‘Down a Dark Hall’ (2018) review

96 minutos
Estados Unidos
La adaptación española de Down a Dark Hall de Lois Duncan es una competente traslación de los mimbres que hacen de la novela Young adult una tendencia de éxito hasta estos días. Sin caer en las dinámicas del cine de terror más actual, Rodrigo Cortés hace su versión el mismo, con un poso anacrónico y respetuoso con las inquietudes universales del adolescente. Pese a algunos aspectos mejorables, su misterio engancha y acaba ofreciendo una clonclusión lo suficientemente disparatada como para atraer a los fans del gótico europeo más febril.
2018
6
Valorado con 6 de 10
DownaDarkHall

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La nueva película de Rodrigo Cortés no es una entrada ortodoxa en el cuerpo de su filmografía. Una adaptación de una novela juvenil de los años setenta es, a priori, desconcertante viniendo de quien ha firmado thrillers mucho más cerebrales y con un habitual gusto por cierta densidad temática relacionada con el engañoso contorno de lo aparente. Es en ese punto en dónde Blackwood (Down a Dark Hall) alberga mayores convergencias con sus habituales inquietudes. Es evidente desde un primer momento que el director no ha querido llevar el texto a su terreno, ajustándose a un estilo definido de cine adolescente de terror sin apenas exabruptos fuera de la historia. Un gesto de artesano y narrador de corte clasicista, hasta tal punto que el conjunto parece realizado en otra época, con cierta ingenuidad fresca hacia el género que nos hace pensar en las primeras muestras de cine de terror más allá de las interminables copias de Scream (1996) de la segunda mitad de los 90.

Precisamente Lois Duncan, la autora de la novela, también es responsable del texto que inspiró Sé lo que hicisteis el último verano (I Know What you Did Last Summer, 1997) y el de Secuestrando a la señorita Tingle (Teaching Mrs. Tingle, 1999), aunque esta fuera una adaptación apócrifa de su Killing Mr. Griffin (1978). Precisamente, el culpable de esa ola de adaptaciones era el hombre que inició la mecha, Wes Craven, quien curiosamente ya había adaptado a Duncan el mismo en la rescatable Las dos caras de Julia (Summer of Fear, 1978). Sin embargo, la visión de Cortés se acerca más a otras muestras más reposadas y curiosas de la transición hacia un horror más sobrenatural con toques europeos del mismo planteamiento adolescente, como fueron Deep in the Woods (Promenons-nous dans les bois, 2000) o El bosque Maldito (The Woods, 2006) que se basaba mucho en Suspiria (1977), pero con posibles elementos prestados de la novela de Duncan, como la tendencia pirómana de la niña protagonista o el momento concreto en el que llama a su madre, casi calcado en Blackwood.


La pertenencia de esta adaptación a ese subgénero de señoritas en internados con secretos le da un cariz atemporal que engancha con aspiraciones góticas más alejadas del susto barato, (aunque haya un par de esos), y más en el misterio que esconde un edificio semiabandonado lleno de estrictas profesoras. Tanto es así que la misma novela de Duncan pudo servir de inspiración para Argento, aunque la principal referencia para todas ellas siga siendo la extraordinaria La Residencia (1970), con la que, además de compartir patria, hay detalles en común como el hijo de la directora, enamorado de la joven protagonista. También de las escuelas de Argento hay detalles, pero incluso alguno más de Phenomena (1985) y su joven prodigio que de las madres maléficas. Mirando hacia ellas y menos al terror de tipo Wan, Blackwood se posiciona como una aportación sencilla y sin demasiadas pretensiones, quizá carente de cierta ambición en el desarrollo de un misterio bastante claro desde el inicio, y en cierta forma algo confuso en su resolución.
Hay algunas asperezas técnicas que denotan que el presupuesto no es tan holgado como pudieran hacer parecer las imágenes promocionales, detalles de rácord, las demasiado oscuras escenas nocturnas o algunos efectos concretos, pero el mayor punto de ruptura es el de la interpretación de algunos actores, especialmente la que suponemos, tiene más experiencia en el reparto. Uma Thurman, la antagonista de Kit, compone a un personaje histriónico, con un acento impostado que es difícil de creer, pero su imponente presencia y su locura final hace que, en cierta forma, su sobreactuación acabe en una divertida caricatura tan pasada de vueltas como siniestra. Además, la cámara de Cortés no es ajena a su mirada intensa y se crea un curioso juego de espejos con los de AnnaSophia Robb, que recordamos fue la convenientemente odiosa Veruca Salt de Tim Burton.


Las revelaciones de Kit y sus compañeras, entre las que destaca una genial Victoria Moroles, proponen una pequeña reflexión sobre la creación, el proceso de inspiración y el talento como elemento venenoso. Esto amplía las posibilidades de la aventura de terror adolescente hasta llegar a extremos sorprendentemente macabros, nada complacientes dentro de un estilo que tiende al piloto automático. Cortés no nos priva de las consecuencias del devenir del método que aprenden las muchachas y aunque nunca se sale del raíl de la calificación PG-13, es el estado mental que se presenta lo que resulta perturbador. Una vez se descubren los secretos de la institución, aparece el delirio y los tímidos viajes surrealistas de Kit se convierten en un tren de la bruja alocado y delirante, trufado de imaginería gótica que nos hacen pensar en una vertiente más antigua y europea del cine de terror. Su recta final es una auténtica danza macabra con ecos a La Horrible Noche Del Baile De Los Muertos (Nella Stretta Morsa Del Ragno, 1971) y, como si una pieza italiana de la época se tratara, decide abandonar a lógica o las explicaciones para entregarse a una resolución algo cursi pero honesta.


Es interesante comprobar cómo la fidelidad al texto de Duncan se traduce en una obra válida para la década de los 2010, tan alienígena, eso sí, a las tendencias actuales del terror que casi juega en su contra su contención y falta de pretensiones más allá de contar la historia con solidez. Pese a ser una anomalía curiosa en el conjunto industrial presente, es una adición positiva al mundo de una de las pioneras del horror Young Adult literario, y calza perfectamente en su estilo universal, no tan dirigido a fans fatales del cine de terror, sino para los interesados ocasionales y noveles. Esta desubicación de público objetivo puede desconcertar a los que vayan esperando otra rutinaria muestra de slasher aséptico al estilo de las últimas trastadas de Blumhouse, pero aunque no llegue a todo lo que pudiera dar de sí su plantamiento , es casi necesaria para demostrar que pueden plantearse productos teen con más sustancia que las pobres consecuciones de muertes sin plasma de naderías como Verdad o reto (Truth or Dare, 2018) o 7 Deseos (Wish Upon, 2017).

Curiosidades sobre la película

Dentro de poco tendremos algunas curiosidades

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