Se estrena The Empty Man, una extraordinaria película de terror a fuego
lento que adapta la novela gráfica homónima de Boom Studios ilustrada por
Vanesa Del Rey y escrita por Cullen Bunn siguiendo su propio camino para conseguir
compactar un relato de investigación sobre un aparente hombre del saco que,
lejos de ser la enésima variación de Candyman (1992) o similares, plasma
horrores cósmicos y metafísicos de la literatura de Robert Chamers o Thomas
Ligotti.
Nota:90
Escuchar el tema principal de la banda sonora de Christopher
Young para The Empty Man debería ser suficiente para darse cuenta de que
no estamos frente a un film de terror adolescente sobre hombres del saco, maldiciones
en siete días y apariciones con susto. Sí, hay un poco de todo eso, y la
película no evita buscar los momentos siniestros de horror bajo la piel con
presencia sobrenatural de por medio. Pero la partitura, hermosa, coral, y
fúnebre, nos habla de un film devastador y elegíaco, un poso melancólico negro,
que nos deja a la intemperie frente a una realidad esquiva y pesimista, quizá
más grande e incomprensible de lo que podemos asimilar.

No es de extrañar que el film resultara apático para
Disney, que le organizó un estreno
sorpresa y casi suicida en medio de la pandemia, sin dar más que una semana al
tráiler para anunciarlo, un poco el mismo caso de España, donde ha aparecido sin
ningún tráiler previo, directamente en Movistar+ y por un tiempo limitado. Es
sintomático que una época en la que los grandes estrenos de terror en pantalla
gran han brillado por su ausencia, se trate una producción en glorioso panorámico
2:39:1, y una producción exquisita, que mejora la mayoría de originales de
género de las plataformas, como si fuese un descarte. Hace reflexionar sobre el
uso que ha dado Disney a los proyectos desarrollados por Fox que habían quedado
colgados en el fondo de catálogo, como The New Mutants (2020) o este
ejemplo, aún más descortés, puesto que ni hay una sola entrevista con el
director, ni rastro de promoción o diálogo en medios.
Lo peor de esta decisión es que se ha ido dejando pensar que
el film es otra versión de films con hombre del saco herederos de Candyman
(1992), como una leyenda urbana dirigida a adolescentes como Bye
Bye Man (2017) o Slenderman (2018). Decir que no es
un film para adolescentes no es peyorativo, pero imagina la sorpresa del grupo
de chavales que acude a la sala con ganas de llevarse unos sustos que se
encuentran una densa adaptación, en clave de horror metafísico puro, de la
prestigiosa novela gráfica de Boom! Estudios, con calificación R y un
planteamiento totalmente distinto a la película de miedo ordinaria proveniente
de gran estudio. También puede valer la máxima para quienes, tras ver el tráiler,
no acaben de comprar ese tipo de película, perdiéndose un viaje a las tinieblas
reposado y oscuro, denso y que exige al espectador.

Es curioso que el film tenga algunas convergencias con Hereditary
(2018) –hay sectas y algunos elementos de la trama que a veces son tangentes– y
pueda ser ahora acusado de tratar de apuntarse a la moda del film de Aster. Sin
embargo, no solo el tono es muy diferente al de las producciones A24, o su base
de ciencia ficción las separa lo suficiente, sino que además, fue rodada en
2017, y ha permanecido bloqueada por Disney todo este tiempo. The
Empty Man es una rara avis a día de hoy, un testamento del cine de terror con
presupuestos holgados de 20th Century Fox, puede que el último estudio capaz de
invertir para permitir gran diseño de producción en filmes de horror adulto no
basados en la fórmula Warner de jumpscares, y que se toman el tiempo necesario,
137 minutos en este caso, para desarrollar su historia, aunque incluso en
páginas especializadas famosas decidan ignorar completamente las intenciones de
la propuesta y la fusilen exclusivamente por este hecho. Tampoco ayuda a
mejorar la impresión general que algunas copias que se están viendo en streaming
mutilen la suntuosa relación de aspecto widescreen en la que ha sido concebida.
Un caso no muy diferente al de The Cure for Wellness
(2017), aunque ahora presenciamos un debut menos firme, el de David Prior – que
deja notar en su estilo sus colaboraciones con David Fincher–, autor del
alucinante mediometraje de horror lovecraftiano AM1200 (2008), con la que
esta se relaciona de tantas formas que podrían transcurrir en el mismo
universo. Dirigida con una puesta en escena elegante, de tonos fríos y oscuros
captados por la impresionante fotografía de Anastas Michos, sorprende una
aproximación visual tan hermosa en una película que se plantea como una
investigación paciente, sin grandes set
pieces, aunque sí desarrollada con riesgo desde su estructura. Con un
prólogo que podría ser The Ritual (2017) resumida en 22
minutos. Prior ofrece una alternativa al Incidente del paso Diátlov con algunas
situaciones que recuerdan al remake de La maschera del demonio (1989) de
Lamberto Bava, para desarrollar muchas reglas de lo que vamos a ver a
continuación y plantar algunas ideas que se retomarán más adelante en el verdadero
núcleo del film.
Durante el resto de The
Empty Man la trama se centra en una investigación en clave The
Ring (2002), llevada en los hombros de un adecuado James Badge Dale,
adentrándose en un mundo de sectas dianéticas, retratadas como la cienciología,
pero con detalles cinematográficos que la aproximan a la de Blue
Sunshine (1977), derivando su viaje en un opresivo laberinto mental de
horror, más que cósmico, filosófico, profundamente existencial y muy arriesgado,
al tratar conceptos ontológicos complicados como los tulpas, desde una perspectiva
inusual. Debates sobre citas de Nietzsche, detalles como bautizar Derrida al
instituto en el que estudian los protagonistas o mensajes sobre la creencia en
Dios y la religión a través de películas como Quo Vadis? (1951),
plantean el film como un gran rompecabezas, donde hasta pausar la imagen en las
consultas de Wikipedia del protagonista pueden ayudar a unir piezas al final
del film.
El film de Prior no es tampoco para todo el mundo, su desarrollfo pausado y sus vueltas sobre ciertos puntos pueden resultar agotadores, pero es el tipo del film de horror alejado del efectismo fácil, podría dialogar con
con Dead
& Buried (1981),
Jacob’s
Ladder (1990) o Angel’s Heart (1987), si en vez del
satanismo o vudú hubiera ecos de nihilismo, ciencia ficción y existencialismo,
con algunos momentos ocasionales de terror grotesco, que crean también algunos
puntos en común con Wounds (2019) en su desarrollo. Pero en la entidad maligna que
sobrevuela todo el film se pueden apreciar detalles de la mitología de H.P.
Lovecraft que no sorprenden a quien haya visto su primer corto, desde algunas
formas que parecen inspiradas en Nyarlathotep, ideas sobre el caos que parecen
estar describiendo a Azathoth o incluso referencias visuales a Zdzislaw
Beksinski y su The Horn Player, usado para ilustrar algunas portadas del autor
de Providence.

Sin embargo, The Empty
Man se relaciona más con algunas ficciones de literatura afín, como Robert
Chambers y su Rey de Amarillo –desde la obsesión vírica que plantea, a los
andrajos de la aparición iguales a los descritos en Yellow Sign– o, sobre todo,
Thomas Ligotti. Es cuanto menos irónico que se invoque a menudo The
Conspiracy Against the Human Race (2010) para elevar las virtudes de
una serie policial que usa citas del autor sin tener gran conexión con la trama,
y a la película que más se ha llegado a acercar a parecerse a una adaptación
puramente nihilista de sus temas y obsesiones se la haya recibido con gran
rechazo. Cuando echemos de menos las producciones diseñadas para gran pantalla
y no para la de una tableta, el tiempo irá tratando mejor a un film con
ambición suicida pero con todos los ingredientes para crear debate durante los
años, con el ADN de los verdaderos filmes de culto.
Jorge Loser