[Review] Cloverfield: Paradox (2018)

Un episodio raro de Star trek para adultos o una precuela del kaiju de hace una década. La nueva pieza del puzzle Cloverfield es un una descarada demostración de cómo trata de funcionar la saga, absorbiendo otros proyectos de bajo presupuesto y remendarlos para encajar en su universo. El decepcionante resultado convierte a Life y Alien Covenant en obras notables.

Nota: 50

Empieza a dar miedo cuando una secuela se estrena directamente en Netflix o un proyecto que tenía planeada una llegada a salas se redirecciona a la plataforma. La nueva entrega de Empieza a dar miedo cuando una secuela se estrena directamente en Netflix o un proyecto que tenía planeada una llegada a salas se redirecciona a la plataforma. La nueva entrega de Cloverfield es la prueba latente de que, por mucho que se maquille de evento sorpresa y operación de marketing, estas operaciones son el equivalente de un estreno a vídeo en los 90. La tradicional campaña bien organizada de secretismo en torno a la franquicia ayuda, parece lógico que el tercer episodio también haya sido lanzado oficialmente con un misterioso adelanto durante el Super Bowl de este año. Pero la realidad tras el glamour y el asombro de un tráiler sacado a toda prisa entre los adelantos más esperados del año se esconde un producto que no tiene la confianza de sus creadores para estrenarse como se esperaría tras una segunda parte con muy buena taquilla.

Los rumores iniciales sugerían que los constantes retrasos se debían a que el estudio (Paramount) podría haber evitado los pases de Los rumores iniciales sugerían que los constantes retrasos se debían a que el estudio (Paramount) podría haber evitado los pases de Cloverfield: Paradox en la gran pantalla porque podría ser demasiado compleja para una audiencia masiva, pero la verdad es más obvia: básicamente, es un galimatías de ciencia ficción de concepto con algunos intentos de justificar su naturaleza de híbrido de terror, pero la idea no ha quedado como pretendían. El punto de partida es el mismo que en la gran pantalla porque podría ser demasiado compleja para una audiencia masiva, pero la verdad es más obvia: básicamente, es un galimatías de ciencia ficción de concepto con algunos intentos de justificar su naturaleza de híbrido de terror, pero la idea no ha quedado como pretendían. El punto de partida es el mismo que Interestelar (2014). La Tierra está sufriendo una crisis energética y, como resultado, se está gestando una gran guerra. La solución es que un equipo de expertos en una estación espacial traten de implementar un acelerador de partículas para acceder a una fuente ilimitada de energía. Básicamente es una fantasía sobre lo que pasaría en caso de salirse de madre el experimento del bosón de Higgs encubierta en misión espacial con tono casi de secuela oscura de Star Trek.

Al cocido le añadimos la descafeinada historia personal de Ava (Gugu Mbatha-Raw), uno de los miembros de la tripulación separada de su esposo, y con una tragedia en las espaldas, que ya desvirtúa lo que podría ser un punto de partida interesante y hace que se note mucho más que este capítulo fue originalmente una historia no relacionada, llamada Al cocido le añadimos la descafeinada historia personal de Ava (Gugu Mbatha-Raw), uno de los miembros de la tripulación separada de su esposo, y con una tragedia en las espaldas, que ya desvirtúa lo que podría ser un punto de partida interesante y hace que se note mucho más que este capítulo fue originalmente una historia no relacionada, llamada God Particle. Si la transición de la anterior fue suave e incluso positiva, esta vez las grietas se abren por todas partes. Hay demasiados elementos dispares unidos de forma desganada por el director Julius Onah. Durante toda la primera mitad, la mayoría de elementos crean intriga y hacen que la trama se mueva a un ritmo adecuado, pero pronto va siendo más difícil encontrarle sentido a todo lo que intenta hacer, ¿Cuántos guiones han mezclado esta vez?

Hay una constante sensación de que ha habido problemas en la producción. Desde hilos argumentales sin explicar a un montaje caótico y desordenado que echa a perder sus hallazgos más ligados al terror espacial. Unas lombrices desaparecidas, algunos problemas inesperados con un brazo y algún que otro detalle ocular que parece, eso sí, de las sobras de Hay una constante sensación de que ha habido problemas en la producción. Desde hilos argumentales sin explicar a un montaje caótico y desordenado que echa a perder sus hallazgos más ligados al terror espacial. Unas lombrices desaparecidas, algunos problemas inesperados con un brazo y algún que otro detalle ocular que parece, eso sí, de las sobras de Prometheus (2012). Lo que la película hace bien, aparte de un digno diseño de producción, es plantear los momentos de shock, desde la desorientación dimensional a los efectos de la colisión de realidades sobre la que sustenta su argumento. Pero el guion no es capaz de proporcionar una explicación convincente para ninguno de ellos. Se establece bien un caos del que no han pensado demasiado bien cómo salir, por lo que es mejor poner a Daniel Brühl exponiendo soliloquios científicos complejos, atropellados y confusos para tirar hacia adelante.

Pero en el tuétano de las razones por las que no funciona es porque olvida que Pero en el tuétano de las razones por las que no funciona es porque olvida que Calle Cloverfield (10 Cloverfield Lane, 2016) lo hacía porque por muchos giros y fantasía loca que incluyera, los personajes respondían de forma natural. Hay una gran diferencia entre ambas, lo que la hace más decepcionante. El único personaje que tiene un pase es Chris O’Dowd, que incluye una nota de humor absurdo a sucesos terribles. Y es una pena dado el reparto, con una Gugu Mbatha-Raw infrautilizada, que salva a un personaje cuyo conflicto emocional manido consigue crear algo de empatía gracias a ella. Pero cuando la obra pasa el ecuador del metraje la decepción se convierte en aburrimiento. El impulso inicial se disuelve en insertos para convertirla en precuela de la primera metidos como un monovolumen en una plaza de garaje para motos, resultado un mejunje de ciencia ficción que trata de dar consistencia seria a eventos cósmicos que en Star Trek se resuelven con un par de explicaciones de Spock.