The Apartment Complex (1999) review

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Dentro del recorrido alimenticio por el submundo catódico de Tobe Hooper, entre episodios de televisión y cine para emisión directa, hay alguna joyita oculta, otras desastrosas y casos que quedan en tierra de nadie como esta The Apartment Complex  (Apartamento maldito). Es difícil englobarlo dentro de su cuerpo de trabajo, y no porque sea una película sin cierta personalidad, pero encontrar los puntos de conexión entre lo que se ve en pantalla con alguna de las características de autor se hace bastante complicado, más allá de la extravagancia de los personajes y sus conexiones de género. Es una especie de thriller cómico pero sin gags, un poco tendiendo al absurdo, a un tono surrealista casi de mal episodio de Twin Peaks (Twin Peaks; 1991-2017), que la hace aún más extraña. El argumento es casi una excusa para desgranar una serie de peripecias que no van a ninguna parte, pero que tampoco parecen pretenderlo, como si el objetivo fuera desorientar al espectador.

En su trama, un joven llamado Stan Warden acepta un trabajo como gerente en el complejo de apartamentos Wonder View. Pronto descubre que el bloque está lleno de inquilinos raros. Nada siniestro ni atemorizante, solo gente bastante peculiar, recordando al vecindario de La joven del agua (Lady in the Water, M. Night Shyamalan, 2006). Pronto, el joven descubre el cuerpo del anterior encargado en el fondo de la piscina, hecho este que le convierte en el principal sospechoso de la policía. Mientras es investigado, Stan tiene que lidiar con una amalgama de personajes y situaciones raras que no acaban de cuajar en conjunto para forjar un tono o servir de apoyo a la trama más o menos rastreable.

Apartamento maldito tiene cierta atmósfera de paranoia en la línea de otras visitas siniestras al mundo de los edificios de pisos llenos de habitantes extraños, establecido por películas como El quimérico inquilino (Le locataire, Roman Polanski, 1976), Apartamento cero (Apartment Zero, Martin Donovan, 1988) o El cuarto piso (The 4th Floor, Josh Klausner, 1999), solo que nunca llega a ponerse tan oscura como estas. La fórmula reúne todos los elementos correctos, hay pitones sueltas sin motivo, diarios crípticos perdidos, dos detectives de policía ariscos que sospechan del héroe, puertas a las que les faltan los números de habitación, inquilinos que nadie ha visto, videntes y ex agentes de la CIA.

El protagonista, Stan, es un estudiante de psicología que, básicamente, es casi un indigente que vive en su automóvil para ahorrar dinero cuando le ofrecen el trabajo de gerente de un complejo de apartamentos de Hollywood. El joven coge el trabajo principalmente por el piso gratis que viene con el puesto, pero nada más tomar contacto se percata de las cosas poco comunes, que no llegan a inquietantes, que pasan en el lugar. El complejo en sí es una anomalía arquitectónica diseñada por un primo del famoso Frank Lloyd Wright, hay un par de peculiares gemelas que pasan el rato en el patio, y falta, sin que nadie sepa por qué, el piso número 17. Hechos insólitos, quizá, pero no particularmente espeluznantes viniendo del director de Poltergeist: fenómenos extraños (Poltergeist, 1982) o el guionista Karl Schaefer, que consiguió concebir espantos de más entidad en la serie de televisión infantil Eerie, Indiana (1991-1992).

Puede que Hooper no se encontrara ya en su mejor forma, pero el tibio resultado final de este experimento es más decepcionante porque en su punto de partida cohabitan intriga e ideas interesantes, especialmente en esos momentos iniciales en los que el personaje interpretado por Chad Lowe se entrevista con el propietario de apartamentos, Obba Babatunde, para darse cuenta, tras recorrer el edificio, que no es la persona que él creía. Hooper llega a la nota correcta para alcanzar lo extraño también en las escenas, casi kafkianas, en las que dos detectives van dando la vuelta a todo lo que dice el personaje de Chad Lowe en su contra. Hooper incluso rinde homenaje a El gabinete del Dr. Caligari (Das Kabinett des Dr. Caligari, Robert Wiene, 1920), nombrando a un cirujano plástico Dr. Caligari. No es un guiño baladí, ya que el filme expresionista tenía por villano a un siniestro psicólogo y Stan, por casualidad, estudia psicología, lo que coexiste como un tema paralelo en la película.

La psicología es la excusa con la que el protagonista encuentra la oportunidad de hacer prácticas analizando a sus nuevos e inusuales vecinos. Primero tenemos a Shana, interpretada por la modelo Tyra Banks, y K-iki, dos dobles de cuerpo en el cine que parecen colocadas ahí, casi adrede y no sin sentido del humor, como mera oportunidad de tener un par de jóvenes atractivas vestidas con poca ropa y luchando entre sí. La señorita Chenille es una psíquica con una exagerada excitación sexual interpretada por una buena actriz como Amanda Plummer, a la que sorprende ver intentando seducir a Stan de forma ridícula. Pero el joven está más interesado en Alice, una bella joven de la que se enamora perdidamente, y que tiene un novio violento hasta la caricatura llamado Morgan. El aspecto se apunta de nuevo con una metáfora redundante de los habitantes como ratas en un laberinto, como las que estudia Stan en sus experimentos.

En el desarrollo de estas ideas, el hálito siniestro se va difuminando en beneficio de una comedia negra excéntrica, ligeramente afín a Barton Fink (Barton Fink, Joel Coen, 1991), con un tipo de sentido del humor que incomoda al mismo tiempo que hace reír. Sin embargo, aunque Hooper tiene experiencia en el sarcasmo ambiguo, se pierde en situaciones que acaban resultando casi embarazosas por su total ausencia de chispa. Chad Lowe es convincentemente ingenuo, pero el tono burlesco de todo lo que le rodea no encuentra nunca una raíz más allá de la intención forzada, y la película se acaba derrumbando. Lo que podía haber sido una odisea paranoica se queda en una impostura ruidosa, con un final de comedia increíble y tonto. Pese a que la historia no está precisamente trillada, su propuesta no es suficiente y además desaprovecha a un elenco de gran nivel con actuaciones más bien mediocres, que más que a sus intérpretes, pueden achacarse a los propios personajes, superficiales y haciendo cosas sin sentido.

Apartamento maldito va dando bandazos para no llegar a ninguna parte concreta. Incluso se insinúa desde un principio que tal vez esto todo es una pesadilla febril de Stan y que nada de lo que experimenta está sucediendo realmente. Sin embargo, tampoco se despega nunca del todo de la realidad, ni siquiera con un matiz fantástico de episodio de Dimensión desconocida (The Twilight Zone; 1959-1964), y el producto final no está lo suficientemente arraigado ni en lo insólito ni en el mundo real como para ofrecer una experiencia satisfactoria. El único interés es comprobar la versatilidad de Hooper, pese a que el resultado sea inane, experimentando con texturas lejanas a su cine y que sirve como un ensayo en blanco para su medianamente aprovechable La masacre de Toolbox (The Toolbox Murders, 2004), en la que también una protagonista investigaba en un viejo hotel habitado por vecinos extraños y existía un misterioso piso oculto.

Curiosidades sobre la película

Dentro de poco tendremos algunas curiosidades

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