Death Note (2017) review

Una colección de malas decisiones de guión, mala escritura, casting urticante y una total desconexión por las necesidades básicas de la narración de una historia coronada por momentos videocliperos sin ninguna justificación de existencia más que la propia complacencia de sus artífices. Una de las peores películas de género de los últimos años.
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Death Note (2019)

Antes de comenzar a leer, han de saber que el que esto escribe jamás ha leído un manga de Death Note, anime, Ova, o adaptación al cine nipona del material original. Por ello, no encontrarán aquí ningún tipo de resentimiento lleno de bilis por úlcera sangrante por violación de adolescencia, infancia o religión relacionada con la afición por el objeto de culto que esta nueva película se encarga de adaptar. Si queda esto claro, tampoco está de más recordar que el whitewashing que supone una adaptación occidentalizada me parece un problema menor teniendo en cuenta que estamos ante un remake adaptado al territorio americano, y aunque fuera un problema en sí mismo, no considero que por ello la película pudiera ser mejor o peor.

Una interpretación de algo que ya está hecho debe ser exactamente eso, una batidora de ideas por la que pasar el ingrediente original para dar nuevos resultados. No se puede negar que el director ha intentado hacer su película y su visión del relato adolescente que propone el querido manga. Por unos minutos, la posibilidad de que el chico que se encuentra la libreta se dedique a eliminar a criminales o gente que “se lo merece” de las formas más sádicas posibles convierte por un momento a Death Note en una especie de secuela de Destino Final (Final Destination, 1998) con gore abundante y bien realizado. Y por esos momentos uno imagina una película en la que su protagonista puede llegar a tener un conflicto sobre si lo que hace está bien o está mal. Por otra imagina un pacto faustiano con un Mefistófeles con forma de demonio japonés, por otra una especie de Asesinos natos (Natural Born KIllers, 1994) adolescente, con un romance teen tipo Wynona Ryder y Christian Slater en Escuela de Jóvenes asesinos (Heathers, 1988).

El problema, bueno, más bien uno de los problemas, es que el guion no es capaz de recoger ninguna de esas películas escondidas dentro del abanico de posibilidades. Se muere por ser una de cada y salta de una a otra sin orden ni concierto. El resultado es una estructura que abre y cierra cada uno de sus actos comprimiendo cien ideas sin acabar de desarrollar ninguna para poder pasar a la siguiente fase de acontecimientos con nuevas reglas que se van inventando por el camino antes de asimilar los puntos de partida previos. Como colofón todas esas ideas se exponen en boca de los protagonistas con forma de diálogos de exposición constante, sin ninguna naturalidad, creando un cúmulo de reglas sin sentido, frases sin impacto emocional colocadas en los lugares incorrectos, revelaciones absurdas, conclusiones imposibles y burdos amagos de romance contracultural que provocan vergüenza ajena. Pero de la de querer taparte los ojos y los oídos.

No arreglan el entuerto ese puñado de protagonistas que dan ganas de asesinar al poco de empezar la película. Sí, por una parte el contexto moral da lugar a crear a un Light no necesariamente noble, ni ejemplo a seguir, pero dios santo. Hasta los villanos o semivillanos necesitan de cierto carisma. Este muchacho con mechas y mirada psicopática tan sólo parece un niñato malcriado que merece todo el bullying posible en lo que le queda de instituto. De la muchacha mejor no hablar. Sus arrebatos van del amor al interés a tendencias asesinas por-que-sí. Cuando en la trama entra el investigador del FBI el delirio ya no tiene remedio. Deux Ex Machina, supuestos en base a elementos del personaje en el manga que se colocan aquí como pista decorativa, contradicciones constantes y otra interpretación al borde de los risible.

Llega un momento en el que uno quiere parar de ver pero no puede porque el nivel de delirio sin sentido e ineptitud narrativa se hace tan adictivo que, aunque al fin del segundo acto el aburrimiento apriete lo suyo, merece la pena esperar a la traca final, un clímax bajo canciones de Chicago que te hacen dudar si no estás viendo una comedia. Se puede alegar que el director está intentando un film antigénero o que realmente se está riendo de todos o que su tono es paródico, pero en la mayoría de momentos la cosa parece que se toma bastante en serio así misma, incluso con ese final absurdo en el que se hace un propio autoexamen del filme y es dónde muestra su desesperación por crear un antihéroe como Donnie Darko con un toque canalla y malvado.

Podríamos analizar durante horas las diferentes fallas que hacen de ‘Death Note’ un esfuerzo estéril como filme adolescente, como romance juvenil neopunk o post-gótico e incluso como película de terror o de acción. Sencillamente ­es incapaz de hilar un interés por el misterio, por el juego del gato y el ratón, ni por sus personajes odiosos y ni siquiera con ese demonio de pinchos en la espalda y voz de Willem Defoe. Los arrebatos autorales de Wingard parecen estar colocados como boyas de salvamento para que uno no olvide que si hay neón y sintentizadores, es probable que salga de mismo pozo que la correcta The Guest.

El mayor problema, sin embargo es asistir a cómo el que estuviera llamado alguna vez llamado a ser un renovador del cine de terror se desenvuelve con un presupuesto consistente, lejos de sus esfuerzos independientes. Un resultado de pura autoindulgencia, un muestrario de lo arbitrario y lo burdo que provoca botezos y que solo funciona, como el envés de la primera bofetada que fue la lamentable Blair Witch, de manera de cuento aleccionador para no coronar antes de tiempo a directores mumblegore con más películas mediocres que notables.

Curiosidades sobre la película

Dentro de poco tendremos algunas curiosidades

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