Tras un buen puñado de temporadas de series zombies, el género parece estar agotado, pero a veces llegan propuestas que tratan de utilizar la idea de un escenario apocalíptico de forma relativamente fresca. La nueva obra del canadiense Robin Aubert es deudora del padre de todo esto, pero su desarrollo formal la separa de otros dramas con muertos vivientes que acaban resultando vacíos y aburridos.
Nota: 70
En cada edición del festival de Sitges aparecen un par de muestras de cine de muertos vivientes que trata de ser original, aportar ópticas sorprendentes y versiones originales de un género que tan solo necesita un poco de trabajo en los personajes y conflictos para funcionar. La llegada de las películas de cine zombie “de autor” se ha empeorado tras la invasión televisiva de En cada edición del festival de Sitges aparecen un par de muestras de cine de muertos vivientes que trata de ser original, aportar ópticas sorprendentes y versiones originales de un género que tan solo necesita un poco de trabajo en los personajes y conflictos para funcionar. La llegada de las películas de cine zombie “de autor” se ha empeorado tras la invasión televisiva de The Walking Dead, que le dio un empujón al monstruo más representativo de la década pasada y acabó por crear una familiaridad con el concepto que agotaría toda la función provocadora del mito. Además, su ángulo dramático ha hecho mucho daño, creando una nueva tendencia a crear dramas de difícil digestión que se justifican por el hecho de tratar el mito bajo la perspectiva del apocalipsis romeriano. Así, en el último festival se estrenaron dos muestras que prometían una ración de siesta tan intensa como la de le dio un empujón al monstruo más representativo de la década pasada y acabó por crear una familiaridad con el concepto que agotaría toda la función provocadora del mito. Además, su ángulo dramático ha hecho mucho daño, creando una nueva tendencia a crear dramas de difícil digestión que se justifican por el hecho de tratar el mito bajo la perspectiva del apocalipsis romeriano. Así, en el último festival se estrenaron dos muestras que prometían una ración de siesta tan intensa como la de Maggie (2015), pero afortunadamente no todas salieron rana.2015), pero afortunadamente no todas salieron rana. The Cured (2017) fue otra de esas muestras incomprensiblemente aburridas, que pretenden cambiar el género volviendo a intentar una originalidad que nadie ha pedido en primer lugar.
El ciclo de auge y caída del género de muertos vivientes, infectados y otras variaciones del ghoul caníbal en el siglo XXI ha tenido una duración inesperadamente larga. Pese a que el proceso ha reciclado a un monstruo, usualmente ubicado en los bajos presupuestos, hasta superproducciones recientes en el cine asiático, como caníbal en el siglo XXI ha tenido una duración inesperadamente larga. Pese a que el proceso ha reciclado a un monstruo, usualmente ubicado en los bajos presupuestos, hasta superproducciones recientes en el cine asiático, como caníbal en el siglo XXI ha tenido una duración inesperadamente larga. Pese a que el proceso ha reciclado a un monstruo, usualmente ubicado en los bajos presupuestos, hasta superproducciones recientes en el cine asiático, como I am a Hero (2016) o Train to Busan (2016), los síntomas de marchitamiento avanzan junto a las parodias como(2016), los síntomas de marchitamiento avanzan junto a las parodias como I Zombie o Santa Clarita Diet, cuya segunda temporada comento en la sección de televisión. Pero quizá la señal más inequívoca es la propia muerte de George A. Romero, con el que se marchó la visión más provechosa de su propio universo. En Los hambrientos no hay nada que no encontremos en las decenas de películas y ficciones con los mismos temas vistas en los últimos años, pero Robin Aubert dota al drama de cierta credibilidad cotidiana que junto a la visceralidad de la amenaza y su extraño sentido del humor, conforma un tono muy personal que, sin embargo, es bastante fiel al concepto original.
Aubert sigue la máxima de escribir sobre lo que uno mejor conoce y decidió rodar con un bajo presupuesto en el medio rural de Quebec, lo cual da un reconocible tono distintivo a sus imágenes y se aprovecha del emplazamiento para concebir momentos inquietantes con las presencias y desapariciones de los muertos, jugando con la profundidad de campo y la niebla. Además, rodar en Canadá le da la oportunidad de seguir una tradición de género que se ha cultivado en el país desde hace décadas, como la rareza ignota de bajo presupuesto Aubert sigue la máxima de escribir sobre lo que uno mejor conoce y decidió rodar con un bajo presupuesto en el medio rural de Quebec, lo cual da un reconocible tono distintivo a sus imágenes y se aprovecha del emplazamiento para concebir momentos inquietantes con las presencias y desapariciones de los muertos, jugando con la profundidad de campo y la niebla. Además, rodar en Canadá le da la oportunidad de seguir una tradición de género que se ha cultivado en el país desde hace décadas, como la rareza ignota de bajo presupuesto Corpse Eaters (1974), cuya incompetencia torpona no le quita el mérito de ser una de las primeras imitaciones del modelo Romero. También estaba Crimen en la noche (Deathdream, 1974), con la que Bob Clark dirigió un relato deudor de La pata de mono con trasfondo antimilitarista en plena era Vietnam. También sigue la estela de con trasfondo antimilitarista en plena era Vietnam. También sigue la estela de Vinieron de dentro de… (Shivers, 1975) en la que Cronenberg se llevaba La noche de los muertos vivientes (Night of the Living Dead, 1968) a su terreno y convertía a los zombies en lúbricos propagadores del ansia sexual. También está Fido (2006), una infravalorada sátira de EE.UU. sobre zombies amaestrados en un idílico reducto de supervivientes de estética cincuentera e inspiración 100% Romero.
Sin alejarse demasiado de ellas, pero con una mirada completamente fresca para la realización, el apocalipsis de Los hambrientos, no se anda con rodeos. Su mundo está lleno de zombies sedientos de sangre. Nos pone en la piel, eso sí, de gente como nosotros, y es allí donde reside su mayor virtud. Tenemos a un superviviente friki de la ciencia ficción, que se va cruzando con distintas personas a través del territorio hostil: una hipster sarcástica, una ruda madre que sabe cómo manejar un hacha, o un granjero traumatizado perdido en el bosque. Todos terminan en una granja aislada pero saben que con los monstruos cerca hay poco margen para escapar. Pese a que las historias de algunos personajes nos interesan más que las de otros, cuando las tramas confluyen el todo acaba siendo mayor que la suma de sus partes.
Pero el elemento que marca la diferencia con otras películas de zombies es la capacidad de Aubert para hacerlos aterradores sin renunciar a su dimensión trágica. Los gritos que profieren vienen desde el centro de la desesperación y más que el chillido de una criatura es un lamento irracional, triste y espeluznante al mismo tiempo. El director, recupera además un detalle del muerto Romeriano que se suele obviar. La memoria encerrada en pequeños bucles que les hacen repetir una misma tarea como autómatas. Si enPero el elemento que marca la diferencia con otras películas de zombies es la capacidad de Aubert para hacerlos aterradores sin renunciar a su dimensión trágica. Los gritos que profieren vienen desde el centro de la desesperación y más que el chillido de una criatura es un lamento irracional, triste y espeluznante al mismo tiempo. El director, recupera además un detalle del muerto Romeriano que se suele obviar. La memoria encerrada en pequeños bucles que les hacen repetir una misma tarea como autómatas. Si en La tierra de los muertos vivientes (Land of the Dead, 2005) teníamos a un empleado de gasolinera que todos os días hacía su mismo ritual, Los hambrientos apilan juguetes viejos y sillas en grandes pilas sin más explicación que una posible territorialidad, o la expresión más rudimentaria del sentimiento religioso. Los objetos ya no tienen significado para ellos pero los fetichizan, incapaces de actuar como seres humanos, tratan de imitarnos de forma repetitiva y grotesca.
Hay algún personaje y su trama independiente que queda demasiado aislada hasta bien entrado el segundo acto. Lo cual deja la sensación de que hay cierta intención de hacer sketches muy independientes entre ellos con algunos resultando más afortunados que otros. Pero esa nueva mitad hace de coadyuvante para sus historias y lejos de resultar una contemplativa película de gente intensa mirándose con cara triste mientras los zombies vagan alrededor, se propone una estructura de road movie de bajo presupuesto que no renuncia al humor, (muy suyo, eso sí) ni al gore, con una secuencia que podría haber aparecido en cualquier Midnight extreme y recuerda incluso a los momentos más alocados de Peter Jackson. Es probable que a muchos les eche para atrás el bajo presupuesto o su textura de cine indie o piensen que toda búsqueda de realismo en el cine zombie pasa por dar un repaso por el pensamiento trascendental, pero si no te mueres de agonía por que no puedes con las miradas íntimas al género, tienes en pantalla una de esas pequeñas películas que verdaderamente se postula como un drama que no renucia ni un poquito a ser lo que quiere ser, una película de zombies.