Como cada año, aparece una película de terror indie destinada a escalar por los festivales y recoger críticas que van de obra maestra a punto de giro para el cine de terror. Cuando llega a las pantallas se recibe con entusiasmo por los sectores más gafapasta y con hostilidad por los consumidores casuales de cine de terror, que van a por los sustos de rigor. Ya me contarán que opinión puede tener de La Bruja (The VVitch, 2015) quien se esperase una especie de versión de época del cine de James Wan. Todos los dedos apuntaban que la sorpresa de este año sería Llega de noche, cuyo estreno se adelanta algo a la etapa otoñal, más adecuada para estas obras. Pero por lo que venimos observando en las reacciones de redes, el hype ya estaba activo nada más aparecer su primer póster.
Cuenta su director, Trey Edward Shults, que el personaje principal de su anterior película, Krisha, se había basado en su padre biológico. Aquella, un tenso drama psicológico a través de un viaje al interior de una familia desestructurada, utilizaba una intimidad palpable y cortante dentro de una atmósfera opresiva que muchos sintieron en su piel como cine de terror, a modo de esas inquietantes epopeyas de locura del primer Robert Altman. El guion de Llega de noche surge como una reacción a la muerte de su padre tras una lucha contra el cáncer. «La escena inicial es literalmente lo que estaba diciendo a mi padre en su lecho de muerte», cuenta Shults a ScreenCrush, «la terminé y después pasé a una narración que no tiene nada que ver con ella, pero que sigue fluyendo a partir de esas emociones». De esta forma, el director busca un horror con una ligera tendencia al abstracto que examina la enfermedad, como motor inevitable de la transformación y, de nuevo, la familia, respondiendo a sus temas prevalentes en su corta filmografía.
Puesto que a priori, el tema de una cabaña y una enfermedad que se propaga, recuerda a películas como Cabin Fever (2002) y su escenario post apocalíptico entra en el terreno postromeriano; Llega de noche no hace ningún aspaviento no acabar en el saco de otras visiones minimalistas de un tipo de terror que ya había pasado por nuestras pantallas. Puede que la intención de un autor que ha trabajado para Terence Malick podría sublimar el subgénero pero la única carta que juega a favor de la innovación es su dimensión onírica a través de los sueños de Travis. Pese a que esto crea algunas texturas de miedo de cierta ambigüedad, es hora de irlo diciéndolo ya, no hay una sensación de horror profundo, de miedo a lo desconocido o a lo que no vemos, de esta forma, el primer póster con un perro mirando a la oscuridad, recreado en la propia película ladrando al bosque, es lo más reseñable en cuanto a escalofríos se refiere.
Es que, de hecho, Llega de noche es más un thriller de contagio al uso, en modo minimalista que una película de terror indie con un hilo sobrenatural. Piensa en una secuela teatral de Carriers (2009), o mejor, en el prólogo de cinco minutos de 28 semanas después (28 Weeks Later, 2007): una cabaña sin luz, con iluminaciones ocre y silencios familiares incómodos. La obra de Shults parece una versión extendida de aquella introducción, pero sin zombies. Sí, hay algunas escenas de pesadillas, pero están perfectamente separadas de la trama principal, de la realidad que viven los personajes en un escenario postapocalíptico descrito por unas pocas líneas de guion y referenciado en un cuadro, El triunfo de la muerte de Brueghel, contrastado con otras fotos de los pasillos de la casa, que muestran un pasado feliz de la familia protagonista.
Es en el drama familiar en dónde hacen hincapié los vaivenes emocionales del filme, que se basan más en la paranoia de películas o thrillers de género “invitado inesperado” que obras de terror más profundo o inexplicable. Dicho esto, la realización es más que reseñable, con un estilo que deja fluir la narración sin descuidar una atención por la fotografía telúrica y sugerente, especialmente en las escenas del interior de la casa del bosque. Pese a su habilidad y/o efectividad a la hora de relatar la historia, da la impresión de que en su guion hace falta limar algunas secuencias, como toda la parte relacionada con el interés sexual que surge entre dos personajes, que no se lleva a ningún lugar concreto, como tampoco algunas preguntas que se abren dejando el tercer acto cojo de respuestas en un anticlímax algo predecible y fláccido.
No me entiendan mal, a la película le sobra estilo y cierta personalidad, es competente llevando su visión a buen puerto, y crea una fina línea de duda y suspense de forma intachable. Pero, a parte de una visión del género gratinada sobre el drama, no hay nada en el menú que resulte refrescante o especialmente inquietante. Ya la hemos visto. Hay un misterio, pero el espectador va un paso por delante, con cierta holgura, e incluso encontrarán algún momento de terror de subida de volumen, que tanta alergia causa en según qué foros. Soy consciente de que siempre que aparece, de entre las sombras, un nuevo salvador del cine de terror, hay muchas ganas de que este sea la obra de horror del año. Todos nos hypeamos.
Improbable, pero posible, que Llega de noche llegue a alcanzar ese puesto para algunos pero la recomendación para disfrutarla es acercarse a ella con cautela, ignorando un poco la publicidad previa y el buzz de festivales que, seguro, jugarán en su contra. Sin ir más lejos, el anterior festival de Sitges hizo un pase de un drama de cabaña y terror más pequeño pero incluso más sugerente como fue Dans la Foret (2016) que nadie pareció haber visto. Y si me apuran, si quieren una película extraña que establezca esa sensación de que hay algo más en el bosque, que lleve una carga de horror surreal y maléfico, intangible, asociado a la estancia en una cabaña en medio de la nada y la naturaleza, retomen la insondable Anticristo (Antichrist , 2009).