30 monedas (2020) review

60 minutos
30 monedas es una trepidante aventura satánica de gótico costumbrista, con un pletórico Álex de la Iglesia invocando a personajes de Miguel Delibes y John Carpenter en una misa negra donde caben Lovecraft y Jose Luis Cuerda, Stephen King y Fernando Fernán Gómez, Jose Luis Borau y Dennis Wheatley, recuperando su mitología de El día de la bestia para ofrecer la mejor serie de terror española desde Historias para no dormir. (No spoilers)
2020
91
10/10
30-monedas-poster

Hay una escena en La habitación del niño (2006) que
posteriormente podemos ver replicada, casi plano a plano, en Us
(2019), lo que indica que Jordan Peele encontró una buena idea para su inicio
en la película más explícitamente de terror de Álex de la Iglesia. Verlas
frente a frente deja muy pocas dudas. Sin embargo, no es una versión del
director español que hayamos tenido oportunidad de vez a menudo, aunque siempre
ha mostrado que conoce el género del horror y sabe jugar con sus referentes sin
perder nunca lo que le interesa contar. En aquella película de la estupenda colección
Películas
para no dormir
(2006), el cineasta mostraba una capacidad para crear
momentos inquietantes inédita en su filmografía, puesto que siempre suele haber
una colisión de géneros en su cine que se saldan con una victoria de la comedia
negra, incluso en El día de la Bestia (1995).

Con 30 monedas vuelve por primera vez
ese De la Iglesia interesado en el miedo, con un tono más serio que otros
acercamientos recientes como El Bar (2017), pese a que sigue
habiendo comedia, y en donde lo grotesco sigue moviéndose hacia el esperpento
pero sin dejar de ser inquietante en ningún momento, capaz de dibujarnos una
sonrisa para luego congelárnosla. También conecta en buena medida con El día de la bestia gracias a su juego
fantástico con la imaginería católica, su exploración ocultista, su sacerdote
encargado de librar una gran batalla contra el mal que encuentra recodos en el
dogma para proponer una mitología irreverente pero plenamente respetuosa con
los postulados conocidos. Así, ya desde su tremenda escena de créditos, encontramos
una disertación esotérica sobre los evangelios, la historia de judas y las
propiedades mágicas de los objetos que hicieron daño a cristo. Incluso nos da
una genial explicación de por qué los tres reyes eran magos.
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Aunque El día de la bestia sí que tenía una atmósfera
de horror inequívoca, la comedía terminaba imponiéndose en muchos momentos,
pero su desarrollo, con personajes siguiendo pistas, signos y vueltas que le
llevan de un lugar a otro, la asemejaban a la narrativa de una partida de juego
de rol, que aquí se trasforma, en sus ocho capítulos, en toda una campaña con módulos
casi independientes, como explicaba el autor en su propia cuenta de twitter. Sin
embargo, si en la Bestia se podría inferir un aura de ambigüedad, ya que el uso
de drogas podría explicar mucho de lo que vemos como fantástico, aquí tenemos
un mal muy real, un poder de lo diabólico tangible y que se manifiesta en muchas
formas. Entre ellas, grandes monstruos, que conectan con las apariciones en
juegos como La llamada de Cthulhu, como si estuvieran sacados de uno de
esos libros-catálogo de criaturas con las que no querrías encontrarte como
jugador, o formaran parte de un bestiario más extenso que nos reserva muchos
seres que veremos a lo largo de la serie.

Aunque el alucinante episodio piloto, con influencias de
Larry Cohen, momentos a lo X-Tro (1982), y un clímax con criatura
que deja con la boca abierta, los seres ancestrales no son el principal
ingrediente de los ocho capítulos, y cada uno tiene un misterio o deriva
sobrenatural diferente, extraña y sin aparente explicación más allá de la
magia. Son capítulos bien conectados entre sí, con un gran arco general
vibrante y lleno de misterios que se va desgranando convenientemente, pero hay
un cierto ánimo de evocar estructuras de antología para mostrar todos los males
que puede generar el poder de la moneda maldita. Sin interés de destripar nada,
De la Iglesia da una vuelta al cine de posesiones, a la necromancia, las
visiones de todo tipo y hasta las realidades paralelas. Hay un cierto episodio
que parece una continuación lógica de La habitación del niño, explorando
las mismas ideas de forma complementaria y coherente, tanto que podríamos decir
que hay un Universo de la Iglesia con reglas precisas, y un ámbito patagónico,
expansivo, inabarcable, que deja espacio para casi cualquier suceso
sobrenatural concebible en el género, siempre con la religión como trasfondo.
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Pero si 30 monedas funciona tan bien es por
sus personajes y los actores que les dan vida. Eduard Fernández, que fue el
diablo en Fausto 5.0 (2001), está tremendo como el cura especializado en
exorcismos que guarda un arsenal en la sacristía, y vamos siguiéndole desde su
situación actual hasta sus movimientos por todo el mundo para destapar la
conspiración vaticana. Si bien todo da vueltas alrededor de Vergara y el gran
misterio de su pasado, hay grandes sorpresas como una Carmen Machi aterradora o
Miguel Ángel Silvestre como Paco, el alcalde del pueblo, inseguro, algo torpón,
muy reconocible y muy diferente a lo que puede proyectar otros trabajos del
actor. Megan Montaner también logra que su Elena sea más cercana que la clásica
heroína de cine de terror o acción y los villanos de la función son un
contrapunto de auténtica maldad con el brillante Manolo Solo a la cabeza. La
interpretación de otros sospechosos habituales en el cine del director
contrasta por su tono más de escuela teatral pero en algunos casos suma a la
tendencia al histrionismo exagerado de tebeo en movimiento común en la obra del
bilbaíno.

Pese a estar producida por HBO Europe no se pierde nada del
toque Álex de la Iglesia y su capacidad de mezclar el costumbrismo con el
horror de matices anglosajones sigue siendo inconfundible y genial. Así,
podemos escuchar al padre Vergara explicar el discurso teosófico sobre la
aceptación del mal en la doctrina católica que vertebra toda The
Exorcist III
(1990) y acto seguido pedir a la carnicera un poco de
morcilla de “esa que no pica mucho”. 30 Monedas va explicando cómo la
normalidad de un pueblo de la España vaciada se va resquebrajando dejando salir
el mal y lo fantástico, como bien comenta en entrevistas, el guion junto a Jorge
Guerricaechevarría desarrolla una colisión entre William Friedkin y Crónicas
de un pueblo
, aunque ya tiene el molde de fantasía de Amanece,
que no es poco
(1989), pero como si el pueblo fuera atacado por fuerzas
del mal incomprensibles, y posiblemente hasta cósmicas.
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Porque en la serie caben H.P. Lovecraft y el Stephen King de
Salem’s
Lot
sí, pero también las adaptaciones de Dennis Weatley, los pueblos
neblinosos del John Carpenter de la trilogía del apocalipsis, las plagas de Egipto
y las invocaciones del satanic panic
más tradicional. Hay sitio para Azarías de Los santos inocentes (1984) dentro
de Operazione
Paura
(1968) de Mario Bava, todos al son de una marcha de Semana Santa
con percusión del infierno y el tritono prohibido del diablo de un atinado Roque
Baños que inquieta con algunos temas de murmullo gutural en baja frecuencia.
Pero 30
monedas
no es un pastiche, ni mucho menos, sino que sigue una tradición
de horror muy castellano, un gótico ibérico heredero de El extraño viaje (1964) y
Eugenio Martín, de callejones de piedra dorada y crucifijos gastados, capaz de
hibridar lo cotidiano con lo fantástico hermanándose con los herederos de la
Bestia en momentos como los adolescentes jugando a la ouija de Verónica
(2017), con ese toque Paco Plaza de rescatar la nostalgia a través de los
viejos cromos de Monstruos de
mundicromo —que tienen alguna pista de lo que vemos en la serie— y esa trama de
cismas siniestros en la propia iglesia que desarrollaba la película Memorias
del Ángel Caído
(1997), con la que también podría compartir universo y
mitología.
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Con un clímax que guarda sorpresas en una arquitectura de la
truculencia que no da concesiones de cara a la galería, 30 monedas acaba con un cliffhanger
de los de romperse las uñas, haciendo imprescindible una segunda temporada. No
hay un momento de respiro en sus vibrantes ocho episodios, que pese a algún
acabado de post producción innecesario y una fotografía de Pablo Rosso que a
veces no acaba de conectar con el tono gótico ibérico de la propuesta, abruman
por su cantidad de ideas, su ritmo trepidante de aventura sobrenatural que no
se pone límites, ofreciendo una intensidad sin concesiones, y acción de gran
nivel que se complementan con una fascinante disección de su mitología de
evangelios apócrifos y las raíces del mal en un fresco de imaginación
desbordante y ambición épica sin excusas ni rodeos. Todo un regalo.

Jorge Loser

Curiosidades sobre la película

Dentro de poco tendremos algunas curiosidades

Fotogramas