[Review] Shin Godzilla

Tras la nueva versión de Gareth Edwards, Toho reclama a su monstruo gigante cuando más lo necesita su país. La última versión del rey de kaiju, un nuevo rebootdel original, vuelve a las raíces que lo convirtieron en un icono del fantástico japonés con éxito, logrando una de las entregas de la saga más estimulantes (y menos convencionales) de su historia.

 Nota: 75

En En Los Crazies, una de las películas más reformuladas del cine fantástico/terror, George A.Romero hacía una de sus clásicas evaluaciones de la clase política y militar estableciendo dos tramas paralelas: por una parte la acción en un pueblo asediado por infectados y por otra, con una generosa asignación de metraje, los oscuros tejemanejes de los altos cargos para tratar de evitar que el problema se descontrole. No se dan muchos ejemplos de cine fantástico abiertamente político, anteponiendo su discurso sobre el factor lúdico, pero suele aparecer en ejemplos relacionados con el género de catástrofes como, sin ir más lejos, el , una de las películas más reformuladas del cine fantástico/terror, George A.Romero hacía una de sus clásicas evaluaciones de la clase política y militar estableciendo dos tramas paralelas: por una parte la acción en un pueblo asediado por infectados y por otra, con una generosa asignación de metraje, los oscuros tejemanejes de los altos cargos para tratar de evitar que el problema se descontrole. No se dan muchos ejemplos de cine fantástico abiertamente político, anteponiendo su discurso sobre el factor lúdico, pero suele aparecer en ejemplos relacionados con el género de catástrofes como, sin ir más lejos, el Godzilla original.

En la película de Ishiro Honda y Eiji Tsuburaya el monstruo era una respuesta a las consecuencias de la bomba atómica, la resurrección de los temores nucleares en un periodo en el que el fantástico se convirtió en receptor de los miedos sociales. Quizá por ello, una de las constantes de la saga reina de Toho es la actividad paralela del gobierno, como representación del pueblo entero de Japón, sin protagonistas ni héroes individuales. Y es esta faceta la que se perpetúa de nuevo en En la película de Ishiro Honda y Eiji Tsuburaya el monstruo era una respuesta a las consecuencias de la bomba atómica, la resurrección de los temores nucleares en un periodo en el que el fantástico se convirtió en receptor de los miedos sociales. Quizá por ello, una de las constantes de la saga reina de Toho es la actividad paralela del gobierno, como representación del pueblo entero de Japón, sin protagonistas ni héroes individuales. Y es esta faceta la que se perpetúa de nuevo en Shin Godzilla, aunque esta vez, se le dedique incluso más tiempo a los vericuetos de oficina para insinuar una ruptura con la confianza en el poder.

La criatura, representación de los fantasmas nucleares del país del sol naciente, regresa como ejercicio de meditación nacional tras Fukushima.Se puede apreciar fácilmente que el guion de Anno se inspira directamente en el triple desastre del 2011 con Godzilla haciendo las veces de tsunami, terremoto y reactor nuclear, estructurando su ataque en diferentes fases de gestación que suponen uno de los mayores hallazgos de este reboot: la coherencia documental y la atención al factor biológico eleva su categoría de kaiju eiga tradicional con detalles de ciencia ficción (algo) más dura.

Aunque lo verdaderamente sorprendente es como Aunque lo verdaderamente sorprendente es como Shin Godzilla limita la aparición del lagarto a unas cuantas secuencias aisladas y muy bien dosificadas, con un uso de la escala espectacular, sí, pero reducidas a lo básico para no decepcionar al consumidor habitual de blockbusters. Mientras, con la otra mano, disecciona los laberintos de agencias, políticos, reuniones, reuniones sobre reuniones, conferencias de prensa, legislaciones y debates sobre la situación por parte de expertos que solo se ponen de acuerdo para demostrar que son muy expertos. Una pesadilla que redefine la palabra kafkiano y que deja claro que la criatura más destructiva no es Godzilla, sino la burocracia.

En un periodo en el que el mundo desconfía de la clase política, el retrato de la mala gestión y falta de acuerdos sobre un desastre que debería unir para enviar respuestas contundentes a problemas, las fuerzas de defensa, o secretarios de estado quedan mucho peor retratados que la pequeña comandilla anti Godzilla, la última esperanza de su país antes de «rendirse» a las exigencias de la ONU, que sugiere, nada menos, una bomba nuclear en Tokio. Más fantasmas de enemigos pasados en una externalización de la culpa cuanto menos, curiosa

En el tercer acto, el batiburrillo ideológico acaba en una reivindicación patriotista bastante loca y sorprendente desde una mirada occidental, hasta tal punto que incluso la enviada yanqui, una arrogante japonesa-americana, recibe una mirada cada vez más amable cuanto más simpatiza con la causa nipona ya que «la sangre de la tierra de sus ancestros aún fluye en su interior» (sic). La música de la Godzilla original reaparece como un motivo triunfalista y vigorizante de la autoestima de un país cuya grandeza ha sido golpeada por los elementos, en una bella pero delirante correspondencia de identidad y orgullo entre ficción y realidad.