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The Shallows (2016) review

Tras el bloqueo de la posibilidad de un «remake» de «Tiburón» por el propio Spielberg, «Infierno Azul» llega con la intención de coger el relevo del clásico como repelente de bañistas en las playas. Jaume Collet-Serra vuelve al terror con el desafío de borrar de la memoria Sharknados y derivados para devolver la dignidad a un subgénero maltratado y degradado en los últimos años a los infiernos de la serie Z.
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The Shallows (2)

Hace treinta años, George A. Romero escribía el guión de la mejor de las historias de la secuela de Creepshow, a partir de un relato de Stephen King. Una popular historia con aires de leyenda urbana fantástica en la que unos chicos eran devorados uno a uno por una extraña mancha en un lago. Los peores momentos de tensión de aquella llegaban hacia el clímax, cuando el único superviviente debía intentar cruzar desde su balsa hasta la orilla, intentando evitar ser fagocitado por la masa negra. La convergencia de ideas con el de Maine, que ya proponía otra situación parecida, con animal salvaje, en la igualmente minimalista Cujo, podría ser casualidad, pero el recurso suena mucho en el planteamiento de partida de Infierno Azul.

El guión circulaba desde hace años por la famosa lista negra de Hollywood bajo el título de In the deep (En lo profundo). Venía firmado por Anthony Jaswinski, un joven guionista que consigue vender bien sus ideas de tres líneas, aunque el resultado final suele ser más tibio de lo que prometen. Tras una sonada batalla entre majors, su trabajo fue adquirido por Sony en 2014. Los últimos años había cierta demanda de cine con tiburones así que resultaba un caramelo para los estudios. Si en este tipo de subastas priman los conceptos poderosos, parece que a todo el mundo le pareció bien la idea de una surfista en biquini contra un gran tiburón blanco. Parece que habían olvidado el fiasco de Marea negra, con una Halle Berry en bañador nadando entre grandes escualos asesinos. Quizá no tuvieron la genial idea de presentar aquel proyecto como un Tiburón mezclado con 127 horas y unas gotitas de Gravity.

En marzo de 2015 aún sonaba el nombre de Louis Leterrier en la silla de director pero tras su abandono entra Jaume Collet-Serra,  cuya carrera internacional ha ido afianzándose alternado sólidas películas de terror, como La huérfana, con otros trabajos artesanos de acción y serie b como su trilogía con Liam Nessom, que han colocado su nombre en una buena posición a la hora de encargarse de proyectos de cierta envergadura, dada su versatilidad y creciente inventiva visual. El guión de Infierno Azul, filtrado y reseñado en algunas esquinas recónditas de internet, es según las críticas, un producto banal y estándar, un lienzo perfecto para que la creatividad en la puesta en escena del director eleve su material de partida a un más que probable objeto de culto.

Quizá un punto de partida tan iconográfico le haya puesto las cosas fáciles al departamento de marketing de Sony. La campaña de promoción del filme ha sido un trabajo donde lo mínimo se ha maximizado. La información sobre el proyecto ha sido escueta, sin apenas notas de producción o entrevistas, dejando que el debut del primer teaser cogiera a todos por sorpresa, dejando en el recuerdo esa tremenda imagen de Blake Lively en una roca, aislada, con una siniestra silueta de un escualo gigantesco merodeando en su fotograma final. Posteriores tráilers se centran en la atmósfera y la sensación de tensión que respira el angustioso metraje de Collet-Serra, que deja ver lo justo de la historia, aunque quizá demasiado para un argumento tan básico.

Nancy, estudiante de medicina, se encuentra en el atardecer de un paraíso tropical, una recóndita y exuberante playa de aguas transparentes para  hacer algo de surf y meditar. Como apunta su intérprete, «quiere superar la pérdida de su madre y hace un viaje para conocerse a sí misma en busca de un lugar idílico del que ella siempre hablaba; una vez allí, actúa de forma irresponsable y, por primera vez, hace surf sola, cuando la regla es nunca hacerlo en solitario, especialmente cuando el sol se empieza a poner». La joven es atacada por un gran tiburón blanco y consigue refugiarse en una roca. Sus heridas no dejan de sangrar y su formación le indica que si no consigue llegar a la playa pronto, su vida corre serio peligro. El problema es que el olor de su sangre mantiene al escualo al acecho, como si fuera el timbre del almuerzo. Comenta Lively que aceptó «inspirada por el papel de Ryan (Reynolds, su marido) en “Buried”, en el que era enterrado vivo. Para él resultó un duro reto emocional y físico pero muy gratificante para su carrera, así que decidí dar el mismo paso».

Salvando las distancias con la idea del relato de King, lo primero que a uno se le viene a la cabeza al saber del argumento es el parecido con las tramas de dos producciones australianas. Black Water, en la que dos hermanas quedan aisladas a merced de un gran cocodrilo, en medio de un pantano, y sobre todo de la escalofriante El arrecife, en la que dos parejas deben llegar desde su barco volcado hasta el arrecife más cercano, teniendo que atravesar a nado una buena distancia bajo la constante amenaza de un tremendo (y real) tiburón blanco. Esta última, basada en hechos verídicos, recordaba a su vez a Open Water, también sobre un caso real, que puso la primera piedra del survival “minimalista” con depredador marino. La principal novedad de Infierno Azul, gran presupuesto y promoción aparte, es que repliega su acción hacia los vados de la playa. «Es interesante desde el punto de vista del cambio climático. La idea vino porque el fenómeno está empujando lentamente a los grandes tiburones a aguas cada vez menos profundas», explica Lively, cuyo personaje afronta su posición desde una postura activa, no tanto como sus precedentes, en los que los náufragos apenas pueden hacer más que nadar y rezar. La actriz se empeña en aclarar que aquí «los tiburones no son tanto los villanos. Nosotros somos los que estámos alterando su hábitat, por lo que al darse esta situación, es una lucha entre dos depredadores que luchan por sobrevivir. El animal no es ese tipo de monstruo malvado, el quiere permanecer con vida tanto como ella». El español Óscar Jaenada tiene un pequeño papel como Carlos, un trabajador que le muestra el camino de la playa a Nancy.Los efectos visuales corren a cargo de Digital Sandbox y Lola VFX, responsables de los animales de CGI de La vida de Pi. La banda sonora corre a cargo de Marco Beltrami, un veterano del cine de terror con las BSO de la saga Scream, The Faculty, Resident Evil, Guerra mundial Z o el remake de La cosa entre muchas otras. En Queensland se construyó el tanque de agua más grande de Australia para la mayoría de las secuencia. Se estima que durante el rodaje participó un equipo estimado de unas 130 personas. Puede que el enfoque “ecologista” con el que se presenta la producción se refleje en la pantalla, pero es dudoso que el improbable status quo que propone Infierno azul funcione sin presentar al gran tiburón blanco como implacable devorador de hombres, tal y como se ha hecho en la mayoría de sus apariciones en el cine y como se ha vendido este proyecto desde un principio. Collet-Serra consigue redondear un survival-espectáculo con elementos minimalistas bien aprovechados, ritmo y estética impoluta. Lo implausible de muchos momentos y algunas decisiones de guión apresuradas hacia el final, los únicos baches que impiden el sobresaliente. No mejora el terror invisible de ‘The Reef’, pero añade dignidad y fortaleza al maltratado subgénero de tiburones.

Curiosidades sobre la película

Dentro de poco tendremos algunas curiosidades

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