
y al padre intentando llegar a fin de mes

desesperadamente para salvar a la
familia, pero la situación para los que viven se convierte en un infierno de
demonios y espectros que acaba con una escena final apabullante a nivel visual.
Moviéndose en las dinámicas modernas post sadako/Warren, no elude lo
sangriento, postulándose como una notable cinta de horror sobrenatural para ver
con la también estupenda Sebelum Iblis Menjemput (2018) de Timo Tjahjanto, que  comparte con
esta algunos problemas de ritmo.

12- November (2017)

imageAunque su presentación en el festival de Sitges 2017 dejó
sensaciones encontradas frente a la expectación de la llamada a ser la The
Witch
(2015) europea, el estreno este año de November nos ha permitido
recuperar un título que merece ser revisado con paciencia y sin falta de horas
de sueño. Esta compleja fábula de un triángulo de jóvenes enamorados en pleno medio rural de Estonia, recupera la mitología del país eslavo en una
exuberante recreación en blanco y negro de muchas de las leyendas que su
director, Rainer Sarnet, escuchaba de pequeño. Más cuento de hadas oscuro que
película de terror, su exposición de varias escenas de un mismo pueblo que
convive con hombres lobo, brujas, muertos y diablos, forman un collage disperso
pero encantador, embrujante y hermoso en su plasmación de lo macabro, casi como
en una película de Bergman. November
tiene mucho del Gógol de las Veladas de
Dikanka
y adaptaciones de sus obras, así como de otras adaptaciones de
cuentos soviéticas u olvidadas maravillas checas como Marketa Lazarová (1967). A veces su sentido del humor surrealista y
la interacción con lo fantástico diluyen el impacto de lo grotesco de sus
imágenes pero las composiciones pictóricas dignas de Goya y el estado de hipnosis
que logra en el espectador la convierten en una maravilla gótica, tan atípica
en nuestros días como las obras de Jan
Švankmajer
que parecen haber inspirado a sus kratts.

11- The Predator
(2018)

imageAunque la película que llegó a los cines no es la secuela de
Predator
(1987) de Shane Black que estaba rodada, los arreglos para rehacer el tercer
acto no son, para nada, desastrosos. De hecho son bastante consecuentes con la
obra de Black, y tienen una pequeña dosis de todo lo que hace que sus películas
de acción tengan esa vocación de espectáculo de viernes noche, con su sello de
gente colgando de sitios imposibles, malos que interrogan de forma violenta a
los buenos para acabar recibiendo su merecido o una concepción única de la violencia—
esa que precedió a Tarantino— y es utilizada aquí sin complejos ni reticencias.
Olvida que es una secuela, The Predator es un tebeo de
perdedores contra monstruos, es la secuela espiritual de The Monster Squad (1987)
solo que en vez de Drácula, el hombre lobo y Frankenstein hay depredadores
alienígenas, perros mutantes y uberpredators de tres metros que te
descuajeringan de un revés. Los niños ahora son un comando de zumbados,
graciosos, adorables y duros, comandados por el primer héroe de acción de la
historia que se para en medio de la
película para ir a cagar y mata brutalmente a un villano delante de su hijo
autista y luego bromea con él sobre ello. En una época de blockbusters fotocopiados y nostalgia de Cannon films o las
películas de monstruos de los 80, una película con la sensibilidad de Fred Dekker para el cine de criaturas
en una noche interminable y autenticidad en cada fotograma de quienes creen que
la serie B no es una etiqueta peyorativa, sino un polvo sin condón no tiene
precio. Imagina que Los mercenarios de Stallone lucharan contra extraterrestres
asesinos y además, con buenos diálogos.

10- The Lodgers
(2018)

imageLa película de clausura de Sitges 2017 no ha visto la luz
hasta este año, cuando Netflix la ha incorporado en su catálogo, pasando
extrañamente desapercibida. Esta clásica historia de fantasmas ambientada en
Irlanda a principios del siglo XX, sigue a un par de hermanos gemelos
huérfanos, Rachel y Edward (Charlotte Vega y Bill Milner), más o menos
prisioneros de la mansión que heredaron y que ahora habitan solos. Aunque pueda
parecer que hay muchas películas como The Lodgers, no abundan filmes que deleguen su peso en la atmósfera y el estado de ánimo para conseguir un
temor silencioso y discreto que impregne cada plano. Al estilo de Crimson
Peak
(2015) de Guillermo del Toro, la majestuosidad gótica de Loftus
Hall, la mansión de casi mil años en Irlanda donde se rodó la película—se
rumorea que tiene su propia historia sobrenatural— es un personaje más en una
cinta de terror que tiene más que ver con las sensaciones que transmite que con
lo que realmente sucede en ella. No es una batería de sustos del estilo Wan sino que
tiene más de las adaptaciones de Bronte, hermosa pero inquietante, con efectos
visuales sencillos pero que realmente capturan el asfixiante aislamiento que
experimentan los gemelos, combinando una soberbia atmósfera de descomposición
con sombras profundas y tenebrosas para alcanzar una sensación de fantasía de
otro mundo más que un miedo absoluto. Además, es un cuento bastante efectivo de
abandono, aislamiento y relaciones tabú. Sigue la estela de Poe y su conflicto
incestuoso en The Fall of the House of Usher (1839) pero lo adereza con una
estética apabullante de colores azules apagados y momentos de gravedad
invertida que parecen obras de arte en movimiento.

9- The Endless (2017)

imageThe Endless es una película barata, que no se sale de los
marcos del verdadero cine independiente, el que usa el rodaje de guerrilla como
medio para contar historias diferentes por las que los grandes estudios no
quieren apostar. Lo que empieza como una especie de drama sobre una secta rural, de las que nos tiene acostumbrado el cine de género últimamente, prosigue como una
aventura propia de literatura de ciencia ficción, pero llena de momentos
inquietantes, en los que el terror aparece por la dimensión del misterio al que
se enfrentan. Su estructura, progresivamente hipnótica, aboga por una
construcción del miedo a lo desconocido, basado en el enigma, en lo que no se
muestra en la pantalla. Hay cierto espíritu rebelde en el cine de Benson y Moorhead que los sitúa dentro
de una burbuja aislada de tendencias y, aunque las dotes como directores no son
virtuosas, su cine DIY es una notable apuesta por la imaginación y el ingenio
frente a la falta de medios. The Endless, explora la paradoja de
los universos paralelos mediante una ruptura de la lógica entre espacio y
tiempo, ubicada en medio de una relación fraternal. Lo íntimo frente a lo
eterno se dan la mano en una pequeña obra llena de atmósfera y adecuado trabajo
fotográfico que nada entre la fascinación literaria y el recogimiento intimista.
Se atreven incluso a lanzar un lazo a su propio universo, completamente
inesperado, que hacen más cohesiva su particular visión de las pesadillas
dimensionales.

8- Housewife (2017)

imageSi hablábamos de la explosión de cine de terror indonesio,
no debemos quitar el ojo a lo que está pasando en Turquía, quizá como
representación de las situación en la que viven hoy en día, también allí el
cine de género está creciendo, con nombres como el de Can Evrenol, autor de la fantástica Baskin (2015), que dejaba
ver algunas de las influencias menos vulgares del turco. Pocos directores
parecen tan entusiasmados por el cine de terror italiano, y además, por el
menos trillado. Housewife es la secuela de La Setta (1991) de Soavi y La
sindrome di Stendhal
(1996) que habría escrito Clive Baker tras comer hongos de Yuggoth. Evrenol vuelve a su forma estilizada, con ese aspecto vintage de film europeo de los 90 buscado
que a tantos puristas le parece televisivo, para relatar un macabro viaje
onírico lleno de luces bavaescas —tiene una cita directa al célebre truco
visual de Shock (1977)— y de tintes tan lovecraftianos como la reciente The
Void
(2016), lo que la convierte en una rareza irresistible para los
gourmets del terror exótico, fuera de las corrientes y con militancia por el
impacto. Además, supone una continuidad temática y estética en la obra del
turco que le convierten en un nombre reconocible y personal a tener en cuenta,
como demuestra también en su corto para la interesante The Field Guide to Evil
(2018).

7- A Quiet Place
(2018)

imageJohn Krasinski
logra dar forma a una serie B de concepto llena de criaturas invocando a los
clásicos y moviéndose modestamente entre la sencillez del cine de terror más
accesible y el regusto por la ciencia ficción apocalíptica de ecos dramáticos.
A su manera, consigue hacer una película familiar sin tomar por estúpido al
espectador y convirtiendo sus lugares comunes en resortes de guion que acaban con
éxito en su fantástico tercer acto. Una propuesta de partida asumida, digerida
y nunca explicada, que entronca con el cine fantástico y de ciencia ficción más
típicamente americano. Con un planteamiento muy propio de episodio de The
Twilight Zone,
(1959- 1964) y siguiendo las migas de pan de Night
of the Living Dead
(1968) o The Birds (1963) para explorar un
espacio claustrofóbico asediado, recoge
el testigo de Shyamalan y Spielberg y aporta una importante
solución formal, con el silencio como carburante narrativo de un conjunto de
momentos de suspense orquestados como algunos de los grandes. A
Quiet Place
es una agradable vuelta al terror de texturas con vocación
de gran público. Un ejemplo de mainstream que no es barato.También puedes
señalar ciertas concesiones hacia lo
convencional, sobre todo en el ángulo paternal de Krasinski, que no ofrece nada
nuevo bajo el sol, pero a veces hacen falta obras de regusto clásico, que
dignifiquen el concepto de serie B sin mirar por encima del hombro al
espectador ni querer parecer otra cosa que una película de monstruos.

6- Overlord
(2018)

imageNunca un híbrido de cine bélico y terror había sido tratado
a esta escala y nivel de espectáculo. Se le achaca, con parte de razón, que no
haya un tramo con los elementos fantásticos y de horror más desarrollados pero
el equilibrio logrado entre producción, personajes, acción y body horror es inédito para el subgénero.
Un tebeo de la serie Weird War Tales
de DC con ecos de Re-Animator (1985), La Cosa (1982) o Day
of the Dead
(1985), no apto para puristas del cine de la Segunda Guerra
Mundial pero ideal para quienes disfrutan del conflicto bélico como excusa para
el espectáculo. Posee un elemento sobrenatural tangente que le hace querer
acercarse a los relatos tipo Amazing Stories, en donde lo
fantástico se mira como algo extraordinario, como algo que presencias ocasionalmente
y que pudiera suceder. Por tanto, sí, podría haber mucha más locura, pero
tampoco se le puede reprochar que no sea una gran película de terror y acción
por sus propios méritos. Toma su tiempo para crear buenos personajes que al
final completan su viaje, tiene un ritmo trepidante, grandes efectos
especiales, fotografía y efectos de sonido que se desatan cuando la cinta
abraza su condición de cine explosivo. Pocas cintas de género tienen una
introducción in media res tan
apabullante, desde el avión al campo de batalla en un solo plano secuencia, y
tampoco puede desestimarse a la ligera la toma sin cortes con la que acaba la
misión. Su voluntad de hacer las cosas bien no solo la postula como una gran
cinta de guerra, sino que va cimentando la efectividad de sus elementos de cine
de terror pulp genuinamente
americano, como, repito, ninguna otra ha logrado en el subgénero.

5- The Ritual
(2017)

imagePor si a alguien no le queda claro, las mejores películas de
Netflix son aquellas independientes
que ya están acabadas y acaban en su regazo. La nueva película de David Bruckner recupera a un director
de género al que se había buscado con ganas por el aficionado desde que
codirigiera una pequeña obra de terror independiente en la década pasada, The Signal (2007). Con The Ritual recupera cierta afición del
cine británico de esa época por el survival
horror
en los bosques, que sigue una tradición marcada a fuego por
películas como Deliverance (1972) pero con un elemento de terror más atávico,
que dentro de esa perspectiva realista también ofrecía Rituals (1977).
Curiosamente titulada de forma parecida, también trataba sobre un grupo de
colegas de trabajo acechados por un asesino invisible en un viaje a la
naturaleza. El bosque como espacio ancestral de horrores desconocidos es un
terreno al que siempre merece la pena regresar. Esta estupenda adaptación de
una pequeña novela ofrece una experiencia de terror sin aditivos, sin coartadas
ni disculpas por abrazar su condición de principio a fin.

Quien echara de menos
algo de inquietud esotérica en la paupérrima Blair Witch (2016) puede
encontrar una digna pieza a la altura del legado de The Blair Witch Project
(1999). Bruckner desarrolla la historia de forma fluida, dando más importancia
a la historia y la propia narración que al propio drama de los protagonistas,
que está ahí y funciona, pero nunca llega a profundizar más allá del resorte
argumental y la pincelada justa que mueve al personaje principal. El desgaste
del grupo de amigos también va creando su propio microcosmos de angustia. La
erosión de su salud y resistencia, la obligada confrontación y otros elementos
clásicos de este subgénero acaba siendo muy importante, pero nunca tanto como
el mal que les sobrecoge. El director pone el ojo más cerca de las leyendas y
los misterios ancestrales de esas arboredas nórdicas como presencia inevitable,
casi lovecraftiana, que conecta de nuevo con las leyendas de los nativos
americanos y sus bosques. The Ritual también podría haber
estado producida por Larry Fesseden,
como complemento del viejo mundo a su trilogía del Wendigo y no habría
resultado extraño, también se ha criticado su tramo final, pero al que suscribe
le parece perfectamente coherente, con un aparición espectacular y de diseño
neocárnico inusual y delicioso.

4- My Friend Dahmer
(2017)

imageAdaptación de un cómic dibujado por el artista underground
Derf, compañero de clase del famoso asesino en serie Jeffrey Dahmer, consigue plasmar con fidelidad el ángulo
melancólico y malsano de la obra sin estridencias ni sensacionalismo. Una
propuesta única, puesto que nunca se ha narrado desde el punto de vista el
origen de un monstruo real con esta sinceridad, responsabilidad y valentía. Narrada
desde el punto de vista de sus compañeros, plasma el progresivo deterioro
emocional y mental de un chico con tendencias autodestructivas y de dura
represión sexual por su homosexualidad reprimida. Vamos presenciando cómo van
cayendo las piezas a su alrededor sin que nadie pueda, o sepa, hacer nada para
evitarlo, contemplando la destrucción de un ser humano en los primeros momentos
de desarrollo, y el nacimiento de un asesino en serie despiadado y real, con lo
que la información de los detalles de sus crímenes posteriores añaden nubes
sobre los escasos momentos de humor propios del cine de su género. Mientras, gotean fascinantes detalles reales que parecen agregados por intenciones creativas, como la
fantasmagórica foto original de los anuarios con la cara de Dahmer tachada:
símbolo de su propia adolescencia. Olvídate de Super Dark Times (2017),
probablemente, My Friend Dahmer es la teen
movie
más siniestra, la película de iniciación más perturbadora nunca
hecha. Brutal.

3- Possum (2018)

imageNi siquiera hizo ruido en Sitges, relegada a pases de
madrugada, ni su distribución en todo el mundo parece que vaya a ser
espectacular, pero esta pequeña y oscurísima cinta de horror psicológico puro
se coloca en lo alto del top 15 del año como respuesta perturbadora y clásica a
las propuestas más ruidosas del cine comercial. El autor de la serie de culto Garth
Marengi’s Dark Place
(2005) se aleja de la comedia paródica de aquella
para adentrarse en los recodos más perturbadores del horror psicológico y
ofrecer una muestra de recreación minimalista del sentimiento de culpa en
bruto, sin pizca de humor ni concesiones a las corrientes actuales. El filme es
una adaptación de dicho relato, y lo hace recuperando una tradición británica
propia de los años setenta, la de un cine de género que absorbía la sordidez de
la realidad suburbana, del medio rural, y la vida en colores ocres y apagados
que se reflejaba en macabros anuncios que advertían de peligros cotidianos que
dejaban traumas indelebles en los niños de las islas.

Y para ello, el guionista y director apuesta en su debut por
una difícil narrativa fracturada para crear un estado mental casi hipnótico en
el que las imágenes se suceden sin prisa, ajenas a las urgencias del espectador
o las necesidades de la historia para avanzar. Los 90 minutos de la cinta son
un viaje sin retorno a los infiernos de la memoria reprimida en los que solo
vemos a Sean Harris deambular por diferentes
emplazamientos de su pueblo, recorriendo una geografía sacada del imaginario
gótico de la Inglaterra profunda. Holness recoge la tradición de adaptaciones
de M.R. James en la BBC como Whistle And I’ll Come To You (1968),
buscando el minimalismo expresionista de
Orlacs
Hände
(1924) y el miedo al doppelgänger
en Der
Student von Prag
(1926), para plantear una cinta de horror contada como
una obra de Samuel Beckett, esencial
para fans de Martin (1977), Magic (1978), Spider (2002) o Eraserhead
(1977). Su marioneta, una araña con cara de maniquí, es la creación más espeluznante
del año, y sus puntuales apariciones
dejarán una semilla en tus pesadillas de la semana siguiente.

2- Mandy (2018)

imageNicolas Cage abandona la senda de los estrenos
directos a vídeo que puebla la fase crepuscular de su carrera y protagoniza una
pequeña gran película de explotación y venganza, un delirio psicotrópico de
colores, sangre y muchos excesos, tanto visuales como de guion, que se construye
sobre una concepción de cine sensorial, una experiencia única que se convertirá
en cinta de culto. El director, Panos Cosmatos, hijo de George Pan Cosmatos era conocido por su
extraña epopeya de video-arte de ciencia ficción y terror retro Beyond
the Black Rainbow
(2010). Algo más accesible que su primera obra, Mandy es un filme que requiere cierto
gusto adquirido y, definitivamente no lo pone fácil al espectador dependiente
de estructuras. la trama es solo el macguffin para ir ornamentando su viaje
surrealista e hiperviolento con una guarnición en la que caben la Empire (con ese anuncio del Cheddar
goblin), Dario Argento, los duelos
de sierras mecánicas de Texas Chainsaw Massacre 2 (1986),
los cenobitas de Hellraiser (1987), los paisajes infernales en la tierra de Sorcerer
(1977), el onirismo enfermizo de Phantasma (1979), el mesías
extraterrestre de God Told Me To (1976) o los fragmentos animados de Ralph
Bakshi
, muy bien integrados en su atmósfera de años 80 alternativos, una cara
de la década alejada a la idealización Amblin. Pero más que una cinta de
imaginería y guiños hueca por dentro, como algunas opiniones perezosas han
dicho de ella, está llena de memorias profundamente personales de Cosmatos,
somatización iconoclasta de tristeza, ideas y nostalgia que van más allá del
homenaje vacío. Una catarsis insondable, una indescriptible experiencia de pura
épica de horror fantasmagórico, con Barker y Jorodowski en plena orgía de
sangre, LSD y Heavy Metal que acaba en una explosión de exceso con Cage en
éxtasis lisérgico y gore.

1-Hereditary
(2018)

imageEl debut del director Ari
Aster
es una de esas óperas primas que marcan toda una carrera y aparece
como consecuencia o colofón de un nuevo movimiento de terror independiente y
sobrenatural que ha ido transformando la década, de Lords of Salem (2012) a Babadook
(2014), en un género maduro y adulto. Hereditary
puede ser la mejor muestra del gran terror desarrollado en los 2010, en el que
los referentes recogen obras como Don’t Look Now (1973) y The
Shining
(1980). Hereditary saca diamante de una actriz de oro como Tony
Colette, que puede mostrar seriedad, introspección, dolor o histeria a su
antojo. Nada que envidiar tiene intensa recreación de Peter que hace un
excelente Alex Wolff bastante
alejado de su registro más comercial de adolescente con encanto. Pero lo que
atrapa es su narración a base de pistas, que dosifica lo que permite averiguar
dentro y fuera de pantalla con suaves movimientos de cámara, o el sutil
planteamiento de algunos encuadres. Una dimensión visual ornamentada por planos
creativos y con mucha ambición visual, pero que nunca son verdaderos
protagonistas ni expresión de la voluntad de virtuosismo hueco de un director
demasiado preocupado en demostrar sus habilidades.

Si hay una revelación que deriva hacia lo convencional, le
sigue otro detalle oculto que lleva todo un paso más allá. Es agobiante,
enervante, escalofriante y no concede ni un solo centímetro al espectador o a
la complacencia industrial. Es una obra pura, agotadora, que podría definirse
como la versión tenebrosa y desquiciada de Gente
Corriente
(Ordinary People, 1980). Una misa negra en la que participan el
Argento esotérico, Friedkin, Wan,
Altman, Kubrick, Polanski, Nicholas Roeg, Kiyoshi Kurosawa
, el Michael
Winner de La Centinela (The Sentinel, 1977), o el Bergman más gótico, pero que logra encontrar su propia voz,
asimilando los grandes éxitos del género independiente de los 2010 para
erigirse como la película más completa del paquete. El debut de Ari Aster lo da
todo y después un poco más, se queda contigo y te invita a desentrañar sus
misterios en sucesivos revisionados. Imposible no salir afectado y, a falta de
dos años, queda muy bien posicionada para erigirse, digámoslo ya, como la obra
maestra de terror más espeluznante e impactante la década

ANEXO: 11 obras de terror
destacadas en 2018.

Apostle (2018)

Una mezcla de cine de aventura con tropos del folk horror
británico clásico. Heredera de las texturas ásperas importadas de a casa
paralela a Hammer pictures, la Tigon, con rescates del cine de brujería abocado
a la tortura y la descripción de un universo equivalente al western americano
pero en los páramos británicos, llenos de puritanos y hechicería pagana, como
si formaran un propio subgénero junto a Mark of the Witch (1970), Witchfinder
General
(1968) o The Wicker Man (1973). Quizá de
todas ellas, la que más resemblanza encuentre con esta Apostle es Cry
of the Banshee
(1970), en la que se combinaban los elementos de
inquisición y tortura sucios de los setenta con el terror sobrenatural de
cultos que no cesa de generar ficciones en esta segunda mitad de los 2010. Todos esos elementos están salpimentados con
violencia, fugas lovecraftianas y exabruptos casi de caricatura (esa actuación
histriónica de Dan Stevens) que sustituyen lo enigmático por el exceso para
bien y para mal.

Slender Man (2018)

Una incomprendida y modesta cinta de terror teen rica en
atmósfera, que plantea un tenebroso viaje dentro de una pesadilla de obsesión
adolescente, con un turbio diálogo con los sucesos reales. Pese a las críticas terribles y la ola negativa hacia ella, Slender Man no es la película sobre el
creepypasta que el público le exige ser, sino un oscurísmo relato sobre
decadencia plagado de visiones oníricas, imaginería macabra y atmósfera de
pesadilla que se eleva sobre productos de su categoría revelándose como una
notable y elegante película de terror juvenil, con ecos oníricos y guiños a
joyas como Jacob’s Ladder (1990) y no la enésima reinterpretación de Scream (1996) o Final Destiny (2000).

Les Affamés (2018)

Demuestra que un drama zombie puede ser lírico, romeriano,
verdaderamente espeluznante y tan gore como el género requiere. Su limitación
de presupuesto y la mirada intimista engañan. Su estructura de road movie
dilata la sensación de aventura en el tiempo, consolidando su universo a través
de su geografía dinámica y, además, tiene un sentido del humor muy particular,
y su descripción del zombie es desgarradora y horripilante.

La rage du Démon (2016)

Los fans de Cigarrette Burns (2006) de John Carpenter tienen una cita con este
maravilloso mockumentary cuyo mayor problema es que es fácil verle el truco
desde el primer momento. Sin embargo, parece que los directores son conscientes
y plantean el viaje en busca de un filme perdido de Meliés que, al estilo de La Fin Absolue Du Monde, vuelve loco a
quien lo ve, como una exploración de la obra y vida del autor, de las
relaciones con el ocultismo de su círculo y del cine en sus inicios.

Pyewacket (2018)

La versión gótica-ocultista-metal de Ladybird (2017) tiene que
ver con brujería, adolescencias no convencionales y enfermedad mental. Pywacket
es un drama que va construyendo una atmosféra de escalofrío que invade
pacientemente una historia de madre e hija que trata más del trauma emocional
que de las amenazas sobrenaturales.

Todd and the Book of Pure Evil: The End of the End (2018)

Un filme animado que sirve
como tercera temporada de la mítica serie, que, esta vez, recupera el tono
gamberro, incorrecto y gore de aquella en forma de dibujo animado matinal de
los ochenta, como una auténtica perversión de Scooby-Doo. Una pequeña joya de
animación underground que en los 90 habría arrasado.

La casa del reloj en la pared (2018)

El paso de Eli Roth del cine de terror de cobertizo al
blockbuster fantástico para todos los públicos se salda con una más que
simpática aventura terrorífica que combina el encanto de los filmes mágicos de
Disney de acción real de los 70-80 con el espíritu de R.L. Stine y la familia
Addams que, además, no deja pasar la oportunidad de hacer un estimable ABC del
terror para niños—con momentos escalofriantes como el demonio de la guerra, los
maniquíes vivientes o ese Jack Black bebé— que mereció su Nº 1 en taquilla.

Rampage (2018)

Una eficaz
reinterpretación del cine de catástrofes vía kaiju, netamente americano
y tremendamente entretenido. Monstruos que asustan, escala pantagruélica y
acción siempre arriba para un producto de gama Dwayne Johnson que sale airoso
cediendo el protagonismo a un gran gorila. Probablemente no haya otra
adaptación de un videojuego mejor y se eleva como una corrección ligera de las
aparatosas recuperaciones de King Kong y Godzilla en su versión americana.

Tumbadd (2018)

Una fascinante fábula oscura en tres generaciones sobre el
poder de la avaricia basada en en folklore hindú, narrada con brío y compromiso
con los ribetes más sórdidos de su ambientación. Hay toques de horror que
podrían ilustrar un relato de Clive Barker.

Mon mon mon monsters (2017)

Una perla de terror taiwanés que se mueve entre la comedia
adolescente y el drama social—dando vueltas sobre el tema del Bullying— con un
par de monstruos sanguinarios que recogen la dimensión trágica clásica de las
criaturas pero que tornan la película en una extraña fábula cada vez más oscura
y horrible, con momentos de gore grotesco.

The cleanse (2017)

Una poco publicitada comedia negra de horror que utiliza su
premisa poco convencional heredera de Gremlins (1984), el primer
Cronenberg o Brain Damage (1988) como el marco para una excursión misteriosa
y sólidamente actuada con un sorprendente impacto emocional.

 

Jorge Loser