Inside (2016) review

Los cineastas patrios Miguel Ángel Vivas y Jaume Balagueró unen sus fuerzas y experiencia en el género para crear una nueva versión de «Al Interior», con intención de domesticar las explosiones de sangre del original para los castos paladares del mercado americano.
2016
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El remake de obras extranjeras de terror ha sido un proceso industrial muy extendido tras la invasión del terror japonés de inicio de siglo XXI. La adaptación del lenguaje, de caras con rasgos familiares para el público anglosajón, con una pequeña inyección de vitamina en los valores de producción, empezó con el cine asiático y continuó con el fantástico europeo. A la radical Martyrs, ya le había tocado su correspondiente versión americana para rebajar su carga de tortura, pero en el caso que nos ocupa, la operación aparece entre países vecinos, un dato cuanto menos sorprendente.

Hay que reconocer que hace falta tener valor para afrontar un remake de la francesa Al Interior. Ya han pasado diez años desde su estreno, pero da la impresión de que no hemos acabado de asimilar el espejismo que fue la nueva ola de «terror extremo francés» y su relación con otros movimientos parejos como el «torture porn» y el «home invasion». Precisamente, Vivas, fue uno de eso directores que llamaron la atención por una de las más brutales muestras de esos movimientos. No es del todo extraño que el director de Secuestrados se encargue de un remake de la obra más popular de Alexandre Bustillo y Julien Maury.

La nueva versión apenas hace mellas en la trama argumental, en la que una joven viuda (Rachel Nichols), embarazada y deprimida, intenta reconstruir su vida después de un fatídico accidente de tráfico en el que pierde a su marido y parte de su audición de manera parcial. A punto de dar a luz, trata de pasar el duelo en su casa de los suburbios, cuando, en nochebuena, recibe la visita inesperada de otra mujer (Laura Harring) que tiene el objetivo de arrebatarle el bebé que lleva dentro. Si en la original la cosa acababa en un baño de sangre en la nueva, la idea  «no hacer una película que ya estaba hecha, no quería hacer un remake, sino una adaptación, mi versión», explicaba Vivas en la premiere de Sitges 2016. Quizá consciente de que no podía igualar el tono granguiñolesco de Al interior, se ha adaptado un poco al universo de thriller de Balagueró, que coescribe el guion además de ejercer de productor ejecutivo. Inside se cuela en su universo rimando con sus pesadillas domésticas Para entrar a vivir o Mientras duermes, pero la operación sigue sin tener una justificación o propósito claro. ¿Una venganza del catalán por la apropiación americana de su Rec, con la resultona Quarantine?

A juzgar por el resultado, el largometraje solo puede entenderse como una operación comercial orquestada para intentar captar al espectro de población despistado que no hubiera visto el primer film. Un lavado de cara predecible, que transforma una rabiosa epopeya sin refinar en un thriller de manual, correcto y bien definido, pero prácticamente funcional. Lo más destacable del conjunto es el arrojo visual de Vivas, quien propone una puesta en escena con numerosos aciertos en el uso del espacio y se desenvuelve de forma profesional para hacerlo pasar por una producción menor de Hollywood. Según explica el propio director, trató de componer «una serie de set pieces, que fueran cinematográficamente diferentes, para ir creando cada vez una sensación de más ansiedad» y efectivamente, algunas de esas «set pieces» funcionan a la perfección, mientras que otras, bueno, se podrían adscribir a un ABC del thriller de mediodía.

El texto de Balagueró no ha variado demasiado la propuesta, salvo incluir algunas modificaciones como la sordera de la protagonista, como otro home invasion reciente, Hush, que aprovechaba esa idea mucho mejor, por cierto. El tercer acto es el que ha sufrido más modificaciones, metiendo con calzador ese recurrente «plano Balagueró» de panel de fotos y recortes, que ya va quedándose mohíno, y un final diferente, con una metáfora visual entre lo risible y pretencioso.  El resultado es que, lo que era una teatral lucha de madres, exagerada y sangrienta hasta rozar lo mitológico, se queda en una recreación alargada del tercer acto de un thriller de los noventa, del tipo La mano que mece la cuna, tan intrascendente y anacrónica, que ni una inquietante Laura Harring logran sacarla del lodo de lo convencional.

Curiosidades sobre la película

Dentro de poco tendremos algunas curiosidades

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