Netflix tira la casa por la ventana en un pasable remedo de ‘Aliens’ y ‘Final Fantasy’ que tiene todo para ser una reseñable epopeya de acción-horror-scifi pero se queda en tierra de nadie por su anémica capacidad de crear emoción.
Lo tiene todo. Una escala que ya quisieran muchas pelis indies, grandes efectos especiales de Weta, y un diseño de producción y vestuario que invitan a frotarse las manos. Sin embargo, cuando pasamos el ecuador la excitación inicial se va calmando, algo falla, algo falta, y no es sencillo adivinar qué es. Spectral tiene uno de los puntos de partida más atractivos del año. Un científico se une a un equipo especial de operaciones para descubrir qué fuerza sobrenatural está invadiendo Europa, seres fantasmales que son capaces de matar simplemente pasando por ti, al llegar deben tratar de sobrevivir a los ataques y conseguir una manera de descubrir su punto débil.
Spectral era inicialmente un proyecto de Legendary Pictures a distribuir por Universal, pero esta decidió cancelar el trato y ahora ha sido adquirido por Netflix. No es difícil entender por qué. Su aspecto es espectacular y su intención ambiciosa, pero no cuadra como un estreno en cines convencional. Aunque lo han vendido como una mezcla de Call of Duty y Cazafantasmas (Ghostbusters, 1985), está más cortada con el molde de videojuegos como Gears of War y Final Fantasy, aunque de Aliens (1986), coge tanto que incluso tiene su momento “encontramos-a-niña-rubia-superviviente” prestado de Newt.
El aspecto de los espectros es lo menos trabajado. Ni dan miedo ni generan la sensación de estar viendo fantasmas reales sino efectos de juego de pc irreales. No crean una sensación de peligro real por que son tan poderosos y letales que es extraño que no consigan eliminar a todo el equipo de una sentada. Quizá el aspecto de homenaje al gaming sea interesante para quienes gusten de ver influencias de otros medios en su cine de acción, pero la falta de garra y sentido en unir todos los elementos de los que dispone la convierten en un funcional ejemplo de cine de acción-terror convencional sin mayores diferencias con una producción del canal Scifi o esos resultones directos a vídeo de Albert Pyun como Adrenalina: Fear the rush (1996).
Una válida serie B televisiva de presupuesto A, con apabullantes escenas de acción, gran despliegue técnico en exteriores, tanques y armas de gran diseño a la que le falta fuego, sangre y alma, un interés verdadero más allá de recrear todos los elementos necesarios para gustar a los geeks de sagas de videojuegos, que se traduce en una paulatina falta de interés y la sensación de estar, efectivamente, viendo un trabajo diseñado, pensado y ejecutado como un vulgar directo a vídeo. De los de toda la vida.