Alien: Covenant (2017) review

Alien: Covenant es la película que el fandom del universo de los xenomorfos exigió al director de la interesante ‘Prometheus’ cuando rechazaron aquella propuesta inusual. Pues bien. Ya la tienen: un insulso remake en tierra de nadie, sobrecomplicado y sin pasión, de la obra maestra que cambió el género hace casi cuatro décadas.
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Alien Covenant (0)
Nota: 55

Vivimos en los tiempos convulsos del cine comercial en el que cualquier película que aparece en cartelera con el sello de un gran estudio es sospechosa de haber corrido la suerte de la mayoría de grandes pufos que acaban en la pantalla grande. Los deseos de un autor se enfrentan a los deseos de una mesa de directivos que tratan de direccionar el proyecto hacia los gustos de un público que es analizado con big data. Los resultados, a veces son decentes, a veces dan vergüenza ajena. En otros casos, como el que nos ocupa, son una muestra perfecta de la lucha de dos películas por salir a flote sin que en ningún momento lleguemos a ver ninguna de las dos.

Aunque muchos puedan pensar que Prometheus salió de la manga del director, hay evidencias de que muchas de sus ideas ya estaban encima de la mesa incluso antes de terminar la primera. Fox pretendía hacer películas en donde los space Jockeys tuvieran más protagonismo y por otra, parte Scott se interesaba en explorar la creación de la raza como leit motiv, enfrentando civilizaciones y buscando motivos de la creación. Ninguna de esas secuelas vio la luz y lo que siguió a la original fue la saga que todos conocemos. Por ello, el primer fallo que se puede cometer al afrontar estas secuelas es pensar que son, como nos las están vendiendo, las precuelas al universo que conocemos.

En su lugar, estas películas, pertenecen a la visión original de lo que debía ser la saga de Scott, para lo que no ha tenido en cuenta ninguno de los cánones anteriores. Es más bien, un mundo paralelo, en el que el creador recupera su juguete y muestra qué tenía en la cabeza. Y cuando el director encuentra sus manos libres para hacer eso, los resultados mejoran. Sin embargo, se nota cuando el material rodado es forzado. Por ello, Prometheus se percibe como una obra más libre, más independiente, y con mucho, más interesante y excitante. Desde el cambio de título y uso de la iconografía familiar en la saga para el diseño de producción, Alien Covenant se ha dejado ver como un intento de llegar a todos los puntos de acuerdo. Por una parte, la visión que el artista quiere plasmar, y por otra, la secuela/Remake de Alien que aparece y desaparece constantemente que querían fans y productores.

Si empezamos por la parte que continúa Prometheus, hay una conexión temática, coherente y lógica con el tema de los orígenes. El personaje más interesante, el androide David, prosigue su búsqueda hacia la creación que ya empezó en la anterior. El hecho de que una máquina busque y anhele lo que nunca podrá hacer es el hilo fundamental, la única idea que funciona de toda la película y la que posee más conexiones con el universo mitológico de Scott más reciente. Un hombre en la última etapa de la vida que comienza a hacerse preguntas sobre de dónde venimos.

Para ello, el británico se sirve de su grandilocuencia habitual, esa que tan bien funcionaba cuando sus imágenes impactaban más allá de lo profesional del encuadre o su preciosa fotografía. Hay una secuencia de similitudes con la historia del paraíso perdido de Milton sobre el creador, el ángel caído, la rebelión y el origen, por tanto, de la maldad como se conoce en la cultura judeomasónica. Desde el póster imitando los grabados de Doré para  los poemas a frases como “¿quieres servir en el cielo o reinar en el infierno?”. Muy elocuentes. Especialmente significativos son los paralelismos con el paraíso y la expulsión con la presencia de un planeta virgen para los colonos que resulta estar envenenado.

El problema es que en esa película se trata de meter, a presión y sin comprobar que concuerden las tallas, otra bien distinta: una grosera repetición del primer ‘Alien’ que huele comida caducada. No solo imita la estructura y detalles específicos, sino que banaliza su razón de ser a golpe de atajo a conveniencia. Del proceso biológico con analogías reales, su tiempo de incubación y demás detalles se pasa a bebés aliens que hacen imitaciones, crecen a tamaño humano en unos cinco minutos y se mueven como gatos rabiosos. Cortesía de un CGI, por cierto, que roza lo chabacano en algunas escenas. Tampoco ayuda la sobredosis de shacky cam y que no se hagan tomas del animal dentro de un contexto narrativo claro. La puesta en escena de los ataques es poco más que penosa. Los aliens, al menos, siempre han tenido una fisicidad que les hacía temibles. Ahora son otra criatura compuesta de píxeles más.

Más detalles que rozan el ridículo involuntario aparecen en el “momento ducha” (rivaliza con el momento piscina de AVP 2) y alguna que otra situación más propia de un exploit de los ochenta de la propia Alien: el octavo pasajero. Se nota que Scott no ha puesto ganas en todas esas secciones de la película, lo que nos lleva a evaluar la arbitrariedad de su estructura narrativa. Hay casi una mitad de película en donde apenas pasa nada que no se pueda resumir con unos planos del tráiler. Un segundo acto con la aparición de una nueva clase de aliens, tan gratuita (esa forma de infección completamente sacada de la manga) como sangrienta. El diseño prometía pero, de nuevo, el montaje frenético y la falta de planos con una exposición adecuada de los elementos del encuadre indican una desgana contagiosa.

En resumen, una amalgama de elementos que funcionan, en claro desequilibrio con los que no, una voluntad de crear franquicia  que se ve a la legua y un final (que no climax) bastante bien calculado que deja un falso buen sabor de boca a un reboot demasiado obvio, pese a ser una entrega que juega con conceptos de experimentación, creación y genética como ya lo hacía Alien: Resurrection aunque, probablemente, comparar aquella o Alien 3 (Maldición casi es preferible la versión de los Aliens de Paul Anderson) con esta no le hace ningún favor a Ridley Scott. Este, en su amenaza de seis películas más debería ir pensando en ceder el testigo a otros cineastas capaces de inyectar una visión transversal a su relato de dioses, paraísos, creadores y ángeles caídos. Como él.

Curiosidades sobre la película

Dentro de poco tendremos algunas curiosidades

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