Una disparatada traslación del gore noventero a la comedia negra española, en la que la aparición de Paul Naschy es casi anecdótica y donde el grupo ‘Mojinos Escozíos’ hacían acto de presencia con música y actuación del Sevilla. Una obra bizarra en la que unos extraterrestres quieren conquistar la tierra inseminando los culos de los terrícolas.
2002
/10
mucha sangre (4)

El “efecto De la Iglesia” en la cinematografía ibérica, explorado en el muy interesante documental Herederos de la bestia (2016), de Diego López y David Pizarro, tuvo un interesante efecto en la producción independiente durante los noventa, de tal manera, que toda una generación de jóvenes cineastas, animados por el mensaje activo de que otro cine también era posible en nuestro país, también se animaron con sus cortos, guiones y proyectos. En dicha explosión de cine Bis reinaban los VHS de contrabando, las copias de las copias hechas de forma casera, los fanzines, los festivales vistos como espacio para el ritual y las congregaciones de aficionados alrededor de material underground. Mientras, algunos elegidos, lograban financiar proyectos más ambiciosos, con presupuestos que les alejaban de la caterva de cortos rodados en vídeo usando kétchup como sangre.

En ese caldo de cultivo se formaron algunos de los cineastas con más proyección del cine de género en nuestro país, como es el caso de Balagueró, Koldo Serra o Vigalondo, y mientras lo gore, el fantástico, rompía el cascarón en el cine comercial, con productoras como Fantastic Factory, en el inframundo de los bajos presupuestos y los proyectos faraónicos quedaban por el camino películas con mucho potencial. Puede que una de ellas fuera esta Mucha Sangre (2002), de Pepe de Las Heras, un proyecto que no parece realizado en el momento en el que se estrenó. De hecho, la película tuvo una preparación de varios años hasta que consiguió ser completada con éxito, aunque el resultado en pantalla deja ver más las dificultades que llevaron a esa demora que un verdadero valor de producción derivado del empleo de todo ese tiempo.

El inicio de la década de los 2000 también tuvo una suerte de resurrección nostálgica de la figura de Paul Naschy, recuperado por varios cineastas para sus proyectos, más o menos ambiciosos, con más o menos presupuesto, de formato corto o largo. El resultado de esas colaboraciones, en la mayoría de los casos, fue la presencia de un villano con cierto carisma que elevaba algo la categoría de esos proyectos menos vistosos. En el caso que nos ocupa, el villano es una especie de mafioso, llamado Vicuña, que además de parecer un malo de la saga Torrente, tiene una especie de secta alienígena que transforma a la gente en zombies sodomizándolos. Un papel que, a prori, podría poner a Naschy en contacto con nuevas corrientes del cine de terror y fantástico de los nuevos tiempos de forma natural, confrontando sus raíces más góticas con una mirada mucho más festiva y ligera del género que tan solo se correspondería con los elementos de explotación de su cine del pasado.

Las intenciones de Mucha Sangre, de primeras, son loables. Intentar hacer algo en a onda del espíritu de Peter Jackson o Robert Rodríguez en España, con cierto aspecto profesional, lejos de los granulosos productos en vídeo de las entrañas del infracine más irredento de la época inmediatamente anterior era, incluso, una asignatura pendiente. Películas como La matanza caníbal de los garrulos lisérgicos (1993), de Antonio Blanco y Ricardo Llovo, que incluso con su irrelevante valor cinematográfico eran poco más que películas de amiguetes que entraron en los circuitos del culto de una era en al que no importaba demasiado los aspectos técnicos, sino su adaptación de los mitos más conocidos, el American Gothic más sucio, el gore más desprejuiciado… todo lo que no podíamos ver en el cine más convencional. Por eso, la película de Pepe de las Heras, mejora en parte las rugosidades visuales que hacían tan marginales aquellas obras y logra presentar un amago de resumen de todo aquello que gustaba en una década sedienta de la sangre e imágenes de impacto que no se encontraban en el cine.

Por desgracia, los resultados distan mucho de representar un mínimo de los objetivos que el espectador pudiera exigirle a un supuesto artefacto de cine gamberro  y de terror con altas dosis de comedia y sangre. Todo en Mucha Sangre destila un aroma de comedia española zafia, de chascarrillo sexual y choricero, con un guiño a una contracultura representada por los Mojinos escozíos, que aparecen haciendo un cameo e interpretan el tema principal de la película. Si bien aquellos son un decente artefacto de cultura de la mofa con cierta cantidad de ingenio en sus letras, la película trata de mostrar la grosería como textura de provocación fácil, metida con brocha gorda, como chiste de amigotes en el bar y mezclando esa tajada ibérica con aspectos más superficiales del cine fantástico que trata de imitar.

De hecho, se nota demasiado la esquizofrenia referencial y, junto a los aspectos de gore y cine de zombies alocado, hay tiroteos a lo John Woo y Tarantino, pero sin un movimiento de cámara o labor de composición que acompañe el homenaje. Y es en este punto en el que, además, se nota la chapuza de géneros, puesto que casi hay más intercambio bobalicón de disparos que el gore prometido en el título, siendo especialmente lamentable la acumulación de estos momentos de ese estilo en la parte correspondiente al clímax, relegando la mayor escena de casquería a la mitad del camino, con un desmembramiento que recuerda, por su uso de música clásica y cámara lenta, a una escena de Zombis Nazis (Død snø, 2009), de Tommy Wirkola .

Resulta curioso encontrarse a Rodolfo Sancho, actor hoy muy activo en cine y televisión, en uno de sus primeros papeles, probablemente un esqueleto en el armario del que no se enorgullezca. Le acompañan Txema Sandoval e Isabel Del Toro, la chica, el típico contrapunto femenino idealizado de este tipo de películas que harían el test de Bedchel arder. Por otra parte, las descompensaciones de ritmo y la acción tienen bastante que ver con el generoso tiempo en pantalla de Naschy, que cumple en su papel de sádico villano, a pesar del ridículo atuendo con una peluca de cola de caballo comprada en el chino. Puede que por no tener demasiado claro el tipo de producto en el que está metido, en ocasiones se le ve algo desganado, sin más intención que cumplir su cometido con eficiencia.

Su Vicuña  es de los pocos elementos de la película que dan el pego, a pesar de lo comentado, tanto que parece que hay dos películas paralelas, una de los planes del villano y otra sobre los personajes protagonistas. Todo esto hace que la trama se haga demasiado estática y morosa, que, sumado a la chabacanería y la falta de elementos de terror, más allá de alguna posesión alienígena, convierten Mucha Sangre en algo menos que un fracaso artístico o una oportunidad perdida, un triste intento del que podrían aprenderse unas cuantas lecciones. Sin ir más lejos, un ejemplo de una idea similar bien hecha fue Lobos de Arga (2010), de Juan Martínez Moreno, que contaba con un guion con gags que acababan funcionando mejor. O la parodia en stop motion Pos Eso (2014), de Ortí Martí, o incluso la misma Las brujas de Zugarramurdi (2013), de Alex de la Iglesia, comparten ese sentido del esperpento exagerado que funciona cuanto más sucio y grasiento pero, en el caso,  De las Heras resulta burdo y escasamente gracioso, y eso convierte su película en un quiero y no puedo aburrido, sin cohesión y con muchos instantes a medio cocer, propios de un corto amateur.

Curiosidades sobre la película

Dentro de poco tendremos algunas curiosidades

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