Los guionistas de ‘A Quiet Place’ (2018), Scott Beck y Bryan Woods, escriben y dirigen esta producción de Eli Roth más cerca de los films como director del autor de Hostel que del filme de John Krasinski, una propuesta de terror que podría ubicarse en la filosofía de la crueldad de la década pasada pero resulta un notable slasher deudor de Tobe Hooper que no debe pasar desapercibido.
2019
7
7/10
Haunt-poster

 

La tendencia sobrenatural en el cine de terror de la década presente, va dejando claros en los que se van filtrando algunos intentos que pujan por crear nuevas vías. Así, mientras IT Chapter Two (2019) y el filón de Warner con el universo Conjuring siguen amasando millones, las independientes como Blumhouse han capitalizado un algo forzado revival del slasher adolescente como excusa para retomar franquicias como Halloween (1978) a bajo costo y máximo rendimiento. Dentro de este movimiento se pueden ir encontrando ejemplos que aprovechan el tirón como Hellfest (2018), que tenía una trama similar a Haunt, una atracción de feria de espantos como emplazamiento para una carnicería real. En esta, los directores han buscado aunar su amor por el film de John Carpenter y, especialmente, The Funhouse (1981), probablemente, la película más influyente de Tobe Hooper tras The Texas Chainsaw Massacre (1974) y Poltergeist (1982), que, incluso a veces más que el film con caracuero, define el tono de gran parte del género del siglo XXI. Empezando por House of 1.000 corpses (2003), la juguetería tétrica de Rob Zombie que recreaba los dos pilares del cine gótico americano de Hooper para redefinir el terror post 11-S.

Las atracciones con tren de la bruja han sido una localización favorita en el cine de género, empezando por la escena de la feria del film noir Brighton Rock (1947) hasta 2019. Por el camino tenemos filmes como Torture Garden (1967), una de las siniestras antologías de la amicus, que usaba como conector de sus historias una visita a un sofisticado teatro de terror de feria que muestra los macabros destinos de sus visitantes. Incluso nos encontramos otra muestra con el mismo título en castellano (la casa del terror) y mismo argumento hace más de 10 años, dark ride (2006) con la misma receta de jóvenes asesinados en un pasaje del terror en pleno auge del torture porn.

La imaginería de terror de barraca, un lugar de jolgorio en horas en las que no hay ni un alma, las casas embrujadas con trabajadores misteriosos son un emplazamiento muy jugoso para el cine de terror y todas, al final acaban girando en torno a la de hooper que, conforme va asentándose su papel en la historia del género, ha ido cogiendo más solera, hasta tal punto que define mucho de ese cine de horror contemporáneo que busca imprimir la suciedad y las texturas salvajes de los 70.

Lo que chirría en la ecuación es el ángulo más Spielberg —irónicamente, el productor que depuró la mirada perversa de Hooper en
Poltergeist
— de A Quiet Place, cuyo éxito dirigió las miradas hacia estos dos directores y sus nuevos proyectos. Puede que la clave de la diferencia entre ambos proyectos es que Haunt fue escrita al mismo tiempo, por lo que no necesariamente recibió luz verde a raíz del éxito de la anterior. De hecho, pequeños aspectos del guion se comparten en ambas, como cierto momento
con un clavo. Sin embargo, mientras la cinta de John Krasinski pertenece a una reciente revalorización del terror como cine de gran público y de prestigio crítico, Haunt es más desagradable, truculenta, extrema incluso, y pertenece a un ámbito de mercado diferente. Un circuito en donde el productor Eli Roth es un experto, aunque su papel no ha sido incrementar las torturas sádicas, sino apenas dar algunas notas sobre el guión referentes a los personajes.

Si bien en su anterior trabajo los directores se centraron
en el drama de una familia y las interrelaciones en el duelo, el tratamiento de
Haunt
pertenece al horror clásico y se reboza completamente en los tropos de la
fiesta de Halloween y su iconografía, con su lugar remoto con viejo caserón de
feria con atracciones macabras, llevada por personas con máscaras siniestras. Tan
solo un año después de la citada Hellfest,
esta propuesta reincide en muchos de los momentos diseñados por aquella, como
la contemplación de víctimas reales como parte de la atracción, para
incredulidad tornada en miedo puro de los protagonistas o salas llenas de
figuras bajo sábanas que pueden esconder asesinos reales. Efectivamente,
utiliza los mismos trucos para un acabado diferente, menos juguetón y más
opresivo, oscuro y gráfico en la resolución de las inevitables muertes, pero a
nivel de puesta en escena y fotografía esta gana por goleada.

Haunt juega
muchas bazas de la obra de Hooper, como mostrar espantos peores debajo las
máscaras de sus enigmáticos asesinos, pero también actualiza muchos de los
luagres comunes habituales con una efectiva puesta en escena y un uso de la
fotografía más rico de lo que podría exigirse a un producto de estas
características si lo hubiera producido, por ejemplo, Blumhouse. La dirección
está un punto por encima de lo habitual y todos los elementos de la producción
se mueven en la misma dirección, y un nudo que enfatiza los elementos survival.
El único punto disonante del guion de Beck y Woods es el tibio paralelismo
ocasional con el trauma oculto de la protagonista. Un innecesario trasfondo que
no molesta dentro de la reinterpretación de un planteamiento clásico, esta vez
con un catálogo despiadado de muertes violentas de body count generoso y estupendos
efectos gore que la convierten, fácilmente, en el mejor slasher del año.

Jorge Loser

Curiosidades sobre la película

Dentro de poco tendremos algunas curiosidades

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