‘Verónica’ (2017) review

105 minutos
España
La mejor película de Plaza se mete de lleno en las corrientes que rigen el cine de terror actual creando una de las muestras más sólidas de los últimos años gracias a su cuidado del detalle y la oscura visión del fin de la infancia como un mundo de horrores y fuerzas diabólicas. Mucho más que una versión castiza de Expediente Warren.
2017
9
9/10
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El terror se mueve por pequeños ciclos que recorren, exploran y aprovechan los recovecos de cada uno de los subgéneros que lo componen. Tras la explosión de rabia y vuelta a las raíces setenteras de los años 2000, llevamos ya unos años de obras menos sangrientas, más góticas y marcadas por la irrupción de los sobrenatural en lo cotidiano. La corriente James Wan marca los 2010 con escarceos parapsicológicos sus casos “reales”, los Warren y esos detalles de realidad que marcan el tono de lo que, en realidad, son muestras de horror como puro espectáculo, celebraciones del susto y la imaginería horrenda.

El director Español Paco Plaza ha sido, a lo largo de toda su carrera, un trabajador incesante del género. Con un ojo astuto ha ido trayéndose cada una de las vertientes del cine de terror de los últimos quince años a nuestro (su) terreno, aplicando a cada una de ellas la adecuada cantidad de cotidianidad hispana para cambiar completamente las intenciones de las corrientes de moda. Aunque no fuera propiamente sobre lo español, las oscuras sectas de nuestra tradición católica podían verse deseccionadas a través del thriller religioso de Segundo nombre (2002), el poder de las leyendas gallegas a través de la figura real del asesino en Romasanta (2004), el found footage y el género de zombies-infectados en una comunidad de vecinos de Barcelona en Rec (2007) y la versión más festiva y gore del subgénero en el contexto de una boda típica en Rec 3: Génesis (2012).

En todas ellas aplica ese puntito de realidad que al resto se nos escapa, ese detalle que todos recordamos pero se esfuma de la memoria y vemos reflejado tal y cómo lo teníamos en la cabeza cuando aparece en una de sus películas. El mejor ejemplo de ese Paco Plaza puro, sin duda, estaba en su tremenda Cuento de Navidad (2005) con el que se adelantaba al fenómeno ‘Yo fui a E.G.B’ y ofrecía un Stranger Things hispano diez años antes de que existiera la serie de Netflix. En ella se aliaba con su ídolo Chicho Ibáñez Serrador para hacer su propia historia para no dormir, y en Verónica vuelve a él de forma sorprendente, utilizando la obra del maestro como propio loop de música retro incidental de forma nada chirriante. En su nueva película, además, vuelve a esa textura antinostálgica, al crear un filme de época reflejando el lado oscuro de la España de primeros de los noventa.

El trabajo de ambientación es tremendo. No solo por la recreación de una Vallecas realista, con yonkis en las aceras y paisanos con palillo en la boca en el bar, sino por las actitudes de los protagonistas, las reacciones espontáneas y el costumbrismo entendido como una forma de examinar e influjo de esa España ocre en nuestra propia condición. El trabajo de dirección de arte de Javier Alvariño reproduce nuestros recuerdos atendiendo a los detalles más recónditos que caben en nuestra memoria. El uso de juegos o canciones de anuncios de la época hacen un uso inteligente de nuestra idiosincrasia como talismán para partir peras con las tendencias actuales del terror.

Está claro que Verónica es una consecuencia de su momento, sí. Toma como punto de partida un caso paranormal real, utiliza la ambientación de época y la música de esos años como elemento conectivo. Claro que si el Londres de los setenta de Expediente Warren 2 (The Conjuring 2, 2016) utilizaba a The Clash, aquí, en la España de los 90 tenemos a Héroes del Silencio. Un elemento coyuntural que funciona muy bien como testimonio del lado trash que acompañó a la intensidad adolescente de toda una generación que aún estaba saliendo del tercermundismo cultural más raquítico. Aunque sí es verdad que de Wan también toma prestados un par de gags, como el de la televisión, o el hecho de plantear una familia con varias hermanas, e incluso la madre viuda. En ese aspecto concreto no puede dejar de señalarse las múltiples similitudes con Ouija: el origen del mal (Ouija: Origin of Evil, 2016), tanto en el punto de partida como en el aspecto de las apariciones.

Pero en manos de Plaza todo toma un rumbo diferente al que podemos imaginar a primera vista. El valenciano escarba en algunos clásicos ocultos para ponernos detalles calcados de malditas del género como La Centinela (The Sentinel, 1977), como ese padre fantasmal en pelota picada o su monja ciega. Lo interesante es cómo le da la vuelta a todos esos tópicos, por ejemplo, dotando de una personalidad castiza a esa hermana muerte y dando la vuelta a escenas que están más que asimiladas por el espectador. Uno de sus puntos flojos es el uso de los efectos de sonido como tanque desestabilizador y cañón de sustos de volumen, pero logra diferenciarse del resto de películas de la factoría Warner o Blumhouse a base de darle verdadera alma al personaje que lo está experimentando.

El gran triunfo de la película es meternos tan bien en la piel de una adolescente de quince años hastiada, superada y en un bucle de tristeza por la pérdida. El corazón de Verónica es la propia Verónica, cómo a través de su día a día entramos en la naturaleza de la melancolía que acompaña su existencia gris. El despertar como mujer, evitando analogías sexuales obvias, su papel como madre, sin llegar a haber crecido, enlaza la película más allá del mero espectáculo de terror, llevándonos al terreno de la fantasía oscura y la metáfora de horror llevada a cabo por obras como Lemora, un cuento de lo sobrenatural (Lemora a Child’s Tale of the Supernatural, 1973), En compañía de Lobos (A Company of Wolves, 1984) o El Espíritu de la Colmena (1973), con la propia Ana Torrent, que ha abandonado esa infancia mágica, para abrazar la realidad, en el papel de madre.

El juego con su propia obsesión y su papel de guardiana roza, en ocasiones, espirales de locura polanskiana que entroncan perfectamente con su vocación sobrenatural. Todo funciona gracias a la fantástica labor de todo el casting, especialmente el infantil, pero sin duda el descubrimiento es Sandra Escacena. Ella da vida a la piedra angular del film. Un personaje que es el antihéroe de barrio, insignificante, que todos hemos sentido ser alguna vez. El niño obligado a crecer que sólo busca escapar por el techo de las cuatro paredes de su habitción. Todos los horrores que surgen a su alrededor hacen de palanca, pero sin ellos, quizá también habría habido una película interesante. Por ello, Verónica es un coming of age oscuro, divertido, triste y con grandes secuencias de horror que la colocan dentro de lo mejor de 2017 a nivel global y, sin lugar a dudas, en el top ten de las mejores películas de terror que se hayan realizado nunca en este país.

 

 

Curiosidades sobre la película

Dentro de poco tendremos algunas curiosidades

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