El documental de Diego López y David Pizarro, analiza de forma fluida distintos flancos de la producción de «El día de la bestia» y trata de demostrar la trascendencia del filme en la industria y la percepción del cambio en el cine español después de su estreno.
2016
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Herederos_de_la_bestia poster

Resulta significativo que hoy, en pleno 2017, que nos hemos acostumbrado a tener y verlo todo, al instante, la diferencia entre lo mainstream y lo underground sea una mera cuestión de matices y distribución. La democratización de tantas artes ha masticado, fagocitado y cagado todo lo que se relacionó alguna vez con una cultura «alternativa». Sencillamente, ahora todo es alternativo. Porque no nos ponemos de acuerdo ni en seguir una misma serie al mismo tiempo que otros aficionados. Hace ya más de dos décadas, al menos en España, hubo una película que sería símbolo, consecuencia, palanca y efecto de un cambio en el consumo de cultura. En la forma en la que la sociedad de este país entendía los géneros y una forma de hacer cine que desafiaba las normas de lo que se podía presenciar o no en pantalla.

En la parte más interesante de Herederos de la bestia, la que hace honor a su título, cineastas y expertos hacen una valoración que ya estaba en boca de todos los aficionados al fantástico desde hace mucho tiempo, pero nunca había sido impresa en un trabajo monográfico de estas características: la segunda película de Álex de la Iglesia cambió el cine español. Para dejar pruebas ante notario, directores como Paco Plaza muestran su total pleitesía afirmando que sin ella, no habrían visto la posibilidad de dedicarse al cine «Álex fue con un machete en la jungla despejando el camino a los demás (…) fue una esperanza para todos los que hacíamos cortos», proclama el director de Verónica. Sus compañeros Jaume Balagueró, Enrique Urbizu o Nacho Cerdá hacen valoraciones similares, siendo en realidad casi de la misma generación del bilbaíno.

Esa cubierta de casettes y maquetas, fanzines y fotocopias, películas en 16mm y oscuros cortos en súper 8 de las que todos participaban —Balagueró y Plaza aún estaban con fanzines de cine chungo y Santiago Segura con cortos casposos— fue rasgada por De la Iglesia fusionando su idea del cine de género con referentes españoles, desde El quijote a Azcona, pegándose con Friedkin y otros referentes de los setenta. Herederos de la bestia hace un alegato sólido para valorar el impacto de la película, pero pronto hace un viraje a las entrañas de la producción en sí. Esta óptica, más convencional pero inevitable, funciona mejor cuando hace balance del titánico esfuerzo real que detrás de un proyecto tan arriesgado y se estanca un poco cuando, en las entrevistas a los actores, se dedican a poner rosas sobre el trabajo de sus compañeros, un típico momento de faranduleo que se convierte en un bonito y necesario homenaje cuando se habla del fallecido Álex Angulo, a quién se le dedica el documental.

Cuando el formato de «Making-Off» se asume del todo, lo más jugoso son las numerosas anécdotas de producción o detalles como saber del clímax finalmente no rodado, con cinco mil curas de todo el mundo y bebés recién nacidos en sacos, en medio de las torres Kio. Una lectura muy interesante, al respecto de dichos edificios, es la que dan varios miembros del equipo cuando reconocen a De la Iglesia como un extraño visionario, al relacionar la sede de Bankia con un símbolo del mal, que se tornaría en tótem real de las penurias de todo un pueblo en plena crisis económica.

Y es el Madrid mugriento y desangelado que muestra lo que hace que El día de la bestia siga siendo un testimonio muy certero de una época, cuya oscuridad sigue latente, como una enfermedad subcutánea en su asfalto. Una lectura también presente en el documental, que con su hora y poco de duración explica muchas de las lecturas de la película, a veces en boca de sus propios director y guionista. Un viaje necesario, que quizá quede algo huérfano cuando se trata de explicar y valorar la importancia del mismo en la siguiente generación de nuestros cineastas, los que ahora ruedan en Hollywood o los que ganan goyas haciendo cine de puro género. Islas mínimas y tardes para la ira imposibles de concebir sin el sistema de producción y consumo en el que vivimos, que no hubiera existido sin el que, todavía hoy, sigue siendo el trabajo más representativo de Álex de la Iglesia.

Curiosidades sobre la película

Dentro de poco tendremos algunas curiosidades

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