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Midnight Mass (2021) review

60 minutos
Estados Unidos
El director y guionista Mike Flanagan, más incendiario y devastador que nunca, ha creado en Netflix una obra monumental de horror humanista sobre la fe, el fanatismo y la adicción. Densa y literaria como un libro perdido del Stephen King más maduro, oscura como una sotana, y llena de decisiones impensables para una plataforma, lleva el género a un nivel más profundo sin una sola escena colocada sin propósito, necesitando de un segundo visionado para vislumbrar al completo la dimensión de su perfecta arquitectura narrativa.
2021
10
10/10
Midnight_Mass_TV_Miniseries

Review SIN SPOILERS.

Si al director Mike Flanagan le importaran las opiniones de las redes sociales habría empezado hace tiempo a modernizar su estilo, estudiado radicales movimientos de cámara o influencias de autores europeos para tratar de cuadrarlo con los tiempos culturales, esos de hambre de festival y cine como chapita para la galería. Lo cierto es que a nivel formal, toda su obra es muy uniforme, con algunos detalles de puesta en escena en evolución pero sin abandonar un estilo tan puro y sencillo que le ha valido ser criticado como un realizador “plano y televisivo” (sic). Va a ser difícil que con Midnight Mass vaya a convencer a los que le exigen ser el cineasta que no es,
pero él sigue a lo suyo, imperturbable, consagrado al género del horror y fantástico, logrando perfeccionar sus fortalezas hasta un lugar donde parecía imposible llegar tras The Haunting of Hill House (2018) y Doctor Sleep (2019).

Puede decirse sin riesgo de exagerar que esta nueva miniserie es su gran obra maestra, quizá la mejor de terror (o no de terror) de la nueva era de la pandemia. Su estilo, un clasicismo americano puro, no muy distinto al de Frank Darabont, sigue más preocupado en establecer los cimientos de una historia bien construida que en mostrar músculo técnico de lentes, piruetas y detalles para quienes están más pendientes cada año de revoluciones en el cine que de guiones bien escritos, personajes creíbles y actuaciones llenas de matices. Como un equivalente moderno de Dan Curtis, Flanagan se mueve con la misma soltura en la televisión que en el cine, y apenas varía su caligrafía más allá de detalles de acabado obvios y las limitaciones propias de un material descomprimido en un metraje muy superior.
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No es habitual que toda una serie tenga al mismo director
detrás, y esto confiere a Midnight Mass
una elegancia cinematográfica que The Haunting of Bly Manor acababa
perdiendo en algunos momentos, pese a sus notables resultados como antología de
la obra fantasmal de Henry James. En esta ocasión, aunque que se prometió no
volver a hacerlo, Flanagan se pone de nuevo detrás de la cámara en cada uno de
los siete episodios de más de una hora de duración, para asegurar que su visión
no queda alterada en lo más mínimo y ofrecer una coherencia sólida entre todos
los aparatos de producción. Se nota que este es su proyecto predilecto y el
cuidado en cada paso salta a la vista y al oído. Es un trabajo de guion
minucioso e inspirado que ha conseguido junto a su hermano James, y apenas
algunas colaboraciones acreditadas que redondean una historia coral épica donde
cada frase, cada sermón (y hay bastantes), cada escena, cuenta.

Aunque en el terreno del fantástico Midnigt Mass comparte varios elementos claves en imaginería de su
autor, como esa “fantasma” que atormenta al protagonista, es muy difícil hablar
de ella sin desvelar muchos de sus secretos, o en qué parcelas del terror
encaja y puede que esas revelaciones sean una decepción para algunos cuando se
muestren, más o menos de forma clara, en el tercer episodio, pero lo cierto es
que en realidad esto da un poco igual, porque lo que realmente importa son los
numerosos giros y decisiones en frío, tan poco comunes como arriesgadas, que
hacen comprender por qué Mike Flanagan y Trevor Macy han ido arrastrando el
proyecto durante diez años por diferentes cadenas, productoras de cine y
plataformas hasta conseguir luz verde. El compromiso con la historia es una aleación
imperturbable que no deja espacio para las improvisaciones y peticiones desde
la mesa del despacho. No solo porque su aproximación tan personal incluya temas
troncales al universo del autor como la adicción, la recuperación y el peso de
la culpa, sino porque la elección narrativa de esta serie aumenta los minutos
de largas conversaciones, diálogos densos y una cualidad dramática que a veces
se impone sobre el terror.
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Sin embargo, no faltan escenas de miedo efectivas, aunque
conviven en equilibrio con los grandes temas de la fe, la manipulación de esta,
el perdón y la muerte que la miniserie acaba tratando, alternando la atmósfera
inquietante, el misterio y algunos detalles capaces de helar la sangre dentro
de fuertes nudos emocionales que hacen del conjunto un viaje tan hermoso como
terrible, con un crescendo devastador que encuentra en los altibajos más
oscuros y luminosos de la condición humana un tornasol de sensaciones en el que
el mayor de los horrores baila con la tragedia y los momentos de esplendor más
transparentes. Desde unos capítulos iniciales, más contemplativos, a su
impresionante tercer acto, Midnight Mass
se desarrolla con paciencia, deleitándose en pequeños momentos que nunca están
ahí por capricho. Es difícil explicarlo sin despellejar sorpresas, pero el conjunto
solo puede verse como un todo en el que conversaciones que parecen escritas sin
un propósito acaban siendo determinantes, donde pequeños símbolos se
resignifican, especialmente en las relaciones entre personajes para lo que un
segundo visionado es todo un gabinete de revelaciones que muestran que todo,
absolutamente todo, incluidos algunos monólogos a primera vista
autocomplacientes, estaba ahí por un buen motivo, atado de una forma
escrupulosa.

Puede que lo más interesante de la miniserie sea contemplar
cómo da la vuelta a la simbología cristiana con las convenientes
reinterpretaciones del padre Paul (un personaje con una imponente actuación de
Hamish Linklater) y algunos paralelismos según cierta mitología de género, que
desafía algunos postulados católicos aproximándolos a otros axiomas de la
cultura de terror muy conocidos. Los estigmas, la señal de la cruz, los
ángeles, los milagros o la pasión de Cristo son vistos bajo una óptica lateral,
de forma que todos los pilares del cristianismo se ponen en cuestionamiento
bajo el prisma del cine fantástico. De nuevo, no es posible explicarlo sin
revelar sorpresas, pero el trabajo de analogía es tan brillante que cuesta
entender cómo a nadie se le había ocurrido antes. Profundizando en el terror
religioso desde una perspectiva nueva, pero para nada extraña para el aficionado,
Flanagan ha creado un compañero perfecto para la actual ola del subgénero en la
televisión, acompañando a Evil (2019-) y 30 monedas (2020-) en su
irreverente, pero a la vez comprensiva, mirada al culto más extendido.

Midnight Mass podría ser una novela perdida de Stephen King que
nadie se hubiera atrevido a adaptar por ser demasiado amarga, pero siguiendo su
tradición, Flanagan muestra un gran conocimiento de la obra del escritor,
concibiendo su historia de forastero enigmático predicando en pequeño pueblo como
una mezcla de muchos textos, desde Storm of the Century (1999), The
Mist
(2007) –con esa Samantha Sloyan en clave Mrs. Carmody– o Needful
Things
(1993) hasta Revival, que curiosamente Flanagan
iba a llevar al cine antes de que se cancelara el proyecto. Pero quitando
algunos parecidos con el punto de partida del relato arquetípico de Something
Wicked This Way Comes
(1993), y que la cualidad general del trabajo es
muy literario —recordemos que lo que relata es el contenido del libro que
aparece en Hush (2016) y Gerald’s Game (2017)—, Flanagan no
busca hacer un pastiche referencial. Es una historia que no se parece demasiado
a nada visto recientemente, aunque el cine de cultos y el folk horror hayan
sembrado mucho terreno con mimbres similares. Quizá tenga más en cuenta ciertos
hechos históricos reales, recortes de noticias increíbles y otros sucesos
olvidados que películas concretas pero aunque hay momentos que suenan a déjà vu,
consigue redirigir las ideas por la vía de lo siniestro, con un inexorable
camino hacia la condena hasta su remolino de emociones final, que pone los
pelos de punta en todos los sentidos.
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Mike Flanagan concluye su tenebrosa trilogía sobre la
desintoxicación tras The Haunting of Hill
House
y Doctor Sleep con un
colofón de siete horas prácticamente perfecto en todos los ámbitos. La
fotografía de Fliognardi es exquisita, aprovechando la luz natural de los
amaneceres y ocasos de Crockett Island para conseguir planos bucólicos
naturales impresionantes, que son acompañados por la partitura más variada de
los Newton Brothers. Minimalista en lo terrorífico y emocionante y oscura en
sus bellísimas piezas corales de música sacra, la banda sonora amplifica la
sensación de gran liturgia tétrica. Explorando los ecos más oscuros de la
existencia sin propósito, desafiando la idea del dogma y el poder fanatismo
ciego en una era en la que la desinformación, manipulación y negacionismo
coexisten con la razón en una lucha impensable hace una década, Midnight Mass es, simple y llanamente,
una monumental obra de arte. No solo resulta relevante, sino que la mirada
humanista de su director toca ansiedades eternas y horrores sin caducidad,
reafirmando la importancia de su nombre dentro del género y reclamando un
reconocimiento urgente como uno de los grandes narradores cinematográficos
actuales en pantalla grande y televisión.

Jorge Loser

Curiosidades sobre la película

Dentro de poco tendremos algunas curiosidades

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