Historia épica de monstruos, batallas, asedios y fantasía con algunos toques de horror en sus descripciones de las criaturas. Su pulso es suficiente y su arquitectura visual provee del espectáculo que promete pero historia y personajes son tan genéricos que da la impresión de ser un producto menor, de encargo. Con todo, su particular visión de la acción a gran escala merece ser vista en pantalla grande.
Nota: 65
La Gran Muralla ha llegado a las pantallas probando la temperatura para un nuevo período de cooperación cinematográfica entre Estados Unidos y China. Esta aventura de acción y monstruos ha sido dirigida por el director chino Zhang Yimou, respaldado por el dinerito de Legendary Pictures, un estudio de Hollywood que ahora es propiedad china, con un reparto con las mayores estrellas del país y Matt Damon, convirtiéndose en la película más cara jamás producida allí. El movimiento se ve como una manera de sanear cuentas en Hollywood, cuando, cada vez más, las taquillas renqueantes se solucionan gracias al público de la república.
Se espera que China se convierta en el mayor mercado cinematográfico del mundo en 2019, y las restricciones estatales sobre el contenido de las películas internacionales que quieren entrar en ese circuito, están empujando a los productores y cineastas a encontrar nuevas formas de agradarles. Las colaboraciones internacionales son una solución obvia para eludir los estrictos controles chinos sobre lo que allí se estrena, pero en vez de crear un momento de diversidad e intercambio cultural, hay un mestizaje forzado y unidireccional que amenaza con aplatanar los resultados artísticos y homogeneizar las diferentes voces a través de un ejercicio de adaptación a las maneras de presentar situaciones y escenas.
Una de las consecuencias es que, en su planeamiento casi bélico, la película se centra tanto en la relación de China con los extranjeros como en la leyenda del Taotie, un grupo de monstruos carnívoros que escalan la Gran Muralla cada 60 años para alimentarse. Los mercenarios extranjeros William Garin (Matt Damon) y Pedro Tovar (Pedro Pascal) tropiezan con ella y Garin va ganándose el respeto gradual de la llamada “Orden Sin Nombre” y su líder, el general Shao (Zhang Hanyu) y la comandante Lin ( Jing Tian) para verse en la situación de no comprender el sistema que encarna la Orden, confundido y humillado por su lenguaje y la cultura.
Como es de esperar, Damon acaba ayudando en la defensa de los monstruos. Y es que, a grandes rasgos, ese es el grueso de cosas importantes en La gran muralla. Apenas 15 minutos de la película, Ya empiezan las batallas contra los monstruos. Imagina un abismo de Helm con reptiles cuadrúpedos carnívoros en vez de Orcos. Hay quien compara estas imágenes con el asedio de Como es de esperar, Damon acaba ayudando en la defensa de los monstruos. Y es que, a grandes rasgos, ese es el grueso de cosas importantes en La gran muralla. Apenas 15 minutos de la película, Ya empiezan las batallas contra los monstruos. Imagina un abismo de Helm con reptiles cuadrúpedos carnívoros en vez de Orcos. Hay quien compara estas imágenes con el asedio de Starship Troopers (1997) , pero lo cierto es que tiene más que ver con el Peter Jackson perezoso del Hobbit que con el salvajismo de Verhoeven. A pesar de algunas ideas alucinantes, como esas mujeres que hacen puenting con lanzas, la situación no está muy calibrada en cuanto a suspense. Es funcional y con una escala visual sorprendente, pero también hay una sobredosis de CGI de saldo que ya parecía que el cine comercial había empezado a superar. Como consecuencia, junto al uso de un slow motion caducado en escenas en las que no tiene una función dramática evidente, hace que la cosa parezca un poco un exploit del 2004 del señor de los anillos.
La historia es basicota, aunque fuera en chino sin subtítulos sería fácil de seguir, hay varios giros, traiciones y momentos de héroe que regresa casi escritos con plantilla. Las diferencias con un blockbuster de hollywood al uso aparecen en cierta sensibilidad del trato de los personajes en los que se deja ver a su director, también en el toque artístico de su exhibición de armaduras y trajes, típicos de producciones de este calibre procedentes de china. En sus largas exploraciones panorámicas y el uso artístico del color, hay una voluntad de espectáculo visual, que permite disfrutar de momentos como ese hermoso vuelo de linternas flotantes, tradicionales en los funerales, que dan el esperable y necesario elemento tradicional.
Alguna metáfora sociopolítica sobre el consumismo, sobre las invasiones de globalización para los espectadores chinos, se torna irónicamente en una visión de lo que significa la propia película en la industria occidental. Es decir, este modelo es curioso, rico, interesante, pero se le ven demasiado las intenciones. Utilizar a Willem Dafoe para plantarlo como un secundario anodino es muy sospechoso, en realidad, elegir a Matt Damon para este papel, (un error de casting, por muy solvente que sea Will Hunting) es como utilizar un alfa romeo para ir de rally por el monte. Son operaciones comerciales demasiado obvias que revelan la fórmula buscada. Como experimento puntual es una oportunidad de crear riqueza cultural y romper barreras no es mala idea, como posible nueva fórmula para el cine americano es algo inquietante.
Lo bueno de la experiencia es que se ha conseguido condensar una épica de batallas, luchas y monstruos en ejército en una concisa hora y media y, para ser honestos, se pasan bastante rápido. Es cierto que hay una saturación de elementos inanes en la historia que no acaban de funcionar, pero la dimensión global (el pueblo de china, el ejército, son el personaje) elimina un poco la sensación de haber estado viendo un “grandes relatos”, de sábado por la noche en televisión, con mucho dinero. Con los medios daba para crear una historia de fantasía y terror de dimensiones colosales, pero se queda en un entretenimiento digno, caro y lujoso, lo cual en los tiempos que corren, no es moco de dragón.