‘The Void’ (2017) review

90 minutos
EE.UU.
El Vacío es un esfuerzo independiente que exuda amor al género y sus maestros en cada fotograma, dejando atrás su trabajo referencial a su espíritu lúdico, logra condensar una atmósfera tensa y lóbrega sobre la que se va destapando su constante ristra de sorpresas cósmicas sin rendir cuentas a nadie. Un milagro de fans, para fans, que nunca habría visto la luz de otra forma.
2016
10
10/10
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Dios bendiga Indiegogo, y todas las páginas que permiten a proyectos diferentes, alternativos, fuera de los gustos generalizados o decididos por estadísticas, números y despachos recaudar el presupuesto necesario para salir adelante. De otra manera, no habría sido posible el crowfunding de este esfuerzo independiente que se estrena en España después de haber sorprendido en varios festivales de cine fantástico y tener un vuelo comercial propio del carácter de guerrilla del que procede. Otros intentos del mismo estilo, como Harbinger Down (2015) no tuvieron al suerte de traspasar tantas fronteras y, aunque esa en cuestión no fuera tan discreta como la pintan, quizá no podía distinguirse tan bien de sus colegas de estantería como la nueva película de Steven Kostanski y Jeremy Gillespie.

Y es que, en la miríada de cine para VOD hay corrientes, subcorrientes y nuevas modas que incluyen una vuelta a las raíces ochenteras, con ánimo de dar lo que quieren a los más nostálgicos, o sencillamente porque es una marca a la engancharse. Y sí, aunque los pósters desvelen un trabajo de amor por el género con actitud desvergonzadamente retro, una película como The Void ya está condenada a un constante juicio por su reproducción de patrones de las influencias citadas por los dos directores. Es más, el trabajo de marketing, el arte de los pósters es tan rotundo, que algunos aficionados pueden crear su propia película a partir de las imágenes de promoción, para luego darse de bruces con la película real, una modesta, con muy poco presupuesto, cuando llega el momento de la proyección.

Ni las expectativas se cumplen ni la textura en pantalla es la que uno imagina cuando le salen referentes como John Carpenter o Lovecraft como medida de juicio previo. Pero si bien Hollywood ya ha dicho que no a Lovecraft y Carpenter en la gran pantalla, en estos años hemos tenido nuestra pequeña dosis televisiva con la excelente Stranger Things (2016-), que en su primera temporada conseguía un tono bastante deudor del director, tocando conceptos propios del de Providence de forma más acertada de lo que muchos alcanzaron a ver. Lo cierto es que, uno de los últimos filmes de Carpenter, ya casi retirado del cine y los rodajes, tuvo lugar hace más de diez años con el episodio Pro-Life (2006) de la serie Masters of Horror.

La secta de El Vacío

Aquel era un trabajo poco personal, en el que apenas se podía intuir su firma entre su desganada recreación de sus propias señas de identidad. Una situación de encierro y asedio de rednecks religiosos en una clínica de abortos, con elementos sobrenaturales en el que se dejaban entrever algún desapasionado guiño a La Cosa (The Thing, 1982). Y es curioso ver cómo una obra que toma el trabajo del director como pauta y guía como El vacío tenga tantos puntos en común con esa, la peor obra de su director—un hospital sitiado por un culto y embarazos sobrenaturales con retoños maléficos—, y al mismo tiempo sea lo más cercano a la época dorada del americano que ha dado el cine de terror en mucho tiempo. Y es que se nota que los directoras han visto un puñado de veces La cosa y han entendido bien que El príncipe de las tinieblas (Prince of Darkness, 1987) es una masterclass de cómo crear atmósfera desesperante y opresiva en un filme de terror fantástico.

The Void no tiene intenciones de alcanzar a su maestro ni pretende aportar nada nuevo al panorama de terror, sino que se apoya en elementos de otra era para rescatar un tipo de cine muy concreto y bastante añorado. Por ello, siendo un proyecto de muy bajo presupuesto, requirió de la ayuda de un buen puñado de fans del concepto para alcanzar los 80.000 dólares que hacían falta para completar los efectos especiales prácticos para sus criaturas. La importancia que le dan al plantel de creaciones grimosas puede hacer pensar que hay un carácter de excusa, que sólo sirven para el deleite visual que obedece al mero ejercicio nostálgico, pero esa delectación por el látex, es también un resorte narrativo. En ese sentido, la película de Gillespie y Kovaski es mucho más oscura y nihilista que un Stranger Things, y aunque use partes de la imaginería 80’s de forma similar, su mecanismo de plasmación del sobrecogimiento del horror cósmico y el más allá no usa como factor de multiplicación a Steven Spielberg sino a Lucio Fulci y Clive Barker.

Influencia lovecraftiana El Vacío

Por supuesto, es muy consciente de sus referentes, y los celebra, sabiendo que antes de ella vino el Re-Sonator (From Beyond, 1986) de Stuart Gordon, (que también), se decantaba por cultos lovecraftianos más tradicionales, un nexo con la matriz pulp de la que bebe, y la figura del científico malvado/loco, cuyos experimentos fallidos son descartados y abandonados, como los de las adaptaciones de El Caso de Charles Dexter Ward. Tanto El palacio de los espíritus (The Haunted Palace, 1963) y, sobre todo The Resurrected (1992), son distintas versiones del texto que preparan para esta especie de prima espiritual de aquellas.

Claro, su típica trama de personajes enfrentados, encerrados en un hospital bajo el acoso de encapuchados sectarios armados con cuchillos, recuerda a otros esfuerzos similares recientes, por ejemplo, End of the line (2009) que cambiaba su emplazamiento por los pasillos del metro urbano, pero también jugaba con elementos parecidos. El background literario de The Void, sin embargo, hace que una aventura de gore, criaturas informes que parecen del mismísimo Rob Bottin, y tensiones propias de Asalto en la comisaría del Distrito 13 (Assault on Precint 13, 1976) o La noche de los muertos vivientes (Night Of The Living Dead, 1968) se enriquezca con las descripciones de paisajes surreales a caballo entre Dalí y El Reino de la noche (The Night Land, 1912), de William Hope Hodgson, un precedente de la mitología lovecraftiana.

Criaturas a lo Hellraiser El Vacío

Aunque sus referentes argumentales y visuales se acercan más al Carpenter de En la boca del miedo (In the Mouth of Madness, 1994), sorprende su buena factura para un proyecto crowfunding, con algunos de los FX prácticos más alucinantes vistos en años, diseños pesadillescos y ritmo sin pausa, en constante subida durante sus 85 minutos de duración. La coda barkeriana y sus guiños directos a El más alla ( La’aldila, 1981) de Lucio Fulci ponen a un broche a un proyecto oscuro, árido y sin concesiones, con una visión ochentera del género inamovible que no juega al guiño kistch, sino que busca, desesperadamente, convertirse en una de las películas que nunca llegaron a hacerse en esa época, sin miradas irónicas ni chascarrillos innecesarios. Un abrazo sin concesiones a lo cósmico e incluso surreal, que propone nuevas vías para el género utilizando las mismas bases literarias de donde proviene.

Curiosidades sobre la película

Dentro de poco tendremos algunas curiosidades

Fotogramas