The Conjuring

112 minutos
Estados Unidos
La temida ausencia de James Wan se traduce en un viraje de la saga hacia la investigación sobrenatural y la aventura satánica. El terror es más vulgar que las anteriores, pero el carisma de los Warren brilla como nunca en una secuela digna, con algunos detalles siniestros estupendos y un ritmo intrigante y sin pausa. No es recomendable ir con las dos entregas anteriores frescas en la memoria porque la bajada es prominente e inevitable, pero es una bienvenida huida hacia los márgenes que se pasa volando.
2013
70
10/10
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Que Michael Chaves tenía muy complicado sustituir a James Wan es redundar en una idea que deberíamos haber digerido hace un par de años, cuando se anunció que el director de la sosa The Curse of La Llorona(2019) iba a encargarse de la nueva entrega de la saga troncal sobre la que flotan las demás, generalmente consideradas menores. Cuanto antes se acepte que es imposible acercarse a The Conjuring 2 (2016), una obra maestra de la composición expresionista que dominaba todas las posibilidades visuales y espaciales de la puesta en escena gótica, sin la voluntad de su mismo autor por superarse a sí mismo, más se disfrutará esta nueva secuela, que es plenamente consciente de la dificultad aparente de ir más allá.

El retiro de Wan –ya se juzgará su regreso al terror en Malignant (2021)– indica que en gran parte dijo todo lo que tenía que decir en el universo que aún tutela desde las sombras, por lo que hay cierto nivel de sumisión a una verdad clave: que ninguna de estas nuevas películas van a marcar el camino o reconfigurar el género del terror de ninguna manera, sino que se están dedicando desde hace mucho tiempo a seguir las sendas marcadas, echando alguna especia exótica que otra por el camino. De hecho, conviene no ilusionarse demasiado con las sorpresas, puesto que cuanto más nos acercamos al décimo aniversario del episodio original, más se diluyen las ondas de esa primera pedrada en el estanque de la cultura pop y más irrelevantes y miméticas se hacen sus herederas.

Por ello, no debe suponer ningún escándalo reconocer que esta The Conjuring 3 es peor película de terror que Annabelle: Creation(2017) y no mucho mejor que Annabelle Comes Home (2019), aunque siendo justos, no lo es porque no se plantea como un carrusel de sustos, apariciones y set pieces de terror, de hecho su mayor virtud es que se atreve a ir por otros derroteros, aunque a menudo tenga que justificar su escapada con algún peaje de jumpscares facilones que por fortuna no son demasiado abundantes. Afrontando un caso real algo turbio como para hacer mucha chanza sobre el origen diabólico de un asesinato real —el tema ético de todo lo relacionado con los Warren hay que dejarlo, si eso es posible, en la puerta de la sala– la película diluye su estructura en un juego de flashbacksy un juicio por asesinato con alegaciones religiosas que vuelve al punto de partida antes de la explosión del Conjuringverse, The Exorcism of Emily Rose (2005), de la que el guion de David Johnson sabe distanciarse centrando la trama en un enfrentamiento con más en común con The Wailing (2016).

Lo que quieran ver una adaptación más cercana en el tiempo del caso real pueden acudir a la nada desdeñable TV movie The Demon Murder Case(1983), la que puede considerarse como la primera película de los Warren, en donde la pareja, bajo otro nombre pero hasta con su museo de objetos malditos, se enfrentaba al exorcismo del niño y la posesión de su hermano de la manera más cercana al relato de Arne Cheyenne Johnson, que estaba interpretado nada menos que por Kevin Bacon. En The Conjuring 3 el proceso se aparta a un lado y nos centramos en el viaje del matrimonio por los aledaños del caso para descubrir una fuerza maléfica tremendamente peligrosa, tomando el molde de una investigación sobrenatural en la que las habilidades de medium de Lorraine serán clave, convirtiéndose en el Frank Black de Lance Henriksen de la serie con asesinos sobrenaturales Millennium (1996-1999), pero con un toque vintage y un enemigo que la emparenta con las películas del psiquiatra David Sorell, un precedente televisivo de Kolchak que se enfrentaba a satanistas y sus conjuros en títulos como Ritual of Evil (1970).

Pero no hay nada televisivo en la potente producción de The Conjuring 3, Chaves demuestra más nervio que en su debut y se apoya en una fotografía competente, secuencias al ritmo de Call Me de Blondie o incluso secundarios tan interesantes como el que interpreta John Noble. Hechizos escondidos similares a los de episodios de Supernatural (2005-2020), momentos que parecen sacados de Silence of the Lambs (1991) o incluso Doctor Sleep (2019), conforman una matriz muy diferente para el matrimonio Warren, que parecen vivir en las páginas de un tebeo de Marvel, de los de Gene Colan, y conforman ya una pareja icónica en su encarnación de Patrick Wilson y Vera Farmiga. Llenos de química, carisma mundano y nobleza naif, sus momentos de matrimonio veterano –geniales detalles de Lorraine dando por hechos los despistes de su marido– hacen que el motivo del film, tan explícitamente cursi y ausente de cinismo como el amor, funcione dentro de su microcosmos de grandes temas esenciales de la lucha entre el bien y el mal.

La impertinente comparación a las entregas anteriores nos recordará que no habrá grandes secuencias de miedo puro pero la banda sonora de Joseph Bishara consolida la atmósfera diabólica a lo largo del film y la aparición del Padre Gordon añade argamasa a un universo cinematográfico sólido, que supone un agradable espacio para el geekque busque su ración de terror y aventuras siniestras en un patio de juegos familiar y confortable. No es extraño que DC cómics haya creado una línea especial para tebeos como The Conjuring: the lover, una precuela en viñetas a la que seguro que siguen más misiones en este territorio de amuletos y reglas para la posesión, y puede que en ella estuviera la clave del contenido de la escena post-créditos que Chaves dice haber eliminado. Sería la conexión definitiva con los MCUs y DCUs de la gran pantalla, aunque sin ella ya parece casi un intento de reinicio de la franquicia.

No es extraño que algunas de las reglas de este episodio parezcan sacadas de películas como Hereditary (2018), que a su vez suponía un paso adelante en el terror de cultos, hechizos y demonios que sacudió Insidious (2010). Son las eras y las tendencias, pero el concepto de cine de marca Wan ya no posee la influencia de antaño y se encuentra en un final de ciclo, pero si Buffy, Mulder, Scully o los Winchester sobrevivieron años dando lo mejor de sí mismos a sus fans, no hay ningún impedimento para que no veamos envejecer a los Warren cazando demonios en el cine, porque si algo demuestran películas como The Devil Made Me Do It es que las grandes franquicias de fantástico sobreviven cuando su corazón bombea al ritmo de grandes personajes.

Jorge Loser

Curiosidades sobre la película

Dentro de poco tendremos algunas curiosidades

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