El cine de terror para adolescentes tiene sus propios códigos, su propio lenguaje, y no se debe juzgar con el mismo metro que obras de terror más “maduras” porque sencillamente son productos diferentes. Lo mismo puede aplicarse para el terror infantil. A veces es preferible ver un buen episodio de Pesadillas o El Club de la medianoche que una película de terror sin alma. De hecho pueden llegar a ser más controvertidos tratando el mismo tema. Sin ir más lejos, el episodio de la serie de R. L. Stine Deseos peligrosos tiene el mismo argumento y conclusión.
A saber, la chica a la que todo le sale mal en el instituto a la que se le ofrece cambiar su vida gris gracias a la posibilidad de pedir ciertos deseos que acaban saliendo mal. Claro que Stine no inventó nada. La mayoría de relatos de “deseos que se vuelven contra ti” proceden del clásico de W. W. Jacobs La pata de mono (The money Paw, 1902) y es una constante narrativa asimilada plenamente por el cine terror. El deseo que se vuelve contra ti, es el arma del amago de nuevo Freedy Krueger que se intentó en los 90 con Wishmaster (1997) pero Wish upon, aunque utiliza parte de esa dinámica prefiere hacer la macedonia con otros ingredientes.
El factor de la caja que aparece a traer problemas recuerda a la reciente La posesión (The possession, 2012) pero tiene más connotaciones morales “prestadas” del episodio de Twilight Zone Button Button, en el que apretando el botón de una caja, una pareja con problemas de dinero recibe 200000 dólares a condición de que alguien que no conocen muera. La película de Leonetti utiliza ese juego de causa y efecto, de premio-castigo, aunque la conciencia de la protagonista sobre las consecuencias no es la misma (entre otras cosas porque es un poco lenta e idiota).
Pero en dónde realmente se ve la intencionalidad de producto teen es en su iteración de la saga Destino final, cuya estructura de set pieces mortales ha ido marcando el cine adolescente con entregas cada vez más sangrientas y creativas. Wish Upon es la extraña mezcla entre esas y Chicas Malas (Mean Girls, 2004). La diferencia es que el plantel de muertes es tan anodino, formuláico y falto de sangre que parece una secuela directa a vídeo sin nada de lo que hizo a aquel grupo de películas convertirse en el Rasca y Pica del cine de terror. La batalla entre el grupo de perdedores y frikis contra las chicas populares también tuvo su interpretación en la era John Huges con la perturbadora Escuela de jóvenes asesinos (Heaters, 1988) pero aquí no se le pega nada de su poder subversivo.
Pero seamos francos, que esté hecha a base de piezas de otras películas no es el problema. Wish Upon consigue entretener a pesar de ser plana, predecible y sin ningún tipo de ambición visual. No es un desastre amateur como Nunca digas su nombre pero es anodina, innecesaria y en el mejor de los casos un divertimento olvidable. Su presupuesto de 12 millones de dólares no se ve en pantalla en ningún momento y hace pensar por qué una producción así llega a distribuirse de esta manera y otros buenos ejemplos de cine teen con muchas más agallas, relevancia millenial como Friend Request (2016) o Bedeviled (2016) permanecen ocultos. Una pérdida de tiempo que sólo interesará a quien quiera ver a la actriz de Barb de Stranger Things haciendo de Barb o sus bonitos títulos de crédito.