Dark Waters (1993) review

Impresionante debut del director Mariano Baino construido con estilo y atmósfera para encajar una trama de horror cósmico y religioso, linajes maldito en forma de pesadilla con catacumbas, una isla condenada aislada empapada de humedad, monjas demoníacas crucificadas, depravación y un aparato visual impresionante. Un cóctel lovecraftiano italiano con la herencia europeas clásicas de Fulci, Argento y Soavi.
1993
/10
dark waters (3)

Los años noventa certificaron la defunción del género fantástico y de terror italiano. Suele marcarse como punto del final del camino Dellamore Dellamorte (1994), la que es para algunos la última gran obra fantástica salida del país de la bota. El cine europeo experimentó un cambio importante durante la década y mientras la industria americana se ahogaba entre refritos de sus cintas adolescentes ochenteras, nuevos y jóvenes cineastas ofrecían curiosas aportaciones al fantástico en sus debuts. Accion Mutante (1992) de Alex de la iglesia, Dust Devil (1992) de Richard Stanley y otras operas primas de europeos con ganas de hacer frente a los blockbusters americanos abrieron las puertas del fantastique más recóndito. Una de esas piezas primerizas llamadas a cambiar la percepción del viejo continente es Dark Waters del italiano Mariano Baino, sin embargo, hoy permanece tan desconocida y olvidada que aún no ha gozado de distribución en España y otros países, una lástima, ya que es fácilmente una de las mejores películas de Europeas de horror de los 90, sin dudarlo la mejor proveniente de Italia.

Una de las muchas sorpresas que depara Dark Waters es que resulta ser una de las más atinadas aproximaciones apócrifas al universo de Howard Philips Lovecraft en el cine. Tanto es así que debería formar un díptico imprescindible junto a In The Mouth Of Madness (1994) de John Carpenter. Aunque mientras que la cinta americana era una exploración de los horrores del de Providence a través de una perspectiva metafílmica y alejada de sus relatos estándar, la de Baino se basa más fielmente en los postulados típicamente del autor, concretamente los pertenecientes a su ciclo de Mitos de Chthulu. La Película cuenta como la joven Elisabeth visita un convento perdido para aclarar por qué su padre ha ido donando una gran fortuna en los últimos años. No tardara descubrir que en él hay un extraño culto a un Dios/demonio que bien podría ser cualquier primigenio salido de las páginas de cualquier relato de los mitos. No solo la estructura del relato podría ser una variación de La Sombra sobre Insmouth (The Shadow Over Insmouth,1936) sino que la localización de la isla donde transcurre la película transmite una sensación de desolación similar a la del relato y se ajusta a algunas de sus descripciones con más atino que otras adaptaciones posteriores como Dagon (2001). La presentación del culto es también más deudora de los relatos de Lovecraft que de otras sectas demoníacas y como tal, no falta la simbología mística que anuncia la llegada de la criatura (aunque nunca se llega a explicar cuál es la relación). Son muchos los momentos que conectan la cinta de Baino con el universo del escritor y es más chocante aún que ésta no fuera más conocida ni siquiera entre los aficionados del creador de los profundos.

Aunque la película sea una coproducción Ruso-británico-italiana, pertenece a la tradición más spaguetti y recoge muchas de los lugares comunes en el cine de Bava, Argento o Fulci. A parte de sus contados asesinatos puramente giallo, el esoterismo típicamente Argentiano es un claro referente y la iconografía católica es constantemente utilizada como fuente de horror. Desde los primeros planos de un crucifijo flotando, rodado de forma fantasmagórica y siniestra al continuo uso y abuso de los crucifijos como antorchas o instrumentos con los que asesinar (una crucifijo llameante sirve para quemar viva a una anciana que sabe demasiado, un pequeño crucifijo que se abre para convertirse en letal cuchilla…) a veces Dark Waters parece la película que Soavi dirigiera entre La Chiesa (1989) y La Setta (1991) y Baino parece que bebe de las mismas fuentes añadiendo (como Soavi) algunas gotas de un Cronenberg primerizo. Como sus maestros italianos, Baino parece querer plasmar la rica herencia artística europea y la pintura como un elemento importante en su universo, tanto de manera argumental y formal como implícitamente, siendo muy influida en su estética por pintores como como El Bosco. Los ojos blancos de algunos personajes, el final y otros detalles recuerdan mucho a otra cinta bastante desconocida, la magistral The Sentinel (1977) de la que Fulci ya había calcado algunos detalles en su L´aldilá (1981).

Dark Waters comparte con cierto sector fantástico italiano su poco interés en crear una línea argumental plana y concisa. Su guion deja decenas de preguntas que quedan sin respuesta al final del metraje, sin embargo cada plano parece calculado al milímetro y por momentos parece que el director está pintando al óleo en vez de construir un encuadre y, si bien se deleita jugando con la fluidez de la narración, los resultados son visualmente aplastantes y deriva en una tétrica ambientación y un constante desfilar de planos de una belleza macabra incluidos en ella solo por el simple hecho de serlo, la construcción de una atmósfera única y una envolvente sensación de muerte es más importante que la propia acción. La lluvia y la oscuridad están presentes en casi todo el metraje y junto al uso de una partitura plagada de ruidos y gruñidos, a ratos la experiencia es un viaje cuasi onírico de la familia de Inferno (1980).

Aunque la falta de cohesión del relato es un factor que muchos no encontraran satisfactorio, la película de Baino cae en esas zonas comunes en algunas cintas europeas de horror mejor consideradas por su forma de entender el cine como experiencia sensorial, lo que perdona que el ritmo se resienta hacia la mitad y las actuaciones no sean siempre convincentes, incluso el guion es a veces sobreexplicativo cuando el espectador no necesita información. Males menores que no impiden convertir Dark Waters en una obra de culto que rezuma pasión en cada fotograma, una falta de experiencia compensada por la energía inalcanzable de las óperas primas y el testamento de un cineasta que no pudo volver a retomar la que pudo haber sido una de las pocas vías de escape para la cinematografía de género de su país.

Curiosidades sobre la película

Dentro de poco tendremos algunas curiosidades

Fotogramas