Sputnik, es el nombre de los primeros satélites artificiales puestos en órbita alrededor de la Tierra, aunque también es la palabra rusa que se utiliza para decir «compañero de viaje», con lo que el título de la película puede tomarse como una referencia con doble sentido, pero que en la película está haciendo alusión al acompañante que trae el comandante que la protagoniza. Basándose en el argumento de su corto The Passenger, Egor Abramenko relata la historia de un cosmonauta ruso que se enfrenta al estrés postraumático tras su regreso de la órbita, volviendo a un tipo de película de terror y ciencia ficción que nos resulta familiar en títulos como El experimento Quatermass o Species 2. Según el director con su corto buscaba ya preparar el terreno y «presentar a la audiencia el personaje, el escenario para, finalmente, hacer un largometraje. The Passenger fue el punto de partida pero nuestro plan inicial fue, desde el principio, hacer una historia completa», comenta Abramenko a «Nightmarish Conjurings».Uno de los elementos más atractivos de Sputnik es que tiene lugar en unos años ochenta muy alejados de la idea glamurosa de la nostalgia que puede mostrarnos la serie Stranger Things, en un curioso el contraste de la visión de los mismos temas de sus últimas temporadas. «Nuestra idea inicial era combinar un entorno muy común para los rusos, el período de la URSS, con cosas muy extrañas, como un extraterrestre del espacio exterior. Primero nos atrajo la estética visual de este período rico en términos de diseño de interiores, arquitectura, vestuario y todo eso. Queríamos específicamente 1983, porque es una época extraña para la historia rusa, una especie de período de transición. Desde la URSS tal como la conocemos, unos años antes de que comenzara la Perestroika y en términos de ideas es un buen momento para desarrollar nuestra historia. La mente de las personas, su percepción de la vida, ha cambiado», continúa Abramenko. Pese a que algunas críticas de su país de origen le afearon el parecido con Alien, el octavo pasajero, el film no guarda más paralelismo que la idea central de la cuarentena con un parásito que sale del astronauta, pero además de seguir un camino muy diferente, el director trató de alejarse del mítico diseño de Giger lo más posible. «Alien y Predator son criaturas icónicas y necesitábamos crear algo nuevo y original. Comenzamos a desarrollar la criatura durante la escritura del guion, de forma paralela. Trabajamos duro con un equipo de artistas conceptuales y comprendimos que necesitábamos cumplir dos criterios. Primero, tenía que parecer vulnerable. Pequeña. Como algo que pudiera vivir dentro del cuerpo de un humano. Y, por otro lado, deberíamos encontrar a un alienígena realmente agresivo y poderoso que podría destruir un escuadrón de soldados armados. Combinar ambas cosas nos permitía jugar con el contraste de que a primera vista no da miedo y es cuando avanza la historia que nos damos cuenta de que es realmente peligroso y aterrador».
Sputnik es una nueva visión de cine sobre simbiontes venidos del espacio exterior, un subgénero cada vez más común que tiene algunos precedentes dignos de mención, empezando por Hidden: lo oculto (1994), que ya tenía un alienígena que se introduce dentro de las personas hasta controlar completamente su cuerpo, lo que se traducía en unas misteriosas muertes y una investigación policial. The Puppet Masters (1994) era la adaptación de la novela de Robert A. Heinlein que se adelantó 4 años a los ultracuerpos de Jack Finney, con una suerte de parásitos controladores en vez de vainas. Más cercano al comic book era Parasyte (2015), toda una aventura de terror en dos partes con mutaciones a lo The Thing de John Carpenter y una trama de simbiontes enfrentados muy similar a Venom. Ya en la más ligera Snatchers (2019) conocíamos a una chica que, después de tener relaciones sexuales por primera vez, despierta embarazada de nueve meses con un alienígena dentro que creará una invasión de parásitos zombificadores. La aproximación de Sputnik al cine de monstruos a través de una trama de conspiración política y caminos argumentales distintos a lo que se espera del subgénero, por lo que no conviene esperar de ella un híbrido de acción y terror al uso a causa de su acabado formal de superproducción.
¿Único superviviente?
En 1983, durante la Guerra Fría, una nave espacial se estrella tras una misión que ale mal, mientras dos cosmonautas soviéticos regresaban a la Tierra después de un viaje. Sin embargo, un tercer pasajero, un parásito espacial, vuelve a bordo con ellos. Las autoridades soviéticas deberán decidir que hace con uno de los cosmonautas (Pyotr Fyodorov), Después de que traen a una psicóloga rusa de renombre (Oksana Akinshina) para evaluar el estado mental del comandante y tratarle de curar, queda claro que algo peligroso puede haber regresado a la Tierra dentro de él, que parece tener un parásito en su interior con más implicaciones de las que puede parecer a primera vista.
La mayor virtud de Sputnik es salirse de las tópicas imitaciones de personajes encerrados con monstruo, a lo que nos tienen acostumbrados reciclajes ramplones e higienizados desde EE.UU., como Underwater o Life, para acercarse más a un thriller de conspiración política de los 70 u 80, con una minuciosa exploración científica de los efectos de un parásito espacial sobre un astronauta. Más en sintonía con la ciencia ficción soviética dura, este paciente relato de simbiontes, experimentos y trastiendas del gobierno en realidad es casi un film de orígenes de un superhéroe de terror, un poco la Venom que no pudimos ver, con todo el horror corporal, gore y criaturas parásitas herederas de Cronenberg ausentes en la adaptación de Marvel, y que, además, es capaz de cuestionarse el papel del héroe en la Unión Soviética, la proyección sobre los cosmonautas de la propaganda confrontada a los valores verdaderos que puedan tener esas personas, temas que nos pueden resultar lejanos, pero resultan igualmente fascinantes en una película de género.