Una de las joyas más alucinantes del horror italiano, una pesadilla psicológico ambientada en un pueblo aislado, oscuro e inquietante que define todas las líneas maestras del famoso «gótico pagano» de Pupi Avati. Una pintura perturbadora en una iglesia, rumores de crímenes atroces, huellas de un culto remoto, y luego una casa con unos extraños labios riéndose en las ventanas en un misterio de terror a la luz del sol en las tierras bajas del Po.
1976
/10
La casa dalle finestre che ridono (1)

La contribución más significativa de Pupi Avati al cine de género europeo es una pieza única en su especie, inclasificable en las corrientes del horror proveniente de Italia, llegándose a calificar por algunos autores como giallo, pese a tener pocos elementos identificativos que la pudieran incluir verdaderamente en dicha corriente. Sin entrar en consideraciones relativas a su condición de thriller, cinta de horror o costumbrista, lo cierto es que la aportación del director italiano es una de las incorporaciones más interesantes al terror europeo de la década de los setenta. Su perspectiva es más física y terrenal, que la de muchos de sus colegas.

La fascinación por el universo rural y sus fantasmas y leyendas son la fuente de inspiración confesa del director al plantear su proyecto. Ya encontrábamos acercamientos a este medio en otras obras de autores adscritos al horror como Brunello Rondi y su Il demonio (1963) y Lucio Fulci, que en Non si sevicia un paperino (1972) también retrataba una parte de la Italia más profunda y supersticiosa con un peculiar acercamiento al giallo que precede en forma y fondo a La casa dalle finestre che ridono. Un Fulci aquél relativamente más contenido de lo habitual, y que tampoco ocultaba un cierto anticlericalismo que no es difícil encontrar en la película de Avati.

El germen de la obra es una vieja leyenda de un pequeño pueblo italiano que inspiró al director para dar forma a su historia de intriga, tratando de impregnar de esa sabiduría del boca a boca, de viejas tradiciones desconocidas, a una trama adaptada a los modos del cine de suspense y terror. La historia de un pintor maldito del que parece estar prohibido hablar en su pueblo va siendo descubierta por el encargado de restaurar un fresco del artista, una representación del martirio de San Sebastián, con cuchillos penetrando su cuerpo.

El estilo de Pupi Avati resulta más elegante y contenido que la mayoría de sus coetáneos italianos, y la forma de captar las imágenes huye del barroquismo de la fotografía transmitida por Bava para adaptarse a un encuadre más realista y crudo. Sin embargo, conforme la trama va haciéndose más opresiva, la luz de la película va variando y tomando distintos carices. Muy suavemente, el director mueve todas las piezas de la producción para que lentamente las imágenes se adapten a la pesadilla en la que se va adentrando el protagonista.

Avati, nacido Giuseppe Avati, trabajó en muchos géneros diferentes, pero es muy conocido entre los fans del terror por esta película, así como por Zeder (1983), sobre un escritor que descubre el estudio de un científico sobre un área donde los cuerpos enterrados vuelven a la vida. Avati fue también guionista en trabajos de otros directores, como Macabre (1980), o Saló (1975) de Pier Paolo Pasolini, aunque sin acreditar, sin embargo el primer borrador de esta película fue creado varios años antes junto a Antonio Avati, Gianni Cavina y Maurizio Costanzo y consolida una historia sobre la resolución  del misterio, lo que mantiene la narrativa lineal y en movimiento.

Pero la historia es una excusa para combinar el ambiente espeluznante e hipnótico de la zona rural que retrata por encima de los elementos más tradicionales de la investigación, más interesada en llevar al protagonista a habitaciones vacías, mostrar a gente extraña y poco convencionales y abrir la puerta a misterios aún mayores. El lugar está repleto de gente que parece salir de una película de Fellini y cuanto más se adentra Stefano en la vida de Legnani, más surrealista se vuelve todo, la gente desaparece de repente y luego reaparece sin explicación, y el pueblo por la noche parece completamente desierto.

A medida que la vida de Legnani y los secretos del pueblo salen a la luz lentamente, el descubrimiento de la verdad se torna en una sensación de fatalidad cruda. Durante la película el protagonista va contactando con diversos personajes que conforman un mural alrededor del hilo conductor de la narración sin llegar a estar necesariamente implicados en ella. La finalidad de mostrar a los habitantes del pueblo y su poco cristalina posición con respecto al protagonista, es crear lentamente una atmósfera de aislamiento en torno al restaurador que no encuentra su pleno sentido hasta los mismos minutos finales en los que se nos muestran los terribles secretos con los que todo el mundo convive sin inmutarse.

Hay algunas licencias hacia el fantástico que no quedan resueltas y otras quedan insinuadas, pero donde Avati procura crear miedo verdadero es en los detalles siniestros que va dejando durante el metraje: el poder sugestivo de las pinturas de la agonía, las sombras en las ventanas, las voces que intentan disuadir al joven o la propia grabación demente del pintor maldito…, todas están acompañadas por una misma partitura inquietante formada por pocas notas que repiquetean de forma constante. La casa dalle finestre che ridono es una obra justamente reivindicada que muestra los buenos resultados del director Pupi Avati en sus escasos acercamientos al horror. Su estilo controlado y sereno no trata de esconder la sordidez de la historia, que siempre explota de forma salvaje en sus angustiosos momentos finales.

Curiosidades sobre la película

Dentro de poco tendremos algunas curiosidades

Trailer

Fotogramas