Nick Antosca lo ha vuelto a hacer. El piloto de la tercera temporada del evento del terror del año no baja a guardia y propone algo diferente pero coherente con el espíritu de la serie: oscuro, inquietante y lleno de intriga. Pero esta vez nos invita a un viaje que cambia lo meramente creepy por el terror destilado más puro y deudor de Clive Barker.
Nota: 80
Las series de terror de tipo antología no acaban de despegar por culpa de un formato televisivo alérgico a los episodios autoconclusivos. Cuando se trata de temporadas temáticas, series con gran fandom como Las series de terror de tipo antología no acaban de despegar por culpa de un formato televisivo alérgico a los episodios autoconclusivos. Cuando se trata de temporadas temáticas, series con gran fandom como American Horror Story tienden a empezar con fuerza y quedarse sin vapor muy rápidamente. Si hay algo que convierte a tienden a empezar con fuerza y quedarse sin vapor muy rápidamente. Si hay algo que convierte a Channel Zero en la serie de terror más importante de los últimos 20 años es su capacidad para sostener el interés continuamente y llegar al final de sus temporadas antes de que se consuma el impacto inicial. Un enfoque decididamente cinematográfico y muy poco episódico: cada temporada es como una película de seis horas. Hay a quienes eso le parece una ventaja y a otros un inconveniente, pero la limitación de seis capítulos es, ya de por sí, un movimiento maestro. ¿Es mejor una temporada con una misma historia contada en doce episodios o dos temporadas muy cercanas de seis cada una? Parece antes de ayer que se terminó en la serie de terror más importante de los últimos 20 años es su capacidad para sostener el interés continuamente y llegar al final de sus temporadas antes de que se consuma el impacto inicial. Un enfoque decididamente cinematográfico y muy poco episódico: cada temporada es como una película de seis horas. Hay a quienes eso le parece una ventaja y a otros un inconveniente, pero la limitación de seis capítulos es, ya de por sí, un movimiento maestro. ¿Es mejor una temporada con una misma historia contada en doce episodios o dos temporadas muy cercanas de seis cada una? Parece antes de ayer que se terminó No End House.
Lo sorprendente es que, en tres temporadas consecutivas, Channel Zero ha mantenido un estándar de calidad y sorpresa que parece no cesar. El concepto es muy sólido, pero con Butcher’s Block parece haber llegado a un punto de maduración óptimo. Las dos anteriores se pegaban razonablemente a sus orígenes Creepypasta, pero en esta ocasión se desvía significativamente de su inspiración Search and Rescue, de Kerry Hammond. Un movimiento lógico que recoge las ideas que crean inquietud del original para crear algo más grande, original y mejor. Los personajes principales de esta temporada de son Alice (Olivia Luccardi) y Zoe (Holland Roden), dos hermanas que intentan forjar una vida diferente lejos de la sombra de un pasado familiar turbio en una ciudad llena de leyendas urbanas y misterios espeluznantes que comienzan a sustituir y remover sus traumas personales. El pasado de abuso de drogas y esquizofrenia de Zoe y los intentos de Alice para evitar que su hermana vuelva a caer parece el punto de partida humano con el que vamos a movernos en la historia.
Empieza a verse claro el hilo conductor de todas las temporadas y el verdadero tema conceptual de la serie. Todas sus historias lidian de alguna manera con las formas en las que el trauma puede manifestarse, de forma psíquica o física. En Butcher’s Block tanto Olivia como Zoe luchan con sus problemas personales de salud mental en forma de distintas criaturas, pero en esta ocasión queda más claro que sus demonios se encuentran su sangre y que son ineludibles. Parte del terror real con el que juega es que por mucho que se alejen de su familia no pueden escapar de su propia herencia. Por ello, las figuras que parecen salir de otra dimensión para acechar en las sombras se confunden con la propia visión física de su propio futuro, como esa vecina tarada que les hace sacar sus peores recuerdos. Hay un área donde el piloto crea cierta confusión, al combinar muchas ideas metafóricas con menos capacidad de síntesis que otras temporadas.
Hay múltiples argumentos con personajes sólidos pero no queda claro si la expansión de temas responde a un plan ambicioso o si hay varios hilos que no conseguirán hornearse al mismo tiempo con sentido. Cada parte presentada es convincente pero están separados con cierta distancia entre ellos y hace que la historia sea un poco menos contenida en sí misma. Sin embargo, el director Arkasha Stevenson, encargado de toda la temporada 3, puede que sea el mejor realizador que ha tenido la serie. De nuevo es totalmente cinematográfico, pero además sabe exactamente cómo crear suspense escalofriante a través del uso del espacio y la ubicación de la cámara. Además, la iconografía de la temporada está llena de imágenes deslumbrantes: vecindarios deteriorados y cubiertos de graffiti, un parque olvidado y brumoso o esa atemorizante escalera sobrenatural que aparece sin explicación.
Las texturas urbanas y la mitología urbana del pueblo de Butcher’s Block nos llevan directamente al mundo descrito en el relato de Clive Barker Las texturas urbanas y la mitología urbana del pueblo de Butcher’s Block nos llevan directamente al mundo descrito en el relato de Clive Barker Lo prohibido (The Forbidden, 1987). El mismo texto que se adaptaría como (The Forbidden, 1987). El mismo texto que se adaptaría como Candyman, el dominio de la mente (Candyman, 1992) exploraba con mucha profundidad las texturas del mito entre el cemento y los bloques de pisos de barrios de extrarradio llenos de graffiti siniestro, entre el culto esotérico y el temor real de la misma forma que este piloto expone la situación de aceptación del horror de una comunidad en profunda decadencia y abandono. (Candyman, 1992) exploraba con mucha profundidad las texturas del mito entre el cemento y los bloques de pisos de barrios de extrarradio llenos de graffiti siniestro, entre el culto esotérico y el temor real de la misma forma que este piloto expone la situación de aceptación del horror de una comunidad en profunda decadencia y abandono. Channel Zero siempre se ha caracterizado por asimilar y mostrar sus horrores como una cuestión de hecho. Cuando se revela la escalera en el medio de un parque de la ciudad, no parece tener que ver con el misterio o es presentada con la grandilocuencia de ser “el elemento sobrenatural”, sino que simplemente existe como un fragmento de fantasía dentro de un mundo real.
Sin ser tan onírica como No End House, la lógica pura no existe en esta serie, sigue teniendo suficientes elementos inconexos entre sí que desorientan y crean un estado de sueño febril lleno de imágenes tremendamente espeluznantes y llenas de esa sensación de lo inesperado que te hacen gritar ¿Qué-es-eso-y-por-qué? Por ejemplo, la imagen de un niño que vive dentro de una pared y la lame, aparentemente sin ninguna explicación. O ese pequeño enano encapuchado que nos lleva irremediablemente a mentar la lógica pura no existe en esta serie, sigue teniendo suficientes elementos inconexos entre sí que desorientan y crean un estado de sueño febril lleno de imágenes tremendamente espeluznantes y llenas de esa sensación de lo inesperado que te hacen gritar ¿Qué-es-eso-y-por-qué? Por ejemplo, la imagen de un niño que vive dentro de una pared y la lame, aparentemente sin ninguna explicación. O ese pequeño enano encapuchado que nos lleva irremediablemente a mentar Amenaza en la Sombra (Don’t Look Now, 1973) y su final de horror incomprensible. Esa irrealidad, esa sensación perdurable de que algo anda no está bien, construye una paranoia creciente en Alice de que, al igual que su madre y su hermana, pueda estar perdiendo la cabeza poco a poco. El verdadero miedo acecha en la imaginación, y Channel Zero sabe exactamente cómo abrirse camino dentro de nuestro subconsciente y abrirse paso salvajemente y por eso, a menos que el resto de los cinco capítulos caigan en picado, sigue siendo el artefacto audiovisual más genuinamente espantoso de esta década.