Gerald’s Game (2017) review

Mike Flanangan consigue redondear una de la mejores adaptaciones del universo de Stephen King, consiguiendo hacer trepidante un punto de partida minimalista. Consigue aterrar sin olvidar su universo visual pero no es capaz de sobreponerse al mayor problema del material de partida para elevar el material.
/10
Gerald’s Game (1)

Nota: 75

Que Mike Flanagan es uno de los nombres más importantes del terror de la década de los 2010 es algo que algunos llevamos repitiendo desde hace un tiempo. Un director allegado al género que practica con casi devoción funcionando casi como un artesano. Su sobriedad y temple narrativo suele evitar desmanes de alboroto de otros compañeros de generación y conforme estrena nuevo trabajo se pueden apreciar mejoras en su estilo. El juego de Gerard es uno de sus proyectos más anhelados y no falla al conseguir una de las mejores adaptaciones al cine de la obra de Stephen King.

Definitivamente, la nueva producción de Netflix es la mejor película original de la cadena, quizá eso no sea decir mucho pero desde luego cae en el lado de las visiones de King más terrenales como Misery (1990) y Eclipse total (1995). De hecho, va de la mano con esta última, complementándola de una forma que las hermana casi como un ente indisoluble. La novela original era una obra perteneciente a la época en la que King trataba de salirse de su molde de pueblos con monstruos y explorar el lado freudiano de sus personajes, creando un teatrillo perverso a partir de una situación que vende la idea por si sola. El marido de una mujer muere antes de poder desatar las esposas de la cama, tras intentar probar la típica fantasía erótica del juego de roles. La mujer, Jessie, queda a merced de los elementos de la noche, un perro hambriento y sus propias alucinaciones y recuerdos.

Conseguir mantener el tipo durante más de hora y media es difícil y Flanagan lo cumple con creces con una estructura creciente, paulatinamente más rica en matices conforme entramos de forma más profunda en lo que convierte a Jessie en la persona que está ahí atada en la cama. El juego de la mujer para intentar escapar, se combina con los propios descubrimientos sobre sí misma de una forma acompasada, nada apresurada pero cada vez más absorbente. El director se lleva a su terreno el texto y consigue algunas piezas de terror escalofriante, que se benefician de su currículum previo, que sorprenderán a quien sea ajeno al texto original.

Casi tanto mérito como el propio realizador lo tiene una espectacular Carla Gugino, que elabora un personaje transparente y frágil que va mostrando su coraje sin traicionar nunca la primera impresión sobre ella. El diálogo con la infancia de Jessie la convierten también en una heredera de la Beverly de IT (1986) y existen otros muchos lazos y guiños a la obra del de Maine que sus fans agradecerán. Con casi todos los elementos funcionando a pleno rendimiento, en un crescendo en el que lo psicológico, lo real y el peligro de la situación se van pasando la pelota hasta su fantástico clímax y cuando este acaba, tenemos la sensación de haber presenciado una de las más sólidas películas de terror del año. Pero aahh, nada es perfecto y la parte más decepcionante aparece en el tramo final.

Nadie puede culpar a Flanagan de hacer una adaptación fiel, pero si hay algo que no funciona en la película es su respeto por la parte que hace del libro una de las novelas de King más frustrantes. No revelamos grandes spoilers pero si no has leído el libro, quizá es mejor que dejes de leer aquí. Cuando todo acaba para Jessie, el libro se dedica a hacer un epilogo explicativo de unas sesenta páginas que se dedica a desentrañar vulgarmente uno de los misterios más apasionantes que deja el desarrollo de la película. Por supuesto, en la película todo se reduce a unos minutos, pero son suficientemente machacones para hacer desaparecer buena parte del embrujo que habían conseguido ciertos apuntes. Una pequeña referencia, una nota a pie de página habría sido más que suficiente, pero no es fácil corregir a un nombre como el autor de Cujo (1982), y en este caso, el trazo grueso original es bastante dañino como para deshacer el embriagador sabor de boca enigmático y tenebroso que su simbología dejaba en el aire.

Curiosidades sobre la película

Dentro de poco tendremos algunas curiosidades

Fotogramas