Si hay un momento adecuado de rescatar una casa encantada real y conocida como Amityville para el cine es la segunda mitad de los 2010. Por una parte, las películas de terror siguen en plena tendencia de espectros y posesiones ilustrados a partir de supuestos casos reales, por otra, el cine comercial tiende a aferrarse a las marcas conocidas como a un clavo ardiendo para tratar de atraer a un público que parece no querer saber nada de proyectos nuevos. Por ello, una franquicia construida a partir de Terror en Amityville parecía, a priori, una idea perfecta, y nadie mejor para encargarse del proyecto que el productor estrella del género en los últimos años, Jason Blum. «Dan Farrands y Casey La Scala me dijeron que querían hacer una versión “found footage” de Amityville y que tenían los derechos disponibles. Pero yo sabía que Bob Weinstein también tenía los derechos desde el remake. Les dije que en vez de luchar contra Bob, debíamos unirnos a él, se lo ofrecimos y él lo lanzó a la producción», comentaba el productor, que había trabajado cinco años para los Weinstein, a la web «Coming Soon» allá por 2011.
El guion de Farrands llevaba por título Amityville: The Lost Tapes y, efectivamente, trataba de acercar el mito al estilo que Blum ayudó a resucitar con Paranormal Activity. Era un paso lógico que podía hacer revitalizar la franquicia de la forma más natural. Su libreto tenía a un grupo de investigadores, reporteros y sacerdotes adentrándose en la casa encantada a estilo de películas como Encuentros Paranormales, pero un proyecto de esas características era bastante perecedero y pronto el mercado se vio infestado de ese tipo de producciones. Y aquí entra el factor Weinstein. Antes de que fueran famosos por sus abusos, los capos de Dimension films eran conocidos por su tortuosos procesos de producción y en esta ocasión no fue diferente.
El proyecto fue encadenando retraso tras retraso, aplazamientos y parones desde su fecha de estreno inicial el 27 de Enero de 2012. Se abandonó el concepto de metraje encontrado y pasó a reescribirse completamente por Franck Khalfoun, que también se encargaría de dirigir. El realizador del muy digno remake de Maniac podría haber sido una elección correcta, pero tampoco se libró de remontajes, cortes para pasar de una calificación R a PG-13, reshoots y otros cuatro años de cambios de fechas de estreno en la espiral conocida habitualmente por los creadores como el development hell. Para el director «sacar una película y encontrar las fechas correctas, acabarla en el momento adecuado para estrenarla es más una cuestión política que artística. Desafortunadamente, Hollywood está lleno de gente muy poderosa que tienen motivos ocultos para decidir las cosas. Estás atado a las decisiones que toman otros» según contaba a «Wicked horror», previamente a la explosión de los escándalos por abusos de Harvey Weinstein, revelados justo antes de que se estrenara definitivamente, lo que ya pondría la guinda nefasta a la secuencia de calamidades de la producción.
112 DE OCEAN AVENUE
En la versión final, el argumento sigue a Belle (Bella Thorne), su hermana pequeña Juliet (McKenna Grace), y su hermano gemelo en coma, James (Cameron Monaghan), cuando se mudan a una nueva casa con su madre soltera, Joan (Jennifer Jason Leigh), con el fin de ahorrar dinero para ayudar a pagar la asistencia sanitaria de su hermano. Pero cuando empiezan a ocurrir fenómenos extraños en la casa, incluyendo la recuperación milagrosa de su hermano y algunas pesadillas cada vez más espeluznantes, Belle comienza a sospechar que su madre no le está contando toda la verdad y pronto se da cuenta de que acaba de mudarse a la famosa casa de Amityville.
Hay unas cuantas Amityville que hay que recuperar de entre sus incontables secuelas, algunas a cada cual peor, que han dado mala fama a la casa del terror más famosa, pero no todas sus apariciones son desechables. Amityville II fue un oasis en la saga, la precuela que resulta ser la mejor exploitation de El exorcista. The Amityville Horror (2005) es un remake estilizado, que adelantaba, toscamente, el estilo James Wan de unos años después. My Amityville horror tenía al atormentado hijo de los Lutz contando su experiencia en la casa en una chaladura de documental. Y The Conjuring 2 (2016) tenia la visita de los Warren a Amityville, a modo de magnífico prólogo, le bastaba a Wan para superar a toda la franquicia.
Con una historia de producción tan accidentada, es casi redundante apuntar que los resultados artísticos de la película reflejan esos problemas, no solo por su incapacidad de adaptar la mitología de la casa encantada al nuevo paradigma del cine de horror, sino por usar Amityville para un juego meta a la Scream ya muy raído y fuera de lugar. Hay detalles interesantes, como la casi incestuosa madre encarnada por Jennifer Jason Leigh, la resolución del último acto, quizá lo menos perezoso de la película, o momentos como el médico levantando a James para encontrarse una sorpresa familiar para los amigos de la saga. Pero la indiferencia que desprende se palpa en la desgana en todos los apartados creativos. Especialmente por su condición de drama anacrónico y lleno de clichés, con un tufillo a filme de sobremesa del que no le salva ni la idea del conflicto ético tipo Cementerio de Animales, relacionando la enfermedad y el sistema sanitario norteamericano con los pactos diabólicos. Como cumplido, puede decirse de ella que se ajusta a su herencia de secuelas llenas de contraste entre lo trash y el convencionalismo fácil de olvidar.