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The House That Jack Built (v) review

Con ‘La casa de Jack’, Lars von Trier regresó a Cannes tras su exilio no voluntario de siete años solo para provocar que decenas de personas salieran en estampida de la sala. Protagonizada por Matt Dillon, Uma Thurman y Bruno Ganz, Su nueva bomba es una comedia negra trufada de incómodas imágenes de violencia que equipara su oficio de cineasta con el de asesino en serie.
2018
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the house that jack built poster

El ramillete de perlas surgido de la presentación de La Casa de Jack en Cannes el pasado mayo no ayudó a disipar la polémica de su regreso tras las declaraciones de 2011 en las que Lars Von Trier decía entender a Hitler (sic) mutilación de mujeres y niños» entre otras lindezas. Pero eso al cineasta danés no le preocupa en absoluto, es más, parece agradarle. «Es muy importante no ser amado por todos, porque entonces has fallado. Sin embargo, no estoy seguro de si la odiaron lo suficiente. Si se vuelve demasiado popular, tendré un problema. Pero la recepción parecía casi perfecta», comentaba a «cineuropa» en la presentación en Cannes.

 

Y, lo cierto es que, aunque en el festival de cine fantástico de Sitges fue acogida con entusiasmo, también hubo división de opiniones frente a lo que el director muestra para demostrar su tesis, casi interactiva con el público. Es una comedia salvaje, sí, pero en la radicalidad de su provocación puede dejar sonrisas congeladas y a veces llega demasiado lejos. Es casi un desafío al respetable, en el que se va superando en zafiedad y sadismo para tensar el punto de tolerancia del espectador. Pero, lejos de ser pura provocación de un autor pidiendo atención, La casa de Jack funciona a distintos niveles, empezando como ensayo brillante y erudito sobre la figura del asesino en serie. «Yo sabía más sobre psicópatas que sobre asesinos en serie antes de asumir el proyecto. Como nunca he matado a nadie no estoy familiarizado con el mundo del protagonista, pero si lo hago, probablemente será un periodista» bromeaba en Cannes. Sin embargo, el director es incapaz de limitar su nuevo trabajo con los marcos tradicionales del cine de psycho killers «siempre cojo un género y trato de hacer que algo choque con él. Así que para mí no es una verdadera película de asesinos en serie».

 

Jack, retrato de un asesino

 En la mayoría de los últimos trabajos de Lars Von Trier hay mujeres como protagonistas y, tanto en Melancolía como en la dupla Nymphomaniac, sus personajes femeninos son ricos, insaciables, humillados, maltratados, abnegados o autodestructivos. Sin embargo, en esta ocasión ha escogido como objeto de estudio la figura de un hombre completamente malvado —su primer protagonista varón desde Europa, en 1991—, un cambió que «fue muy placentero y posiblemente también un poco infantil, especialmente cuando me di cuenta de que todas las mujeres de mi guion parecían extremadamente estúpidas. También es refrescante jugar con un personaje principal que puede hacer casi cualquier cosa, todo tipo de actos terribles, y salirse con la suya. Volví a visitar la extraordinaria literatura de Patricia Highsmith para tener la inspiración correcta».

Parte de la reacción de la crítica y del público de la premiere, precisamente, tiene que ver con la representación de la violencia, especialmente contra la mujer. Pero, por supuesto, Von Trier cuenta con ello y es consciente de que «hay algunas escenas que ofenderán a la gente, como el trato a las víctimas femeninas, pero no debemos tomar nada de esto en serio; y estoy seguro de que hay más películas violentas cada semana, o más cosas violentas en la televisión todos los días». Ofensivo o no, lo cierto es que en la plasmación de los asesinatos, además del gore explícito, hay un factor de sadismo, tanto con el personaje como con el espectador, que hace que el impacto sea más grotesco. Y ese es el punto al que quiere llevar la situación para que la reflexión sobre la villanía del creador tenga efecto. Su sentido del humor, perverso y Hitchcockniano, tiene puntos que llegan al límite de los socialmente aceptable, como la resolución de la escena de excursión de caza.

 
Los círculos del infierno de Von Trier Jack (Matt Dillon) es un asesino en serie que cuenta en primera persona cinco de los muchos asesinatos que ha perpetrado a lo largo de 12 años. Cinco incidentes aleatorios que muestran el inicio, nudo y final de la carrera criminal de un arquitecto demente en busca de su gran obra maestra: una casa hecha con el material proveniente de sus asesinatos. Jack actúa con impunidad en los Estados Unidos de los años 70 y 80, mientras charla con una especie de conciencia, o quizás la encarnación misma de la moral, de nombre Virgilio (Bruno Ganz). Contra toda lógica, cuanto más de cerca le sigue la policía, Jack descuida más sus planes en una espiral de despropósitos, mientras compartimos las descripciones que hace de su condición, sus problemas y su personalidad, una mezcla de sofisticación y autocompasión infantil.

La estructura de diario de La casa de Jack la emparenta inmediatamente con Henry, retrato de un asesino, un atípico biopic sobre un asesino real que nos metía hasta la cocina en su escabroso día a día, pero lo que en la cinta de John McNaughton era implicación, la de Von Trier lo tiene de reflexión sobre la maldad, el proceso creativo y las líneas cruzadas entre ambos. En cada capítulo, Jack explica conexiones del proceso que lleva a matar y su equiparación con cualquier talento. Algunas exposiciones son brillantes, como la teoría de la sombra de las farolas explicando la necesidad de asesinar; el conjunto de lecciones magistrales explicadas a Virgilio parece una extensión del ensayo Del asesinato considerado como una de las bellas artes de Thomas de Quincey. Las resemblanzas literarias también pasan por una visita al infierno de Dante con la que el director danés pretende hacer expiación llegando a equiparar su obra, literal y explícitamente, con el oficio de asesino. La fuga al fantástico puro del final se ha tomado como un exceso delirante cuando alberga la clave del conflicto y la apertura emocional más sincera del filme, pidiendo perdón por sus pecados junto a los de su protagonista psicópata. «La moralina es, si hay alguna, que estoy seguro de que todos nosotros podríamos ser asesinos en serie. Por supuesto, habría que superar algunos límites y, gracias a Dios, hay sistemas para evitarlo». Fascinante y deleznable, hará que busques la penitencia y la redención después de disfrutar y reír con la mejor película del danés en esta década.

Curiosidades sobre la película

Dentro de poco tendremos algunas curiosidades

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